Luísa Santiago: “Si la gente dice ‘estamos haciendo economía circular’ eso no es verdad, porque la economía circular es un sistema económico”
El cambio climático no es solo un problema del sector energético, es un problema de cómo funciona la economía, dice la líder de la Fundación Ellen MacArthur en América Latina. Y en esto la economía circular tiene un rol clave para disminuir el 45% de las emisiones globales, que son causadas por la producción de alimentos, materiales, bienes y servicios. Pero su implementación requiere de un camino largo, de varias décadas. Por eso plantea que hoy lo que estamos haciendo es recién aplicar sus principios con el objetivo de transformar el sistema, de aplicar cambios sistémicos. “La economía circular de verdad es el punto donde queremos llegar, nuestro horizonte. Nuestra misión, lo que vamos a hacer con los actores claves del sistema, es aplicar y acelerar esa transición”, afirma.
Periodista
Luísa Santiago, líder de la Fundación Ellen MacArthur en América Latina, ha estado varias veces en Chile siguiendo de cerca el proceso que lleva adelante el Pacto por los Plásticos en nuestro país, que busca reducir significativamente reducir drásticamente la filtración de estos materiales hacia los ecosistemas a partir de los principios de la nueva economía del plástico, usando tres vías principales para ello: eliminar lo que sea posible eliminar, y rediseñar y circularizar lo restante. Pero la fundación trabaja en otras áreas que amplían las implementación de la economía circular hacia las ciudades, y las industroias de los alimentos y los textiles, entre otros.
En esta entrevista, analiza el potencial de la economía circular en la lucha contra el cambio climático, cómo se aplica este escenario en Chile y América Latina y cuáles son los pasos prácticos que podemos tomar para actuar ahora, en un escenario en que la última cumbre global del clima, la COP26, aún está fresca en la retina. Una cumbre que históricamente la discusión sobre mitigación se ha enfocado principalmente en la transición energética hacia las renovables, pero donde la economía circular comienza a dar algunos pasos.
“Desde hace dos años, cuando en 2019 lanzamos un estudio enfocado en cómo la economía circular contribuye a la acción climática, hemos hecho muchos esfuerzos para juntar los puntos. O sea, poner en la agenda que la economía circular puede ayudar a hacer frente al problema del cambio climático, y así lograr el Acuerdo de París. El éxito del 1,5ºC no se va a solucionar solo con la transición energética, este es el gran mensaje que llevamos a la COP este año y que venimos llevando desde 2019”, dice Santiago.
¿Por qué?
Porque si fuéramos muy exitosos en hacer toda la transición energética que se está planteando, aún no vamos a poder hacer frente al 100% del problema de las emisiones para llegar al objetivo de 1,5ºC. Todo eso nos va a llevar a un 55% de la disminución de emisiones necesarias. El otro 45% la realidad es que vienen de la manera como producimos y utilizamos productos y materiales, y de cómo producimos los alimentos. Estos son los hallazgos de nuestro estudio, que hasta hoy es actual y con el que buscamos ampliar la discusión. Esto no es solo un problema del sector energético, es un problema de la manera como la economía funciona. Por ejemplo, en el sistema alimentario podríamos reducir en un 49% las emisiones si cambiáramos a modelos de economía circular, que son modelos que producen de manera positiva para la naturaleza. Y este es solo un ejemplo, hay otros como en el sistema del plástico: hacia el 2040 se podría eliminar un 25% de las emisiones de la producción, uso y tratamiento final del plástico. Entonces, hay muchos más temas que discutir. Nosotros estamos seguros que la COP debe ampliar el debate, y la buena noticia es que ya lo está haciendo, no solo hacia el sector energético sino que hacia la manera en que funciona la producción y consumo en la economía.
Da la impresión de que la economía circular está actuando aún como un modelo de ajuste, de corrección, pero no como un modelo económico propiamente tal, y de largo plazo. ¿Cómo lo ves tú?
Bueno, es una transición. El camino es muy largo para cambiar totalmente el sistema económico como funciona. Tu pregunta me lleva a una buena reflexión, porque si la gente dice “estamos haciendo economía circular” eso no es verdad, porque la economía circular es un sistema económico. Lo que estamos haciendo es aplicar los principios de la economía circular, con el objetivo de transformar el sistema y traer las soluciones y cambios sistémicos necesarios para hacer frente a los grandes desafíos de la humanidad, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y polución por los residuos. Entonces, la economía circular de verdad es el punto donde queremos llegar, nuestro horizonte. Nuestra misión, lo que vamos a hacer con los actores claves del sistema, es aplicar y acelerar esa transición.
¿Cuáles son hoy esos actores claves?
Lo que sí vemos hoy son algunos ejemplos muy claros de aplicación de los principios de una economía circular, y sobre todo en algunas industrias específicas -y aquí destaco las industrias del plástico y de la moda- ya estamos viendo soluciones con impacto en gran escala. Con la iniciativa de la Nueva Economía del Plástico, por ejemplo, las empresas que representan el 20% del volumen de todo el plástico en el mundo hoy tienen compromisos claros basados en la idea de una economía circular para el plástico que creamos, una visión común que tiene mecanismos de transparencia, que están reportando anualmente. Este es un cambio muy sistémico y ya tenemos impactos de escala, pero aún queda un largo camino hacia adelante. En el sector de la moda también tenemos un momentum muy interesante ya creado, pero no nos podemos olvidar que el sistema todavía es prioritariamente lineal. Las reglas del juego todavía son prioritariamente lineales. La economía todavía financia modelos prioritariamente lineales. Entonces, la verdad es que hay un cambio sistémico, ya estamos dando pasos muy claros, pero queda un camino muy largo.
“Sí hay compromisos voluntarios de las empresas, y son importantes, crean un horizonte, crean un liderazgo. Pero para alcanzar la escala necesaria para llegar a este horizonte de la economía circular, no lo vamos a logar con compromisos voluntarios. Es necesario que la economía circular se convierta en la norma, y no en la excepción. Y para ello sí son necesarios los mecanismos regulatorios”
La pandemia pareció haber acelerado este proceso, principalmente de la mano del nuevo Pacto Verde europeo. ¿Cuánto influyó esta crisis en la incorporación de la economía circular?
Es una percepción adecuada, la pandemia aceleró el proceso porque ha revelado las fallas de un sistema lineal. Por ejemplo, todo el sistema global de alimentos, la cantidad de rupturas y de problemas logísticos en toda la cadena por la pandemia nos ha mostrado que sí se puede alimentar a la población, a las ciudades, con modelos mucho más resilientes, localizados, mucho más basados en producción cercana a los centros consumidores. Mucho más basados incluso en productos más sanos que son positivos para la naturaleza, producidos de manera regenerativa. Entonces, se revelaron los problemas pero también ya se revelaron algunas soluciones que están basadas en la economía circular. Para mi un ejemplo muy interesante se vio en el suministro de equipos médicos necesarios incluso para atender a los enfermos. En Estados Unidos esto quedó muy claro, eran cadenas muy lineales donde los equipos estaban hechos para usar y desechar, y ni siquiera existía una industria para hacer mantenimiento, que mantuviera los productos y materiales en la economía. Las soluciones que encontraron para hacer frente a eso fueron promovidas por la emergencia, y comprobaron que un sistema que circula y mantiene los materiales en la economía es mucho más efectivo. Y además crea ganancias, y beneficios para la sociedad.
La falta de suministros reactivó las industrias locales, las cadenas cortas, un elemento clave para la economía circular, versus las cadenas largas que son grandes emisoras de carbono además
Sí, en la economía circular es clave la necesidad de circuitos más cortos, más cercanos a los centros consumidores. Pero también en la economía circular hay una combinación de lo que es una economía de escala, que es eficiente per se, y economías locales, que es donde se crea la resiliencia del sistema. Toda la diversidad del sistema, la posibilidad de crear múltiples actividades económicas en la localidad… Aquí en América Latina lo que podemos tener como visión es que estas economías más locales pueden generar muchas oportunidades de incluir a personas que hoy están marginalizadas, que están vulnerables en las ciudades, y muchas veces ya están aplicando algunos principios de la circularidad en cadenas más informales, como la reparación, el uso compartido, son actividades que ya existen en las comunidades. Para la economía circular, estos serían modelos para tener replicabilidad, escalabilidad, capacitar y crear las oportunidades necesarias para no dejar a nadie atrás.
Para implementar la economía circular se requiere de cambios normativos que la impulsen, como es el caso de Europa, es difícil que la industria lo haga por sí misma. ¿Cómo ves que avanza esto en Latinoamérica?
Sí hay compromisos voluntarios de las empresas, y son importantes, crean un horizonte, crean un liderazgo. Pero para alcanzar la escala necesaria para llegar a este horizonte de la economía circular, no lo vamos a logar con compromisos voluntarios. Es necesario que la economía circular se convierta en la norma, y no en la excepción. Y para ello sí son necesarios los mecanismos regulatorios a nivel de países, regiones y ciudades. El de Europa es un caso absolutamente ambicioso, transversal a los países de la Comunidad Europea, y es un liderazgo en términos de políticas públicas. Pero acá en América Latina pasa algo interesante, porque nadie da la atención necesaria a lo que está pasando en términos regulatorios. Chile, sin dudas, es uno de los pioneros en este punto, porque ha creado su hoja de ruta con un proceso súper transversal, muy interesante, basado en lo más pionero e innovador en términos de construcción de un roadmap. Colombia igual, lanzó su estrategia nacional y fue un proceso exitoso y transversal, incluyendo a todos los actores del sistema para que esto no sea un problema del ministerio del medio ambiente, sino de múltiples ministerios que deben trabajar en una visión común para lograr esta transición. Pero hay mucho más.
¿Qué otros avances ves como importantes?
Con la Coalición de Economía Circular de América Latina y el Caribe, ahora, están involucrados prácticamente todos los países de la región, y hay muchos que ya están en distintas etapas de los procesos para desarrollar sus propias visiones nacionales, estrategias u hojas de ruta para la economía circular, y bajarlas al terreno como políticas. Costa Rica son toda una visión de la bioeconomía, los biomateriales, los recursos naturales; Ecuador, que mira a la industria también; Perú con hojas de ruta sectoriales para las distintas industrias. Hay muchas cosas pasando. Bajo esta coalición, estamos trabajando en un documento de visión que se va a lanzar en enero, donde hablamos de la necesidad de tener una visión común para un país, pero esa visión común todavía necesita armonizar a nivel de continente, de región. Somos una región que tiene muchas similitudes, no solo en el idioma. Somos una superpotencia en biodiversidad, en producción alimentaria, en recursos naturales. Y también tenemos desafíos y problemas sociales compartidos. Entonces, vamos a crear esta visión común para que toda la región pueda mirar un horizonte para construir una prosperidad de largo plazo basada en los principios de una economía circular regenerativa.
“Una de las cosas que comprendimos es que falta mucho conocimiento sobre qué es la economía circular, qué potencialidades tiene. Un ejemplo claro: ocho o nueve países ya han incluido como etiqueta la economía circular en sus NDC, en sus compromisos climáticos nacionales, pero casi todos -excepto Chile- lo aplican como sinónimo de gestión de residuos y de reciclaje”
¿Esa visión común propone metas u objetivos a alcanzar?
No, no es una estrategia, es una visión común. Una de las cosas que comprendimos es que falta mucho conocimiento sobre qué es la economía circular, qué potencialidades tiene. Un ejemplo claro: ocho o nueve países ya han incluido como etiqueta la economía circular en sus NDC, en sus compromisos climáticos nacionales, pero casi todos -excepto Chile, que es más ambicioso y el único que aplica el conocimiento real de la economía circular- lo aplican como sinónimo de gestión de residuos y de reciclaje. Entonces, es casi como una visión inspiradora para armonizar este concepto, bajar la idea al terreno sobre cómo obtener sus beneficios y capturarlos. Es un primer paso para dar un norte común, trazar metas puede ser un segundo paso.
Cambiar la industria de los alimentos y de la ropa
A propósito de llevar la economía circular al terreno: cuando plantean que las emisiones de alimentos se pueden disminuir en un 49% al 2050, ¿Cómo hacerlo, cuánto se ha avanzado en términos reales?
Este es un tema que para nuestra región es crucial. Hemos lanzado en septiembre un documento que se llama “El gran rediseño de los alimentos” que plantea el cómo, porque el 49% es el qué. El modelo que creamos y que sirve para esto es mirar el diseño de los alimentos. Hemos hecho algunas iteraciones sobre cómo este sistema alimentario se puede construir de manera positiva para la naturaleza. En 2019 pensamos que las ciudades serían el punto de entrada, pero después vimos que era muy complejo y quizás no permitía hacer frente con la velocidad necesaria, y entonces encontramos que la respuesta está -para alcanzar la escala necesaria- en la idea de cómo las marcas de alimentos, que tienen una huella gigante en términos de la tierra con potencial agrícola, que tienen un poder importante en términos de áreas que se pueden transformar a la agricultura, son una fuerza y un motor de cambio desde cómo piensan y diseñan sus productos. Entonces las marcas de alimentos, el retail, son este punto de entrada.
¿Y cómo se trabaja en el diseño de los alimentos?
Hay cuatro grandes oportunidades de diseñar alimentos, que al final suman toda la contribución climática e incluso para ser carbono positivos. La primera es hacer que los ingredientes sean más diversos, y esto tiene que ver con la diversidad biológica, usar especies locales que tienen mayor resiliencia. La segunda es la elección de ingredientes de menor impacto. Por ejemplo, se puede pensar como cambiar el trigo de la pasta por harinas de otras especies que tienen mucho menos impacto. La tercera es el upcicle de ingredientes, para hacer frente al desperdicio de alimentos. Y la cuarta, que es donde están las oportunidades de disminuir emisiones e incluso ser carbono positivos, está en la producción regenerativa. Estas son las cuatro oportunidades de cómo marcas de alimentos que son gigantes, los supermercados, pueden influenciar este sistema desde el producto final hacia aguas arriba. Esta es la forma para llegar a esa reducción potencial del sistema alimentario.
Eso implica convencer al consumidor de un cambio de dieta, lo que no parece fácil
En este mismo estudio están las acciones necesarias para la escala y la velocidad de este cambio que es tan necesario. Y estas acciones pasan por cómo estas industrias pueden influenciar este sistema de manera de cambiar sus portafolios de productos para que sean positivos para la naturaleza. Y eso depende de crear nuevas relaciones con los agricultores, los productores, y crear resiliencia que favorece a productores -por ejemplo- que pueden cultivar múltiples especies y no contratos exclusivos para cultivar un solo producto. Luego, pueden crear y diseñar productos icónicos. Por ejemplo, un chocolate que sea basado en estos principios, y que tiene el poder de crear el deseo por un chocolate que sea positivo para la naturaleza. En esto creemos, en la fuerza y el poder de estas organizaciones de crear deseo, de crear estos productos que sean el próximo deseo de los consumidores. Ellos ya crearon los que deseamos hoy.
¿Y en el caso de la industria textil, que es una industria igual de compleja y altamente contaminante? En Chile ya se está planteando incluir a la ropa como el próximo producto prioritario de la Ley REP.
Nosotros tenemos dos maneras claves para cambiar este sistema, aunque sin duda la recolección va a ser muy necesaria, porque lo que está ahí hay que sacarlo. Uno es el de diseño, cómo diseñamos las ropas para que circulen con alto valor, para que sean positivas para la naturaleza incluso, para que eliminen la contaminación de microplásticos, por ejemplo, que sí o sí se deben eliminar las ropas. Y el otro son los modelos de negocios, que deben necesariamente mantener la ropa en la economía, que generen mucho más valor en la ropa que el modelo actual, que es totalmente depreciador. Incluso el reciclaje puede ser un modelo de negocios. La Ley REP es súper clave para que el sistema de regresar la ropa a la economía, el post consumo -porque aún no hay modelos de negocios que la mantengan en la economía-, es el único mecanismo para dar la escala y la velocidad necesaria. Con compromisos voluntarios no vamos a hacerlo.