Alejandro Chacón: “En la economía circular encontramos la manera de enfrentar las aparentes contradicciones de la sostenibilidad”
Alejandro Chacón, fundador y director de Ecodiseño.cl, es hoy uno de los principales referentes en Chile en materia de ecodiseño. En esta entrevista, analiza en profundidad el impulso que está tomando la economía circular, y los avances que se están dando desde el gobierno y las empresas, y el rol de los consumidores en este cambio de paradigma. “Es muy caro ser lineal e ineficiente, puedes ganar mucho más si eres sistémico y eficiente”, afirma.
Periodista
Alejandro Chacón, fundador y director de Ecodiseño.cl, es hoy uno de los principales referentes en Chile en materia de ecodiseño. Lleva más de 10 años dedicado a este trabajo -fue el pionero en el país- y ha formado a gran parte de los profesionales que se dedican a esta materia, transmitiendo no solo el rigor de la aplicación de la técnica en el diseño de productos, sino también una filosofía y una ética en ello. Chacón es un entusiasta promotor no solo del ecodiseño sino también de la economía circular, y de los cambios que se requieren en la actualidad.
Tras una década de un lento avance en estos temas, dice, en el último año ve varias señales de una aceleración hacia la economía circular. “Claramente hay un movimiento cada vez más decidido de los distintos estamentos. Por una parte, todo el trabajo del gobierno, que se está haciendo cargo de los temas y en materia de economía circular veo un enorme impulso desde el Ministerio del Medio Ambiente, y principalmente desde Corfo”.
Este interés, afirma, ha llevado a pasar de una mirada del cuidado de la naturaleza en materia ambiental, a una mirada mucho más práctica y enfocada en la ciudadanía. Esto pasa, explica, “por un lado por los resultados, pero también por estar en la foto, porque se dan cuenta que es un tema que vende, y que vende bien, que le interesa a la gente. Este tema le viene interesando a la gente desde hace mucho tiempo, pero faltaba la bajada práctica y siento que ahora está apareciendo”.
¿Este avance viene determinado por una mirada externa o por cambios reales en el país?
Yo creo que en eso ha aportado mucho el concepto de economía circular. Cuando hablábamos antes de cuidar el medio ambiente, o de reducir las emisiones, o de proteger flora y fauna, ese tipo de contextos desde el punto de vista ambientalmente positivos, como que las acciones quedaban en manos del gobierno o de las grandes empresas, la gente no se sentía muy activa. Ahora, con la economía circular y la Ley REP, se genera un contexto donde todos podemos ser parte de esta nueva manera de enfrentar estos desafíos.
¿Cree que el contexto de cambio climático ayuda en esto?
Yo creo que también, y aquí ya nos pasamos hacia los consumidores. Para todos nosotros, son cada vez más evidentes los temas de cambio climático. Acabamos de pasar semanas donde se batieron todos los récord de temperaturas, y si tu miras los peaks de temperaturas sobre 37 agrados, de los cuatro eventos que hemos tenido en 120 años, tres han ocurrido en los últimos tres años. Entonces, algo está pasando, y eso también nos mueve a decir “algo tenemos que hacer”. En ese sentido, la economía circular y la Ley REP generan espacios para que todos podamos hacer cosas. Hay más entendimiento, hay más conciencia, y la sensación de que tenemos que hacerlo.
“Cuando aplico una mirada lineal para resolver los problemas ambientales, la solución significa aumento de costos: tengo que poner una planta de tratamiento, un filtro, sistemas de logística inversa, sumar algo a lo que ya está puesto. Entonces, se ve como algo que va en contra de la economía. Pero la economía circular me dice que no tengo que poner otra cosa, sino que pensar de otra manera”.
Cuando uno piensa en cambio climático piensa normalmente en mitigación, pero hay un componente importante en los residuos. ¿Por qué es tan importante la gestión de los residuos en la acción climática? ¿Por qué cobra tanta importancia ahora?
Primero, por el hecho de que es lo que todos vemos, la basura que acumulamos es la manera en que tomamos conciencia de eso. Si lo dimensiono en impacto ambiental, la basura que queda en mi casa no llega al 5% de todos los impactos ambientales a lo largo de todo el ciclo de vida de un producto -se genera mucho más impacto por transporte, por ejemplo-, pero es lo que todos vemos y eso genera un nivel de conciencia. En la gestión del fin de vida de los productos se genera una acción colaborativa, y uno lo ve en los puntos limpios: es una actividad que nadie te reconoce, donde nadie te paga, hay que hacer un esfuerzo enorme por tratar de distinguir los residuos -porque la mayoría de los productos no dice de qué plástico o de qué material están hechos-, pero uno ve un grupo de gente colaborando. Es un movimiento social silencioso para tratar de resolver un problema que nos afecta a todos.
Pero aún siguen siendo pocos…
Hay una solución completamente poco habitual, que es la resolución al dilema del prisionero. Nos repartimos las tareas, y siempre está la tentación de decir “y si no hago mi parte, si el otro igual lo va a hacer”. Acá es, ¿hacemos todos el esfuerzo para salir de esta problemática del cambio climático? Porque si no lo hago nadie se va a dar cuenta. Esto ha sido sumamente estudiado para poder evaluar y buscar soluciones, y hay un libro que lo describe muy bien, se llama “Súper cooperadores”. Acá se encuentra nuestra capacidad de colaboración, vivimos en una sociedad donde confiamos que alguien va a hacer pan, o va a pasar en una micro que me lleve al trabajo, y en este espacio de los residuos eso no se ve. Ahora está apareciendo, por esta problemática. Es mucho más amplio que cumplir una meta de reciclaje, es un proceso de cambio de conciencia.
¿Cuáles son las señales que ve hoy y que no se veían hace dos años atrás en materia de economía circular?
Hace un año atrás tuve una experiencia muy interesante. Con un grupo de jóvenes de 20 años estábamos conversando en la montaña y me preguntaron que hacía. Les conté que trabajaba en ecodiseño y de qué se trataba, y no me hicieron ningún comentario. Me llamó la atención, y les pregunté si no les interesaba, y me dijeron: “Lo encontramos súper interesante, pero lo que tú haces es evidente, eso es lo que hay que hacer”. Los jóvenes lo ven con tanta claridad que si no hacemos un cambio hoy después nos van a pasar la cuenta. Qué más tiene que pasar, esa evidencia es tan fuerte hoy, y a través del modelo de economía circular encontramos la manera de enfrentar las aparentes contradicciones de la sostenibilidad
¿A qué se refiere con eso?
Cuando aplico una mirada lineal para resolver los problemas ambientales, la solución significa aumento de costos: tengo que poner una planta de tratamiento, un filtro, sistemas de logística inversa, sumar algo a lo que ya está puesto. Entonces, se ve como algo que va en contra de la economía. Pero la economía circular me dice que no tengo que poner otra cosa, sino que pensar de otra manera.
¿Y cómo es ese pensamiento?
Es un pensamiento sistémico, tengo que entender cómo funciona la naturaleza. En paralelo a toda esta cosa técnica del tratamiento de materiales y residuos, han ido pasando otras cosas como la biomimesis, que es el estudio de cómo la naturaleza hace las cosas, para entenderlo y ver cómo nosotros lo podemos aplicar. La Ellen MacArthur Foundation, que ha estado apuntalando muy fuertemente la economía circular, una de sus fuentes de información y de conocimiento es la biomimesis, que nos muestra claramente que en realidad los sistemas naturales no solamente son súper eficientes, ocupan menos materiales y no generan desechos, sino que son esencialmente colaborativos y diversos. Se requiere la colaboración y el trabajo mutuo. Entonces, lo que uno ve ahora es una gran campaña para que todos estemos involucrados, se requiere a todo el mundo cooperando, distintas miradas. Creo que esa es una de las razones de por qué todos nos vemos invitados a involucrarnos en esto, porque es necesario.
Sin embargo transformar la economía lineal, doblar esa línea y convertirla en un círculo, aún es algo difícil de lograr, básicamente porque el modelo ha sido exitoso en generar crecimiento y desarrollo. ¿Cómo convencer entonces de la necesidad de un cambio?
La revolución industrial, luego la revolución de los materiales y de la electrónica, han ido generando un nivel de conocimiento y de riqueza cada vez más grande, y cada vez hay un mayor porcentaje de la población que puede comer, tomar agua, transportarse. Es decir, ha sido súper exitoso desde el punto de vista de superar las necesidades humanas básicas. Pero cuando pasamos ese límite, entramos a las necesidades humanas secundarias, y ahí aparece el tema de la sostenibilidad. Hoy vemos una dificultad creciente de enfrentar este problema, que son necesidades más sofisticadas, de la necesidad de sentirnos bien como sociedad.
¿Es posible cambiar ese modelo?
Es absolutamente posible, porque eso es lo que está mostrando la economía circular: que esa aparente contradicción entre preocuparse y ser eficiente y trabajar a favor de la naturaleza, y de la economía -que antes lo veíamos en contra porque manteníamos el modelo lineal-, cuando ingresamos a un modelo sistémico desaparece esa contradicción. Es lo que está pasando en Europa, porque lo que queremos es economía, porque esto es “economía” circular, y si no hay eficiencia en el uso de los recursos no hay ganancias. La economía circular tiene que generar, no puede autoconsumirse hasta morir. Eso no ocurre en la naturaleza, la naturaleza genera, pero no plata. Genera riqueza. Ahí tiene que venir una distinción. Lo que está ocurriendo en nuestro modelo es una generación de plata en manos de muy pocas personas, un 5%. Entonces, ¿por qué se mantiene ese modelo? Porque el otro 95%, si tuviera la posibilidad de hacerlo, también lo haría. Estamos en un proceso de ver qué queremos lograr, plata o riqueza.
¿Y cómo ayuda a eso mirar lo que ocurre en la naturaleza?
La naturaleza genera riqueza, y genera diversidad, y genera igualdad de condiciones porque no le pone las cosas fáciles a nadie. El león tiene que esforzarse lo mismo que el conejo, que el pasto o que una flor. Mira cómo es una flor, es el mejor ejemplo del marketing que existe. “No, que el marketing es malo, abusa”, dicen algunos. Pero mira lo que hace una flor. Lo único que quiere es que la polinicen, y bastaría con que fuera verde. Pero hay de múltiples colores, y además tiene olor, y produce alimento, y además se levanta de la tierra. O sea, tiene que esforzarse. Nada es fácil, pero las condiciones están para todos. Tenemos que aprender a movernos en un esquema que funciona así.
Pero el principal gancho de la economía circular, para promoverla desde el punto de vista económico, es que es más eficiente y permite mayores ganancias. Es decir, que puedes obtener más con menos.
Exactamente, es muy caro ser lineal e ineficiente. Puedes ganar mucho más si eres sistémico y eficiente. Hemos hecho proyectos en Chile, aplicando metodología de ecodiseño, que es una de las herramientas de la economía circular, y hemos demostrado que se puede hacer el mismo producto siendo mucho más eficientes. La empresa lo que hace es suplir una necesidad de la sociedad, puede hacer exactamente lo mismo, con la misma calidad, de manera mucho más eficiente. Puede reducir los costos, pero además generar mucho más valor frente al consumidor porque tiene un comportamiento social valorable. Entonces se rompe esa dicotomía, esa lucha entre medio ambiente y economía.
“La Ley REP va a ordenar, pero hay un factor súper importante y es lo que está pasando en Europa: no puede ser más barato generar basura que reciclar. Va a haber que normar, tiene que ser más caro tirar a la basura que reciclar. Si reciclar en Chile cuesta $100 por kilo, dejarlo en un relleno sanitario tiene que costar $150. Hoy no vale nada, cuesta $10.000 la tonelada, es decir, $10 por kilo. Esa labor es del gobierno, eso no lo podemos hacer ni los consumidores ni las empresas”.
¿Cree que las empresas están yendo en esa dirección hoy?
Yo diría que a nivel de marketing las empresas están empezando a hablar de eso, pero a nivel de producción muy pocas. A nivel del concepto, de hacia dónde quiero llevar mi empresa, sí, y están diciendo “quiero estar ahí”. Y están, lamentablemente, usando malos ejemplos, porque no basta con decirlo ni mostrar solo su mejor ejemplo. Esto pasa por hacer un cambio y un proceso de innovación real. Hoy las empresas en Chile tienen todas las posibilidades de hacerlo. A partir de los diplomados que se están haciendo se están generando profesionales capacitados para llevar adelante estos procesos; a partir del conocimiento y la experiencia que existe, lo podríamos hacer muy bien.
¿Y por qué cree que no se está haciendo aún?
Porque es demasiado nuevo, todavía no se conoce y las empresas aún no logran ver que tienen una posibilidad gigantesca delante de ellos, y que podrían lucirse a nivel de toda Latinoamérica.
¿Ese cambio va de la mano del ecodiseño, de qué otros procesos?
El ecodiseño es una herramienta, que nos permite generar procesos de innovación para tener mejores productos con el conocimiento de todo el ciclo de vida, es una herramienta excelente, pero que apunta a ciertas líneas. Hay que traer y desarrollar otras herramientas que nos permitan avanzar en distintos niveles. Con respecto a los consumidores, por ejemplo. El ecodiseño funciona muy bien cuando la empresa quiere cambiar, en cuanto a lo que puede hacer dentro de si misma con respecto a los productos. Pero con los consumidores, lo único que el ecodiseño hace es ayudarle a la empresa para que entregue al mercado un mejor producto, pero falta un trabajo de entregarle conciencia y conocimiento a los consumidores, con desatar el poder que tienen los consumidores.
¿Qué rol jugará la Ley REP en eso, en ese cambio en los consumidores?
La Ley REP va a ordenar, pero hay un factor súper importante y es lo que está pasando en Europa: no puede ser más barato generar basura que reciclar. Va a haber que normar, tiene que ser más caro tirar a la basura que reciclar. Si reciclar en Chile cuesta $100 por kilo, dejarlo en un relleno sanitario tiene que costar $150. Hoy no vale nada, cuesta $10.000 la tonelada, es decir, $10 por kilo. Esa labor es del gobierno, eso no lo podemos hacer ni los consumidores ni las empresas.
Usted habló de los diplomados de ecodiseño que están haciendo, que tienen un rol esencial en la formación de capital humano para la economía circular. ¿Cómo avanza ese trabajo?
Primero, me gustaría distinguir que el ecodiseño es solo una herramienta, en el marco de la economía circular hay varias herramientas y hay mucha otra gente trabajando. En el ámbito de la economía circular hace 10 o 15 años empezó a haber capital humano formándose lentamente, y ha habido varios intentos -algunos exitosos, otros no- de generar diplomados en sostenibilidad en arquitectura, biomateriales, temas tecnológicos y de ingeniería. Yo diría que desde hace uno o dos años esas iniciativas son cada vez más exitosas. En el caso del ecodiseño, a partir del apoyo del gobierno, y específicamente de Corfo, pudimos levantar en 2018 un diplomado para los desafíos de la Ley REP. Esto tiene una relación muy directa y coherente, porque la principal herramienta para la prevención de la generación de residuos en el mundo es el ecodiseño.
¿Cómo les fue con ese diplomado?
Puedo decir, con mucha alegría, que nos fue muy bien. Hicimos una primera versión en conjunto con la Universidad Andrés Bello que fue muy exitosa. Y este año vamos a hacer al menos dos más, en Santiago y Rancagua, esta vez con la Universidad de Chile.
“El ecodiseño es un tema realmente nuevo, no tiene más de 10 años y nadie más lo está haciendo en Latinoamérica. Pero estamos tomando conciencia lentamente de que esto es posible. Estamos diciendo: ‘¿O sea que puedo reducir los impactos ambientales y reducir los costos al mismo tiempo? Claro, podemos hacerlo, tenemos los conocimientos y la tecnología, y sobre todo en Chile, que somos pioneros en esto”.
¿Cómo mide ese éxito, por la convocatoria o por los resultados?
Creo que fue exitoso en tres niveles diferentes. Primero, por la convocatoria, porque hemos visto que a los diplomados en temas de sostenibilidad les ha costado consolidarse, y tuvimos una respuesta gigantesca: para 75 becas hubo más de 700 personas postulando. Increíble. El segundo nivel de éxito es la participación, de las 75 personas que partieron 70 llegaron al final, con una asistencia permanente y donde siempre hubo al menos 80% de asistencia en todas las clases, a pesar de que eran 122 horas a lo largo de todo el año. El interés fue permanente. Y en un tercer nivel de éxito, por los resultados que se lograron. Se le enseñó a un grupo en que la gran mayoría, yo diría que el 95%, no sabía lo que era el ecodiseño ni realmente a qué iban. Llegaron con un nivel de conocimiento casi cero y fueron capaces de armar un proyecto completo y aplicando toda la metodología, con resultados excelentes. Al final del curso se desarrolló una pequeña feria de demostración, y era alucinante porque había productos listos para ir al mercado y ponerlos en una góndola, con reducción de impacto ambiental de un 30% y hasta un 50%. Increíble. No solo eran buenos resultados, sino que la metodología se aplicó de manera correcta.
¿Por qué esto último es tan importante?
Porque muchas veces se produce un malentendido, de que ecodiseño es diseño ecológico, diseño ambientalmente amigable, diseño bueno para el medio ambiente… es todas esas cosas, pero guiado y ordenado bajo una metodología estandarizada. La gracia no es hacer un producto mejor ambientalmente según lo que yo creo, sino mirar la cadena completa, estudiar todo el ciclo de vida de manera cuantitativa, con ecoindicadores que me permiten medir dónde están los mayores impactos ambientales de un determinado producto a lo largo de todo su ciclo de vida. Ese es el principio, pero no es solo medir y mejorar una cosa, sino que es medirlo y mejorarlo de manera sistémica -que las mejoras afecten todo el ciclo de vida-, y estos estudiantes entendieron eso perfectamente.
¿Quiénes eran los alumnos del diplomado, trabajaban en empresas ligadas a la REP?
La gran mayoría eran empleados a nivel de gente que toma decisiones reales -o un gerente, o un jefe o un encargado en temas de envases y embalajes, procesos productivos- y además de grandes empresas como Falabella, Tottus, Ballerina, Carozzi, Argos, Rhein, Latam, Unilever, una lista larga de 40 empresas de gran relevancia en nuestro país. Y además había profesionales o técnicos que ayudan a las empresas en temas de sostenibilidad, asesores.
¿Esto demuestra un interés de las empresas en incorporar el ecodiseño?
Yo observo que todavía estamos hablando de actores individuales que quieren impulsar los cambios adentro de las empresas. A nivel de empresas creo que es muy puntual aún, pero hay que reconocer que en muchos casos de alumnos, los cursos fueron pagados por las empresas, pero creo que las líneas directivas de las empresas aún no lo ven. Y esto es porque es un tema realmente nuevo, no tiene más de 10 años y nadie más lo está haciendo en Latinoamérica. Pero estamos tomando conciencia lentamente de que esto es posible. Estamos diciendo: “¿O sea que puedo reducir los impactos ambientales y reducir los costos al mismo tiempo?” Claro, podemos hacerlo, tenemos los conocimientos y la tecnología, y sobre todo en Chile, que somos pioneros en esto.
¿Qué falta para un impulso a gran escala?
Yo creo… A ver, tenemos empresas que están empezando a avanzar; tímidamente, pero lo están haciendo. Tenemos al gobierno avanzando muy decididamente, cada mes tenemos una noticia importante respecto de la economía circular, como el anuncio de creación de un gran centro de economía circular con una inversión de US$5 millones. Y así permanentemente, hay un impulso muy fuerte. Desde los consumidores se ve una acción también, a pesar de que son minoría todavía pero hay poca gente que diga “no debieran hacerlo”. Esa minoría ya es como un 15% o 20% de la sociedad, que ya es harto. Si por ejemplo el 60% de la gente reciclara, los puntos limpios estarían colapsados, y nos falta también ahí una respuesta de la industria del reciclaje. Pero lo que yo estoy echando de menos con fuerza son las universidades. No se trata solo de que el gobierno genere un modelo de Ley REP y financie capacitación, que las empresas empiecen a hacer el cambio, aquí también se requiere tener nuevos materiales. Tenemos materiales que se reciclan, pero se pueden hacer materiales mucho mejores, y eso requiere de investigación.
¿Y no hay ningún avance, aunque sea tímido, en esta materia?
Si los hay en Chile, pero aún están a nivel de desarrollo tecnológico. Por ejemplo, en Concepción llevan años desarrollando madera plástica, y están desarrollando tecnología para generar biomateriales, una mezcla de productos naturales y productos tecnológicos que puedan mezclarse y tener una mejor respuesta tecnológica ante el problema de los plásticos.
El eterno problema del plástico…
El problema del plástico no es que sea “sucio”, es un muy buen material, que requiere poca energía, que es barato, durable, inocuo, pero dura mucho. Entonces, mientras los demás materiales desaparecen en la naturaleza, el plástico permanece ahí. El problema es que lo estamos usando en cosas desechables, y su reciclaje aún es malo. Se puede reciclar, pero con menor calidad. Hay materiales que son supraciclables, que se pueden reciclar muchas veces y mantienen la misma calidad. Hacia allá hay que ir. Uno dice, ¿cómo la universidad no está trabajando en eso? Lo está haciendo, pero todavía está trabajando en el laboratorio. Falta que lo saquemos al mercado, porque mientras eso no ocurra va a seguir siendo algo carísimo, tiene que producirse a gran escala para que sea competitivo.
¿Demonizar el plástico es un problema hoy en la economía circular, que todas las campañas públicas estén enfocadas en eso?
Yo creo que hay que mejorar los plásticos. Son materiales excelentes, que nos ayudan muchísimo a resolver las problemáticas cotidianas que tenemos. Bien ocupado es un excelente material, lo que veo como problemática es que nosotros lo usamos mal. No nos damos cuenta que hay que pensar de manera sistémica y que ese material que estamos liberando al mercado, ante un consumidor al que no le doy ninguna información, no le digo que no lo deje tirado y lo lleve a alguna parte… Entonces hay problemas de información y de campaña, hay problemas de usuario, y hay problemas de fabricación, porque si va a durar tan poco lo puedo hacer de un material biodegradable, o no lo hagamos desechable. ¿Por qué queremos todo fácil, si lo que más queremos y más respetamos es lo que más nos cuesta?
“Los gobiernos tienen que motivar de alguna manera a las personas para que hagan algo, y hacer estas campañas contra los plásticos de un solo uso es una manera sencilla de generar impacto en los consumidores. Claro, si abuso de ese marketing es preocupante, pero es una manera de levantar el problema. Pero tenemos que ir al fondo del tema, decir no es que el plástico sea malo, sino la manera en que los estamos ocupando. Y ahí se traspasa también a los consumidores”.
¿Qué le parecen las campañas como #Chaobombillas?
Yo lo quiero mirar de manera positiva. Los gobiernos tienen que motivar de alguna manera a las personas para que hagan algo, y hacer estas campañas contra los plásticos de un solo uso es una manera sencilla de generar impacto en los consumidores. Claro, si abuso de ese marketing es preocupante, pero es una manera de levantar el problema. Pero tenemos que ir al fondo del tema, decir no es que el plástico sea malo, sino la manera en que los estamos ocupando. Y ahí se traspasa también a los consumidores. Está bien la campaña, de alguna manera hay que llegar al consumidor. Si creo que se está abusando, pero desde ahí podemos llegar a dónde hay que llegar.
Hoy los avances parecen más bien una suma de iniciativas individuales
Si, hoy hay una falta de coordinación, pero el gobierno está trabajando para eso en la medida que puede, porque hay múltiples actores y cada uno defiende sus intereses, y es normal que eso ocurra en una sociedad. Pero falta coordinación entre los distintos estamentos, de decir hacia dónde queremos ir. La Ley REP ordena muy bien eso, y lo que se está empezando a desarrollar con la economía circular, que todavía no ha mostrado su hoja de ruta, pero se espera que se coordine a todos los actores. Pero hoy vemos iniciativas de la Sofofa, de la Cámara de Comercio, hay una organización de los productores y de los comercializadores. ¿Quién lidera esto? Debiera hacerlo el gobierno, se han desarrollado los aspectos normativos, pero falta -por ejemplo- una ecoetiqueta, una manera de diferenciar los buenos esfuerzos, y ya se está trabajando en eso. Pero es un trabajo que aún es muy lento, un APL toma tres años mínimo en llegar a dar los primeros resultados.
Esa propuesta de ecoetiqueta estaría apuntando más bien a decir si un producto es o no reciclable. ¿Es suficiente?
Es absolutamente insuficiente. Eso es años 90, debiera ser mucho más profundo. Debiera llevar más información al consumidor, por ejemplo del impacto ambiental de los productos. Debiera también premiar a los que lo hacen bien. Debiera indicar de qué materiales está hecho, que todos los materiales ojalá sean reciclables, que diga dónde lo reciclo… Ahí es donde nos está faltando, pasar de una declaración y una demonización del plástico a una acción concreta. Acá estamos armando un sistema que va a cambiar nuestra sociedad, y falta que lo organicemos. Pero vamos avanzando a paso firme, estamos cada vez más cerca.