Sustentabilidad ambiental en riesgo por incendios forestales
“Estos tres ejes de la sustentabilidad (social, ambiental y económico), deben ser adecuadamente gestionados a través de una institucionalidad (gobernanza) que provea los recursos necesarios para mitigar el riesgo, como así también promover una alianza público-privada y un mayor compromiso de la comunidad para hacer frente a este problema que a todos nos compete. En este ámbito es necesario un mayor compromiso social de prevención, a través de la educación y sensibilización de la ciudadanía de un problema del cual todos debemos ser parte”.
Para nadie es extraño escuchar durante la época estival noticias sobre incendios forestales que alcanzan lugares habitados, generando incluso pérdidas de vidas humanas. Estas noticias que parecen ser “normales” son las que cada individuo debiera reflexionar sobre ¿Qué puedo hacer yo para contribuir a minimizar este riesgo?
El impacto social de los incendios se puede observar a través de las evacuaciones de la población de zonas en riesgo, destrucción de hogares, personas heridas, hasta el límite de pérdida de vidas humanas. Del mismo modo, la contaminación del aire (emisiones de CO2 y material particulado), generan daño a la salud de las personas, afectando principalmente al sistema respiratorio.
Los incendios de material vegetal como pastizales, matorrales y bosques producen un impacto ambiental que se puede observar a través del aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, generando un incremento de los gases de efecto invernadero y aumentando la crisis ambiental provocada por el cambio climático. Si recurrimos a la memoria, el mega incendio en Chile del año 2017, que consumió alrededor de 300 mil hectáreas de material vegetal en la Región del Maule, emitió 100 millones de toneladas de CO2, que, al ponerlo en contexto, equivale al 90% del total de emisiones de CO2 del año 2016.
Junto a la contaminación del aire, se genera un efecto negativo en las fuentes de agua, el suelo queda expuesto a deslizamientos de tierra debido a la destrucción de la cubierta vegetal, lo que se traduce en la pérdida de suelo fértil, además de la destrucción del hábitat de las especies por alteración del ecosistema y desertificación, entre otros. Se podría describir como un efecto de bola de nieve, que parte por la negligencia e incluso intencionalidad de algunos individuos que no han tomado consciencia de sus actos.
A esto se suma, el crecimiento de material vegetal que este año fue superior a otros por la mayor precipitación en época invernal y algunas precipitaciones en períodos no esperados, provocados por el cambio climático, que ponen de manifiesto un mayor volumen de material combustible que genera un riesgo inminente de incendio.
En relación con el impacto económico que produce un incendio forestal, no hay duda de que es significativo, por la pérdida de biomasa y fuente de materia prima para las distintas actividades económicas que dependen de ello. Un ejemplo de esto son las industrias forestales que ven alterado su patrimonio, su planificación, el cumplimiento de pedido a sus clientes por la paralización de procesos productivos. Del mismo modo, los trabajadores ven rebajados sus puestos de trabajo y los encargados de la extinción observan cómo el costo del combate supera los presupuestos asignados.
Estos tres ejes de la sustentabilidad (social, ambiental y económico), deben ser adecuadamente gestionados a través de una institucionalidad (gobernanza) que provea los recursos necesarios para mitigar el riesgo, como así también promover una alianza público-privada y un mayor compromiso de la comunidad para hacer frente a este problema que a todos nos compete. En este ámbito es necesario un mayor compromiso social de prevención, a través de la educación y sensibilización de la ciudadanía de un problema del cual todos debemos ser parte.
En específico, se podrían incluir mayores campañas de difusión sobre los beneficios del bosque y la importancia de evitar incendios forestales. Dicha campaña debería ser permanente y no delegarla solo a instituciones como CONAF y ONEMI, sino que también a cada ciudadano de nuestro país a través de organizaciones comunitarias, juntas de vecinos, fundaciones, etc. Que la iniciativa de cuidar empiece desde la base y no sea impuesta por los de arriba.