Kultura Solar: tecnología chilena que produce deshidratación solar indirecta de alimentos
Los equipos diseñados por la empresa contribuyen al cuidado del medio ambiente gracias a su capacidad para deshidratar vegetales sin exponerlos directamente a la radiación del sol, con lo cual mantienen las propiedades de los mismos. Así, van a contrapelo de los deshidratadores industriales comunes, que utilizan combustibles fósiles para cumplir esta función. Estos dispositivos de valen de un sistema pasivo y activo para poder funcionar.
En 2018, Eduardo Morales Muñoz fue invitado por un amigo a participar de un proyecto de educación científica, al alero del programa Explora, y no fue sino en ese momento en que empezó a adentrarse en la deshidratación solar. Ahí pudo percibir que había una línea dentro de este concepto que era la deshidratación solar indirecta, es decir, que ocurre cuando los alimentos no reciben la radiación directa del sol.
Ocurre que la deshidratación de alimentos convencional o industrial requieren, por lo general, de combustibles fósiles para poder operar. En cambio, explica Morles, en los sistemas solares hay deshidratación directa, que se ocupaba ancestralmente cuando los seres humanos pasaron de ser nómades a sedentarios, y lo hacían para conservar los alimentos el mayor tiempo posible. “La diferencia es que el sistema de radiación indirecta, los alimentos quedan en oscuridad, no quedan expuestos al sol directamente a través de un cristal”, añade el fundador de Kultura Solar, la empresa que le sirvió de plataforma para diseñar estos deshidratadores con energía solar indirecta.
La principal ventaja que entraña este tipo de sistemas, asegura Morales, es que logra mantener las propiedades de los vegetales deshidratados. En síntesis, se trata de tres modelos de equipos cuyo tamaño varía según las bandejas que posee (3, 4 y 10, del más pequeño al más grande). El dispositivo cuenta, además, con una cámara de deshidratación y un concentrador de energía (un panel solar) que transforma la energía solar en térmica. “Ahí se produce la magia”, acota el emprendedor, ya que el concentrador “permite reducir la temperatura y de esta forma se conservan las propiedades que son sensibles a la radiación solar directa”.
Al respecto, Morales añade que si bien “es un sistema mucho más lento”, es más “beneficioso en términos de calidad del producto. Las hojas alojan vitaminas en las enzimas y al ser expuestas al sol éstas se pierden, así como también los aromas”. De hecho, el sistema indirecto del que se vale Kultura Solar propicia que la temperatura no supere los 60 grados ni baje de los 30 grados, logrando una condición óptima para la deshidratación de los alimentos. “Por sobre los 60° se pierden las propiedades, y por debajo de los 30° se genera una atmósfera muy propensa para la aparición de hongos que pudieran descomponer los alimentos”, agrega Morales.
“El concentrador funciona de manera natural, lo transforma en energía térmica que va atravesando las bandejas; en el fondo, no hay asistencia como en el sistema activo, en que le incorporamos paneles solares fotovoltaicos y un pequeño motor mecánico de asistencia que permite reforzar la circulación dentro de la cámara”.
Sistema activo y pasivo de deshidratación
Cada uno de los equipos deshidratadores ofrecidos por Kultura Solar cuenta con un sistema pasivo y activo para poder funcionar. El carácter pasivo se explica porque “el concentrador funciona de manera natural, lo transforma en energía térmica que va atravesando las bandejas; en el fondo, no hay asistencia como en el sistema activo, en que le incorporamos paneles solares fotovoltaicos y un pequeño motor mecánico de asistencia que permite reforzar la circulación dentro de la cámara”, comenta Eduardo Morales.
La condición sine qua non para el éxito de estos equipos deshidratadores, complementa Morales, es recibir en el espacio al menos seis horas de sol al día. “Se puede deshidratar cualquier vegetal, pero ese es el tiempo que se necesita para que la deshidratación pueda estar completa”, cuenta. De cualquier modo, y éste es uno de los grandes desafíos de Kultura Solar, los socios de la empresa ya están dando los primeros pasos para diseñar algunos equipos que puedan ser usados en otros climas menos soleados, como en el sur de Chile, de modo tal que los clientes puedan seguir deshidratando aun bajo la lluvia o bajo cielos borrascosos. Sin perjuicio de ello, han vendido su tecnología hecha en Chile desde Atacama hasta Chiloé, aunque la clientela más asidua es la de la zona central del país.
“Estamos haciendo ajustes para poder tener un equipo híbrido, es decir, el mismo deshidratador con un accesorio eléctrico de muy bajo consumo”, comenta el fundador de Kultura Solar.
El uso que los clientes hacen de los deshidratadores solares es variable. De partida, los usuarios son generalmente emprendedores y, más aun, emprendedoras. De hecho, desde fundación PRODEMU les han solicitado dispositivos para mujeres que los usan en el ambiente campesino. Muchos clientes ocupan los deshidratadores de Kultura Solar para hacer snacks y, mayoritariamente, para preparar infusiones.
Otra de las apuestas sostenibles de Kultura Solar es no usar plástico. Al principio reutilizaban pendones de publicidad para hacer fundas, pero luego tercerizaron el servicio ya que eso demoraba mucho las entregas. Utilizan madera, aluminio y vidrio, y todo es de industria chilena, salvo los pequeños paneles solares que se utilizan para robustecer el proceso.
“Lo que hacemos es deshidratación verde, producción verde, porque no usamos gas ni combustible y, por lo tanto, no emitimos CO2 en el proceso de deshidratación. Esos son los beneficios que otorga el hecho de deshidratar, más en la situación que estamos, con crisis hídrica y cambio climático”, concluye Morales.