Cielos chilenos están perdiendo su calidad de “prístinos” por contaminación lumínica y expertos advierten riesgo para la astronomía
La norma lumínica vigente no ha logrado impedir la proliferación de luz “blanca” en las ciudades del norte de la mano de la penetración de la tecnología LED, lo que está afectando seriamente la calidad de los cielos nocturnos para la observación astronómica, según advirtió la Unión Astronómica Internacional (IAU). Esto podría poner en riesgo futuras inversiones internacionales en los observatorios instalados en el país, por lo que los astrónomos encendieron las alarmas y escalaron el problema a las autoridades. El objetivo es hacer exigible la instalación de luz “ámbar” en el entorno de los observatorios, que tiene un impacto cuatro veces menor, en un radio de hasta 120 km. El gobierno inició la revisión de la norma lumínica para adoptar medidas en esa línea, y además podría hacerla extensiva ya no solo al norte, sino a todo el país por el impacto de la contaminación lumínica en las personas y en la biodiversidad.
El pasado 10 de abril, el mundo admiraba sorprendido la primera imagen obtenida de un agujero negro, “un absoluto monstruo” tres millones de veces más grande que la Tierra, ubicado a 55 millones de años luz de nuestro planeta. Una imagen sorprendente y hasta hace no mucho considerada imposible, que solo pudo ser “creada” con la combinación del trabajo de 200 científicos y una red de observación que coordinó a los ocho telescopios más poderosos existentes, incluido ALMA, en Chile. Fue una muestra más del lugar que ha alcanzado nuestro país -y nuestros científicos- en la vanguardia de la astronomía, pero esa posición podría estar en riesgo por un enemigo silencioso: la contaminación lumínica.
No se trata de una amenaza posible, o latente, sino de una realidad. Así quedó evidenciado en la última Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) celebrada en agosto pasado en Viena, donde el entonces presidente de la Comisión de Protección de Sitios de la IAU, Richard Green, informó a los participantes de la comisión que los cielos de la Región de Coquimbo habían perdido su calidad de “prístinos” para la astronomía.
Es una noticia que hasta ahora no ha circulado públicamente pero que cayó como un balde de agua fría en la comunidad astronómica y en los observatorios nacionales. No precisamente porque fuera una sorpresa, sino que es un problema que vienen advirtiendo desde hace años: el crecimiento de las ciudades y la incorporación creciente de “luz blanca” en las zonas urbanas está dañando seriamente la observación.
¿El problema mayor? Se trata de una situación que además pone en riesgo la millonaria inversión que el mundo está haciendo en el norte de Chile. Hoy nuestro país es la capital mundial de la astronomía, con el 40% de la infraestructura mundial para la observación astronómica profesional.
Sin embargo, en la actualidad se están invirtiendo US$7.000 millones en el país que incrementarán ese porcentaje a un 70%, principalmente por los proyectos Gran Telescopio para Rastreos Sinópticos (LSST, en inglés), en Cerro Pachón (Vicuña) y que estará operativo en 2022; el Telescopio Gigante de Magallanes (GMT en inglés), a 50 km de Vallenar y que estará listo en 2025; y el Telescopio Extremadamente Grande (ELT) en el Cerro Armazones, en la Región de Antofagasta, que estará completamente activo en 2024.
Esto además ha posicionado fuertemente la “marca” Chile en el mundo. Según un estudio de Imagen de Chile de 2017, la astronomía superó por primera vez a turismo como principal factor de identificación positiva que se tiene del país en el extranjero.
Todo este trabajo se ve hoy amenazado por la sentencia de la IAU. Porque aunque hasta ahora no está plasmada en un documento oficial, es una información que ya circula en el mundo de la astronomía, principalmente entre quienes deciden los futuros proyectos e inversiones en esta materia.
“Las comisiones que discuten el financiamiento de proyectos ese dato ya lo tienen, porque los que están en ese núcleo de toma de decisiones en esta materia es un grupo relativamente pequeño. Para que esto provoque daño no necesitamos que esté escrito en un acta: circulan correos, la gente reclama, dicen ‘el cielo aquí ya no es el mismo’”
“El problema es que hoy las comisiones que discuten el financiamiento de proyectos ese dato ya lo tienen, porque los que están en ese núcleo de toma de decisiones en esta materia es un grupo relativamente pequeño. Para que esto provoque daño no necesitamos que esté escrito en un acta: circulan correos, la gente reclama, dicen ‘el cielo aquí ya no es el mismo’”, dice Pedro Sanhueza, director de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile (OPCC).
Aumento de la luz blanca
¿Qué hizo que los cielos prístinos de la Región de Coquimbo -y del norte en general- perdieran esa condición fundamental para la astronomía? Principalmente, la luz blanca proveniente de luminarias LED que cada vez ganan más presencia en las ciudades, y también la “sobre iluminación” con esta luz blanca. Y que además la Norma de Emisión para la Regulación de la Contaminación del Ministerio del Medio Ambiente promulgada en 2012 -y vigente desde 2014- para las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo no se está cumpliendo, afirman en la OPCC.
Según explican quienes trabajaron en la elaboración de esta norma, al momento de realizar la revisión había una fuerte presión de la industria de iluminación para incorporar la iluminación LED en el norte, lo que hasta entonces estaba impedido por la inexistencia de laboratorios y protocolos técnicos apropiados para evaluar dicha tecnología.
En esa fecha la luz LED ámbar -de colores tenues y que es óptima para el medioambiente, la salud de las personas y para la astronomía- no era competitiva, ya que tenía muy bajo rendimiento y un alto costo. Reemplazar una ampolleta de sodio para un poste implicaba tener que instalar cuatro ampolletas de LED ámbar. El acuerdo fue entonces no limitar la tecnología LED, y autorizar que no más del 15% fuera de ella emitiera luz blanca, la cual es entre tres a cuatro veces más dañina a la misma potencia que una luminaria de sodio.
Pero su crecimiento ha sido exponencial. “La normativa no se está cumpliendo”, afirma Sanhueza. “La norma cambió la fiscalización desde la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) a la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA). Antes no se fiscalizaba mucho, pero la SEC es un organismo al que se le tiene respeto en el ámbito eléctrico, cierto nivel de temor incluso. En cambio la SMA es una entidad mucho más nueva, mucha gente no la conoce. Y por otra parte, aunque ha habido procesos de fiscalización, hasta ahora -entendemos- no se ha sancionado a nadie”.
Hoy el gran problema está dado por el crecimiento poblacional y la sobreiluminación de las ciudades con luces blancas, principalmente -dicen en la OPCC- por la proliferación de canchas por todas las ciudades nortinas para actividades de fútbol recreativo durante las noches, que se iluminan con luces LED blancas.
“Como no han sido fiscalizadas, la forma en que se han iluminado es muy agresiva. La publicidad con pantallas también ha crecido, pero las canchas de los recintos deportivos mucho más que la publicidad incluso”, agrega Sanhueza.
A eso se ha sumado el incumplimiento de las normativas, principalmente por la falta de fiscalización y sanción. “Nosotros hemos medido en seis ciudades del norte en los últimos meses, y en todas las mediciones que hemos hecho -en todas, ni siquiera una se salva- aparece sobreiluminado comparado con la propia normativa chilena de alumbrado exterior. Cuando ves que las luces de la ciudad van poniéndose blancas, es una demostración de que estamos perdiendo la batalla contra la contaminación lumínica”, afirma el director de la OPCC.
Al respecto, el subsecretario del Medio Ambiente, Felipe Riesco, concuerda en que “el recambio de luminaria por tecnología LED ha generado una mayor cantidad de luz blanca que genera contaminación”, y agrega que “desde la fecha en que se suscribió la norma, aumentaron los antecedentes de los impactos de la contaminación lumínica en la biodiversidad y en la salud humana, por lo que se hace necesaria una revisión para mejorar los estándares que como país nos ponemos para resguardar nuestro patrimonio natural y mejorar la calidad de vida de los chilenos”.
Informe alarmante
Menos de una década después de creada la actual norma, el resultado es alarmante para la astronomía, y así lo indican estudios realizados para la OPCC por Fabio Falchi, experto del Light Pollution Science and Technology Institute de Thiene, en Italia, respecto de la contribución de la zona urbana de La Serena y Coquimbo al brillo del cielo nocturno en los observatorios ubicados en Cerro Tololo, Cerro pachón, La Silla y Las Campanas.
Según se señala en un resumen de ese informe, las luces de ambas ciudades “aumentan el brillo del cielo nocturno en el zenit (directamente sobre el observatorio) en un 2% en Cerro Tololo, 1% en Cerro Pachón, 0,3% en La Silla y 0,1% en Las Campanas”.
Aunque a simple vista las cifras parecen insignificantes, bastó un 0,7% en promedio en la zona para que en la IAU ya no se hable de una calidad de cielos prístinos, porque se entiende que es un problema que está escapando de control. Porque eso es directamente sobre el observatorio. A 30ºdel zenit el brillo artificial aumenta a un 30%, y a 60º llega al 70%. Cuando se observa una estrella con un telescopio, se la sigue toda la noche hasta que se pierde ya cerca del horizonte. Y con esos rangos de contaminación lumínica, ese seguimiento termina muchísimo antes.
El problema asociado a esto es que el equipamiento astronómico es cada vez más sensible, y cada vez le hace más daño la contaminación lumínica. Mientras más cercano a cero, a la condición natural, es mucho mejor la calidad de la observación de cuerpos que están a miles de millones de años luz de distancia, y que son millones de veces más tenues que cualquier fuente de luz en el cielo.
“Esto está limitando la observación de cuerpos estelares muy lejanos en el tiempo y en el espacio, que son los que más se están investigando en la actualidad. La ciencia de frontera se está haciendo más lejos, y eso significa que son muchísimo más tenues que los objetos que fueron estudiados mayoritariamente en las décadas pasadas. Si tienes un brillo artificial de un 0,1% o un 0,2% ya empiezas a tener problemas poco a poco. Un 1% es porque ya estás perdiendo el control de la situación”, explica Pedro Sanhueza, de la OPCC.
Y esto es, precisamente, lo que puede hacer reevaluar las futuras inversiones mundiales de la astronomía en Chile. Ciertamente, la estructura principal, que son los telescopios grandes que se están construyendo ahora, tienen sus obras ya en marcha y no se van a detener. Probablemente los primeros instrumentos asociados a esos tres megaproyectos en Chile tampoco están comprometidos. Pero, ¿cuál es la señal que da la IAU?: si esto continúa y no se detiene, los próximos instrumentos asociados a esos telescopios quizá no vendrán a Chile, sino que se van a adaptar para ser instalados en otros lugares asociados a otros telescopios.
“Un telescopio simplemente es un colector de fotones, y mientras más grande y más sofisticado sea, es un mucho mejor colector. Pero lo que realmente le saca provecho a la información son los instrumentos que se instalan por períodos o de manera permanente junto a los telescopios, y ahí está la continuidad de los proyectos. Un espectrógrafo de altísima resolución para detectar vida extraterrestre, atmósferas que tengan clorofila por ejemplo, ese tipo de maquinaria, que no es telescopio sino sensores que se acoplan al telescopio. El impacto podría empezar a estar ahí”, explica Sanhueza.
Asimismo, afirmó el propio Sanhueza en la Comisión de Medio Ambiente del Senado, los futuros proyectos astronómicos podrían recaer en dos sitios que compiten en este rubro con Chile: Hawái e Islas Canarias. Ambos territorios adoptaron medidas para proteger sus cielos de la contaminación lumínica: en el caso de Hawái, usaron láminas de color amarillo para eliminar el componente azul de la luz, mientras que en Canarias se utilizan luminarias cubiertas de fósforo extra.
Soluciones en marcha
Quizás lo único positivo de la contaminación lumínica es que se puede revertir. Hoy la luz LED ámbar, por ejemplo, ya alcanzó un nivel competitivo tanto en rendimiento como en precio, más cercano a los LED de luz blanca, y eso ha empujado a los observatorios y a la OPCC a pedir al Ministerio del Medio Ambiente realizar una nueva revisión de la norma lumínica, proceso que ya se inició el pasado 24 de abril, con la publicación en el Diario Oficial que da inicio a esta tramitación. El objetivo es sacar, lo máximo posible, la luz blanca del entorno de los observatorios astronómicos.
“En el marco de la modificación al decreto que establece la norma lumínica, va a incorporar límites de emisión más exigentes para estas zonas de protección y establecerá una norma secundaria de calidad lumínica para estas áreas, de manera tal de asegurar la calidad del cielo nocturno (…) un instrumento que generaría, en combinación con los existentes, una mayor protección de los cielos nocturnos para la observación astronómica”
“Ya tenemos la tecnología competitiva en luz ámbar, y ahí hay una respuesta: hay que darle preferencia. En el caso de las canchas, lo que exige la norma es que la luz esté en ángulo recto y no vaya para arriba. Pero puede ser de cualquier color y puede tener mucha luz blanca. Estamos pensando en una nueva restricción en que solo puedan incluir la variante cálida de la luz blanca, y con eso limitaríamos la cantidad de azul”, dice Sanhueza.
Y ello concuerda con la decisión del Ministerio del Medio Ambiente de revisar la norma lumínica. Pero como señala el subsecretario Felipe Riesco, al aumentar los antecedentes de este tipo de contaminación en las personas y la biodiversidad, decidieron ir más allá.
“Esta revisión buscará ampliar sus objetivos y ahora ya no sólo se enfocará en la observación astronómica, sino que incluirá la protección de la biodiversidad y calidad de vida de las personas. De hecho, estamos analizando extender su operación a todo el país y no sólo para las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo”, afirma la autoridad.
Otro aspecto que se está analizando con el Ministerio del Medio Ambiente es que exista un radio de protección de entre 80 y 120 kilómetros en torno a los observatorios con telescopios de más de 4 metros de diámetro, donde la restricción a la luz blanca sería total, permitiendo solo luces ámbar y, fuera de ese radio, un blanco cálido.
“En el caso de Tololo, esto incluiría a La Serena, que está como a 56 km, y a ciudades como Coquimbo y Ovalle. Antofagasta está en el límite, a unos 126 km según nuestros cálculos, pero el sector de La Negra, que es su zona industrial, si estaría adentro del radio”, agrega Pedro Sanhueza.
Lo que se está conversando actualmente es si se incluye en la norma en revisión, o bien se crea una norma secundaria para este tipo de contaminación. Esto implicaría una situación similar a las normas secundarias de calidad del aire, donde si se sobrepasan los parámetros establecidos -en este caso de luminosidad- se pueden activar planes de descontaminación.
Así lo reconoce el subsecretario Riesco, quien afirma que “en el marco de la modificación al decreto que establece la norma lumínica, va a incorporar límites de emisión más exigentes para estas zonas de protección y establecerá una norma secundaria de calidad lumínica para estas áreas, de manera tal de asegurar la calidad del cielo nocturno (…) un instrumento que generaría, en combinación con los existentes, una mayor protección de los cielos nocturnos para la observación astronómica”.
Esto ya lo han conversado, agrega, con actores como Pedro Sanhueza, director de la OPCC; Claudio Melo, representante en Chile del European Southern Observatory (ESO); y Miguel Roth, representante en Chile del Giant Magellan Telescope Observatory (GMTO).
Otra alternativa que se está evaluando es promover es la iluminación inteligente de las ciudades del norte, y que sea controlada mediante sensores en calles y carreteras de forma que se active la iluminación cuando hay paso de vehículos o peatones, y se disminuya al 10% cuando esto no ocurre, lo que además implicaría ahorros importantes para los mismos centros urbanos.
“Estamos estudiando varias medidas como, por ejemplo, imponer mayores exigencias a la luz blanca fría, aumentando restricciones a su utilización. También estudiamos incorporar un indicador de la temperatura, que también incide en el espectro de la luz. Este tipo de luz es el que tiene impacta en la astronomía, salud y biodiversidad”, añade el subsecretario de Medio Ambiente.
A esto se suma un proyecto de ley actualmente en trámite, que modifica la Ley de Bases del Medio Ambiente y que exige la elaboración de un Estudio de Impacto Ambiental a aquellos proyectos que puedan generar contaminación lumínica en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo. El Senado ya lo aprobó en sala y en segundo trámite constitucional.
Al respecto, el subsecretario del Medio Ambiente afirma que “consideramos que es una iniciativa que apunta en la dirección correcta, de preservar nuestro patrimonio natural y resguardar la posición de Chile como el principal destino para la observación astronómica en el mundo. Hemos patrocinado la moción presentada por el diputado José Miguel Castro, y hemos ingresando una indicación al proyecto, que incorpora al Ministerio de Ciencias, que junto con el Ministerio del Medio Ambiente podrán declararan zonas de protección específicas para los observatorios y su entorno”.
La tarea es urgente, porque se trata de un problema que no solo está afectando a la Región de Coquimbo, sino a todas las regiones del norte que concentran la observación astronómica, afirma Sanhueza. “Todo el cielo del norte ha perdido su nivel natural prístino, y lo que se está escapando es Paranal, que está protegido porque está lejos de Antofagasta, pero están arrinconados. Es increíble, pero los mapas de Fabio Falchi están mostrando que ya no quedan muchos lugares prístinos”.