Envases flexibles: el principal contaminante plástico de los océanos requiere de acciones urgentes para incorporarlos a la economía circular
Según cifras de la Fundación Ellen MacArthur, anualmente se producen cerca de 50 millones de toneladas de envases flexibles a nivel global, lo que representa cerca de un 40% de todos los envases de plástico por peso. Es principalmente de un solo uso, desechable, está presente en todo y muy poco de ello se recicla: casi un 0% a nivel global, con excepciones como Canadá (menos de un 5%) y Europa (menos del 8%). Al mismo tiempo, representan una parte desproporcionada de las fugas de plástico al océano en todo el mundo: un 80%, de las cuales el 29% son plásticos multicapa y el 51% monomaterial flexible. Un reciente reporte de la Fundación propone 21 acciones específicas y urgentes para abordar este problema desde la economía circular.

Periodista

Se estima que, cada año, se vierten cerca de 8 toneladas de plásticos en los océanos. Y de acuerdo a un estudio publicado en febrero por la organización WWF, aunque todas las fuentes de contaminación por plásticos se detuvieran hoy, la cantidad de microplásticos en los océanos de todos modos se duplicaría antes de 2050. Incluso, algunos escenarios proyectan que el nivel será 50 veces mayor al actual en 2100. Se trata de una crisis ecológica de tal magnitud, que a inicios de marzo -en la Asamblea de Naciones Unidas para el Medio Ambiente- 175 países firmaron un acuerdo multilateral poner fin a la contaminación por plásticos y forjar un acuerdo internacional legalmente vinculante para 2024.
Hoy, los envases flexibles con la categoría de envases plásticos de más rápido crecimiento, con un 5% entre 2019 y 2020. Debido a que es casi uniformemente de un solo uso o desechable, con muy poco reciclaje y altas tasas de fuga, también es -por mucho- el segmento de mercado más desafiante para abordar el camino de una economía circular para los plásticos. Son el tipo de envases más omnipresentes, y cada año se utilizan decenas de billones de ellos. Por su bajo costo y alta funcionalidad, se utilizan para todo, desde fruta fresca hasta carne, alimentos secos, dulces, bebidas, productos de cuidado personal, artículos de papeleería, herramientas, productos electrónicos… y mucho más.
Según cifras de la Fundación Ellen MacArthur, anualmente se producen cerca de 50 millones de toneladas de envases flexibles a nivel global, lo que representa cerca de un 40% de todos los envases de plástico por peso. Muy poco de ello se recicla: casi un 0% a nivel global, con excepciones como Canadá (menos de un 5%) y Europa (menos del 8%). Al mismo tiempo, representan una parte desproporcionada de las fugas de plástico al océano en todo el mundo: un 80%, de las cuales el 29% son plásticos multicapa y el 51% monomaterial flexible.
Para abordar esta problemática, la Fundación Ellen MacArthur acaba de lanzar el reporte “Envases flexibles: las acciones urgentes necesarias para ofrecer soluciones de economía circular”, con el objetivo de ayudar a las organizaciones a lograr sus objetivos de economía circular para los plásticos al proporcionar una dirección práctica para los envases flexibles.
“Con aportes de más de 100 expertos- señala el reporte-, presenta una estrategia general para empaques flexibles e identifica 21 acciones específicas y urgentes que se necesitan para avanzar hacia los objetivos de empaques de plástico para 2025 y más allá. Está diseñado principalmente para empresas, iniciativas colaborativas intersectoriales, legisladores y otras organizaciones que ya están en su camino hacia la economía circular, y abarca desde llamados a la acción de alto nivel que serán de utilidad para los equipos ejecutivos, hasta información detallada que ser de utilidad para los equipos técnicos y de I+D internos”.
Los esfuerzos actuales -plantea el documento- solo están arañando la superficie, y se requiere un cambio radical en el nivel de compromiso y esfuerzo a través de la eliminación directa de empaques innecesarios y la exploración de soluciones innovadoras. “Para los artículos de empaque flexible de un solo uso que actualmente no pueden eliminarse sin consecuencias no deseadas, se requieren esfuerzos sin precedentes para garantizar que puedan circular. Esto puede incluir quedarse con un plástico convencional y escalar los sistemas de reciclaje, o sustituirlo por un material diferente (como papel o plásticos compostables cuando corresponda) y luego escalar esos sistemas”, señala.
“De cualquier manera -agrega-, lo que está claro es que, a menos que se inicien de inmediato esfuerzos simultáneos y sin precedentes en el diseño, la infraestructura y la política de empaques (esfuerzos que van mucho más allá del nivel de actividad que estamos viendo actualmente), la circulación de empaques flexibles en la práctica y a escala es poco probable que suceda en un futuro previsible”.
Eliminar, innovar, sustituir y reciclar
El trabajo realizado por la Fundación Ellen MacArthur presenta una estrategia global que reconoce diversas rutas para abordar el tema de los envases flexibles en la economía circular. Principalmente, se dirige a los negocios para que eviten esta práctica y dejen de usar envases flexibles de un solo uso. Como el residuo de estos es muy difícil de tratar, independientemente del material del que esté hecho o su procedencia, la eliminación directa y la innovación -cuando es posible- es una de las rutas más atractivas para lograrlo.
Se estima que el papel podría sustituir hasta el 15% de los plásticos flexibles, y también podría tener un menor impacto en el medio ambiente, aunque hay que asegurarse de que el uso del papel no aumente la demanda de madera virgen. Por otro lado, si se construyen sistemas de recogida de residuos orgánicos, los plásticos compostables podrían ser una alternativa para hasta un 20% de los plásticos flexibles.
En materia de eliminación directa, se afirma que la eliminación de los envases flexibles innecesarios en tan solo tres categorías de productos en la Unión Europea y Estados Unidos eliminaría 40 veces más material que los esfuerzos actuales. Hoy el potencial de eliminación directa en todo el mundo es del 5 al 10% del mercado, y es la forma más rápida de avanzar hacia los objetivos de 2025.
Y junto con la eliminación de los envases actuales, señala el informe, las marcas deben incluir una evaluación crítica de la necesidad de los plásticos flexibles (se estima que entre un 5% y un 10% de ellos probablemente sean innecesarios). Es imprescindible que se haga esto en primer lugar en todos los procesos de desarrollo de nuevos productos para evitar crear materiales innecesarios, agrega.
En cuanto a la eliminación innovadora, se propone rediseñar los productos para que no necesiten envases o desarrollar de forma que sean reutilizables. No todos los envases flexibles pueden eliminarse directamente sin consecuencias no intencionales, por lo que es necesario invertir en la innovación previa. Algunas soluciones innovadoras de eliminación que pueden escalar rápidamente y crear un impacto para 2025, agrega, son los productos sólidos, los recubrimientos comestibles y los envases solubles en agua.
En cuanto a los envases de un solo uso que no se pueden eliminar sin consecuencias negativas, para hacerlos circulares es necesario que se tomen medidas enfocadas y se inicien de inmediato esfuerzos simultáneos y sin precedentes en el diseño, la infraestructura y la política de empaques. “Las empresas deberán tomar una decisión sobre qué material usar (incorporando una consideración de las implicaciones de abastecimiento y la disponibilidad actual y futura de los sistemas de uso posterior durante la toma de decisiones). Todas las partes interesadas deben comprometerse a emprender acciones sin precedentes para garantizar que cualquier embalaje flexible que se utilice pueda circular”, señala el reporte.
Cuando se deba permanecer con los plásticos flexibles, se propone diseñarlos para el reciclaje y luego escalar los sistemas formales de recolección, clasificación y reciclaje o, en geografías actualmente atendidas por un sector informal, establecer un sistema de gestión de residuos inclusivo.
Otra opción, donde sea posible, es la sustitución de plásticos flexibles por flexibles a base de papel o plásticos compostables, diseñándolos adecuadamente y luego ampliando los sistemas formales de recolección, clasificación y reciclaje/compostaje o, en geografías actualmente atendidas por un sector informal, estableciendo un sistema inclusivo de gestión de residuos, agrega.
Se estima que el papel podría sustituir hasta el 15% de los plásticos flexibles, y también podría tener un menor impacto en el medio ambiente. Por otro lado, hay que asegurarse de que el uso del papel no aumente la demanda de madera virgen. Por ello, las organizaciones deben evaluar si se podrían reducir otros envases de papel en sus portafolios y si se podría utilizar más contenido reciclado o productos agrícolas.
Hoy los candidatos más seguros a la sustitución por compostables se limitan a los envases que contaminan los residuos orgánicos y a los envases contaminados con alimentos. Sin embargo, si construimos sistemas de recogida de residuos orgánicos, los plásticos compostables podrían ser una alternativa para hasta un 20% de los plásticos flexibles.
En cuanto al reciclaje, entre las medidas propuestas en el reporte se plantea -para las empresas- el mejorar radicalmente el diseño de los empaques, principalmente con el cambio a monomateriales para más del 40% de los envases flexibles que hoy son multimateriales. Para los formuladores de políticas públicas, se propone el establecer objetivos de reciclaje separados para los flexibles, aumentar las tarifas REP para estos, ampliar la recogida para su reciclaje e invertir e infraestructura para ello.
“Cambiar todos los flexibles multimateriales por monomateriales y eliminar o rediseñar los artículos de menos de 50 x 50 mm son algunas de las medidas que podrían tomarse para cambiar esta realidad. Necesitamos tanto la Responsabilidad Extendida del Productor (REP) como la inversión en infraestructuras. En Europa, por ejemplo, se necesitan 2.000 millones de euros (44.027.300 millones de pesos) para triplicar la capacidad de recogida y clasificación y cuadruplicar la de reciclaje”, señalan desde la Fundación.