“Debemos incorporar el agua al modelo de negocios como un componente fundamental”
Giselle Della Mea, fundadora del movimiento Sistema B en Uruguay, analiza la relación entre la gestión de los recursos hídricos y la economía circular, destacando la necesidad de “comprender más profundamente el ciclo del agua y su impacto en nuestras vidas”. Además, la experta hace hincapié en que es indispensable mejorar la gobernanza del recurso, “para que no sigan siendo 2 o 3 los que toman las decisiones”.


Hoy es el Día Internacional del Agua y para la conmemoración de este año, Naciones Unidas ha hecho un llamado para que cada uno se pregunte ¿qué significa el agua para mí? Lo que busca la ONU es que se observe más allá de los precios y se analice desde el punto de vista del valor ambiental, social y cultural que las personas otorgan al agua.
“No valoramos el agua. Damos por sentado que existe y por eso no la incorporamos en nuestros modelos de negocios”, responde tajante la diseñadora de negocios de economía circular y fundadora en Uruguay del movimiento Sistema B, Giselle Della Mea.
En ese sentido, la especialista considera que, si bien desde la circularidad se puede mejorar mucho la gestión del agua tanto a nivel residencial como industrial -y existen modelos y tecnologías para hacerlo-, aún falta demasiado.
“Estamos hablando cada vez más de economía circular, pero lo estamos haciendo desde el punto de vista del diseño, no de la extracción, y estamos lejísimo de tomar conciencia de la extracción que hacemos y, más aún, de entender qué significa ser regenerativo”, comenta Della Mea. En el caso puntual del agua, agrega, “se parte de la base que la tenemos, sin valorar todos los servicios que entrega, y para remediar eso debemos comprender más profundamente el ciclo del agua y su impacto en nuestras vidas”.
La especialista uruguaya señala que “actualmente asumimos que el agua es de todos y no la valoramos, pero si el agua pasa a manos de 2 o 3 personas también estamos en problemas”. La clave, dice, es encontrar y aplicar modelos adecuados de gobernanza del agua.
En ese sentido, Della Mea menciona un documento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con los “Principios de la gobernanza del agua”, donde establece que dicha gobernanza tiene que estar organizada sobre la base de las siguientes dimensiones: efectividad, eficiencia, confianza y compromiso. El documento subraya que “las crisis del agua suelen ser fundamentalmente crisis de gobernanza”, lo que coincide con un estudio realizado en Chile por Escenarios Hídricos 2030 (2019), donde se revela que el 44% de las causas de los problemas hídricos en el país se relacionan con una deficiente gestión y gobernanza del recurso.
De igual modo, el documento que cita Della Mea presenta un panorama sombrío en relación al agua si no se adoptan medidas de forma urgente: al 2050, el 40% de la población mundial vivirá en cuencas hidrográficas bajo estrés hídrico, 240 millones de personas seguirán sin acceso al agua potable y 1.400 millones estarán sin acceso al saneamiento básico. “La sobreexplotación y contaminación de los acuíferos a nivel mundial planteará retos importantes a la seguridad alimentaria, a la salud de los ecosistemas y al suministro de agua potable, y elevará el riesgo de subsidencia, entre otras repercusiones”, alerta la OCDE.
La situación actual y las proyecciones en relación con la escasez hídrica son críticas, sin embargo, no parece que se estén tomando medidas en forma urgente, ¿Cuál puede ser la razón de esa inacción?
Lo primero, es un tema de estupidez humana.
Pero además hay un montón de variables. Estamos confiados en que al final pasa algo y nos salvamos, siempre estamos esperando que se termine la última gota para intentar hacer algo, es como si estuviéramos pensando total nunca nos faltó, vamos a esperar.
Otro factor tiene que ver con no haber incorporado a tiempo lo que significa tener el agua en nuestra economía como un bien fundamental, de tal manera que su rentabilidad nos permitiera ahora solventar los costos de invertir en infraestructura, tecnologías y otras soluciones.
En Uruguay, por ejemplo, nos cuesta visualizar porque no estamos en una situación tan crítica como Chile, que está entre los países con mayor riesgo de estrés hídrico extremo (WRI, 2015).
Sin embargo, acá tenemos una experiencia similar con la energía. Hace unos años Uruguay empezó a renovar su matriz energética a causa de la escasez, porque teníamos que importar la energía y la teníamos que pagar carísima, la más cara de Latinoamérica. La UTE (Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas), que es la empresa estatal de energía, hizo una gran transformación y actualmente nuestro país tiene una matriz con 90% de energía renovable, que tiene excedentes y exportamos energía limpia. Esa innovación surgió de la escasez extrema y eso hay que hacer con el agua, pero antes que lleguemos al extremo.
Hay otro elemento interesante: a los tomadores de decisión no les ha faltado el agua. Con el mismo ejemplo de la energía acá en Uruguay, primero empezó a estar toda la zona del interior sin luz, pero recién se pusieron las pilas para buscar soluciones cuando la escasez empezó a afectar la industria.
Por eso es tan importante la gobernanza, para que no sigan siendo 2 o 3 los que toman las decisiones.
“El agua debería ser un bien público -no de las corporaciones-, tendría que tener un sistema de gobernanza bien fortalecido y distribuido, y debería estar mucho más presente en las economías, incorporándola como un componente fundamental, porque sin agua no funciona nada”.
¿De qué manera la economía circular se puede vincular a la gestión del agua como estrategia frente a la escasez hídrica?
Hay tres “R” que aplican para el agua: reducir, reutilizar y regenerar. Y esto va desde lo más micro, como nuestro consumo domiciliario, hasta lo macro, que puede ser el plan maestro de una ciudad, por ejemplo, que sea pensado desde el punto de vista del ciclo del agua.
Reducir, ya sabemos lo que es: usar el mínimo posible, es decir, el uso más eficiente posible. Reutilizar tiene relación con el tratamiento de las aguas grises, con capturar el agua de la niebla o de la lluvia, y con todas las técnicas que permitan tener circuitos más cerrados de agua, que la procesen y la devuelvan a su uso. Estos sistemas tienen que ser repensados desde el hogar hasta la fábrica; desde cosas relativamente sencillas, como que el agua del lavado de platos se pueda reciclar para usarla en la descarga del baño, en algunos lados ya se hace, pero estamos muy lejos de masificarlo.
Y regenerar tiene relación con los sistemas naturales, con dejar de degradar la naturaleza y aportar a su recuperación, con evaluar lo que estoy haciendo desde esa perspectiva. Por ejemplo, un monocultivo exhaustivo donde no se le da ningún respiro a la tierra difícilmente va a provocar el ciclo del agua; al contrario, eso provoca sequía y degradación de los ecosistemas, con todo el daño que eso conlleva.
Regenerar es algo fundamental, tanto el no degradar las zonas para no interrumpir el ciclo del agua como diseñar ciudades regenerativas que ayuden al ciclo del agua.
¿Qué se está haciendo y qué se puede hacer en el sector productivo para gestionar mejor el agua desde la economía circular?
En todos los sectores, en general, se está innovando para usar cada vez menos agua, es decir, reducir.
En cuanto a la reutilización, no hay tanto avance directamente en el agua, pero sí algunos progresos en reutilización de los productos. En el caso textil, por ejemplo, que es muy intensivo en el uso de agua, si tienes un modelo de negocios con prendas de alta duración -generalmente más caras- y con algún nivel de rotación, que incluso pueden volver a la tienda, eso impacta directamente en la huella de agua. Está súper comprobado que reducir los procesos productivos impacta la huella del agua, con cualquier producto, el hecho de que no tenga que partir desde cero es un aporte al medioambiente.
Y en el caso de regenerar, hay que repensar y ajustar el modelo de negocios para no dañar el ciclo del agua, optar por circuitos más cerrados, tomando muy poca agua de la red, y con acciones concretas como crear microclimas y plantaciones para que se regenere el ciclo del agua.
¿Qué falta para tomar más conciencia de la huella hídrica?
En cada movimiento que hacemos, desde que nos levantamos, impactamos tanto en la huella hídrica como en la huella de carbono. Entonces, todo lo que se pueda circularizar va a impactar en esas dos variables: las emisiones de carbono y el consumo de agua.
Hoy se está haciendo bastante para medir y compensar la huella de carbono, pero aún falta para avanzar con la huella del agua. Quizá falta algo como la COP 21, que en su momento puso mucho énfasis en reducir las emisiones de carbono para combatir el calentamiento global -aunque no es el único factor- y generó acciones al respecto.
Tal vez necesitamos un agente fuerte que haga hincapié en la medición y compensación de la huella hídrica, que sea una obligación -como está pasando con la huella de carbono- porque si no es así, son muy pocos los que lo hacen. Y la compensación no puede ser en dinero, porque eso no vale nada, debe ser en acciones concretas en beneficio de los ecosistemas.
“Estamos hablando cada vez más de economía circular, pero lo estamos haciendo desde el punto de vista del diseño, no de la extracción, y estamos lejísimo de tomar conciencia de la extracción que hacemos”.
Una de las características de la economía circular es que junto con los beneficios ambientales y sociales busca la rentabilidad del negocio ¿Qué beneficio puede tener en este sentido una mejor gestión del agua?
Lo primero es una gran diferenciación de mercado. Por ejemplo, si vendo leche y tengo un tambo donde tengo circuito cerrado del agua, con 100% de reutilización, y eso se comunica o hay un sistema de certificaciones que acredita esos procesos, al final del día se traduce en diferenciación del mercado. Y los consumidores, cada día más poderosos, lo valoran. Si bien no vamos a dejar de consumir las grandes marcas de un día para otro porque es prácticamente inviable, sí hay cada vez más consumidores que insisten, quieren y buscan consumir responsablemente.
Un estudio en Estados Unidos mostró que al menos un 60% de los consumidores ya busca en los productos determinados sellos sociales y ambientales a la hora de comprar sus productos. Es decir, además de los sellos de calorías, azúcar y grasa, el consumidor cada vez se fija más en estos otros factores.
Lo segundo es que ese negocio va a ser un referente y, tercero, está la ganancia de saber que con su empresa está haciendo más el bien que cualquier otro. Sabemos que el mercado es tirano, que existen los competidores que te sacan de la góndola, pero cada día se ven más casos de empresas que crecen con el modelo que busca el triple resultado: social económico y ambiental.
Además, en los mercados la incoherencia hoy se ve inmediatamente; como un supermercado que haga campaña por el desarrollo sostenible y en sus góndolas no tenga ningún producto en esa línea; los consumidores cada vez perdonan menos esto y lo denuncian en redes sociales con mucha fuerza.
Uno de los problemas del agua que se ha hecho más patente con la pandemia es la gran cantidad de personas que no tienen acceso a agua potable y saneamiento, ¿qué se puede hacer al respecto?
Asegurar el acceso al agua potable y el saneamiento para todos es fundamental, tiene que ser política de Estado, una decisión país. Son derechos que debemos tener todos en este planeta porque ¿quién es dueño del agua? Es inmoral pensar que alguien puede ser dueño del agua, de la lluvia, de un río, de un acuífero.
El agua y el saneamiento garantizan el crecimiento inclusivo, no puedes hablar de inclusión si no tienes asegurada el agua.
En Uruguay tuvimos un plebiscito histórico en 2004, donde se preguntó si queríamos que el agua potable y saneamiento se quedara en manos del Estado o se abriera a las corporaciones.
Este es un tema complejo porque dejar todo en manos de privados a veces provoca que las ganancias se van para otro lado, que las inversiones en infraestructura no son para el bien común, a menos que sea una empresa súper B y súper responsable. Si en los gobiernos a veces faltan decisiones por el bien común, imagínate en las empresas.
El resultado del plebiscito fue que participó el 90% del padrón y el 64,6% votó que siguiera en manos del Estado, con lo que Uruguay se transformó en el primer país en incorporar mediante la democracia directa el derecho al agua en su Constitución (varios años después, el 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos).
En resumen, el agua debería ser un bien público -no de las corporaciones-, tendría que tener un sistema de gobernanza bien fortalecido y distribuido, y debería estar mucho más presente en las economías, incorporándola como un componente fundamental, porque sin agua no funciona nada.