Alejandra Parra: “La incineración de basura acelera la cadena de destrucción ambiental e invisibiliza el problema final, que es la generación de basura doméstica”
La integrante de la Coordinación Nacional de Alianza Basura Cero Chile, Alejandra Parra, explica en esta entrevista con País Circular las dos razones fundamentales de las organizaciones que rechazan la incineración de residuos: por la contaminación que generaría y porque “no resuelve los problemas del sistema productivo, que es el que finalmente nos entrega los productos que se terminan transformando en desechos”.
La Alianza Basura Cero Chile es una red formada por 15 organizaciones, además de personas naturales, cuyo compromiso es “promover, impulsar y trabajar por el manejo sustentable de los residuos sólidos, para construir mejores espacios”. Según señala en su página web, “Basura Cero significa diseñar y manejar productos y procesos para reducir el volumen y toxicidad de los residuos y materiales, para conservar y recuperar los materiales sin enterrarlos o quemarlos”. En esta línea, la Alianza se opone férreamente a la incineración de residuos como una forma de valorización energética, una industria que no existe en Chile, que es incipiente en Sudamérica, pero que opera en Europa hace varias décadas.
Asimismo, la Alianza forma parte de la Coalición chilena Anti Incineración y se ha manifestado activamente en contra de proyectos que buscaban la autorización de este tipo de instalaciones en el territorio nacional. En ese contexto, la Coordinación Nacional de Alianza Basura Cero Chile manifestó su desacuerdo con las declaraciones emitidas por el presidente de la Asociación Brasileña de Recuperación Energética de Residuos (ABREN), Yuri Schmitke, en entrevista con País Circular, publicada el 16 de enero pasado. A juicio de la Coordinación, en dichas declaraciones se “exhibe la posición de la industria interesada en el desarrollo de la incineración, y todo el discurso de la minimización de los impactos que ésta genera, contra toda la evidencia científica y comunitaria presentada hasta hoy”.
Para conocer más sobre las propuestas de la Alianza Basura Cero Chile y sus razones para oponerse a la incineración de residuos, conversamos con Alejandra Parra Muñoz, integrante de la Coordinación Nacional de esta red. “La incineración de basura acelera la cadena de destrucción ambiental y, en el fondo, invisibiliza el problema final, que es la generación de basura doméstica”, subraya Parra, activista por los derechos socioambientales y co-fundadora de la Red de Acción por los Derechos Ambientales (RADA).
Sobre la jerarquía de manejo de residuos, los hábitos de consumo y la urgente necesidad de educación ambiental, entre otros temas, habla en esta entrevista con País Circular Alejandra Parra, quien es Bióloga y Máster en Planificación, y actualmente es asesora en plásticos y basura cero para la Alianza Global para Alternativas a la Incineración (GAIA) Latinoamérica y el Caribe.
-¿Cuáles son las principales razones de Alianza Basura Cero para no considerar la incineración como una opción en la gestión de residuos?
Desde la perspectiva de las organizaciones que defendemos el medio ambiente y los derechos ambientales, existen dos razones fundamentales para rechazar la incineración de la basura como forma de manejo de estos materiales. Una tiene que ver con la contaminación que se genera a partir de la incineración de la basura, y la otra está relacionada con el origen de la basura y cómo la incineración no resuelve todos los problemas del sistema productivo, que es el que entrega los productos que se terminan transformando en basura.
Por el lado de la contaminación, los incineradores generan una contaminación mucho más peligrosa, mucho más dañina que la basura en sí misma. La basura en estado sólido contiene contaminantes, pero en un estado mucho más estable de la materia, se mueven mucho más lentamente en el ambiente, e interactúan mucho menos con los seres vivos, son más fáciles de controlar. En cambio, cuando se queman se sacan esos contaminantes al aire, en tamaños de partículas muy pequeñitas que interactúan mucho más con los seres vivos, de manera más rápida, que se dispersan a distancias mucho mayores, a mayor velocidad y es imposible controlar lo que sucede con esas emisiones una vez que salen a la atmósfera. Además, son mucho más peligrosas porque, por ejemplo, los metales que están contenidos en la basura sólida, al quemarlos salen a la atmósfera en tamaño de micro y nanopartículas que los humanos podemos inhalar, o ingerir a través de los alimentos. Se contamina también el sistema de producción de alimentos, los vegetales, animales, agua, flora y fauna silvestres y nativa.
Asimismo, se generan nuevas sustancias tóxicas que no están presentes en la basura y que aparecen cuando se quema, como las dioxinas y los furanos, sustancias cancerígenas que se crean al momento de quemar la basura, especialmente los plásticos, que además se bioacumulan en el cuerpo de los seres vivos y se biomagnifican, van aumentando su concentración a medida que se van moviendo en la cadena de alimentación desde los vegetales, pasando por los herbívoros y llegando finalmente a las personas. Y quienes consumen las dosis más concentradas de estos contaminantes tóxicos son las guagüitas, a través del amamantamiento, porque las dioxinas y los furanos tienden a migrar hacia la materia grasa, y la leche materna tiene mucho contenido de grasa.
Es una contaminación que nos afecta en especial a las mujeres porque tenemos más porcentaje de materia grasa en nuestros cuerpos, y estamos hablando de las sustancias más cancerígenas que existen en el planeta, y que casi no existirían si no las creáramos los seres humanos con actividades como quemar basura.
Por el otro lado, de la producción de los bienes de consumo que se terminan transformando en basura, hay que tener en cuenta que todas las cosas que terminamos botando provienen de la naturaleza, que fue explotada en algún lugar para extraer la materia prima que luego se va a los centros de manufactura, a las industrias. En la extracción y en la manufactura se generan enormes cantidades de residuos -más de 70 veces los residuos que generamos a nivel doméstico- contaminación del aire, del agua, gases de efecto invernadero (GEI), todo eso para fabricar productos de consumo masivo que después terminamos botando. Entonces, no podemos preocuparnos solamente de la basura una vez que está transformada, sino que también tenemos que preocuparnos de los residuos industriales que se producen en la fabricación de esos productos que terminamos desechando, y la extracción de bienes naturales comunes de la naturaleza, como materia prima virgen para fabricación. Esos procesos industriales y esa extracción de esa materia prima virgen también genera enormes daños ambientales, como por ejemplo los impactos de la minería, de la industria forestal, de la celulosa, de la agroindustria.
Entonces, la incineración de basura lo que hace es acelerar esa cadena de destrucción ambiental y, en el fondo, invisibilizar este problema final que es la generación de basura doméstica.
“Por ejemplo, los metales que están contenidos en la basura sólida, al quemarlos salen a la atmósfera en tamaño de micro y nanopartículas que los humanos podemos inhalar, o ingerir a través de los alimentos. Se contamina también el sistema de producción de alimentos, los vegetales, animales, agua, flora y fauna silvestres y nativa”.
-¿Qué registros o estudios existen sobre los efectos que la incineración (por dioxinas, furanos y otros) tiene en comunidades, cuerpos de agua, animales, etc.?
Las dioxinas y los furanos son un tipo de sustancia que se producen con actividades industriales y con actividades domésticas -cuando quemamos plásticos- y hay mucha información científica que muestra los impactos cancerígenos de las dioxinas y de los furanos. También existe amplia investigación sobre los efectos de los metales pesados en la salud, que producen problemas en muchos órganos del cuerpo, problemas de desarrollo, etc. Asimismo, hay una serie de estudios científicos que muestra que, producto del funcionamiento de incineradores de basura urbana, se acumulan dioxinas y furanos en el ambiente alrededor, aumenta la probabilidad de morir de cáncer, de linfoma no-hodgkin, de sarcoma, enfermedades cardiacas, partos prematuros, baja de peso al nacer, y muchos efectos en la salud. Hay muchas investigaciones que muestran esos efectos en las comunidades cercanas a los incineradores en Europa y Norteamérica, donde estos sistemas se usan desde hace varias décadas.
Por mencionar algunos, hay un estudio de 2013 sobre la contaminación por incineradores y resultados reproductivos (partos prematuros), que analizó los efectos de las emisiones de 8 incineradores en la región italiana de Emilia Romaña; hay otro estudio, realizado también en Italia, que analizó -entre otros- el aire y la vegetación en los alrededores de una incineradora en Módena, y mostró la existencia de nanopartículas de sustancias tóxicas que, además, no eran homogéneas, sino que dependían de los residuos quemados. Este artículo fue incluido en 2015 en el libro “Casos de Estudio en Nanotoxicología y Toxicología de Partículas”.
-¿Qué ocurre con otros tipos de valorización energética, como los combustibles derivados de residuos (CDR) que utiliza la industria cementera, o el biogás?
El uso de combustibles derivados de residuos igual es incineración, pero la quema de esos residuos se genera en otra ubicación. Primero se procesan los residuos, se deshidratan, se compactan, se transforman en pellet o similar, y luego se envían a un lugar donde se usan como combustible, se queman y es allí donde se genera la contaminación; eso se hace en cementeras. En Chile hay cementeras que hacen co-incineración, es decir que queman basura junto con combustibles tradicionales; en el fondo las cementeras hacen esto para abaratar sus costos porque la basura les sale gratis o incluso les pagan por recibirla; son actividades contaminantes de igual forma que los incineradores de basura.
Hay experiencias en Europa donde las cementeras han comenzado a quemar basura y han aumentado sus niveles de emisiones, y las comunidades se han movilizado para que se detenga esa co-incineración. Existe un caso en Eslovenia, donde un tribunal retiró los permisos para operar a una planta cementera que co-incineraba basura luego de denuncias ciudadanas (zerowasteeurope.eu)
En el caso del biogás, estamos de acuerdo, siempre que los residuos orgánicos se separen en origen y se traten en el sistema de biodigestión anaeróbica, que es un sistema biológico y trata los residuos orgánicos para transformarlos en digestato -que se puede volver al suelo como nutriente- y generar biogás que se puede usar como combustible. Pero hay que tener cuidado con la escala de cómo se hace, porque mientras más grande sea un proyecto, más difícil es de controlar. Así que a escalas medianas y pequeñas nos parece bien.
En cuanto a la captación de metano de los rellenos sanitarios, cuando se considera desde el diseño inicial del relleno también está súper bien. Pero cuando ya el relleno está funcionando y se intenta remover la basura para sacar el metano eso puede generar liberación de contaminantes que de otra manera no se liberarían, así que eso no lo promovemos.
“Nosotros vemos cómo cada día crece más la demanda de parte de la ciudadanía para encontrar formas de comprar productos que no se transformen en basura, comprar a granel, alternativas que sean compostables, reciclables”.
-Quienes promueven al incineración señalan que desde hace años se realiza en muchos países de Europa con altos estándares ambientales ¿Qué dice al respecto?
Todos los incineradores generan contaminación. Por supuesto que los más antiguos generaban más contaminación y eso provocó que las comunidades se movilizaran, empezaran a reclamar, que se mejoraran los estándares ambientales y se elevaran los niveles de exigencia de las emisiones de los incineradores, por lo que los incineradores tuvieron que mejorar sus medidas de abatimiento de emisiones y, así, las nuevas instalaciones generan menos emisiones, pero siempre las generan y no en pocas cantidades.
En Europa hay casos de incineradores que han destruido, por ejemplo, actividades como la producción de leche, de carne, porque han contaminado los valles donde se producían y encontraron altos niveles de dioxinas en la leche y la carne de los animales. En Islandia hubo un caso, ocurrido en 2010 en el valle de Engidalur, que afectó a la industria ganadera y quedó documentado en una revista veterinaria de Escandinavia.
Se dice que los incineradores nuevos contaminan poco, pero la verdad es que los sistemas de medición de las emisiones de los incineradores son muy deficientes y están diseñados para subestimar las emisiones. Un incinerador en Países Bajos, que había comenzado a funcionar en 2017, fue sometido a un estudio un par de años después con un monitoreo continuo, diferente al que se usa habitualmente, y demostró altos niveles de contaminación. El monitoreo que se hace siempre en los incineradores es un monitoreo discreto, es decir, que se miden las emisiones en periodos de 6 a 8 horas, una o 2 veces al año y previo aviso al operador, siempre en condiciones óptimas de funcionamiento. Así se toman las emisiones de dioxinas, furanos y metales pesados en los incineradores, entonces lo que miden en ese periodo de tiempo, en condiciones óptimas de funcionamiento, lo extrapolan a todo el año y así calculan sus emisiones. Pero cuando se han hecho monitoreos continuos de miles de horas, resulta que las mediciones de dioxinas, por ejemplo, se multiplican por mil y en ese caso se concluye que los incineradores superan las normas de emisiones de dioxinas de la Unión Europea.
-Un incinerador de basura de alta tecnología requiere de una inversión importante, difícil de recuperar mediante la venta de la energía generada, ¿cuál creen que es el interés por instalarlos?
Hay un interés de lucrar y obtener ganancias a partir de una crisis a la que se ven enfrentados muchos municipios, producto de este mismo sistema económico que promueve el consumismo y al que no le interesa hacerse cargo de los daños ambientales, a menos que estos impidan el desarrollo de la actividad económica.
Si se invirtieran esos mismo recursos en implementar sistemas Basura Cero por ejemplo, sería una forma mucho más efectiva y eficiente de usar esos recursos y de resolver la problemática de la basura y de los residuos. Pero nunca se propone eso porque esas inversiones en Basura Cero no generan un negocio monopólico centralizado para nadie, sino que generan oportunidades de negocio pero para mucha gente, para muchas empresas distintas, incluyendo los recicladores de base; entonces, nadie se enriquece con Basura Cero, a diferencia de los incineradores, que son sistemas centralizados que necesitan mucha inyección de basura, además de inversión de recursos financieros. Entonces, los incineradores tienden a transformarse en el único sistema de manejo de la basura, de muchas comunas además, porque mientras más basura reciban, más lucrativo se hace el negocio.
Como necesitan subsidio, es un negocio privado que se financia con recursos púbicos.
-¿Qué alternativas se podrían implementar en Chile para la gestión de los residuos con menos potencialidad de reciclaje, especialmente la denominada “fracción resto”?
Primero, nunca es verdad que los incineradores queman solo lo que no es reciclable. De hecho, en Europa buena parte de lo que la gente separa para reciclar, finalmente no se recicla, sino que se va a los incineradores y cada vez que se descubre eso es un escándalo. Acá, los proyectos que se han presentado, por ejemplo el proyecto WTE Araucanía -que se pretendía instalar en Lautaro, pero que fue rechazado en marzo del año pasado-, ellos dicen permanentemente que lo que van a quemar son los residuos “no reciclados”, lo que es un error conceptual, pero vamos a pensar que quieren decir que van a quemar lo “no reciclable”, sin embargo, no hay en su proyecto ningún proceso de separación de lo reciclable; entonces, va a ir toda la basura mezclada al proceso de quema, incluyendo lo compostable y lo reciclable.
Por otro lado, desde Basura Cero proponemos que para esos productos que en este momento no son reciclables ni compostables hay que pensar en su rediseño, en opciones a esos productos para dejar de usarlos, dejar de consumirlos, promover su abandono en favor de otros productos que sean durables, reutilizables, reparables, o por último reciclables. El reciclaje es la última opción de la jerarquía de acciones Basura Cero, donde la principal es evitar la generación de basura a través del uso de productos que sean durables, rellenables, retornables.
-Dado los hábitos sociales de consumo actuales, ¿creen posible avanzar a una menor generación de residuos importante en el corto o mediano plazo?
Para nosotros, desde las organizaciones que trabajamos en el tema y que estamos en contacto directo con las comunidades, con la gente, es totalmente factible. Vemos cómo cada día crece más la demanda de parte de la ciudadanía para encontrar formas de comprar productos que no se transformen en basura, comprar a granel, alternativas que sean compostables, reciclables; esto está creciendo permanentemente, está creciendo la conciencia de la gente sobre la necesidad de cambiar nuestros hábitos y también de cambiar nuestro sistema económico y nuestro sistema de producción. No hay ninguna solución que sea efectiva si no transformamos toda esta cadena de consumo, de extracción de naturaleza para producir bienes de consumo masivo que se transforman finalmente en basura. Entonces, hay que considerar todo eso si queremos realmente resolver esta problemática desde su origen y no seguir aplicando soluciones parche, que lo único que hacen es que la crisis nos explote en al cara en un tiempo que cada vez es más corto.
Los esfuerzos que se hacen son siempre en función de poner parches. Si el Estado, por ejemplo, empezara a destinar recursos para las municipalidades, para que todas hagan recolección diferenciada, puerta a puerta de los orgánicos y de los reciclables, y que construyan centros de compostaje comunitarios, comunales, instalaciones para que los recicladores de base recuperen los materiales reciclables, programas de educación a la ciudadanía para fomentar hábitos de consumo sustentables, fomento de la producción local, de sistemas de distribución a granel, etc. cambiaría mucho la situación y muy rápidamente. Pero lamentablemente la mirada de las autoridades por lo general está puesta en la disposición final, en cómo escondemos la basura y eso solo aplaza la explosión de la crisis.
-¿Cree que la inversión en educación puede generar un cambio?
Totalmente. Desde nuestra experiencia como organizaciones estamos permanentemente haciendo educación ambiental ciudadana y tiene un impacto muy potente en quienes participan de estas actividades; genera cambios de hábito. Mi organización de base, la Red de Acción por los Derechos Ambientales (RADA), desarrolló un programa en un barrio de Temuco los años 2017 y 2018, que se llamó “Hacia basura cero en Campos Deportivos” y allí hicimos un proceso de sensibilización y educación a las vecinas y vecinos del barrio y tuvimos mucha participación, sobre todo de adultas y adultos mayores, que cambiaron sus hábitos de consumo, sus hábitos de manejo de residuos, y se transformaron en agentes de cambio. Se trata de un programa de educación de 4 a 5 meses, entonces es súper efectiva la educación ambiental, es algo que no requiere de construcción de nada ni grandes inversiones, sino que solo disposición y sobre todo una visión de hacia dónde necesitamos movernos como sociedad para cambiar de dirección en la que estamos caminando, que es directo al abismo, y empezar a transitar hacia otros futuros donde la vida todavía sea disfrutable en este planeta.