Ley que regula productos y plásticos de un solo uso: consumidores tendrán un rol clave en su aplicación y fiscalización
El objetivo de este proyecto de ley, hoy en su recta final, es eliminar plásticos pequeños, livianos, de bajo valor económico y en contacto con comidas, cuyo reciclaje es muy caro y complejo, al punto que prácticamente no existe. Y que al ser de consumo masivo, se transforman en grandes contaminantes de los océanos. Pero también busca apuntar a un cambio de conciencia y de hábitos más profundo: eliminar la cultura de los desechable por una donde se priorice lo reutilizable. Para conversar sobre sus alcances, País Circular convocó a tres actores clave en la tramitación de esta ley.
El pasado 30 de marzo, la Cámara de Diputados aprobó en segundo trámite constitucional el proyecto de ley que limita la generación de productos desechables y regula los plásticos de un solo uso, lo que se transformó en un importante avance para que se transforme prontamente en ley. Entre otras regulaciones, esta normativa prohibirá la entrega de productos de un solo uso -cualquiera sea su material- para el consumo de alimentos dentro de un local de comidas, o de plásticos desechables cuando se trate de comida para llevar; establece una regulación para plásticos certificados -compuesto total o parcialmente por materias primas renovables y diseñado para compostarse-; y fija además un contenido mínimo de material reciclado en las botellas plásticas, que se inicia en un 15% en 2015, para luego ir aumentando de manera gradual.
Se trata de una ley que buscará complementar otras regulaciones como la ley que prohíbe la entrega de bolsas plásticas en el comercio, pero fundamentalmente a la Ley REP en productos como los envases y embalajes, y los artículos eléctricos y electrónicos, porque apunta a un nicho específico que hoy no está cubierto: plásticos pequeños, livianos, de bajo valor económico y en contacto con comidas, por lo que su reciclaje es muy caro y complejo, al punto que prácticamente no existe. Vasos, platos, cubiertos, revolvedores y bombillas, entre otros, que además están entre los principales plásticos contaminantes de los océanos.
En su implementación tendrá un fuerte componente la ciudadanía, tanto para exigir que no se le entreguen productos de un solo uso como en la fiscalización de la ley, ya que se les entrega la potestad de denunciar su incumplimiento. Y también los bares, restaurantes, cafeterías, servicios de delivery y todo local comercial que venda alimentos para informar a las personas respecto de la materialidad de los utensilios que están entregando, y qué hacer con ellos una vez utilizados.
La idea es apuntar a un cambio de conciencia y de hábitos más profundo, y para conversar sobre la tramitación del proyecto, sus implicancias y alcances, País Circular convocó a tres actores claves en la discusión del proyecto de ley: el presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados, Ricardo Celis; a Javiera Calisto, abogada de Oceana, ong impulsora del proyecto de ley junto a Plastic Oceans; y a Magdalena Balcells, gerenta general de la Asociación de Industriales del Plástico (Asipla).
Uno de los aspectos más destacados por Celis fue el trabajo prelegislativo que se realizó para la aprobación final de la ley en la comisión, que incluyó conversaciones con la industria, las ongs, y los diversos actores que estuvieron dispuestos a participar de su tramitación, para que este fuera viable y mantuviera su idea matriz: limitar la generación de productos desechables y regular los plásticos de un solo uso.
Ello derivó en modificaciones importantes, como la incorporación del compostaje industrial para los utensilios compostables -inicialmente esta restringido solo al compostaje domiciliario-; o la incorporación de almacenes y supermercados en la obligación de que al menos un 70% de las botellas de jugos y bebidas disponibles para el público sean retornables, así como en establecer lineamientos claros para la materialidad y origen de los plásticos certificados.
“En este proyecto de ley hay además un tema educativo, donde el establecimiento tiene que ser proactivo en informar sobre la contaminación que genera lo que está entregando, y como disponerlo. Que no sea por tanto solo una ley impuesta, sino que actúe también en la formación de conciencia”.
“Finalmente -explica- este proyecto de ley tiene dos conceptos centrales: que está restringido al mundo de la alimentación, de los restaurantes y el delivery, donde todo el material de servicio que se entregue no sea de plástico y que sea reutilizable; y que cuando se pida delivery, que los utensilios que recibas no sean de plástico sino de otros materiales, o bien de plásticos certificados. Y hay además un tema educativo, donde el establecimiento tiene que ser proactivo en informar sobre la contaminación que genera lo que está entregando, y como disponerlo. Que no sea por tanto solo una ley impuesta, sino que actúe también en la formación de conciencia”.
Foco en los productos más difíciles de reciclar
Para Javiera Calisto, de Oceana, la importancia de este proyecto de ley está en que se enfoca en los plásticos más peligrosos para el océano. Si hacemos el ejercicio de mirar alrededor nuestro -afirma, nuestra ropa, nuestros muebles tienen plásticos. El plástico rodea nuestras vidas, pero podemos decir que hay plásticos más peligrosos que otros, y los que está regulando este proyecto de ley son lo que afectan más directamente el océano.
Esto porque si bien técnicamente todos los plásticos son reciclables, ello en la práctica instrumentos como la Ley REP hoy solo se hacen cargo de los envases y embalajes que están principalmente en el comercio, como supermercados y retail. “¿Alguien va a cumplir sus metas de reciclaje recolectando cucharitas y platos que han estado en contacto con comida? En teoría sí se podría, pero la respuesta práctica es que eso no va a ocurrir porque es demasiado cara su recolección, clasificación, limpieza y reciclaje”, afirma.
Una idea que reafirma el diputado Celis, quien plantea que “nosotros vemos que el reciclaje en Chile se da fundamentalmente en botellas plásticas, y de estos materiales es muy poco lo que se trabaja. Nadie se va a preocupar de este material que está botado, que está en la calle, en los lagos o en los bordes de los ríos. Normalmente nadie sabe qué hacer con ese material, entonces viene a ocupar un nicho que es interesante”.
“Esta es una ley muy estricta -agrega Javiera Calisto-, y que realmente va a poner a Chile en la vanguardia de la regulación de los plásticos de un solo uso, porque se recogieron los principales elementos de distintas legislaciones. Lo que a mi más me gusta es que se da una respuesta global al problema de los plásticos de un solo uso, y a los desechables en general. Uno de los artículos más relevantes de la ley establece que cuando se produzca el consumo dentro de un establecimiento de alimentos solo se podrán entregar utensilios que -sin importar su material- no sean desechables. Entonces no estamos combatiendo solo los plásticos de un solo uso, sino también la generación de productos desechables”.
“Este proyecto se hace cargo de aplicaciones plásticas que casi no se reciclan. Seamos realistas, cuando encargamos comida generalmente lo hacemos por dos razones: para no cocinar, y para no lavar (…) Esos envases van a ir a parar al basurero y no al reciclaje, y esa es una realidad acá y en todo el mundo”
En ello coincide Magdalena Balcells, quien afirma que este nuevo proyecto de ley conversa muy bien con la Ley REP, “y esa es una de sus grandes gracias. Vamos a poder, de manera gradual y creciente, recolectar y valorizar los residuos plásticos y de otras materialidades generados a partir de los envases puestos en el mercado. Y esto es especialmente relevante dada la cantidad de residuos que generamos como país, y en ese contexto el proyecto de ley se presenta como un excelente complemento de la Ley REP”.
Esto, reafirma, porque una de sus grande potencialidades es que “se hace cargo de aplicaciones plásticas que casi no se reciclan. Seamos realistas, cuando encargamos comida generalmente lo hacemos por dos razones: para no cocinar, y para no lavar. Cuando hay tanta contaminación con alimentos, esos envases van a ir a parar al basurero y no al reciclaje, y esa es una realidad acá y en todo el mundo. Nos parece muy bien que en miras de cumplir el objetivo de reducir los residuos, al interior de los locales no se permitan materiales desechables. Por otro lado el proyecto de ley fomenta con fuerza la retornabilidad y la circularidad de las botellas plásticas, que nos parece de suma relevancia. El plástico es muy circular, y las botellas plásticas nos dan una tremenda oportunidad para circularizarlo”.
Todo esto, plantea, empujará también con fuerza a adoptar cambios de conducta, porque al final del día aquí el cambio cultural es clave ya que “necesitamos que todos avancemos en la misma dirección”.
El rol de la ciudadanía en una implementación exitosa
Para Ricardo Celis, entre los aspectos más relevantes de la ley está el hecho de que cualquier ciudadano pueda denunciar su incumplimiento, ya que esto permite un empoderamiento de los consumidores en su cumplimiento. “Cuando le concede a las personas la posibilidad de fiscalizar, esta es una de las grandes formas de empoderamiento. No hay mejor fiscalizador que el vecino o el usuario, más que un inspector municipal; que la gente sea la que esté atenta y mirando qué es lo que está ocurriendo. Ahí el tema cambia de carácter, nos empoderamos de ella, y la ley hace sentido”, afirma.
Y a esto se suma, agrega, la generación de una cultura en torno a un consumo responsable, ya que el proyecto de ley “dice claramente que los establecimientos que entreguen los productos van a tener que informar a los consumidores respecto de la manera de valorizar adecuadamente los residuos. Es importante porque vas, compras, es una cosa instantánea, pero no hay ninguna internalización respecto de lo que estás haciendo, de lo que estás recibiendo ni de las externalidades que trae. Y en esto la ley creo que toma ese punto de generar conciencia”.
Hoy muchas personas quieren ser ambientalistas y quieren ayudar al medio ambiente, dice Javiera Calisto, pero en la práctica le es muy difícil a una persona que trabaja largas horas, y que tiene que hacerse cargo de una familia. Por eso, afirma, el ambientalismo tiene que ser fácil para todas las personas, incluso de quienes son tienen sensibilidad con el medio ambiente.
“Probablemente lo más difícil de cambiar sea entender que la respuesta en nuestras vidas ya no es el reciclaje, es la prevención en la generación de residuos, es la reutilización, y por último, cuando ya no puedo hacer ninguna de esas, irme al reciclaje”
“Ese es el punto clave de esta ley, que le hace la vida fácil a las personas para poder ser amigables con el medio ambiente. Por ejemplo, para ocupar una botella retornable ya no voy a tener que recorrer toda la comuna para encontrarla, sino que todos van a tener la obligación de venderla. Muchas veces la ciudadanía dice ahora tengo que pagar por la bolsa, entonces sienten que toda la carga medioambiental está puesta en las personas, y yo estoy de acuerdo en que eso está mal, que las empresas también tienen que hacerse cargo y ayudar a las personas a ayudar a medio ambiente”, afirma.
A esto se suma, agrega, que la ley contempla que “los establecimientos de expendio de alimentos van a tener que informar sobre la generación de desechos, los supermercados van a tener que informar sobre la obligación de vender retornables, y eso va a ayudar a las personas a sentir que todo el mundo está haciendo un esfuerzo y no solamente el consumidor. Probablemente lo más difícil de cambiar sea entender que la respuesta en nuestras vidas ya no es el reciclaje, es la prevención en la generación de residuos, es la reutilización, y por último, cuando ya no puedo hacer ninguna de esas, irme al reciclaje. Quizás ese cambio de mentalidad va a ser complejo porque llevamos muchos años escuchando ‘recicla, recicla, recicla’, cuando sabemos que es solo una de las herramientas que existen y que tiene aún muchos desafíos que superar”.
En esto serán también claves las opciones alternativas al plástico que se generen, plantea Magdalena Balcells. A su juicio, el gran aporte de esta ley es su espíritu de reducir la generación de residuos de cualquier materialidad. “Como industria -señala- somos los primeros en afirmar que no queremos los plásticos en la naturaleza, pero tampoco queremos ver bandejas de aluminio, vidrio o cualquier otro tipo de residuos en la naturaleza. Por lo tanto, recomendamos que los envases de servicio de un solo uso que se entregan para llevar -independientemente de su materialidad- tienen que ser compostables o reutilizables, de manera de asegurar que estamos reduciendo la generación de residuos. Es tratar de evitar migraciones que van a significar que al final del día vamos a estar generando más de otros residuos”.
“Creemos que hay un equilibrio de materialidades -agrega-, que es importante saber que hay atributos de ciertos materiales que no los cumplen otros. Es importante que ese equilibrio se mantenga, pero también que apuntemos a tener patrones de consumo en que reducimos la generación de residuos. Tenemos que ser los primeros comprometidos con eso, y todos los esfuerzos de sensibilización y educación son bienvenidos porque tenemos que cambiar un hábito muy instalado”.