¿Bioplásticos? ¿biodegradable, compostable? La materialidad que entra en juego en la ley que busca prohibir utensilios plásticos de un solo uso en el país
Hoy no representan más del 0,5% de la producción global de plásticos, pero se espera que el uso y producción de los bioplásticos se incremente en los próximos años de la mano de nuevas exigencias de mercado y de las regulaciones que buscan disminuir la contaminación por plásticos, principalmente en productos de un solo uso. La obligación de entregar solo materiales compostables en el delivery, incorporada en el proyecto de ley que regula los productos desechables, podría acelerar su masificación en Chile, donde ya existen otras opciones y aplicaciones en uso local y globalmente. Una definición clara respecto de conceptos como bioplástico, compostable y biodegradable aparecen hoy como claves en la tramitación de la ley.
Periodista
La gran cantidad de plásticos que cada año llegan a los océanos puso el foco, a nivel global, en la necesidad de regularlos. En Chile, iniciativas como la ley que prohíbe la entrega de bolsas plásticas en el comercio, las metas de reciclaje impuestas en la Ley REP y el Pacto por los Plásticos han actuado principalmente en la regulación de los materiales ya existentes, pero el proyecto de ley que se tramita actualmente en la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados -ya aprobado en el Senado- que busca regular los plásticos de un solo uso está avanzando en una nueva dirección: la obligatoriedad de entregar productos compostables en los locales de venta de alimentos cuando la comida sea para llevar.
Un tema no menor, considerando que, según cifras entregadas por el Ministerio del Medio Ambiente a la comisión de la Cámara, se estima que al año 2018 se registraron cerca de 170 millones de pedidos de comidas a restaurantes y locales de venta de alimentos con despacho a domicilio. Y si bien no se ha medido, existe claridad en que tras la pandemia por Covid-19 estas cifras se dispararon aún más, por lo que el mercado disponible para los materiales compostables se asume enorme.
En rigor, el proyecto de ley habla de “plástico certificado”, y lo define como aquel “compuesto total o parcialmente por materias producidas a partir de recursos renovables, diseñado para ser compostado a nivel domiciliario”. Este deberá cumplir una serie de requisitos que se establecerán en un reglamento posterior, el que “deberá precisar, al menos, la temperatura y el plazo necesario para su debida biodegradación, el que en ningún caso podrá ser superior a un año. Además, deberá indicar el porcentaje mínimo de materias producidas a partir de recursos renovables que debe incorporar en su composición, el que no podrá ser inferior a 20%”.
¿Es lo mismo compostable que biodegradable? ¿Si es biodegradable, es reciclable? De cara al consumidor, el tema no se ve nada de sencillo. De hecho, es posible ver en el comercio productos que dicen ser, al mismo tiempo, reciclable, biodegradable y compostable. ¿La respuesta a la pregunta? No, no son lo mismo, ni pueden cumplir todas las características al mismo tiempo.
“Algo que es reciclable no es compostable, y compostable no es reciclable. Son dos conceptos diferentes que van por caminos diferentes. Entonces, cuando el consumidor se encuentra con esta información, más bien confunde que aclara. Si un producto, por ejemplo, está compuesto por dos tercios de almidón de maíz, y un tercio de polipropileno, un material es compostable y el otro reciclable, pero en forma separada. Juntos no son ni lo uno ni lo otro”, explica Marcos Segal, presidente del Comité de Economía Circular de la Asociación de Industriales del Plástico (Asipla), organizado por el gremio para tratar esta temática en el marco de la discusión del proyecto de ley.
Los bioplásticos son una gran familia de resinas y materiales que en general -aunque no necesariamente- son de base biológica y se denominan también plásticos biobasados. Esto significa que son polímeros que se originan a partir de recursos renovables, es decir, son resinas o productos derivados de la biomasa o materia orgánica procedente de plantas. Pueden ser -no siempre- compostables o biodegradables.
Bioplásticos: un concepto complejo y un mercado productor acotado
El tema no es sencillo, plantea Segal. En primer lugar, hay bioplásticos compostables y no compostables. Y en segundo término, esto no solo implica que la materia prima con que están hechos sea renovable exclusivamente, ya que existen plásticos que provienen del petróleo que son compostables y por tanto también caen dentro de la categoría de bioplásticos. Aunque, agrega María José Galotto, vicerrectora de I+D+i de la Usach y quien también expuso en el seminario, estos materiales biodegradables de origen fósil hoy no son ni accesibles ni fáciles de comprar. “Los niveles de producción son muy bajos y los precios son altos, todavía se requiere un tiempo para poder trabajar con ellos cómodamente a nivel industrial”, afirma.
Por tanto, dice Segal, cuando en el proyecto de ley se habla de bioplásticos -o plásticos certificados, compostables- se habla de una familia de plásticos de origen renovable y no renovable que se mezclan y se ofertan al mercado en forma de pellet para generar productos plásticos compostables.
El problema es que su disponibilidad aún no es masiva, aunque creciente. Según las cifras entregadas por Asipla, actualmente se producen 360 millones de toneladas anuales de plástico a nivel global, y de ellas 2,2 millones de toneladas corresponden a bioplásticos. Es decir, el 0,5%. Poco para reemplazar los 70 millones de toneladas de envases y embalajes que se producen cada año a nivel global. Y de esas 2,2 millones de toneladas, solo el 56% es además compostable. “Esto es importante para la ley, para entender qué se puede reemplazar -y qué no- con bioplásticos”, plantea Marcos Segal.
“Básicamente, lo que la ley busca es disminuir la generación de residuos, y por tanto nuestra recomendación es poner el foco en el fin de vida de los productos, asegurar su compostabilidad tanto domiciliaria como industrial, y reemplazar el término ‘plásticos certificados’ por el de ‘plásticos certificados biobasados’, porque esta es la tendencia mundial”, agrega.
Otro aspecto indicado en la ley es que los “plásticos certificados” deberán estar compuestos en al menos un 20% de material de origen renovable, lo que a juicio de la industria del plástico “es una exigencia alta pero cumplible en el tiempo, porque ya existen algunos productos que contienen un 20% de material renovable, y claramente la tendencia va a ser aumentar la cantidad de resinas renovables en estos compuestos para producir los productos plásticos compostables”, afirma Marcos Segal.
Que un plástico sea biodegradable significa que sufre una degradación aeróbica (en presencia de oxígeno) o anaeróbica (sin oxígeno) por acción de los microorganismos (bacterias, hongos, algas) bajo condiciones que ocurren en forma natural en la biósfera.
Y, ¿es lo mismo compostable y biodegradable? En simple: no; aunque la Unión Europea está avanzando a homologar ambos conceptos. “Independiente de dónde proviene la materia prima, un plástico es biodegradable si sufre una degradación aeróbica (en presencia de oxígeno) o anaeróbica (sin oxígeno) por acción de los microorganismos (bacterias, hongos, algas) bajo condiciones que ocurren en forma natural en la biósfera, dando origen a CO2, agua y un bio residuo o compost. Cuando se cumple esto estamos hablando de un material biodegradable”, explica María José Galotto.
En tanto, un plástico compostable -a nivel domiciliario o industrial- es tal si desarrolla una descomposición biológica en un proceso de compostaje a velocidad comparable a otros materiales compostables (orgánicos, por ejemplo), para producir agua, CO2, compuestos inorgánicos y biomasa, pero además, “y esto es importante, sin dejar residuos tóxicos visibles o distinguibles”, dice Galotto. Lo que en los ensayos para certificación se prueba viendo si el compost generado es tóxico para el crecimiento de plantas.
Avances en uso, regulación y certificación de plásticos renovables
Los bioplásticos de origen natural o renovables, provienen de recursos tan diversos como el almidón de maíz, la caña de azúcar, la yuca, algas, el cuesco de la palta o de los olivos, e incluso hay pruebas para fabricarlos a partir de residuos urbanos. Y si bien su producción aún es limitada, según cifras de European Bioplastics se espera que el mercado se incremente en al menos un 15% en los próximos años tanto por la creciente demanda de productos sostenibles por parte de consumidores y marcas, como por el trabajo de la industria de los bioplásticos para desarrollar materiales innovadores, con mejores propiedades y nuevas funcionalidades.
En paralelo, la Comisión Europea incorporó en su Nuevo Plan de Acción para la Economía Circular un marco de actuación para el aprovisionamiento, etiquetado y uso de bioplásticos, así como sobre el uso de plásticos biodegradables o compostables. Su objetivo será garantizar que el etiquetado de un producto como biodegradable o compostable no induzca a los consumidores al error de desecharlos de una forma que genere vertidos o contaminación por plásticos, al ser inadecuadas las condiciones ambientales o insuficiente el tiempo para su degradación.
Lo cierto es que los bioplásticos ya están presentes en una serie de aplicaciones respecto de productos de un solo uso, desde vasos o utensilios de delivery hasta diversas aplicaciones de embalajes. En junio, por ejemplo, Mercado Libre anunció el inicio del uso en Chile de empaques de bioplástico 100% compostables en sus envíos, tras una prueba piloto en Argentina y Brasil donde se han utilizado más de 4 millones de bolsas de este tipo desde fines de 2018.
En la industria de los envases, ya existe un plástico de origen renovable que se puede incorporar en la composición del envase o incluso en las tapas o bombillas de mismo, el cual cuenta con la certificación Cadena de Custodia de Bonsucro, que abarca todas las etapas de la cadena de suministro, desde la producción de la materia prima hasta el consumo.
Un plástico es compostable si desarrolla una descomposición biológica mediante un proceso de compostaje a una velocidad comparable con otros materiales compostables, para producir CO2, agua, compuestos inorgánicos y biomasa, sin dejar residuos tóxicos visibles o distinguibles.
Estos polímeros -ampliamente utilizados en envases- se producen a partir de los restos de la cosecha de caña de azúcar de plantaciones en Brasil, los que son triturados, fermentados y destilados para producir etanol. A partir de este componente se produce etileno y se polimeriza como polietileno, con el que se fabrican tanto tapas como películas laminadas de sus envases, con las mismas propiedades de barrera del polietileno tradicional.
En el caso de Chile, y el proyecto de ley que se tramita en el Congreso, aún quedan algunos puntos por resolver en la discusión. Uno de ellos es que la ley, además de compostaje domiciliario, permita también el compostaje industrial ya que muchos de los productos existentes requieren condiciones ambientales y de temperatura específicas para un compostaje real, el que no se da necesariamente en la compostera de las casas.
El pasado lunes 25, en la sesión de la Cámara para tratar esta materia, la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, adelantó que es un punto que están evaluando incorporar, al igual que un etiquetado específico que ayude a los consumidores a identificar claramente los productos hechos en base a biopolímeros para evitar confusiones frente a las distintas terminologías. Este es un punto que ha sido resaltado desde la industria del reciclaje, donde advierten que algunos de los materiales biobasados podrían contaminar la cadena de reciclaje de los plásticos tradicionales.
“Conversando con los distintos actores de la ciudadanía, algunos puntos donde se puede perfeccionar este proyecto son, por ejemplo, exigir una ecoetiqueta para los plásticos compostables para facilitar la separación en el compostaje, así como incluir el compostaje industrial. Ese es un tema importante que tenemos que ver cómo se puede incorporar, para que nos permita aumentar el nivel de compostaje”, señaló.
“Lo que hace este proyecto -agregó- es exigir que cuando se envíen en los deliverys de comida cualquier tipo de envase o artículo, a solicitud de las personas, estos solo pueden ser compostables certificados por el Ministerio del Medio Ambiente (..) Implica que tiene que tener algunas características para ello, porque el compostaje domiciliario alcanza una temperatura que no supera los 45ºC. El compostaje más masivo, industrializado, permite llegar a niveles de compostaje a temperaturas más altas, lo que incrementa la rapidez del proceso. Este proyecto hoy solo lo limita al compostaje domiciliario; para aumentar eso, y sobre todo con el trabajo que estamos haciendo con los municipios para un compostaje masivo a mayor escala, creo que pudiésemos avanzar en que la certificación incorpore el compostaje industrial”.