Atando Cabos, el proyecto que busca limpiar las costas de plásticos usando al plástico como herramienta se abre paso al mercado global
Detrás del proyecto de Comberplast, que hoy recibe el premio Innovación 2019 de PwC Chile, hay una historia inspiradora basada en el reciclaje y la promoción del medio ambiente. Pero también están buscando cambiar la economía, los negocios, haciendo negocios y desde la economía. El reciclaje tiene que generar valor, es su máxima. Y también que la colaboración entre todos los actores es clave para lograrlo. Hoy buscan su primer paso hacia la internacionalización llevando el proyecto a Holanda, para después escalar hacia otras regiones. “Lo que estamos viendo ahora es la creación o la formalización de una nueva industria en la economía circular, y que se están construyendo las reglas de este mercado. Va a haber una ventana de tiempo hasta que esto se construya y se formalice, y después pasará a ser un estándar”, dice Julio Compagnon, gerente general de Comberplast.
Periodista
Desde su creación a fines de 2016 bajo el alero de la empresa Comberplast que el proyecto “Atando Cabos”, que recolecta desechos plásticos de la acuicultura para transformarlos en nueva materia prima que se reincorpora a la cadena productiva como productos reciclables de larga duración, ha recibido numerosos premios en Chile y Latinoamérica. Muchos de ellos destacan su historia inspiradora, la protección del medio ambiente, la promoción del reciclaje. Todo ello está detrás del proyecto, ciertamente. Pero hay una motivación que parece ser mayor: están buscando cambiar la economía, los negocios, haciendo negocios y desde la economía. El reciclaje tiene que generar valor.
Una muestra de ello son los últimos premios recibidos: Evolución Empresarial Sofofa 2019, y el premio Innovación 2019 de PwC Chile, que reciben hoy. “Ciertamente esta historia tiene componentes inspiradores y movilizadores, y estamos muy orgullosos de eso, pero también estamos orgullosos de que esto es un negocio real de escala. Que busca solucionar un problema global, y que sí se puede hacer. Que la economía circular, con la que todos se llenan la boca, se puede hacer de verdad y en situaciones bien extremas”, dice Julio Compagnon, gerente general de Comberplast.
Fabricantes de plástico desde hace 40 años, y con más de 20 años promoviendo y practicando el reciclaje, la visibilidad que le ha dado a Comberplast el proyecto Atando Cabos es probable que sea la mayor en la historia de la compañía. Y podría transformarse en uno de sus negocios más importantes. El propósito, dice Compagnon, es limpiar el mundo de plásticos usando el plástico como herramienta.
La idea surgió de ver las redes y cuerdas de la industria acuícola tiradas en las playas del sur de Chile, basura y desechos de este sector productivo donde ellos vieron recursos. Partieron con un camión lleno de esos desechos, unas 20 toneladas de cabos y redes, para buscar cómo transformarlos en un producto vendible en su planta en Santiago. Era una posibilidad más, entre tantas otras que trabajaban en ese momento, de rescatar desechos para transformarlos en materia prima.
Tras varias pruebas de ensayo y error, de limpiar, separar, analizar la composición de la muestra que involucró a todos los actores de la empresa, lograron llegar a un producto medianamente aceptable, a un formato de materia prima: un pellet de polipropileno. Empezaron a probar distintas aplicaciones, pero para la escala y las necesidades que buscaban, aún había carencias. Necesitaban avanzar más en la química. Y entonces encontraron un aliado improbable.
Colaboración, la clave para la economía circular
Cuando llegaron a una primera versión del pellet, se dieron cuenta que para poder llevar el producto a una calidad tal que pudiera tener una performance técnica que lo hiciera viable necesitarían ayuda. “Cuando no sabes, pregunta”, dice Compagnon. Y así llegaron a Exxon para trabajar en conjunto en un pellet de buena calidad, viable y escalable.
La colaboración ha sido clave en el proyecto, aunque han enfrentado no pocos cuestionamientos por ello. “A veces me dicen por qué ustedes trabajan con Exxon, son los malos. Por eso mismo, porque no tengo que convencer a los que piensan como yo, tengo que convencer a los otros. Invitarlos a arreglar sus problemas, a darse cuenta, y también tienen buena disposición. Lo que pasa es que nadie los invita, nadie los sienta en la misma mesa, y no saben cómo conversar estos temas”, explica Compagnon.
“Estas empresas gigantes son las que tienen la capacidad de hacer estas cosas, y están dispuestos a poner esa capacidad en la mesa”, complementa Francisco Cruz, gerente general de Atando Cabos.
Lo sorprendente, dicen ambos, es la desconexión que existe hoy no solo en la cadena de valor para resolver los problemas ambientales o de sostenibilidad, sino en los stakeholders en el sentido amplio. Pero cuando se logra sentarlos a la mesa, afirman, es posible llegar a acuerdos.
“Lo mismo me pasó la primera vez que mis colegas me cuestionaron porque me sentaba con esta u otra ong, si lo único que quieren es hacernos desaparecer. ‘No’, les dije, ‘siéntate con ellos y vas a ver que tienen un punto, que tienen su rol, y que al final no piensan tan distinto a nosotros’. Lo que falta es juntarse”, dice Julio Compagnon.
Al final del día, agrega Francisco Cruz, lo que importa es hacer confluir actitudes, alimentarse de varias fuentes -de los trabajadores, de los clientes, de los proveedores, etc.- hasta que las cosas empiezan a tomar fuerza y forma. A lo mejor no se llega a la forma ideada previamente, pero si a algo que le dará más valor al proyecto.
“Hoy hay compromisos de las grandes empresas, y el tema de la colaboración va más allá de esa sola palabra, significa aceptar a tu partner, a los eslabones de tu cadena, como son; con las necesidades que tienen. Nosotros entendemos que las grandes corporaciones tienen necesidades particulares, que quieren cambiar, pero que les va a tomar tiempo”, afirma Francisco Cruz.
“Los cambios culturales son importantes -agrega-, y más que criticar o enrostrar lo lentos que son, queremos construir las herramientas para que puedan hacer los cambios, acompañarlos y vincular a unos con otros. Conversar con Plastic Ocean y con Exxon nos hace sentir muy orgullosos, y ojalá, y estamos en pie, lograr que los dos conversen entre ellos. Hay zonas donde hay intereses comunes, y hay otras donde no. Pero poder aceptar eso también está super alineado con lo que pasa hoy en Chile”.
La ruta a la internacionalización
La colaboración, y la búsqueda de aliados, fue lo que llevó a que finalmente el proyecto Atando Cabos comenzar a tomar forma. Cuando junto a Exxon lograron tener un proceso ténico probado y un producto final de calidad, necesitaban validarlo en el mercado, a escala industrial. Entonces llegaron con una propuesta a CCU, a quienes fabricaban pallets de plástico virgen desde hace años, para ofrecerles este nuevo material de plástico reciclado.
La promesa de Atando Cabos era mantener la misma calidad, y precios igual de competitivos. En dos semanas les dieron el ok, y con el respaldo de una marca internacional: los pallet llevan el logo de Heineken. “Ese fue el gran hito, les reconozco mucho eso. Hay muchas marcas que declaran muchas cosas, pero no están disponibles para incorporar estas declaraciones en sus procesos. Nos creyeron y se la jugaron, y desde ahí partimos con distintas aplicaciones”, dice Compagnon.
Al año 2018 ya procesaban 800 toneladas de pellets de polipropileno proveniente de cabos de la Patagonia, y este año esperan cerrar con 1.200 toneladas, de los que salen desde sistemas de drenaje hasta apilables y productos de consumo masivo. Y también un proyecto que hoy les está abriendo las puertas de Europa: la producción de cajas para la exportación de bulbos de lilium de una empresa holandesa que los produce en Valdivia. No resultó un proyecto sencillo, porque las cajas debían cumplir con exigencias altísimas para el transporte marítimo hasta Europa.
“El desafío es cómo mostrarle a las empresas que este camino que les proponemos nosotros tiene mayor valor completo. Cómo le muestras a todos los actores que en vez de botar los cabos o las redes los junte, que en vez de mezclarlos los separe, y ahí es donde nos hemos metido fuerte, a trabajar con los incentivos. Un pescador, una comunidad, tiene que percibir algo mucho más cercano al dinero, un beneficio tangible. Dinero, activo físico, producto”
“Fuimos de nuevo con Exxon para ver las especificaciones de resistencia, temperaturas, golpes, manipulación, navegación hasta el otro lado del mundo en contenedores bajo cero. Y además necesitábamos que fuera durable y reciclable. Y de nuevo al laboratorio: esto es prueba y error, la voluntad de probar. En estos procesos de innovación no creo en la epifanía, de una idea que se te ocurre. De repente se te ocurre un par de ideas buenas al año, el resto del tiempo lo que hacemos es empujarlas”, dice Compagnon.
A esto se sumó la asistencia de Compagnon y Cruz a la “Feria K 2019” de Düsseldorf (Alemania) en octubre, una de las ferias especializadas en plástico más importantes del mundo, con más de 3 mil expositores de 60 países, donde fueron a presentan Atando Cabos. Y se sorprendieron con la recepción que tuvo el proyecto no solo en la industria, sino también en las grandes corporaciones.
“Nos hemos sorprendido un poco, hoy nos llama gente que nunca nos hubiera llamado a reuniones. Proveedores importantísimos de materias plásticas en la región y en Europa, para ver cómo pueden colaborar con nosotros. Esta gente no te invita a sus sedes para preguntarte del proyecto, es porque hay un interés real”, dice Compagnon.
Afinar el modelo para darle valor a toda la cadena
Las llamadas en las últimas semanas se han sucedido, de actores muy distintos. Desde el mercado europeo, el norteamericano, algunos contactos con Asia, e incluso los llamaron del NOAA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. Y hoy Atando Cabos está pensando en su internacionalización.
“Muy probablemente el primer paso va a ser a Europa, poniendo un pie primero en Holanda. Luego viene Norteamérica, donde hay conversaciones avanzadas pero mucho más primarias que en Europa”, dice Compagnon.
La idea, dicen, es replicar el modelo de negocios, y para eso están afinando cómo darle valor a toda la cadena, considerando además que es un problema que existe en cada puerto y caleta del mundo. Y para ello se requiere de cambios culturales, y que sean valorizables.
“Cambiar la cultura de tómalo, úsalo y bótalo es complejo, porque no es que la gran empresa simplemente lo bote, tiene un mercado secundario que está establecido”, dice Francisco Cruz. Es un tema recurrente en el reciclaje del plástico: en forma de producto, vale mucho más que como materia prima. Dicho de otro modo, un plástico que se vende como cuerda de segunda mano tiene más valor que el plástico en sí mismo.
“El desafío es cómo mostrarle a las empresas que este camino que les proponemos nosotros tiene mayor valor completo. Cómo le muestras a todos los actores que en vez de botar los cabos o las redes los junte, que en vez de mezclarlos los separe, y ahí es donde nos hemos metido fuerte, a trabajar con los incentivos. Un pescador, una comunidad, tiene que percibir algo mucho más cercano al dinero, un beneficio tangible. Dinero, activo físico, producto”, agrega.
“Las grandes empresas ya se han dado cuenta que el tema de la sustentabilidad no es solo de filantropía y de responsabilidad social, también es de rentabilidad de su negocio. Las empresas pasan a tener más valor (…) Las empresas que no se están preocupando de estas cosas, el inversionista internacional duda -con razón- si va a estar ahí en cinco o diez años, porque puede venir una nueva regulación o porque la comunidad local se puede cabrear”.
“Lo que estamos construyendo hoy -dice Cruz- es un proceso y una plataforma que permita mostrarle a todos los stakeholders que sé lo que pasa con mis residuos, y que me preocupo de eso. Diría que estamos apuntando a transferir reputación y confianza a las empresas”.
Para Compagnon, las grandes empresas ya se han dado cuenta que el tema de la sustentabilidad no es solo de filantropía y de responsabilidad social, “también es de rentabilidad de su negocio. Las empresas pasan a tener más valor, en el sentido de que cualquier inversionista puede tener la tranquilidad de que una empresa va a estar ahí en el largo plazo. Las empresas que no se están preocupando de estas cosas, el inversionista internacional duda -con razón- si va a estar ahí en cinco o diez años, porque puede venir una nueva regulación o porque la comunidad local se puede cabrear”.
Pero este cambio, dicen ambos, debe hacerse desde la economía. Cuando hablan de generar demanda, es de cómo generar que este producto tenga mayor valor, y esto implica también un valor al final de la cadena.
Hoy esa cadena la componen recolectores, gestores, transportistas, valorizadores, transformadores, comercializadores y consumidores. Eso en forma directa, porque a la cadena indirecta se suman legisladores, centros de estudios y universidades, municipios, la Armada, ong’s, agrupaciones sociales, y comunidades.
“Creo que la virtud de Atando Cabos es coordinarlos a todos, articularlos en una sola plataforma para que todos se alineen en un proyecto común. Lo que estamos viendo ahora es como la creación o la formalización de una nueva industria en la economía circular, y que se están construyendo las reglas de este mercado. Entonces, va a haber una ventana de tiempo hasta que esto se construya y se formalice, y después pasará a ser un estándar”, afirma Compagnon.
Lo importante, y es parte de la estrategia que se está afinando, es que este valor de la recuperación de plásticos considerados residuos desde las costas sea verificable y trazable. “Esto tiene un potencial de negocios y todo eso, pero el propósito es muy humano y un poco alineado con lo que estás viendo que reclama la gente. Esto se basa en una colaboración en la que si alguien se quiere aprovechar se pierde todo el valor” dice Cruz.
Y agrega lo otro es hacerlo con las reglas de la economía, de los negocios. “Creo que aquí hay una conciencia general de que se está atacando un problema real. Y lo estamos atacando con reglas del juego que quizás a todo el mundo no le gustan, pero que son reales: lo estamos atacando con economía”, dice el gerente general de Atando Cabos.
“Hoy la palabra economía, utilidad, beneficio o lucro… hay mucho proyecto de sostenibilidad que se basa en subsidios o la buena voluntad de la gente, que por conciencia propia va a separar en su casa. Yo creo que algunos lo harán, pero para que esto sean soluciones en el largo plazo tienen que haber beneficios asociados a la actividad, tiene que haber una compensación, ya sea económica o de otro tipo, porque si no tu no rompes la inercia. O esa compensación te dura hasta que se acabe la buena voluntad. Aquí estamos construyendo algo que se basa en reglas reales, no desconocemos el mundo real, pero también queremos cambiarlo”, agrega.
Para Cruz, “un premio ambiental que se lo entreguen a una fábrica de plástico es loco, pero es muy reafirmante. Estás haciendo un cambio cultural, y se convence con economía, pero también con un propósito”
Los últimos premios que el proyecto ha recibido de la Sofofa y de PwC Chile son una muestra de ello, dice Julio Compagnon, una prueba de que las cosas se pueden hacer con todas las reglas del juego, implícitas y tácitas, que existen sobre la mesa. “Entre todas estas grandes empresas nos reconocen que esto es un modelo de negocios real, que es exitoso, que esta nueva forma de pensar los negocios funciona, que no es challa. La economía circular es economía. Si no, no funciona”.