Lady Mushroom: mascarillas estilosas y solidarias hechas con retazos de ropa sustentable
El emprendimiento de María Jesús Infante adhiere a la filosofía de la “moda lenta” o “slow fashion”, y confecciona prendas de vestir a partir de telas naturales como el algodón y el lino. Los sobrantes de ropa son utilizados como rellenos de cojines, camas para animales, alfombras y otros accesorios. Con la irrupción del coronavirus, y aunque María Jesús no quería en un principio, lanzó una línea de mascarillas cuya venta se destina en un 80 por ciento a fundaciones de distinta índole.
Nacida y criada en el Cajón del Maipo y Pirque, María Jesús Infante siempre tuvo una profunda conexión con la naturaleza en ese entorno de ensueño. Empezó su emprendimiento Lady Mushroom fabricando polerones “sicodélicos” que eran furor en 2005; luego le siguió su paso por varias ferias para después lanzar una colección de mujer. Sin embargo, no fue sino hasta su experiencia en la multitienda Paris cuando dio su salto definitivo a una propuesta más sustentable.
Aunque su paso por el retail le permitió posicionarse con un espacio en la sección de diseño independiente de las sucursales del Parque Arauco y Alto Las Condes, las altas comisiones que le cobraban la terminaron por hastiar. Fue a partir de ahí que su empresa dio un giro en su orientación y se acercó a materiales de menor impacto para el planeta.
“Siempre entendí el valor de la protección desde una hormiga hasta otro animal más grande. Opté por usar textiles más amables con el medioambiente, que no generaran tanto impacto. La genética de Lady Mushroom (www.ladymushroom.cl) es no contaminar nuestro entorno, y opté mayormente por materiales nobles como algodón, lino y lana, aunque también ocupo material sintético”, explica Infante, diseñadora de vestuario de profesión.
Según dice, “empezamos con polerones, vestidos de fiesta, abrigos, ropa de yoga”. Comenzó a usar tintas naturales en la confección de las prendas y abrió una línea de hombres. Al mismo tiempo, y debido a su respeto por las culturas originarias, empezó a diseñar textiles andinos y, en general, con motivos étnicos. La ropa térmica, como para estos tiempos de invierno, por ejemplo, sí se fabrica a partir de telas sintéticas.
Lo importante de todo es que en Lady Mushroom (@ladymushroom en Facebook y @ladymushrooom -con tres o- en Instagram) nada se va a la basura. “Todo se recicla o se reutiliza”, apunta Infante, al referirse a los retazos de telas sobrantes. “Contrarrestamos el poco uso que hacemos del material sintético a través de la reutilización”, agrega ella. Con esos retazos, Infante y sus colaboradores/as los utilizan como relleno de props para yoga, puff, cojines, camas para animales, alfombras y otros accesorios, “siempre con el fin de no contaminar y aportar al cuidado de nuestro planeta”, especifica.
Dentro de esos retazos, cuenta María Jesús, hay una parte que se regala a gente que fabrica accesorios. “En una feria una vez me encontré con una chica que hacía accesorios de collares para perros. Ella tomaba esos retazos de otras marcas y yo se los regalé, de modo que ella tuviera una producción más colorida”.
“Yo tenía muchos retazos, y todo el comercio estaba cerrando por el COVID. Yo no quería fomentar el tema de gastar más telas; era mejor ocupar lo que teníamos. Y entonces las empezamos a regalar cuando ellas compraban, nunca con el fin de lucrar. Cuando nos pidieron que las vendiéramos, y que teníamos muchos comentarios, las empezamos a hacer”.
El lado solidario de las mascarillas
María Jesús es tajante al respecto: “No quería hacer mascarillas”. Solo se atrevió con el objetivo de “regalonear” a sus clientas cuando se hubo desatado la pandemia del coronavirus. Cuando alguien le compraba un producto, ella entonces regalaba una mascarilla, solo para satisfacer a la clientela.
“Me carga agarrarme de la necesidad de lo que está pasando”, argumenta ella. Da el ejemplo de cuando se pusieron de moda los chalecos reflectantes, y los clientes le pedían que fabricara estos implementos. Ella se mantuvo firme en su determinación. Si cambió de parecer fue solo por la insistencia de la clientela: encontraron muy bonitas y útiles las mascarillas, y le rogaron que hiciera más y más.
“Yo tenía muchos retazos, y todo el comercio estaba cerrando por el COVID. Yo no quería fomentar el tema de gastar más telas; era mejor ocupar lo que teníamos. Y entonces las empezamos a regalar cuando ellas compraban, nunca con el fin de lucrar. Cuando nos pidieron que las vendiéramos, y que teníamos muchos comentarios, las empezamos a hacer. Pero yo no me quiero hacer millonaria con esto”, se explaya María Jesús.
Las mascarillas resultantes son reutilizables, lavables y tienen triple capa. Cuentan con forro de algodón, por lo cual son antifluidos y antialérgicas. Y, para colmo, diseño bonito. No obstante, y como la intención de Infante no era ganar plata con ellas, optó por definir que el dinero de las ventas se fuera a fundaciones benéficas.
“El cliente tiene la opción de donar a fundaciones de niños con escasos recursos, hogares de ancianos y fundaciones de protección animal. Un 80 por ciento de la venta de las mascarillas son para las fundaciones, mientras que el 20 por ciento restante se reparte entre los y las trabajadoras que hacen las mascarillas, y otro porcentaje para mí”, explica la fundadora de Lady Mushroom.
Cada mascarilla cuesta 5.000 pesos y solo se venden vía online con despacho a domicilio, en virtud del cierre de las cuatro tiendas que Lady Mushroom tenía en tres ciudades del país. Hasta ahora pueden llegar a una producción de 200 mascarillas a la semana, pero el trabajo es más arduo de lo que se presume.
“Por semana hacemos 200, pero como las corto yo y tienen tres capas, en vez de fabricar 200, terminamos cortando 600. Es una necesidad básica hoy en día, no puedes andar sin mascarilla”, ilustra Infante.
Plantea María Jesús que Lady Mushroom “plantea diseños diferentes. Yo trato de mezclar, hago ponchos y ocupo los despuntes de las fábricas de cuero. Para hacer los botones no uso plástico, sino que los hacemos de cerámica. Tratamos de hacer todo sustentable”.
Ella se muestra satisfecha con que la cuarentena total, al revés de lo que se podría creer, “no le ha perjudicado”. Sin ir más lejos, Infante comenzó a hacer productos adecuándose al contexto de emergencia sanitaria. “No voy a hacer un vestido de fiesta, necesitamos cosas cómodas, sin perder el estilo. No hay que perder el estilo en cuarentena, nunca tan roñosa”, die Infante, quien adhiere al concepto de “moda lenta” o “slow fashion”, en contraste con la tendencia mundial que convierte a la industria de la moda en la segunda más contaminante del mundo.
“Es horrible ver cómo otras marcas chilenas fabrican jeans a destajo, porque gastan una cantidad de agua increíble y contaminan. Nosotros no trabajamos con jeans de producción, sino que compramos chaquetas de jeans y refaccionamos. No tenemos un stock gigante, somos moda lenta, y fabricamos a la medida del cliente. Por eso somos moda lenta. No me quiero transformar en una empresa que gane plata. Por suerte la gente entiende cuando les decimos que su pedido va a demorar, y que no hacemos moda rápida”, sostiene Infante.