¿Qué significa aprender de Economía Circular? Tres personas vinculadas a empresas de La Araucanía cuentan su experiencia
La semana pasada concluyó un programa de formación organizado por Araucanía Circular 2025 que tenía como objetivo que los participantes lograran una apropiación del concepto de economía circular y sus posibilidades de aplicación. Más de 70 personas realizaron el curso, de 20 horas y en formato online, que contó con seis clases magistrales y trabajo en plataforma virtual. Tres alumnos comentan cómo fue este aprendizaje: una microempresaria, el dueño de una mediana empresa y la subgerenta de una gran empresa, coincidieron en que conocer este nuevo modelo de hacer negocios les permitió “abrir los ojos” y ver oportunidades donde antes era impensado.
La compleja e incierta situación mundial y nacional producida por la pandemia del Covid-19 ha provocado un replanteamiento de muchas actividades, incluyendo un fuerte impulso hacia la digitalización y hacia un cambio en los modelos de negocios para hacerlos más sostenibles. Esto generó un espacio propicio para buscar y crear nuevas oportunidades.
Así lo entendió el proyecto Araucanía Circular 2025 (AC2025) y organizó un programa de formación para adentrarse en la Economía Circular (EC), un concepto que se contrapone a la economía lineal imperante, que consiste en extraer, producir y desperdiciar. Se trataba de una invitación a los empresarios de la zona sur del país a repensar y transformar sus procesos, en momentos en que los mercados mundiales se vuelven cada vez más verdes y eso se ve reflejado en nuevas normas y leyes nacionales, para las cuales hay que prepararse.
“No se trata solamente de un tema ambiental, hacer economía circular es un buen negocio”, explicó Juanjo Gutiérrez, director del proyecto Araucanía Circular 2025, iniciativa ejecutada por Patagonia Lab, co-ejecutada por el CFT Teodoro Wickel Klüwen, en alianza con Kowork Chile y Fundación Avina; con el apoyo de Corfo.
Fue así como entre el 25 de agosto y el 9 de octubre, más de 70 personas fueron parte del “Camp de Economía Circular”, un programa de 20 horas, que incluyó seis clases magistrales (online), con cinco especialistas en el área, además de trabajo en una plataforma virtual y una evaluación final. Los participantes fueron, en su mayoría, dueños y ejecutivos de empresas pequeñas, medianas y grandes de la zona, así como representantes de otras organizaciones, todos ellos con la inquietud de saber en qué consiste este modelo de “circularidad” impulsado desde hace una década por la Fundación Ellen MacArthur y que se basa en tres principios: eliminar residuos y contaminación desde el diseño, mantener productos y materiales en uso, y regenerar los sistemas naturales.
El objetivo del curso era lograr que los participantes se apropiaran del concepto de Economía Circular y pudieran indagar, explorar y reconocer las oportunidades de circularidad y mejora en sus propios procesos, para responder a las necesidades de sus clientes y optimizar el funcionamiento de su negocio. Este objetivo fue ampliamente logrado, según se desprende de los comentarios de los alumnos. Para conocer más detalles, a continuación los testimonios de tres participantes del “Camp de Economía Circular”.
“Me abrieron los ojos. Ahora ando hablando con todos de circularidad y ando viendo su aplicación en todas las cosas, veo que todo se puede utilizar, que lo que uno llama desecho puede tener utilidad”
María Eugenia Palma: “El curso me sirvió para abrir la mente”
Hace aproximadamente un año y medio, María Eugenia Palma acudía a entrenar a un box de crossfit y se dio cuenta de que muchos de los atletas que iban allí buscaban alternativas de snack más sanos, entonces comenzó a producirlos. “Transformo la golosina tradicional y la fabrico en su versión saludable, sin azúcar añadida y sin harinas blancas; y para los deportistas llevan proteína extra”, explica la microempresaria de Temuco.
Le fue tan bien que incluso gestionó un lugar en el gimnasio para realizar sus ventas. Sin embargo, cuando comenzaron las cuarentenas a causa de la pandemia de Covid-19 no pudo continuar con el comercio presencial. “Al principio me asusté, me bloqueé, pero altiro me empezaron a pedir los dulces a domicilio así que me reinventé al delivery, voy una vez por semana a dejarlos a sus casas para que mis clientes no se expongan y disfruten de los chocolatitos”, cuenta la dueña de la microempresa “Amapola comida feliz”.
Para la distribución de sus productos María Eugenia ofrece un surtido que va dentro de una caja de cartón con una tapa plástica transparente. Cuenta que siempre se ha preocupado por aportar su granito de arena al cuidado del planeta, así que ese envase no la convencía porque no era compostable; sí era reciclable, pero ambas piezas por separado, lo que hacía difícil que las personas efectivamente lo reciclaran. Entonces, comenzó a buscar una opción más eco-amigable para embalar sus productos, comenzó a hacer consultas a diversas personas y entre ellas alguien le habló del “Camp de Economía Circular”. Hizo las consultas y, sin pensarlo dos veces, se inscribió.
“Yo me sentía muy en pañales en el tema de la sustentabilidad y en cuanto empecé el curso comencé a aprender mucho. Todos los profesores fueron muy buenos, muy claros en sus explicaciones, cada clase abordaba un punto distinto en profundidad, desde la primera diferenciación con el modelo de economía lineal hasta la forma de llevar a la práctica una estrategia de circularidad empresarial”.
“Me abrieron los ojos. Ahora ando hablando con todos de circularidad y ando viendo su aplicación en todas las cosas, veo que todo se puede utilizar, que lo que uno llama desecho puede tener utilidad”.
“Yo sentía que cuando cada profesor hablaba se iba abriendo una parte de mi cerebro e iban saliendo nuevas ideas. Uno de ellos, que hizo dos clases, dijo algo que me impresionó mucho: Si piensas que eres circular es porque no entendiste nada, porque hay tantas opciones, todo puede ser circular, que siempre hay más que hacer, siempre se puede hacer más”.
Este cambio en su mirada le ha permitido a María Eugenia proyectar otro negocio, que fue analizando mientras realizaba el programa de formación. “Tengo un campito y manejo una compostera para los residuos de mi casa. Ahora quiero, a partir de ahí, dar esta solución a las personas que por diversas razones no pueden tener compostera, entregando un servicio de retiro semanal de los residuos en un recipiente especial. Con ese material yo puedo producir tierra de muy buena calidad tanto para tener una huerta como para vender a otros. Creo que puede ser un buen negocio, con un enfoque sustentable que me permite aportar un poco más allá”.
La microempresaria temuquense tiene dos hijos, de 5 y 8 años, que han aprendido a cultivar plantas, a diferenciar los materiales para su reciclaje, saben sobre compostaje y cuando van a la playa andan recogiendo los papeles. “Tienen su mentecita más abierta a esto y queremos que puedan disfrutar de la naturaleza como nosotros la conocimos. Queremos dejarles un mundo mejor”.
“Aprendí muchas cosas, pero lo más potente, lo más ¡guau! para mi es el objetivo de cero desperdicios. Primero parece imposible, pero luego entendí que hay que partir de esa base. Quiero llegar a eso”
Carlos García: “Me di cuenta que es mucho más que reciclaje”
Su empresa se llama Capi Gourmet y a él lo conocen como Capi. Esta palabra es una manera simplificada de Carlos Pipe, como le decía una tía, y que eligió como su marca Carlos Felipe García Briseño, profesional de la hotelería que hace unos cuatro años decidió empezar a vender lo que antes compraba. Fue así como creó su comercializadora de artículos, equipamiento y uniformes para restaurantes y hoteles, donde destaca una línea de productos compostables, biodegradables, reciclables y reutilizables.
Su rubro ha sido de los más afectados a causa de las restricciones adoptadas para evitar los contagios del virus que causa el Covid-19. “Me duele ver lo que están sufriendo los restoranes. Todos mis clientes cerraron, yo me fui a cero completamente y empecé a reinventarme pensando en preparar todo para cuando el rubro vuelva a funcionar; así que empecé a comercializar productos covid (sanitizadores, escudos faciales, mascarillas, pediluvios, etc.), lo que me ayudó a venderle a otras empresas y con lo que me he mantenido”.
Si bien se ha tenido que diversificar, la pasión de Capi es la hotelería y es ahí donde quiere seguir creciendo, y de forma cada vez más “verde”.
Cuenta que fue en 2006 cuando entendió que había que hacerse cargo de la basura que genera su rubro, especialmente en los lugares más apartados. En esa época administraba un complejo hotelero en Huilo Huilo, localidad conectada en esos años por un camino de tierra con la ciudad más cercana, Panguipulli, a una hora y media, lo que complicaba las compras y el retiro de basura. “Desde entonces me quedó la bala pasada, dije por acá tiene que ir la mano. Uno de los problemas, por ejemplo, es el aceite que se usa para freír, que quién lo retira, cuando se lo llevan, que a veces no iban a buscarlo…”, explica a modo de ejemplo.
Carlos comenta que siempre busca cursos y capacitaciones y así encontró a Kowork Araucanía, empezó a participar en sus actividades, hasta que un día lo invitaron al “Camp de Economía Circular”.
“No había oído hablar de Economía Circular, y cuando lo vi pensé que se trataba de reciclaje, pero ahora me di cuenta que es muchísimo más”.
“Aprendí muchas cosas, pero lo más potente, lo más ¡guau! para mi es el objetivo de cero desperdicios. Primero parece imposible, pero luego entendí que hay que partir de esa base. Quiero llegar a eso”.
“Todo lo que aprendí fue revolucionario, y todo tiene lógica: que todo viene desde el diseño y vamos a bajar costos. Yo he administrado muchos establecimientos y sé que lo que más importa son los costos, entonces hay que entender que esos costos se pueden bajar con una economía circular, hay que modificar esa visión antigua de desechar todo, hay que cambiarla para ver riqueza en la basura”.
“Eso es lo bueno del curso, que te abre los ojos. Antes yo lo único que tenía claro era que tenía que vender cosas que fueran ecológicas, pero en el Camp empecé a ver nuevas opciones, yo veo que en los problemas hay oportunidades”.
“Creo que este modelo de economía va a pegar muy fuerte. Yo he visto una evolución en los clientes y en los productos. Cuando creé la línea más ecológica, hace tres años, tenía que hacer un gran esfuerzo por convencer a los clientes, no entendían porque todo lo veían como un costo extra, me decían por qué tengo que pagar 50 pesos más por ese producto. También había personas interesadas y dispuestas a comprar, por eso me pareció bueno para negocio, pero era difícil. En este rubro se atiende a muchos turistas extranjeros, que prefieren verde, y eso a mis clientes les importa, porque significa dólares, así que usé ese argumento. Ahora hay más normas y el último año he visto un cambio de conciencia. Paralelamente, los productos se han ido perfeccionando y bajando de precio”.
“Hay que entender que cuando uno invierte en algo así no solamente baja los costos, sino que van a venir muchas otras cosas buenas, muy buenas. Incluso, puedes empezar a ganar más por otro lado”.
El empresario de Temuco cuenta que cuando comenzó el programa de formación en Economía Circular no sabía cómo aplicar el modelo en su empresa, porque pensaba que quien tenía que preocuparse era el que fabricaba o el que importaba los productos. Incluso, pensó montar otra empresa para aplicar los conceptos que estaba aprendiendo.
“Pero a medida que avanzaba empecé a ver muchas posibilidades. Al principio fueron ideas solo en mi cabeza y ahora ya tengo tres proyectos andando, en proceso de análisis y con ayuda de la gente del curso (AC2025). Las tres ideas consisten en aprovechar sobre lo que vendo, para que pueda tener un retorno y generar nuevas líneas de negocios”, cuenta Capi. En algunos casos se trata de una inversión más alta, pero Carlos sabe que existen alternativas de financiamiento y está dispuesto a buscarlas.
Todos sus proyectos son innovadores y parten desde el diseño con un modelo de circularidad. Piensa fabricar productos que apuntan a satisfacer necesidades del mercado, con un valor agregado, a partir de “residuos” o “desechos” de su rubro, como la ropa de cocina usada, los cuchillos gastados, el aceite de fritura e incluso las cenizas.
“El curso te enseña que donde hay un residuo hay una solución”, resume Capi.
“Cuando el motor de cambio no viene desde fuera hay que plantear la motivación desde dentro, de forma sostenible también para las finanzas. A mí me gusta mucho que no sea solamente un movimiento verde; entendí que siendo verde también es un buen negocio”.
Claudia Acosta: “Quiero ayudar a despertar una mayor conciencia de circularidad”
Claudia Acosta es ingeniera agrónoma, con una amplia trayectoria en cargos de gerencia y actualmente trabaja en una de las empresas más grandes de la región de La Araucanía: Agrotop. Para hacerse una idea del tamaño de la compañía, uno de sus rubros es el procesamiento y exportación de avena, cuyo volumen representa cerca del 40% de las exportaciones totales de este cereal desde Chile.
Como se trata de una empresa agrícola, ha seguido funcionando a pesar de la pandemia, pero con todas las medidas de precaución. Es así como Claudia ha estado trabajando desde su casa en Temuco los últimos seis meses, sin tener que trasladarse a las oficinas de Agrotop en Padre las Casas ni a la planta, ubicada en Freire.
Debido a su cargo en la empresa, Claudia trabaja en varios proyectos con Corfo Temuco y fue allí donde le hablaron de la Economía Circular, le dijeron que este modelo era el futuro en la forma de hacer negocios y, en vista de su interés, le comentaron sobre el Camp organizado por AC2025.
“Como soy subgerente de Investigación, Desarrollo e Innovación, siempre ando con las antenitas atentas para ver hacia dónde nos tenemos que mover, así que me interesó mucho el tema, aunque no conocía el concepto”.
“Me gusta la idea, la filosofía, de tratar de visualizar los proyectos desde su inicio como Economía Circular. En la empresa movemos mucha materia prima y nos ha pasado que diseñamos los procesos y después decimos qué hacemos con todo esto que nos sobra, cuando ya estamos en marcha, como que los residuos se transforman en un problema. Hemos reducido harto los desechos, por temas económicos y medioambientales, pero aún hay mucho que hacer. En el caso del rap, por ejemplo, tenemos que pagar mensualmente para que retiren los desechos y a lo mejor a alguien se le ocurre hacer algo con eso, armamos una empresa juntos y nos evitamos -al menos- el costo del retiro”.
Asimismo, la agrónoma reflexiona en relación al origen de las motivaciones que impulsan un cambio en la forma de gestionar un negocio. “Como nosotros exportamos el 99% de la producción de avena, nos ha pasado que las metas que nos hemos puesto de sustentabilidad han sido impuestas por los clientes. Exportamos a Asia; a Japón, a China, que son países súper exigentes, entonces tenemos toda la trazabilidad con los agricultores proveedores, el tema de los desechos es súper importante para ellos, el comercio justo, el pagar a tiempo, y una serie de detalles con los cuales hay que demostrar que uno está trabajando en buena lid. Y eso tiene que ir acompañado de los números, porque de eso se trata el negocio”.
“Pero cuando el motor de cambio no viene desde fuera hay que plantear la motivación desde dentro, de forma sostenible también para las finanzas. A mí me gusta mucho que no sea solamente un movimiento verde; entendí que siendo verde también es un buen negocio”.
“Si bien esto se trata de disminuir los residuos, de reciclar la mayor cantidad de cosas posibles, va de la mano con temas sociales y con la economía, es decir, si quieres hacer Economía Circular no puedes salir con números rojos, por eso lo ideal es considerarlo en el diseño principal del negocio, porque eso te permite calcular los costos desde un principio”.
La ejecutiva de Agrotop comenta que con el curso surgieron varias ideas para iniciativas que eventualmente podría implementar con su marido, pero en el corto plazo tiene planes para llevar el concepto de Economía Circular hasta Agrotop. “Tengo muchas ganas de ayudar a implementar, a despertar, una mayor conciencia de circularidad a todo nivel en la empresa, para que busquemos dónde podemos aplicar este modelo en las cosas que hacemos. Somos más de 220 trabajadores y no me cabe duda que a muchos se les van a ocurrir cosas geniales”.
“Tengo ese bichito para implementar post-pandemia (…) No voy a llegar con la panacea, porque en la empresa ya está la idea, la filosofía, pero no el concepto completo de Economía Circular, así que creo que es bueno explicarlo para tenerlo acuñado y que esté internalizado en cada etapa de los distintos procesos”.
“Creo que una de las cosas importantes es trabajar en conjunto en la búsqueda de soluciones y eso ha sido un cambio personal, en mi mentalidad. Desde mi subgerencia siempre trababa de generar la investigación interna, sacar las cosas entre nosotros y ahora me doy cuenta que no, que hay un montón de gente que sabe mucho más de estos temas o de problemas específicos y que también pueden aprovechar esta instancia de trabajo conjunto”.
En esa línea, Claudia cree que para que el modelo de Economía Circular funcione bien y sea más fácil aplicarlo, se deben reforzar las redes de contactos y de cooperación tanto a nivel regional como nacional. “Ahí existe un desafío importante”, concluye.