Chile es una potencia mundial en astronomía. En los próximos años, concentrará el 70% de la infraestructura mundial para la observación astronómica profesional -ya suma más del 40%-, gracias a la inauguración de una serie de proyectos hoy en curso y que estarán listos entre 2022 y 2025, entre ellos el Telescopio Gigante de Magallanes (GMT en inglés), a 50 km de Vallenar; y el Telescopio Extremadamente Grande (ELT) en el Cerro Armazones. Son inversiones que superan los US$7.000 millones en el país, y que llegaron atraídos principalmente por uno de nuestros principales atractivos naturales: los cielos oscuros, y limpios. Pero la contaminación lumínica está poniendo en jaque este patrimonio.
Ya lo habían advertido astrónomos de todo el mundo en 2018, cuando en una reunión de la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) el entonces presidente de la Comisión de Protección de Sitios de la IAU, Richard Green, informó a los participantes de la comisión que los cielos de la Región de Coquimbo habían perdido su calidad de “prístinos” para la astronomía. Y lo mismo ocurría con los astrónomos nacionales, al punto que unos de sus representantes más prominentes, José Maza, avisó al año siguiente que “las luces que apuntan hacia el cielo están matando la astronomía en Chile”.
Ante ese escenario, el Ministerio del Medio Ambiente está realizando una revisión de la norma lúmínica vigente en Chile desde 2014, la que hasta ahora sólo protege los cielos de las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, principalmente porque, dicen los expertos, sus exigencias no se estaban cumpliendo plenamente, principalmente por la masificación de las luminarias LED blanca, hasta cuatro veces más “dañina” para el cielo que una luminaria de sodio de igual potencia, y por la escasa fiscalización y sanción de la norma.
Dicha revisión culminó en la presentación de un anteproyecto de actualización de la norma lúmínica -actualmente en proceso de consulta pública-, que entre sus principales cambios incluye la incorporación de la biodiversidad como objeto de protección de la norma: su extensión a todo el territorio nacional, con exigencias diferenciadas para las denominadas “Áreas de Protección Especial”, definidas en base a su relevancia para la astronomía y la biodiversidad; y aumentar las restricciones referidas al espectro de las luminarias en las porciones del infrarrojo cercano, azul visible y ultravioleta cercano. En el caso de las “Áreas de Protección Especial”, las exigencias serán aún mayores.
Entre las consideraciones para ello, se encuentra lo que ya venían advirtiendo los astrónomos: que el aumento sostenido de la contaminación lumínica está afectando las condiciones naturales de oscuridad, tanto de las ciudades como de lugares alejados de las mismas.
“En relación con los impactos asociados al uso del cielo para la observación astronómica, la contaminación lumínica reduce la capacidad de observación de los telescopios, afectando el desarrollo de la astronomía científica y el desarrollo de actividades turísticas asociadas a la astronomía, de las cuales dependen económicamente un gran número de personas”, señala el documento.
¿Cuánto impacta la contaminación lumínica en la observación astronómica? Según señala el Análisis General de Impacto Económico y Social (AGIES) del anteproyecto de revisión de la norma, el valor efectivo de un telescopio puede disminuir entre un 10-40% del valor original, solo por este tipo de contaminación. Se estima que cuando la contaminación lumínica incrementa el brillo del cielo artificial aproximadamente un 10% en cielos contaminados, reduce el diámetro efectivo del espejo de un telescopio de 4 metros de apertura un 5%.
“Esto implicaría -agrega- una pérdida económica aproximada del 15%. Si se considera que un telescopio de una apertura relativamente grande puede tener fácilmente costos de más de US$100 millones, entonces la reducción de la contaminación lumínica podría evitar pérdidas de más de US$15 millones por cada telescopio instalado. De acuerdo a este antecedente, la OPCC (Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile) calcula que, en base al costo de los grandes proyectos de observatorios astronómicos ópticos e infrarrojos al 2008, que es aproximadamente US$3.500 millones, las pérdidas debidas a la contaminación lumínica pudieran ser superiores a los US$500 millones”. Y esto en un escenario, como se ha señalado, en que dicha inversión se duplicará en el futuro inmediato.
“Junto con el trabajo que desarrolla el Ministerio de Medio Ambiente para actualizar la norma lumínica, desde el Ministerio de Ciencia -a través de un comité de expertos y expertas- trabajamos en la definición de áreas de interés científico para la observación astronómica. Este esfuerzo conjunto nos permitirá proteger nuestros cielos para la observación astronómica, que se ha transformado en un sello distintivo de Chile en el escenario científico internacional” dijo el ministro de Ciencia, Andrés Couve, en el lanzamiento de la consulta pública.