Sara Granados, representante de la FAO: “La industria agroalimentaria debería tomar medidas al inicio de la cadena, y no en la última milla”
La asesora regional en sistemas alimentarios de la FAO será la primera expositora en el seminario virtual “Hacia una industria agroalimentaria circular 2021”, organizado por el Centro de Innovación y Economía Circular (CIEC) que comienza mañana. Responsable de la agenda para la prevención de pérdidas y desperdicios de alimentos en América Latina y El Caribe, Granados -colombiana, pero establecida en Chile- analiza los desafíos y oportunidades del sector para acelerar la transición hacia la economía circular, sobre todo en cuanto a transformación de excedentes de alimentos, a fin de lograr menor impacto ambiental, mayores beneficios socioeconómicos y mayor seguridad alimentaria.
Con una vasta experiencia en investigación y docencia en temas de territorio, paisaje colectivo y espacio público, la colombiana Sara Granados suma casi seis años como asesora regional en sistemas alimentarios de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés). En ese cargo ha tenido que abordar importantes desafíos como responsable de la agenda de prevención de pérdidas y desperdicios en la industria agroalimentaria en América Latina y el Caribe.
Por la relevancia de su cargo, Granados será una de las invitadas extranjeras que participará desde mañana 4 de agosto en el seminario “Hacia una industria agroalimentaria circular 2021”, organizado por el Centro Tecnológico de Economía Circular, la Universidad de Talca y otras entidades. De hecho, la representante de la FAO abrirá la serie de exposiciones el primer día del encuentro, a las 09.30 horas, con la charla “La economía circular y los desafíos agroalimentarios”.
Consciente de que la industria agroalimentaria está un poco rezagada en su tránsito hacia la economía circular con respecto a otras industrias, Granados analiza en esta entrevista cuáles son los principales retos del sector dentro del continente, y adelanta parte de su presentación, poniendo énfasis en que la economía circular implica una “transformación cultural” y que debiese ser aplicada desde el diseño en la industria, y no en la última etapa como sucede actualmente.
-¿Por qué es tan importante hablar de economía circular en la industria agroalimentaria? ¿Cuánto puede aportar este seminario en la confrontación de ideas en estos términos?
-Nosotros en la oficina regional estamos abordando como propuesta la recuperación con transformación de los sistemas alimentarios. La economía circular está en ese marco, como una oportunidad, porque ofrece un modelo económico que se puede instalar en el sector agroalimentario. Vemos oportunidades en diversos sectores: pesca, sector agroalimentario urbano, etcétera. Hay cierta colaboración entre actores, pero se necesita un mejor aprovechamiento de residuos y excedentes para reinsertarlos al sistema, y en esa reinserción ahorras en recursos, generas ingresos, creas empleos e involucras nuevas tecnologías. Esto va a tener un impacto social importante en el empleo, pero también vamos a contar con una alimentación saludable para todos y todas, y también alto impacto ambiental por la reducción de agua, energía y suelo. En nuestra exposición vamos a plantear que existen algunos desafíos en el sector agroalimentario.
-¿Cuáles serían los principales desafíos de la región en términos de economía circular en la industria alimentaria?
-Creemos que hay un desafío en términos de eficiencia. El sistema agroalimentario es un gran empleador, no se detuvo en el marco de la pandemia, logró subsistir, pero lo hizo con un enorme esfuerzo de todos los involucrados. Pero sin duda hay ciertos elementos: en la región se pierden 220 millones de toneladas de alimentos al año en distintos puntos de la cadena: pérdidas al inicio, personas que no pudieron sacar sus cosechas porque hubo una disrupción en la cadena de suministro; el 17 por ciento de los alimentos se pierden en la distribución y comercialización a nivel de los hogares. Además, el costo de la dieta saludable es altísimo en la región: 4,25 dólares al día. Mucha población en la región no tiene la posibilidad de invertir ese dinero para adecuarse a una dieta saludable. Por lo tanto, tenemos una población altamente presionada en términos de ingresos, por pérdidas de empleo, expuesta a problemas de seguridad alimentaria y a los eventos climáticos extremos que estamos experimentando. Hay un desafío en las enormes brechas en la región en términos de acceso a tecnología, a innovaciones, a digitalización. Esas brechas se pueden romper si se plantean esquemas como la economía circular, pero esta transformación implica un cambio cultural y eso es muy importante relevarlo. Podemos hacer muchas inversiones en tecnologías, pero el centro debe estar en la población más vulnerable y todos tenemos responsabilidad en la transformación del sistema.
“Las brechas se pueden romper si se plantean esquemas como la economía circular, pero esta transformación implica un cambio cultural y eso es muy importante relevarlo. Podemos hacer muchas inversiones en tecnologías, pero el centro debe estar en la población más vulnerable y todos tenemos responsabilidad en la transformación del sistema”.
-En tanto la economía circular es sistémica, ¿cómo analiza la sinergia entre academia, sociedad civil, sector privado y sector público en América Latina para avanzar hacia la economía circular en la industria agroalimentaria?
-Bueno, ya se están dando pasos interesantes. Existe una coalición de economía circular, en la cual están los gobiernos, la academia, organismos técnicos. Hay países con hoja de ruta de economía circular tratando de vincular a diferentes actores. Como FAO y ONY estamos llevando a cabo una cumbre de sistemas alimentarios que se viene desarrollando desde el inicio de año y culmina en septiembre. Se han hecho 300 diálogos nacionales e independientes de sistemas alimentarios. Es necesario avanzar, pero no lo puede hacer un solo sector. La transformación del modelo implica cubrir diferentes frentes y contribuye al cumplimiento de varios ODS. Sin embargo, nos hace falta tener más evidencia al respecto. Hay sectores que han avanzado más que el agroalimentario: el sector minero y la construcción tienen un poco más de avance, por lo tanto, este evento va a ser interesante para posicionar el tema, porque nos faltan más datos.
-¿Qué puede aprender la industria agroalimentaria de las buenas prácticas de las otras industrias que están transitando hacia la economía circular? ¿Se pueden extrapolar algunos ejemplos?
-Sin ser una conocedora de los avances en otros sectores, pero al revisar las hojas de ruta de economía circular de Chile, Perú y Colombia todas coinciden en las diferentes posibilidades de aprovechar los excedentes o residuos de un sector que son un valor para otro sector. En términos de energía y economía, esa es una lección súper clave para el sistema agroalimentario de poder introducir lo que se está haciendo con la gestión del plástico y convertirlo en otro producto o reinsertarlo al sistema. Tenemos que aprender a acercar estos conceptos a las zonas rurales. Nos interesa que la agricultura familiar, que es la gran proveedora de alimentos saludables, también pueda incorporar estas lecciones. Desde el campo se pueden desarrollar acciones de aprovechamiento de los excedentes y tratar de evitar de que esto llegue hasta la última milla. La construcción está tomando medidas desde el inicio en la cadena, aguas arriba, y la industria agroalimentaria debería hacer lo mismo. Hay mucha recuperación de residuos cuando no deberíamos llegar a ese nivel. Es algo que tenemos que integrar desde el inicio del sistema productivo.
-¿Qué subsectores de la industria en Chile diría que están dando saltos sustantivos hacia la economía circular?
-En términos de la elaboración de las hojas de ruta, Chile fue pionero en 2016 y 2017 en incorporar estos elementos para reducir la huella del sector agroalimentario. Ha habido avances interesantes en pesca extractiva, artesanal y acuicultura: aprovechamiento de las redes de captura, alianzas con empresas que hacen anteojos a partir de mallas rescatadas. Hay esfuerzos para recuperar en términos de alimentación a ciertos productos, como machas, ostiones, camarones, cuyas pieles y cabezas -que habitualmente se descartan, usar su valor nutricional y llevarlo a un uso potencial para la minería, la construcción y para la misma agricultura.
-Referido a lo que dice, ¿qué tan lejos estamos de llegar a un sistema así de simbiosis industrial, en que un residuo de una industria le sirve de materia prima a otra?
-Es importante avanzar porque en la industria agroalimentaria se maneja mucho material vivo, biológico, de mucha utilidad. Hay un excedente de fibras, bagazos, algunas aguas minerales que pueden ser usados en la construcción en términos de papel, recubrimientos. Yo sí creo en que el punto está en hacer estas alianzas inter e intra sectoriales. Pero hay que visibilizar el tema con evidencia y que no se nos quede en el titular, sino realmente que podamos unir esfuerzos con la academia para tener datos en términos de costo-eficiencia. Yo me he quedado pensando en qué es más costo-eficiente: si volcar los esfuerzos hacia la reducción o dedicar todo a la prevención. Nos falta investigación, pero empezarlo a plantear es la clave. Yo quiero ser muy enfática en la presentación y decir que después del covid no podemos volver al modelo que teníamos antes. La pandemia es una oportunidad para atrevernos a implementar ideas transformadoras.
“Es una lección súper clave para el sistema agroalimentario de poder introducir lo que se está haciendo con la gestión del plástico y convertirlo en otro producto o reinsertarlo al sistema. Tenemos que aprender a acercar estos conceptos a las zonas rurales. Nos interesa que la agricultura familiar, que es la gran proveedora de alimentos saludables, también pueda incorporar estas lecciones”.
-¿Por qué diría usted que hay subsectores dentro de la industria más reacios a los cambios, si la misma evidencia indica que adoptar medidas a favor de la circularidad es rentable? ¿Por qué no se convencen de los beneficios de la economía circular?
-Tiene que ver con lo que te decía anteriormente. Hay mucho temor en hacer inversiones en tecnología, en I+D, porque sienten que están posicionados en el mercado. He encontrado mucha de esa mentalidad en el retail; nos ha pasado que les hemos pedido que nos compartan data, información, puntos críticos de mermas, pensando en que eso será muy útil para tomar acciones y soluciones, y simplemente no están interesados. No tienen incorporados elementos de sostenibilidad dentro de su responsabilidad social empresarial. Al final de cuentas, se van a dar cuenta que se están quedando atrás y que tendrán que sumarse al cambio. Nos falta movilizar a más sectores, y eventos como estos seminarios sirven. Lentamente el tema ha comenzado a aparecer en la agenda pública y en los planes de negocios. Antes del covid, hicimos algunos estudios con pymes y ya tenían varios esquemas de circularidad en sus planes de negocios. No lo llamaban así, no sabían qué era, pero es importante comunicar el tema.
-¿Cree efectivamente que el covid va a acelerar el interés de las empresas por asumir más riesgos?
-Sin duda, porque ha sido mucho el impacto del empleo, abrir nuevas plazas. Yo creo que está la necesidad de generar empleo, y la solución estará dentro de las empresas: qué se puede transformar, qué se puede revalorizar. La pandemia acelerará el proceso hacia alternativas más eficientes, y esperamos que los gobiernos de turno instalen ciertas regulaciones y mecanismos de incentivos a las empresas, y que éstas estén abiertas a incorporar estrategias de economía circular.
-Ustedes en la FAO hacen la distinción entre “pérdida” y “desperdicio” de alimentos. ¿En qué consiste la diferencia?
-Sí, pérdida es todo lo que ocurre en la parte inicial de la cadena de suministro; dicha pérdida puede ser económica y también de valor nutricional. El desperdicio, en cambio, es desde el minorista hasta el consumidor final, y es muy difícil de recuperar ese excedente. Aquí generalmente está vinculado a acciones y decisiones al final de la cadena.
-Hay un elemento que usted mencionó que quizás se ve un poco difuso en aras de aplicar la economía circular: la seguridad alimentaria. ¿Cómo la economía circular en la industria agroalimentaria podría contribuir a la seguridad alimentaria de las personas?
-Uno de los grandes objetivos de la FAO es facilitar el acceso a dieta saludable de todos y todas. En ese acceso se puede tener mayor disponibilidad de alimentos saludables en el mercado y mayor acceso económico al tener una industria alimentaria más eficiente que aprovecha residuos, que evita desperdicios. Y en un efecto más indirecto, si aumentan los ingresos de esas personas, se generan empleos verdes y, por ende, mejor acceso económico a una alimentación más saludable. Sin embargo, quiero investigar aún más para saber el dato concreto de cuál es la incidencia de la economía circular en la reducción del costo de la alimentación saludable. Eso nos va a movilizar.