Las AMAP de Francia: el círculo virtuoso de una agricultura a escala humana
Las Asociaciones para el Mantenimiento de una Agricultura Campesina (AMAP, por sus siglas en francés), con 18 años de vida en el país europeo,
promueven una alianza entre consumidores y agricultores a través de un trato directo, cara a cara. Conforman una verdadera forma de comercio
justo y agroecológico que conserva la calidad del alimento, evita los desperdicios y reducen la huella de carbono en sus desplazamientos.
Como cada martes Jean Marc llega a la sede social ubicada en el barrio número 15 de París a eso de las 7 de la tarde. Saluda a todo el mundo y se prepara un cigarro de tabaco antes de descargar su camioneta. Sonriente y despeinado, asegura que le gusta “llegar siempre un poco adelantado para preparar todo”.
Jean Marc es un agricultor francés que participa hace 3 años en una AMAP, acrónimo de Asociación para el Mantenimiento de una Agricultura Campesina (traducido del francés: Association pour le Maintien de l’Agriculture Paysanne). En una salita se instalan mesas con manteles y diarios, donde se pondrán las verduras y cereales que Jean Marc ha traído. Al igual que en una feria, cada vegetal tiene una pizarrita con su nombre, pero la diferencia es que aquí no se muestra ningún precio, solo cantidades Jean Marc no viene a vender sus productos, sino a distribuirlos.
La AMAP es una tendencia de producción y consumo alimentario en Francia, que se ha venido desarrollando en los últimos 18 años y que genera un verdadero comercio justo y agroecológico. Consiste en una alianza entre un grupo de consumidores y un agricultor que trabaje en las cercanías, y a través de un contrato los consumidores se comprometen a pagar por adelantado el trabajo del campesino, mientras que éste, a cambio, entrega semanalmente una canasta con vegetales frescos, orgánicos y de calidad.
Este modelo se inspira en los teikei de Japón, que nacieron en los años 60, cuando un grupo de mujeres comenzaron a preocuparse por el uso de pesticidas en los alimentos que daban a sus hijos y decidieron asociarse directamente con los campesinos locales para asegurarse de la calidad de los vegetales que estaban comprando.
“Ser parte de una AMAP es en cierto sentido un compromiso de pagar un salario justo a un campesino. Nuestra motivación también es estar seguros de comer alimentos orgánicos y sin pesticidas, que son cultivados con cuidado y que son recolectados el mismo día, que no han sido embalados, ni refrigerados ni son transportados por largas distancias”.
En Francia las AMAP surgen en 2001 impulsadas por asociaciones militantes tanto de agricultores como de consumidores. Esta iniciativa comienza a tomar forma en febrero, luego de una reunión eco-ciudadana de ATTAC en Aubagne, donde se trató el tema de la mala alimentación. La primera AMAP aparece en abril del mismo año en la ciudad de Ollioules, en el sur de Francia.
Para la encargada de la Red Nacional de AMAP (MIRAMAP) y ex agricultora de la región de Burdeos, Elisabeth Carbone, “la mayoría de las personas que se integran a una AMAP lo hacen por razones de salud o por el medioambiente. Los agricultores vienen en general por el aspecto económico, porque dicen que van a vender anticipadamente, están seguros de lo que les van a pagar. Pero finalmente se produce algo que nadie antes había previsto: este vínculo se parece al que antes tenían las familias con el médico de cabecera. Se crea una relación estrecha con las personas, a veces hasta de amistad. No es una relación de cliente o consumidor; más bien es una relación basada en el intercambio, de tipo: yo produzco alimentos, necesito ganarme la vida, y del otro lado: yo deseo consumir buenos productos. Va mucho más allá de ser ‘otra forma’ de comercialización, es realmente cambiar el modelo de nuestra forma de vida”.
Durante los años de funcionamiento de las AMAP, se calcula que existe un número mínimo de consumidores que deben adherir para que este sistema pueda funcionar correctamente. “Se necesitan 40 personas para que un agricultor pueda vivir, pero es algo que va a depender de cada lugar también. Por ejemplo alrededor de la región parisina hay tierras agrícolas muy buenas, en otros lugares no son tan buenas, por lo que no es simple. Pero creo que tiene que ser a escala humana, más allá de 100 personas se vuelve complicado el manejo, el vínculo con las personas se vuelve difícil, cuesta más conocerlas, pienso que conocer a las personas es importante”, explica Carbone.
Más vegetales, menos desperdicio
Alrededor de 10 millones de toneladas de alimentos son desperdiciadas en Francia cada año; de ellas, un tercio corresponde a alimentos que son rechazados al agricultor, ya sea porque no cumplen con el calibraje solicitado, por una sobreproducción o por problemas de transporte. Uno de los beneficios de las AMAP es que ningún alimento se pierde, porque no están sometidos al calibraje, no hay fluctuaciones entre la oferta y la demanda (ya que los consumidores han pagado por adelantado y no saben qué recibirán cada semana) y al encontrarse los campos en zonas próximas a los lugares de distribución, la comida no se estropea durante el trayecto.
Evelyne Boulogne es una consumidora de AMAP desde hace 6 años, o como ella prefiere llamarse, es una “amapiana”. “Nosotros no nos llamamos consumidores, nos decimos amapianos, es decir que somos consumidores comprometidos”. Explica que “ser parte de una AMAP es en cierto sentido un compromiso de pagar un salario justo a un campesino. Nuestra motivación también es estar seguros de comer alimentos orgánicos y sin pesticidas, que son cultivados con cuidado y que son recolectados el mismo día, que no han sido embalados, ni refrigerados ni son transportados por largas distancias. Son alimentos cosechados el mismo día de la distribución, que están maduros, que son de la temporada, que son de la región parisina. No tenemos tomates, por ejemplo, porque en esta región no se dan, así que consumimos las verduras que salen en este territorio. El campesino se compromete a cultivar entre 40 a 50 verduras, y a distribuirnos un mínimo de 10 verduras cada semana”.
Pese a que no hay ninguna regla estricta con respecto a la distancia en que deben estar situados los centros de distribución de los campos del agricultor, siempre se trata de reducir lo máximo posible la huella de carbono al momento de transportar los alimentos. “Tratamos de que los productores sean lo más cercanos posible. Lo que hicimos para minimizar los desplazamientos es que todos los otros productores también son del sector, entonces Jean Marc pasa a buscar la harina, los huevos, las gallinas y el pan de los otros productores que se encuentran en un radio de no más de 30 kilómetros entre ellos”, cuenta Evelyne Boulogne.
“Se crea una relación estrecha con las personas, a veces hasta de amistad. No es una relación de cliente o consumidor; más bien es una relación basada en el intercambio, de tipo: yo produzco alimentos, necesito ganarme la vida, y del otro lado: yo deseo consumir buenos productos”.
Las AMAP cosechan un gran éxito en Francia. Pese a que no se manejan cifras oficiales, se estima que entre 2 mil a 3 mil AMAP estarían funcionando en el territorio. Según Boulogne esto se debe a que “una vez que se está en una AMAP no se puede volver a consumir cualquier cosa, porque acá los alimentos tienen sabor, las cosas son buenas. Entonces cuando uno las cocina, aunque sea al vapor, no hay necesidad de ponerles sal, mantequilla o salsa porque los productos son sabrosos en sí”.
Por otro lado, muchos consumidores descubren verduras que no conocían ya que no se encuentran fácilmente en los supermercados. Esto debido a que dentro de los valores de la AMAP está la diversificación de cultivos, una de las bases de la agricultura campesina. Por eso, el rol del campesino no se reduce solamente a distribuir los alimentos, sino a dar a conocer otro tipo de agricultura a los consumidores.
“Cuando yo era campesina, les escribía cada semana una receta que les ponía en la canasta. Lo otro es que se desarrollan bastantes cursos de cocina en algunas AMAP para enseñar a cocinar los productos que se entregan, eso está marchando muy bien. Ahora por lo que son los vegetales de la temporada, se escribe en la hoja informativa y la gente se va dando consejos unos con otros”, cuenta Elisabeth Carbone.
Sin embargo, Evelyne Boulogne aspira a un cambio de mentalidad en los consumidores para que iniciativas como las AMAP puedan expandirse más y tengan un impacto considerable en el planeta. “El sistema agrícola que nosotros sugerimos es la agroecología campesina, es decir, un cultivo de la tierra que se ajuste al medioambiente, al suelo y los árboles. La verdad que esta técnica agrícola, según muchos campesinos, podría alimentar al mundo entero. Pero tenemos que modificar nuestra alimentación, no podemos seguir aceptando a los grandes productores de cereales que sirven para nutrir vacas monstruosas, de las que no podemos ni siquiera digerir la leche, porque son moléculas que ya no se pueden digerir. En un momento hay que decir basta”.