Lo Valledor traza la ruta en economía circular aplicada a la revalorización de alimentos en los mercados mayoristas
El gran centro de abastecimiento de la zona sur de Santiago actualmente recupera el 35 por ciento de los alimentos que antes eran desperdiciados por no tener condición comercial, y al año 2030 pretende ser residuo cero. Hoy cuenta con un Departamento de Medio Ambiente y un Banco de Alimentos propio que conecta la disponibilidad de alimentos con 67 fundaciones y organizaciones sociales que los requieren, máxime hoy en tiempos de pandemia.


“Si a una manzana le salía una pintita, ya no era comercial y se iba a la basura”. Richard Prenzel, gerente de operaciones del Mercado Lo Valledor, habla de tiempos pretéritos en el centro de abastecimiento de la zona sur de Santiago. Hace seis años, en efecto, en el Mercado Lo Valledor el 100 por ciento de los alimentos que sobraban se iban a disposición final a la basura, por más mínimo que fuera el detalle que afectaba a una fruta o una verdura.
En 2015, sin embargo, ese mercado mayorista dio un giro determinante hacia la sustentabilidad con la creación del Departamento de Medio Ambiente. Con ello, contribuye, de alguna manera, a mitigar la estratosférica cifra de alimentos que se desperdician en el mundo. Según la FAO, 1.300 toneladas anuales de alimentos se pierden anualmente y eso acarrea un dilema ético, por cuanto se calcula que 795 millones de personas padecen hambre en el mundo. Casi con seguridad, esa sensación se ha multiplicado por el globo a causa de la pandemia por coronavirus.
“Tras constituir el Departamento de Medio Ambiente lo primero que analizamos fue cómo disminuir la cantidad de residuos que se iban a disposición final a la basura y con ello tener un menor impacto medioambiental. A raíz de eso, se nos ocurrieron una serie de ideas, partiendo por ordenar la distribución y tender a disminuir a cero la pérdida de alimentos que tuviesen condiciones alimentarias, pero que habían perdido su condición comercial”, agrega Richard Prenzel.
En el Mercado los ejecutivos siempre veían a personas hurgando en la basura para encontrar alimentos. Puesto que eso se hacía de manera informal, una de las primeras líneas trazadas por el naciente Departamento de Medio Ambiente fue crear un programa de recuperación alimentaria, el mismo año 2015. Reunieron unas 30 toneladas de alimentos en una bodega al interior del mercado y empezó a cobrar forma. Paralelamente, también veían a crianceros de la precordillera metropolitana que iban a Lo Valledor a sacar hojas y subirlas arriba de camionetas para alimentar ovejas, cabras y cerdos que cuidaban en sus predios. De esas dos situaciones brotaron nuevas ideas que robustecieron la política ambiental y a favor de la economía circular en el rubro alimentario.
De juntar 30 toneladas el 2015 se pasó a la idea de crear la Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor, cuyo objetivo es ser un puente que conecta la disponibilidad de alimentos con organizaciones y fundaciones que los requieren, algo muy importante en virtud de la inminente aprobación de la ley contra el desperdicio de comida. Actualmente el Banco de Alimentos cubre la necesidad de alimentación de 67 organizaciones sociales que las distribuyen en sus grupos de poblaciones vulnerables. Según datos de Prenzel, en 2019 lograron entregar 5.800.000 raciones de comida gratuitamente.
“Hoy el Banco de Alimentos de Lo Valledor tiene personalidad jurídica propia, tiene directorio propio, un director ejecutivo propio y funciona de forma independiente al Departamento de Medio Ambiente. Entre las organizaciones beneficiadas se cuentan hogares de ancianos, comunidades que albergan a personas en situación de calle, fundaciones que rehabilitan a personas con trastornos de drogadicción, familias de campamentos y niños y niñas en riesgo social”, complementa el gerente de operaciones de Lo Valledor.

“Hoy el Banco de Alimentos de Lo Valledor tiene personalidad jurídica propia, tiene directorio propio, un director ejecutivo propio. Entre las organizaciones beneficiadas se cuentan hogares de ancianos, comunidades que albergan a personas en situación de calle, fundaciones que rehabilitan a personas con trastornos de drogadicción, familias de campamentos y niños y niñas en riesgo social”.
Ollas comunes y el proyecto de las sopas con CeTA
Si en 2016 la Fundación Banco de Alimentos logró recuperar 163,41 toneladas de alimentos, en 2019 esa cifra se elevó explosivamente a 877,12 toneladas anuales. En 2020, marcado por la crisis sanitaria por el COVID-19, el número bajó a 574,6 toneladas. Así y todo, lograron beneficiar a 23.683 personas y entregaron 3.827.153 raciones de comida.
En 2021, en tanto, el trabajo sigue intacto y además se ha fortalecido el apoyo a las ollas comunes que se diseminaron por el país a la luz de la falta de apoyo económico del Gobierno por la pandemia. Dice Prenzel que para las 67 fundaciones que apoyan, “el único sustento que tienen es la comida que les llega desde la Fundación Banco de Alimentos. Lo mismo pasa con las ollas comunes. Como mercado las apoyamos, sobre todo acá en Pedro Aguirre Cerda, que es una comuna popular. La cuestión es terrible: las ollas comunes están repletas de personas”.
Lo que ha hecho Lo Valledor, siente Prenzel, es pionero dentro de los 26 mercados mayoristas que hay en el país. Según cuenta el gerente de operaciones, Lo Valledor ha asesorado a otros mercados que quieran formar un banco de alimentos. Solo la Vega Monumental de Concepción, asociada a la Red de Alimentos -el primer banco de alimentos que hubo en el país-, cuenta con una obra similar a la de Lo Valledor. En el resto aún hay mucho por construir, es menos formalizado, como la Vega Central de Santiago que tiene algunas políticas para evitar la pérdida de alimentos, pero sin contar aún con un Departamento de Medio Ambiente. En estos casos, añade Prenzel, “no somos competencia, somos unión para que más gente pueda estar mejor alimentada”.
Del mismo modo, el Banco de Alimentos de Lo Valledor sigue innovando en cuanto a nuevos productos para ofrecer a sus beneficiarios. Últimamente participan de un proyecto en curso junto con el Centro Tecnológico para la Innovación Alimentaria (CeTA) y la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO). A partir de los excedentes de frutas y verduras entregados por Lo Valledor, estas dos entidades elaborarán dos prototipos de alimentos: una sopa de verduras y una compota de frutas, que también favorecerán a los beneficiarios de la propia Fundación Banco de Alimentos.
“Con este proyecto no solo estamos dando una solución real a las toneladas de residuos orgánicos que van a parar a un vertedero, muchos de los cuales están en perfecto estado, sino que también estamos generando una alternativa al acceso de alimentos con un alto aporte nutricional. De nada sirve que invirtamos en nuevas tecnologías si estas no son utilizadas para generar un cambio positivo en Chile”, comenta Jean Paul Veas, director ejecutivo de CeTA.
Mientras, Ximena Rodríguez, directora del proyecto y de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UBO, asegura que esta iniciativa permitirá atender “las carencias nutricionales que hoy existen en la población beneficiada por la Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor, por lo que se priorizarán nutrientes como vitamina A, C y fibra dietética. Estos nutrientes tienen efectos antioxidantes, así como un mejor control metabólico de la glicemia y colesterol en la sangre”.
Richard Prenzel complementa: “Es un símil de lo que pasa en Brasil. Allá los mercados mayoristas tienen un programa que se llama La Sopita, donde con los desperdicios de comida hacen concentrados de sopa y los despachan a todo el país. Aquí ya no hablamos solo de un tomate o manzana que no tiene condición comercial, sino de los tallos de la betarraga y la coliflor, que tienen tremendas propiedades nutricionales”.
“Con este proyecto no solo estamos dando una solución real a las toneladas de residuos orgánicos que van a parar a un vertedero, muchos de los cuales están en perfecto estado, sino que también estamos generando una alternativa al acceso de alimentos con un alto aporte nutricional”.

Residuo cero al año 2030
La política en economía circular de Lo Valledor no se agota en el encomiable trabajo de su Fundación Banco de Alimentos. El ya referido Departamento de Medio Ambiente lidera en forma paralela otras iniciativas. Una de esas líneas de trabajo, también citada con antelación, atañe a la cooperación con crianceros de la precordillera santiaguina. El programa se llama Materia Orgánica para Alimento Animal, y gracias a él se entrega de forma gratuita un equivalente a 10 mil fardos mensuales a estos trabajadores rurales, es decir, unas 400 toneladas. Existen acuerdos con tres municipalidades para distribuir más fluidamente estos aportes.
De igual manera, el Programa de Residuos Orgánicos a Compostaje comprende una alianza entre Lo Valledor, a través de su Departamento de Medio Ambiente, y la empresa Megaambiente, alojada en la localidad de Til-Til, y que es la mayor productora de compost en Chile. “Con ellos hicimos un esquema de economía circular en que se llevan todo lo que no es alimentario para seres humanos y lo hacen compost. El 10 por ciento de ese compost lo retornan a Lo Valledor para nuestras áreas verdes”, explica Richard Prenzel.
Con todo ese paquete de acciones, concluye Prenzel, Lo Valledor ha pasado de arrojar todo a relleno sanitario o vertedero a actualmente recuperar un 35 por ciento de sus residuos. Y la meta es seguir creciendo hasta límites insospechados: “Nuestro proyecto es a 2025 recuperar el 50 por ciento de nuestros residuos y en diez años más, ojalá, a ser cero residuos”, proyecta.