Manuel Albaladejo: “El comercio internacional genera más incentivos que desincentivos para la transición hacia la economía circular”
Los mercados globales pueden ser facilitadores del cambio hacia modelos de producción más sustentables, pero para eso es necesario incorporar en las agendas de política pública las oportunidades y desafíos vinculados al comercio internacional, entre otras acciones. Así se desprende del reciente estudio de la ONU “El comercio internacional y la economía circular en América Latina y el Caribe”. Uno de los coordinadores del documento, el representante de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) en el Cono Sur, Manuel Albaladejo, explica que “más allá de la comercialización de residuos industriales, la economía circular tiene su proyección a través del comercio de servicios, de bienes usados o de segunda mano, o de bienes reacondicionados o remanufacturados”.
Cada vez con más fuerza el concepto de economía circular se está instalando en diversos ámbitos de la producción y el consumo, como una alternativa viable de sostenibilidad en los negocios. Muchos emprendedores, pequeñas, medianas y grandes empresas están incorporando en sus procesos la “circularidad”, es decir, modificando uno o varios aspectos que les permitan ir dejando atrás el modelo lineal de producción imperante, que consiste en extraer, producir y desperdiciar.
Muchas veces se asocia solo con el reciclaje, sin embargo, la economía circular implica algo mucho más profundo, un cambio radical en la forma de hacer negocios, repensando los procesos desde el diseño, para producir muchos menos desechos y al mismo tiempo generar mayores beneficios económicos.
Sin embargo, hay un ámbito donde la penetración de este nuevo modelo ha sido un poco más lenta: el comercio internacional, a pesar de que los mercados globales pueden aportar múltiples beneficios a la economía circular. Esta es una de las principales conclusiones a las que llegó el reciente estudio El comercio internacional y la economía circular en América Latina y el Caribe, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El documento fue coordinado por Nanno Mulder, jefe de la Unidad de Comercio Internacional de la División de Comercio Internacional e Integración de la CEPAL, y Manuel Albaladejo, representante para el Cono Sur de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), la agencia de la ONU destinada a promover el desarrollo industrial para la reducción de la pobreza, la globalización inclusiva y la sostenibilidad ambiental.
“Pensamos que el estudio tiene mucha relevancia para Chile, justo porque es un país con una política comercial claramente aperturista y que además se ha abanderado como gran promotor de la economía circular”, comentó Albaladejo, uno de los principales impulsores de este modelo en el continente, como encargado de ONUDI para Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.
-¿Cuáles son las principales conclusiones del estudio?
Cualquier agenda de economía circular, que supone un cambio de paradigma productivo, va a tener que convivir con los incentivos y barreras que vienen del comercio internacional. Esta relación todavía no está muy explorada en la literatura, y es por eso que muchas de las hojas de ruta de economía circular en la región no contemplan la dimensión de comercio. La motivación del estudio fue profundizar en esa relación y extraer algunas recomendaciones para facilitar la transición hacia la circularidad en un mundo abierto al intercambio de bienes y servicios.
La principal conclusión es que la economía circular se puede beneficiar de los mercados globales por varios motivos. El primero es que muchos países están apostando por la comercialización de materias primas secundarias (aquellas que provienen de la recuperación y valorización de residuos) por sus beneficios económicos y ambientales. Es por eso que el estudio muestra el gran crecimiento del comercio internacional de residuos industriales que se transforman como insumos sustituyendo en muchos casos a la materia prima virgen.
El segundo motivo tiene que ver con economías de escala. Los países con una demanda interna limitada, como es el caso de muchos países de América Latina, precisan comercializar sus productos internacionalmente para obtener rentabilidad. Un tercer motivo es la capacidad tecnológica y productiva en la aplicación de la economía circular. Hay procesos muy sofisticados que precisan de unas capacidades o condiciones que quizá no existan en el país.
Por último, observamos que los acuerdos comerciales van a enfatizar cada vez más la sostenibilidad en los bienes y servicios transados. Este es el caso de la Unión Europa y su Pacto Verde, que establece la sostenibilidad como prioridad dentro del mercado europeo, incluyendo los productos importados de fuera del bloque. Por estos motivos, y algunos más que no podemos profundizar, entendemos que el comercio internacional genera más incentivos que desincentivos para la transición a la economía circular.
“Si consideramos, por un lado, la demanda interna del país, y por otro, el gran número de acuerdos comerciales firmados por Chile, no nos queda duda que la transición hacia modelos circulares requiere del estímulo de mercados internacionales”.
–El documento aborda en gran medida el comercio de residuos, ¿es posible ir más allá de ese comercio a la hora de implementar economía circular en el comercio internacional?
Sabemos que la economía circular es mucho más que la gestión y el tratamiento de residuos, sin embargo, la clasificación del sistema armonizado de comercio nos impide profundizar sobre el impacto de la economía circular en toda su magnitud. Más allá de la comercialización de residuos industriales, la economía circular tiene su proyección a través del comercio de servicios, de bienes usados o de segunda mano, o de bienes reacondicionados o remanufacturados. Estos flujos no los hemos podido cuantificar en la investigación, pero somos conscientes de su peso y de ahí que mostráramos algún estudio de caso. Por lo tanto, el análisis cuantitativo del estudio subestima considerablemente el vínculo que existe entre comercio internacional y economía circular. Esperamos que este estudio sirva de base en las revisiones futuras del sistema armonizado para que incorpore rubros que son clave para medir el impacto de la circularidad en el comercio mundial.
–¿Qué relevancia tiene este estudio para Chile? En él se menciona el cobre como uno de los materiales con gran potencial de circularidad, ¿cómo se vincula esto con la gran minería del cobre extractivista que se desarrolla en el país?
Pensamos que el estudio tiene mucha relevancia para Chile, justo porque es un país con una política comercial claramente aperturista y que además se ha abanderado como gran promotor de la economía circular no solamente en América Latina sino también en el mundo. Si consideramos, por un lado, la demanda interna del país, y por otro, el gran número de acuerdos comerciales firmados por Chile, no nos queda duda que la transición hacia modelos circulares requiere del estímulo de mercados internacionales.
Además, el desarrollo de la hoja de ruta para la economía circular, junto con el marco normativo de la ley REP, va a favorecer la inversión nacional y extranjera, y por ende la ampliación de mercados. En el caso del cobre, nuestro foco no es la extracción sino más bien la “minería urbana”, es decir, la recuperación y valorización del cobre que proviene principalmente de aparatos eléctricos y electrónicos. Nuestro argumento es que el cobre, al igual que el aluminio, tiene un uso prácticamente infinito ya que sus propiedades no se pierden en el proceso de producción secundario. Asimismo, su recuperación y reúso tiene considerables ventajas ambientales como un 85% menos de energía requerida, limitando así las emisiones de CO2. Chile, a pesar de ser país minero en cobre, ya cuenta con empresas que se especializan en “minería urbana”.
Aunque no creemos que la circularidad de cobre vaya a sustituir a la minería por la gran demanda global, sí pensamos que la viabilidad tecnológica, rentabilidad económica y menor impacto ambiental de la recuperación de cobre ofrece grandes oportunidades de negocio. En el estudio enfatizamos que características favorables que tiene la recuperación de cobre y el aluminio no se aplican necesariamente a otros sectores de la economía donde la circularidad es un gran reto.
–Se han realizado múltiples llamados a que la reactivación post Covid 19 sea sostenible, donde la Economía Circular podría tener un rol importante ¿Ven algún avance o señal en esa línea en Chile y a nivel de la región?
Desde hace algunos años se viene argumentando sobre las limitantes del modelo lineal y la importancia de una transición hacia un modelo de desarrollo sostenible. El impacto de la pandemia y la recuperación van a acelerar esa transición, sobre todo en América Latina, que se ha visto más golpeada que el resto de las regiones en desarrollo. Existen muchos indicios en la región que apuntan a que la economía circular viene para quedarse, y no es solo por los esfuerzos individuales de los países en adoptar hojas de ruta. Por ejemplo, el Pacto Verde de la Unión Europea va a condicionar la relación comercial entre América Latina y sus socios europeos; el convenio de Basilea está aplicando nuevas enmiendas para limitar la comercialización de residuos peligrosos; la ISO ha establecido un comité técnico para el desarrollo de estándares en economía circular; se ha establecido una coalición regional para la economía circular en América Latina; el financiamiento para la economía circular va en aumento (a través tanto de fondos multilaterales ligados al Acuerdo de París como a la banca comercial privada).
El contexto internacional conduce al optimismo para que la economía circular se convierta en el pilar central de la recuperación económica post Covid. Chile es un alumno aventajado en la región no solamente por su ley REP, su hoja de ruta en elaboración, sus programas de apoyo a la innovación en la economía circular, por haberse sumado a la Red global de Pacto por los Plásticos, sino sobre todo porque cuenta con un buen grupo de empresas privadas que ya hacen economía circular y que son referentes en toda la región. Es muy bueno contemplar que el esfuerzo del sector público, estableciendo el marco normativo, viene arropado por el empuje del sector privado en esa misma dirección.