“Entre 50 y 80 años más nos podemos quedar sin mirar el cielo”: astronomía chilena en máxima alerta por proyecto Starlink
La empresa SpaceX, a través de su proyecto Starlink, prevé lanzar al espacio 42 mil satélites al 2040, que buscan proveer internet a bajo costo en el mundo. Sin embargo, con apenas 120 satélites enviados hasta ahora, ya está afectando la actividad astronómica en Chile, al reflejar la luz del sol y cruzarse en medio de las observaciones. Los telescopios de Tololo y el futuro LSST serían los más amenazados por su amplio campo de visión. Los astrónomos chilenos Guillermo Blanc y Eduardo Ibar -de la Fundación Cielos de Chile y la Sociedad Astronómica de Chile, respectivamente- están preocupados por el futuro de la astronomía en el país.
“Estoy en shock”, escribió la astrónoma chilena del observatorio Cerro Tololo, Clarae Martínez-Vásquez, cuando vio pasar un tren de satélites de Starlink, un proyecto que tiene por objetivo proveer internet a nivel global y a bajo costo. La científica, sin embargo, mostró su inquietud y alertó sobre la situación a través de una publicación en su cuenta de Twitter.
Martínez sostuvo que su trabajo se vio muy afectado por el paso de 19 satélites de Starlink, obra de la empresa SpaceX, cuyo dueño es el multimillonario empresario Elon Musk. “El tren de los satélites Starlink duró más de cinco minutos. Esto es más bien deprimente. No es genial”, agregó la astrónoma de Cerro Tololo.
El mensaje halló eco inmediato en la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía (AURA), entidad representativa de universidades de Estados Unidos que administra Cerro Tololo. A través de una declaración pública, AURA sostuvo que “el lanzamiento de numerosos satélites en el sistema Starlink (y otros similares) puede afectar la calidad de las observaciones disponibles desde las instalaciones astronómicas terrestres”.
AURA, además, es la institución encargada de la construcción del Gran Telescopio para Rastreos Sinópticos (LSST, en inglés), que estará ubicado en Cerro Pachón de la ciudad de Vicuña. Ese telescopio, en particular, se vería muy afectado cuando Starlink aumente considerablemente el número de satélites en el espacio. Entre las razones que enumera AURA figura que “casi todas las exposiciones dentro de las dos horas posteriores al atardecer o al amanecer tendrían una raya por los satélites”, lo cual, por cierto, ensucia la observación del cielo.
La preocupación de los astrónomos chilenos
El 23 de mayo pasado, Starlink lanzó los primeros 60 minisatélites al espacio. El 11 de noviembre fueron enviados 60 más. Pero la cifra aumentará exponencialmente: a fines de 2020, Starlink prevé contar con 1.500 satélites, y en 2040 crecerá hasta llegar a 42.000. Esto, sumado a que existen otros proyectos como OneWeb, Globalstar, Amazon’s Project Kuiper y Facebook Athena que también enviarán cientos de miles de satélites al espacio.
La Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) también se declaró en alerta ante la cantidad de satélites que orbitarán el planeta en los próximos años. “La IAU está preocupada por estas constelaciones de satélites. La organización, en general, adopta el principio de un cielo oscuro y silencioso no solo esencial para avanzar en la comprensión del universo del que somos parte, sino un recurso para toda la humanidad y la protección de la vida nocturna. Todavía no entendemos el impacto de miles de estos satélites visibles dispersos por el cielo nocturno, y a pesar de sus buenas intenciones, estas constelaciones de satélites pueden amenazar a ambos”, cita el anuncio 19.035 de la organización, publicado el 3 de junio pasado en su página web.
El impacto de Starlink tiene múltiples aristas y sobre todo afecta a la astronomía chilena, en tanto ventana de observación del espacio para el mundo entero. Los astrónomos nacionales se encuentran estudiando los impactos que provocan los satélites, y el principal pasa por que éstos reflejan la luz del sol e inhiben el trabajo de los científicos.
“En Chile hay un grado de preocupación bastante alto. Los satélites reflejan la luz del sol, y se ven muy brillantes desde el cielo. Además tienen órbitas relativamente bajas. Antes del anochecer y antes del anochecer, se pueden ver muy brillantes. A veces los satélites pasan una vez a las 1.500, pero es capaz de arruinar una imagen astronómica. Si nos ponemos en el escenario de que habrá pronto 12.000 objetos orbitando la Tierra, el problema es grave. Uno podría pensar que de aquí a 10 años más, habrá 50 mil satélites más dando vuelta y cada día es más barato. Un proyecto científico y académico en un colegio puede poner un satélite hoy en día. El costo te puede salir igual que un auto muy caro nomás”, explica a País Circular Guillermo Blanc, astrónomo del observatorio Las Campanas y presidente de la Fundación Cielos de Chile.
“Los satélites reflejan la luz del sol, y se ven muy brillantes desde el cielo. Además tienen órbitas relativamente bajas. Antes del anochecer y antes del anochecer, se pueden ver muy brillantes. A veces los satélites pasan una vez a las 1.500, pero es capaz de arruinar una imagen astronómica”.
Similar discurso dirige a este medio Eduardo Ibar, astrónomo del Instituto de Física y Astronomía de la Universidad de Valparaíso y director ejecutivo de la Sociedad Chilena de Astronomía (SOCHIAS). Según el experto, el proyecto Starlink dañará “la astronomía futura de aquí a varios más. Llevan apenas un 1% de sus satélites y lo han hecho en dos lanzamientos. Las órbitas iniciales de estos satélites son muy bajas en un comienzo, y les toma dos semanas llegar a una órbita de 400 kilómetros. En el comienzo están relativamente cerca, son visibles en el cielo y hasta a simple vista. Las imágenes de Tololo son muy preocupantes, pensando que es apenas el 1 % y solo una empresa de las que pretenden lanzar más satélites”.
Todas las imágenes astronómicas, especifica Guillermo Blanc, son de largos tiempos de exposición, por lo que el paso del satélite se puede ver como una estela y perjudica la observación. El astrónomo de Las Campanas, para colmo de males, lanza una reflexión aún más desoladora: “Será un problema grave de aquí a 10 o 20 años más, pero puede ser que entre 50 y 80 años más nos podemos quedar sin mirar el cielo”.
Eduardo Ibar, director ejecutivo de SOCHIAS, tiene similar postura. El astrónomo asegura que el proyecto Starlink “marca un antes y un después en la contaminación lumínica” y aventura decir que “podríamos perder la maravilla de mirar el cielo en la noche debido a los satélites. El incremento será bastante crítico”.
Los principales telescopios afectados, complementa Ibar, son aquellos llamados de “campo amplio”, es decir, que capturan grandes superficies del espacio. Los que cumplen con esta funcionalidad son precisamente los telescopios ubicados en Cerro Tololo y el LSST, cuyo funcionamiento está programado para 2022.
“Los más afectados serán los telescopios de campo amplio de visión, los que hacen investigación astronómica, por ejemplo, focalizada en descubrir supernovas o ver efectos raros que pasen en el cielo. Una de esas imágenes que monitorea el cielo constantemente puede observar que una estrella cambió de flujo, y anuncia a los otros telescopios que apunten para allá, hacia ese lugar específico”, dice Ibar, quien añade que esa imagen puede inducir a engaño con la profusión de los satélites, ya que “ese cambio de flujo en realidad fue porque pasó un satélite”.
Tololo, añade Ibar, tiene cámaras que pueden captar en una sola imagen una gran parte del cielo. En el caso del LSST, “el detector permite sacar una imagen muy grande del cielo. Entonces, mientras más grande sea tu campo de visión, más fácil ser contaminado por cosas que están pasando. Por ejemplo, el Telescopio Extremadamente Grande (ELT, proyectado para 2024 en Cerro Armazones, Región de Antofagasta) cubre un área enana que difícilmente va a ser afectada por satélites, pero si quieres mirar grandes áreas del cielo, sí te afectan”.
“Los más afectados serán los telescopios de campo amplio de visión, los que hacen investigación astronómica, por ejemplo, focalizada en descubrir supernovas o ver efectos raros que pasen en el cielo. Una de esas imágenes que monitorea el cielo constantemente puede observar que una estrella cambió de flujo, y anuncia a los otros telescopios que apunten para allá, hacia ese lugar específico”.
El comunicado de AURA, asimismo, ahondó en las implicancias que tendría para el LSST el aumento de los satélites de Starlink y los otros proyectos. “Debido a la luz reflejada en la óptica por los satélites brillantes, a veces la utilidad científica de una exposición completa se puede perder. La detección de asteroides cercanos a la Tierra, normalmente inspeccionados durante al crepúsculo, se vería particularmente afectada”, detalla AURA.
Del mismo modo, “los estudios de energía oscura también son sensibles a los satélites debido a las rayas causadas en las imágenes. Evitar la saturación de estas rayas es vital”. Por último, dice el comunicado, “para la constelación completa de Starlink, en cualquier momento durante la noche, serán visibles más de 200 satélites en órbita baja (LEO, por sus siglas en inglés). Esto aumentará a mediados de la década de 2020 con constelaciones adicionales planificadas de satélites LEO”.
Hay un conflicto adicional, en el que coinciden Blanc e Ibar, representantes de dos instituciones que velan por el desarrollo de la astronomía en Chile. “Los satélites de comunicación emiten en frecuencias de ondas de radio y algunas son las mismas que usan los radiotelescopios para estudiar el universo”, comenta el presidente de la Fundación Cielos de Chile, mientras que Eduardo Ibar explica que “ciertas frecuencias de comunicación son similares a las que nos permiten entender propiedades de galaxias distantes y objetos. Es preocupante, además, tener ruido espacial”.
Apuntan a la regulación del espacio
En tanto capital de la astronomía mundial, Chile se ve amenazado por la contaminación lumínica de Starlink. Los astrónomos chilenos ya comenzaron a planificar posibles soluciones para minimizar el problema. Guillermo Blanc, por ejemplo, clama por una mayor coordinación entre las empresas de satélites y las instituciones astronómicas. El problema, dice él, es que “el espacio está muy mal regulado a nivel internacional”, y la solución está supeditada a la buena voluntad de empresas como SpaceX, del magnate Elon Musk. “Por lo menos en el caso de la Antártica o el mar, hay agencias que regulan su uso, pero no existen normativas eficientes que controlen el uso del espacio”, agrega.
“La tecnología avanza a un nivel tan alto, y los costos bajan tanto, que es muy difícil predecir cómo evolucionará esto. Con 40 mil satélites en el espacio, nosotros podríamos agendar nuestras observaciones astronómicas para evitarlos. Debería haber un buen sistema de comunicación en que se nos informen públicamente las órbitas de los satélites, a qué hora pasan. Pero las proyecciones son muy inciertas. Lo más probable es que esto siga aumentando”, lamenta Blanc.
“La tecnología avanza a un nivel tan alto, y los costos bajan tanto, que es muy difícil predecir cómo evolucionará esto. Con 40 mil satélites en el espacio, nosotros podríamos agendar nuestras observaciones astronómicas para evitarlos. Debería haber un buen sistema de comunicación en que se nos informen públicamente las órbitas de los satélites, a qué hora pasan”.
Es una opinión compartida por su colega Eduardo Ibar. El académico de la Universidad de Valparaíso también cree que la “astronomía y el desarrollo espacial tienen que trabajar en conjunto para filtrar la información de verdad”. Conocer las órbitas de los satélites, añade Ibar, evitaría “malgastar el tiempo astronómico”.
Ibar también aboga por una mejor regulación del espacio. Explica que hay una institución en Estados Unidos que coordina los esfuerzos de los proyectos de ese país, pero podría suceder que Rusia o China quieran enviar 100.000 satélites más y no tengan esa regulación. Tampoco existe regulación respecto del brillo que deberían tener los satélites. Blanc cuenta que, dentro de todo, SpaceX conformó un equipo técnico que está analizando pintar de negro los satélites para no reflejar la luz o emitir las comunicaciones en frecuencias diferentes a las de las observaciones astronómicas.
En esa línea, SOCHIAS, entidad a la que pertenece Ibar, también aglutinó a astrónomos y astrónomas enfocadas netamente a tratar el tema de los satélites. Algunos analizan la contaminación lumínica, otros las ondas de radio, pero como asociación aún no emiten un comunicado oficial respecto de este problema.
Así y todo, Guillermo Blanc plantea que los peligros del proyecto Starlink son menos severos que los que se originan con la contaminación lumínica de pantallas gigantes LED y luminarias en las carreteras y recintos deportivos de ciudades aledañas a los observatorios.
“Es importante decir que lo de Starlink es una amenaza menos real que las amenazas que tenemos en tierra. En el norte de Chile la contaminación lumínica ha aumentado de manera inédita en la historia, por el crecimiento de las ciudades, de la minería y de la sobreiluminación en recintos deportivos, calles, carreteras, y la instalación de pantallas LED en tonos blancos fríos. Hay consenso es que ese es el principal riesgo que presenta la actividad astronómica en Chile”, sostiene Guillermo Blanc.
Al converger ambas fuentes de contaminación, tanto la que proviene de los satélites como de la tierra misma, Blanc dice que el futuro de Chile como referente astronómico está en entredicho. “En Chile está instalada la mitad de la infraestructura de telescopios del mundo. Si perdemos la posibilidad de observar el cielo, tendrá mucho impacto para la sociedad chilena. Es una ciencia que ha potenciado el desarrollo científico, y tiene un impacto muy positivo a nivel social, al generar polos de desarrollo de capital humano. Trabajan miles de personas. En astronomía Chile es un actor relevante y compite con países desarrollados. Por eso es tan preocupante”, cierra el astrónomo del observatorio Las Campanas.