Pese a tener la mejor radiación solar del mundo, debido a las óptimas condiciones del desierto nortino, Chile no contaba con ningún doctor en energía solar egresado de alguna institución de educación superior a nivel nacional. Esto cambió el 18 de agosto pasado, cuando el ingeniero civil metalúrgico Mauro Henríquez Heimpeller marcó un hito: se convirtió en el primer graduado del Doctorado en Energía Solar de la Universidad de Antofagasta (UA) y, por lo tanto, el primero del país.
El primer y único Doctorado en Energía Solar en Chile, cuyas puertas se abrieron en 2017, vio a mediados del mes pasado cómo Henríquez, de origen iquiqueño, se tituló con una tesis sobre un tema que venía investigando desde su magíster en esa misma casa de estudios, y en el que pudo profundizar en su vasta experiencia en la industria, específicamente en su trabajo en Soquimich: las sales fundidas que se usan para las plantas de concentración solar o plantas termosolares (distintas a las plantas fotovoltaicas).
“Las sales solares fueron mi primer acercamiento al tema energético”, dice Henríquez, de 43 años, quien ingresó al doctorado y entró a trabajar en la universidad tras abandonar más de una década en la industria. Su tesis abordó precisamente las sales solares, que son una mezcla de un 60 por ciento de nitrato de sodio y un 40 por ciento de nitrato de potasio. Pero él, como elemento novedoso, logró introducir nitrato de litio, logrando una mezcla ternaria (tres compuestos) para el almacenamiento térmico solar. En términos generales a esto se le denomina “sales fundidas”.
Precisamente el tema de las plantas de concentración solar, como alternativa a la industria de las plantas fotovoltaicas, es el que le quita el sueño a Henríquez. Precisa que la energía termosolar es una realidad concreta en otros países, no así en Chile. Sin embargo, él cree que su egreso del doctorado le permitirá potenciar esta industria termosolar como complemento a la fotovoltaica, con el objetivo de que el país tenga una nueva matriz energética.
Paralelamente, agrega, Chile debería pensar en una política de almacenamiento de la energía disponible para satisfacer la demanda futura. Y siempre con foco en sustentabilidad. “El desarrollo de energías renovables no convencionales no puede ser a costa de todo, sin considerar su efecto en el ecosistema y en las comunidades”, plantea el también encargado del Grupo de Almacenamiento Térmico del Centro de Desarrollo Energético (CDEA) de la Universidad de Antofagasta.
-¿Qué importancia tiene para el desarrollo de la energía solar en el país el que ahora seas el primer doctor en esta temática graduado en Chile?
-Bueno, no es solo eso. Yo tengo un perfil distinto tal vez, porque trabajé en la industria antes de hacer este doctorado. En total, fueron como 15 años. En mi última etapa en Soquimich, yo era jefe de planta y hacía los fines de semanas el magíster en la UA. Esa planta producía un material que se le llamaban las sales solares. Sucedió que, de un año para otro, este material se pasó a vender de 2.000 a 100.000 toneladas. Hice mi tesis de magíster sobre eso. Y a los dos años en la universidad me ofrecen trabajar con ellos. En la vida no todo es dinero, tenía cierta estabilidad económica, estaba bien posicionado, pero me vine a trabajar al Centro de Desarrollo Energético de la UA, y al año siguiente se abrió el doctorado.
-¿Y seguiste trabajando con las sales solares?
-Claro porque ya tenía contacto en la industria y era algo novedoso. Yo creo que no estamos en este mundo para pasar sin pena ni gloria. No nos podemos quedar solo en el discurso si queremos un cambio. Ni tampoco quería trabajar siempre para los dueños. En el tema energético había mitos respecto de que no podíamos abastecernos energéticamente. Constaté que había un 90 por ciento de la matriz en el norte que se abastecía a través de termoeléctricas, entonces me sentí con la responsabilidad de aportar un granito de arena. Y las sales solares fueron la puerta de entrada a este mundo.