Actualización de la NDC de Chile: La discusión pendiente
“¿Cómo Chile se introduce en las cadenas globales de valor relacionadas al cambio climático? Quizás una proposición así resulte utilitarista y poco altruista, pero no seamos ingenuos, el cambio climático ha generado una industria gigantesca en la cual países desarrollados caminan y mascan chicle a la vez”.
Cuando hablamos de las contribuciones nacionalmente determinadas (NDCs) de los países para hacer frente a los desafíos del cambio climático la atención tiende a ser capturada por las medidas de mitigación. Al fin de cuentas, son estas acciones las que permitirán reducir las emisiones y por consiguiente evitar que las temperaturas se alcen más allá de los 1,5 grados a nivel mundial.
Siendo más específicos aún, las miradas se centran en las metas propuestas, lo cual se denomina el esfuerzo país, que las distintas naciones se comprometen a realizar para alcanzar el objetivo global. Es decir, el core del problema de cambio climático se traduce en una distribución de costos (esfuerzos) de proveer un bien público (reducción de emisiones), netos de los beneficios que ciertas medidas pueden generar.
Al respecto, Chile acaba de actualizar su contribución migrando desde una meta intensidad emisiones (emisiones/PIB) a una meta de emisiones absolutas al año 2030, como un paso intermedio hacia la carbono neutralidad al año 2050. Específicamente, pasamos de una meta que proponía una reducción incondicional del 30% en el ratio emisiones/PIB al año 2030 con respecto al valor del año 2007, a una meta que propone delimitar las emisiones hasta 95 MM tCO2e al año 2030.
¿Es la nueva NDC y la carbono neutralidad una buena política?
Depende. Probablemente, no responder a esta pregunta con un “sí” eufórico se considere pecado capital hoy en día. No obstante, como mencioné anteriormente el cambio climático es básicamente un problema de costos y beneficios económicos, por lo tanto, proponer una meta sin un sentido estratégico de como capturar beneficios a partir de la carbono neutralidad perseguida no parece conveniente ni sostenible.
Con esto, no estoy diciendo que no se hayan realizado los análisis técnicos al respecto, existe un número importante de expertos modelando estas dinámicas en los distintos ministerios y universidades hace ya bastantes años. Lo que planteo es que Chile adolece de una visión y de una estrategia sobre cómo aprovechar las oportunidades que el cambio climático ofrece, reduciendo el análisis a una simple contabilización sobre qué medidas específicas sectoriales podrían reducir emisiones, para luego ordenarlas según su costo-eficiencia y así construir las curvas MACC (costo marginal de abatimiento de CO2e).
Si bien, todas aquellas medidas que resulten costo-eficientes debiesen implicar un aumento de competitividad en los respectivos sectores donde se apliquen, estos beneficios directos representan solo la primera derivada, y no incorporan necesariamente los beneficios de producir bienes y servicios bajos en carbono, radicando aquí el desafío estratégico para el país.
Puesto de otra forma, ¿cómo Chile se introduce en las cadenas globales de valor relacionadas al cambio climático? Quizás una proposición así resulte utilitarista y poco altruista, pero no seamos ingenuos, el cambio climático ha generado una industria gigantesca en la cual países desarrollados caminan y mascan chicle a la vez. Por ejemplo, mientras Suecia se autoimpone metas ambiciosas en materia de cambio climático, están investigando y desarrollando tecnologías que permite reemplazar el uso de carbón en los altos hornos de fundición del acero por hidrógeno a partir del electrólisis del agua, lo cual permitiría producir acero verde a un menor costos y con esto generar un quiebre tecnológico que les permitirá capturar las rentas Schumpeterianas al respecto. Asimismo, Holanda es un referente en cuanto a acciones climáticas, sin embargo, transforma el conocimiento local en productos de exportación. Muestra de esto es la industria de servicios de ingeniería hidráulica y obras públicas que exportan a países que se ven obligados a adaptarse ante la subida de los niveles del mar, know how que adquirieron tras grandes inundaciones con catastróficas consecuencias décadas atrás, que implicó la adaptación de su infraestructura fluvial.
Entonces, ¿cuál es la estrategia económica de Chile con respecto a la carbono neutralidad?
Si uno mira las proyecciones hacia el 2050 respecto al balance de emisiones, se aprecia que la carbono neutralidad se estima a un nivel de emisiones brutas de 65 MM tCO2e, lo cual implica una reducción del 50% de las emisiones respecto a la curva BAU (130 MM tCO2e), y, por consiguiente, un nivel de captura de 65 MM tCO2e.
Por el lado de las emisiones, se aprecia una fuerte dependencia del aporte de la energía solar en la generación eléctrica e industria, de la introducción del hidrógeno en la minería y de la salida de centrales a carbón (50% aprox). Mientras que, por el lado de las capturas, el sector forestal y de áreas protegidas se llevan todo el peso, es decir, la mitad de nuestra meta de carbono neutralidad recae sobre nuestros bosques.
En resumen, dependemos principalmente de la capacidad que tengan la industria de generación eléctrica y la minería de generar un cambio tecnológico, así como, la capacidad de la industria forestal de aumentar la captura de sus bosques. Pero, ¿Implicará esto un aumento en el valor de nuestras exportaciones de concentrado y cátodos de cobre, celulosa, papel y madera? ¿Seremos capaces de capturar rentas Schumpeterianas y no solo rentas de los recursos naturales? ¿Seremos el primer país en producir cobre verde y promover un mercado de este tipo de minerales no-commodities? ¿Seremos pioneros en promover el reemplazo del plástico por el papel a través de toda la economía, así como de apostar por la construcción en madera y los textiles de fibra de papel? ¿Serán estas nuestras exportaciones principales el año 2050, así como de servicios relacionados a estas industrias? Creo que esta es la otra parte de la ecuación (estrategia), que nos falta discutir en serio en Chile.
Finalmente, y, en consecuencia, no me parece tan importante enfocarse en la meta de la nueva NDC, la cual implica desviarse entre un 10%-15% con respecto al BAU proyectado al 2030, lo que sí me parece relevante es pensar la carbono neutralidad al 2050 como una ventana de oportunidad a partir de un cambio de paradigma tecnológico y regulatorio que debe pensarse muy vinculadamente al desarrollo productivo del país hacia las próximas décadas.
* Jorge Valverde Carbonell es economista de la Universidad de Chile y PhD (c) UNU-MERIT and University of Maastricht.