Vuelve el Tomate Limachino: proyecto de innovación agraria ejecutado por INIA revive el tradicional alimento
Un trabajo conjunto entre varias instituciones y las y los agricultores de Limache que conforman una cooperativa permitió recuperar el clásico tomate grande, sabroso y aromático característico de esta zona. Disponible ya en ferias y supermercados del sector, este proyecto de transferencia de conocimiento y sustentabilidad será un impulso importante para fomentar la agricultura familiar campesina.
El fatídico año 1981 representó la desaparición de un alimento que había sido el rey de las mesas de las comunas de Limache y Olmué: el Tomate Limachino, aquel ejemplar grande, sabroso, aromático e irregular, que llenaba los paladares de los comensales del Marga-Marga. Su cultivo se había iniciado en la década del 30 del siglo pasado, con el arribo de colonos franceses, italianos y españoles que, además de buscar mejores sueños de vida, trajeron semillas de tomate, lo que a la larga se convirtió en el clásico Tomate Limachino.
Sin embargo, poco más de 40 años después, el Tomate Limachino -patrimonio agrario y agroalimentario de esta zona de la Región de Valparaíso- renace en gloria y majestad de la mano de un proyecto de innovación tecnológica de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), ejecutado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y con la participación del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) y la Universidad Técnica Federico Santa María (USM), además de las municipalidades de Limache y Olmué y sus equipos técnicos. Actualmente el producto se está vendiendo en ferias y supermercados de la zona a través de una cooperativa que ha aportado a la estabilidad económica de la agricultura familiar campesina del valle del Marga-Marga.
La difusión y transferencia del conocimiento generado en el proyecto “Valorización territorial, saludable y sensorial del Tomate Limachino para la Agricultura Tradicional Campesina” fue presentada por la directora nacional del INIA, Iris Lobos; el alcalde de Limache, Daniel Morales; el director regional de INIA La Cruz (el centro regional de INIA que desarrolló el proyecto, ubicado en la comuna homónima), Jorge Morales; y equipos técnicos y productores y productoras locales.
“Este hermoso proyecto es señal del valor que tienen iniciativas orientadas al rescate y valorización de productos con carácter patrimonial y que ponen en valor alimentos, variedades y productos tradicionales de nuestra tierra, como el Tomate Limachino, el calafate, la murtilla, el cordero chilote, la papa chilota en el sur, la quinua y muchos otros más. Más allá de eso, estos esfuerzos apuntan a dar herramientas a la Agricultura Familiar Campesina (AFC), por ende, es una opción económica viable y real para mejorar la calidad de vida de los productores y su gente”, indicó Iris Lobos.
Por su parte, Daniel Morales, jefe comunal de Limache, destacó que el rescate y valorización del Tomate Limachino “ha sido un sueño y un desafío patrimonial que hemos ido concretando, porque es parte de nuestra identidad, de nuestra historia y una forma de proyectarnos hacia el futuro”.
Quienes estuvieron a cargo de la jornada de capacitación fueron las ingenieras agrónomas Victoria Muena y Maruja Cortés, y el ingeniero agrónomo José Lladser. El trío transfirió los resultados en torno a la caracterización genérica y morfológica, manejo agronómico de la planta y el fruto, el nivel de productividad y su estatus de calidad.
“El trabajo específico de INIA fue realizar en principio las colectas de semillas de tomate limachino conservados de generaciones anteriores. Paralelamente se entrevistó a actores relevantes en cuanto al conocimiento de la historia del tomate limachino, su llegada a la zona, antepasados que llegaron con esas semillas y técnicas de cultivo utilizadas en ese entonces y cómo se han ido manteniendo en el tiempo. Luego con el material colectado se procedió a la caracterización genética de las distintas accesiones para determinar la cercanía con las accesiones conservadas por el banco de germoplasma de INIA La Platina. En terreno y en conjunto con los agricultores se cultivaron las distintas accesiones y se observaron características de cada accesión, como hábitos de crecimiento y fructificación, para posteriormente, en conjunto, definir los manejos más idóneos, inocuos, sustentables y menos invasivos en cuanto a las técnicas ancestrales de cultivo y con esto no perder las características diferenciadoras de este tomate con respecto a las variedades comerciales”, explican a País Circular Victoria Muena (subdirectora de Investigación y Desarrollo de INIA La Cruz) y Luis Salinas (ingeniero agrónomo de la misma institución).
“Este hermoso proyecto es señal del valor que tienen iniciativas orientadas al rescate y valorización de productos con carácter patrimonial y que ponen en valor alimentos, variedades y productos tradicionales de nuestra tierra”.
Nuevas tecnologías
Se dice que fue muy famoso y conocido casi en todo Chile; sin embargo, el Tomate Limachino era de corta vida útil una vez cosechado. Los avances tecnológicos hicieron su trabajo y se creó un producto sustituto que los productores y consumidores fueron casi forzados a adoptar: el tomate de larga vida. Así, este producto sucumbió a los efectos de la globalización y homogenización mundial de las semillas.
“La única limitante de este tomate es que tiene una postcosecha no tan buena, es decir, dura poco después de cosechado respecto al tomate comercial. Esto se condice con los estudios y análisis funcionales y paneles sensoriales a los que fue sometido este tomate que, en términos generales, demostró que tiene mayor cantidad de polifenoles y carotenoides, por ende más antioxidantes y vitaminas”, complementan Victoria Muena y Luis Salinas.
Hoy, los mismos productores lo han reconocido y la investigación INIA (estudios de genética molecular y de huella genética) arrojó que el Tomate Limachino Antiguo no fue único, sino que son un grupo de accesiones. Sostuvieron que este alimento tiene un rendimiento similar al de otros tomates presentes en el mercado y, en cuanto a sus características, posee un incomparable sabor, aroma y un 50 % más de antioxidante que el tomate larga vida.
En este sentido, “nuestra labor ha sido optimizar el manejo agronómico tradicional que realizan los antiguos productores y mejorar estas técnicas con nuevas tecnologías de riego, fertilización y manejo de plagas, para optimizar sus características productivas y hacerlo más competitivo en el mercado”, subrayó Victoria Muena.
Sobre los principios de sustentabilidad que inspiran el proyecto, Muena y Salinas comentan que “se incentivó la fertilización a través de enmiendas orgánicas como compost, incorporación de rastrojos, bocashi, fertirrigación con té de guano, además de implementar los manejos integrados de plagas y enfermedades, evitando aplicar tanto al suelo como a las plantas los productos químicos tradicionales”.
“Sin duda, este grupo de productores necesita agua para mantener su producción y el gran desafío del grupo es cómo enfrentar el cambio climático, la sequía y el déficit hídrico permanente. En un trabajo con Indap cuentan con un estanque acumulador, paneles fotovoltaicos y además utilizan el agua con eficiencia a través del riego tecnificado que tiene en cada una de sus naves; también cuenta con un sistema de telemetría que le permite controlar el riego a través de su celular”; agrega la investigadora de INIA a este medio.
Prontamente se publicará un libro con todos los secretos de este fruto y que se espera sea un documento de consulta en particular para la Agricultura Familiar Campesina de la cuenca de Limache y sus consumidores. “Hoy se encuentra en proceso de traspaso a los agricultores la marca comercial Tolima para que siga generando emociones positivas en las personas que lo han traído de regreso”, señaló el director de INIA La Cruz, Jorge Morales, cuya institución, vinculada al Ministerio de Agricultura, cuenta con presencia nacional y un equipo de trabajo de más de 1.000 personas altamente calificadas.
INIA ejecuta al año un promedio de 400 proyectos en torno a 5 áreas estratégicas: Cambio Climático, Sustentabilidad, Alimentos del Futuro, Tecnologías Emergentes, y Extensión y Formación de Capacidades. Estas iniciativas contribuyen al desarrollo agroalimentario sostenible del país, creando valor y proponiendo soluciones innovadoras a los agricultores, socios estratégicos y la sociedad, generando una rentabilidad social que varía entre 15% y 25%, por cada peso invertido en cada uno de sus proyectos.