La empresa familiar que repara y reúsa juguetes sin estereotipos de género
La profesora de filosofía María José Cuevas creó hace tres años “Ya no lo uso: Ríe Reúsa Recicla” para darles una segunda vida a los juguetes que otros bebés ya no ocupan y que son donados por las mamás y papás. Aparte de contribuir al cuidado del medioambiente, la empresa realiza un aporte desde la educación e inclusión, al ofrecer juguetes que no perpetúan los estereotipos de género aún arraigados en la sociedad. “Cuando me piden un pack yo intencionalmente echo juguetes de color azul y de color rosado. Los colores no tienen género”, plantea María José.
La familia de María José Cuevas aprendió el valor de reutilizar los objetos a partir de una experiencia traumática como el exilio: cuando muy pequeña llegó a Suiza, su mamá y su papá armaron el nuevo hogar con camas, sillones y cocinas en desuso. “Desde chica tengo muy arraigado el reúso de las cosas”, dice ella.
Mucho tiempo después, de vuelta en Chile, María José volcó todo ese aprendizaje a conformar una empresa de juguetes, a la luz del nacimiento de sus hijas Aretha (12) y Faustina (3). Al emprendimiento le llamó “Ya no lo uso: Ríe Reúsa Recicla” (www.riereusarecicla.cl), y promueve la donación de juguetes para reutilizarlos, repararlos y luego venderlos a precios convenientes.
La empresa es de raigambre muy familiar. Por ahora la tienda funciona en su casa, ubicada en la comunidad Castillo Velasco de la comuna de La Florida, y en la selección de las donaciones también participa su pareja Gonzalo, quien se desempeña como fotógrafo y arregla todos aquellos juguetes a pilas. El foco del proyecto, sin embargo, son los juguetes más blandos y sensoriales de tela y felpa para primera infancia, es decir, desde recién nacido hasta seis años de edad.
“La primera motivación fue ayudar al planeta. Al final un juguete en la vida de un niño dura uno o dos meses, y después pasa a otro proceso. ¿Qué se hace con ese juguete? La idea es tratar de darle una segunda vida en las manos de otro niño o niña”, comenta María José, quien recibe en su casa las donaciones o bien las pasa a buscar a algún Metro cercano. También otras familias les venden sus juguetes a bajo costo. Otras veces hacen un trueque fotográfico: Gonzalo saca fotografías a cambio de juguetes.
“La primera motivación es ayudar al planeta. Al final un juguete en la vida de un niño dura uno o dos meses, y después pasa a otro proceso. ¿Qué se hace con ese juguete? La idea es tratar de darle una segunda vida en las manos de otro niño o niña”.
En el catálogo de la empresa (el fanpage es www.facebook.com/yanolousocl) figuran juguetes intervenidos como mariposas, pulpos bilingües, jirafas, monos, perros, ovejas, cuyo valor es considerablemente más bajo que en el retail. Muchas veces María José y su pareja agregan alguna pieza faltante y reutilizan materiales como cajas de cereales que encuentran en su propia casa.
Hay veces en que el juguete llega muy deteriorado, pero ellos tampoco los desechan. A menudo los usan de macetero, y a los otros simplemente lo llevan a puntos limpios. “Le tratamos de dar otro destino a todo lo que nos llega. Hemos calculado que vendemos 30 kilos de juguetes al mes, y que por cada kilo de juguete hemos evitado que se talen 50 árboles”, agrega.
También hay juguetes que no se venden. Se guardan para después ser regalados a diferentes personas e instituciones que trabajan en contextos de vulnerabilidad social. Anteayer, por ejemplo, donaron títeres a una escuela vulnerable de la población El Castillo, y a menudo otros van dirigidos a mamás emprendedoras que hacen talleres para otras madres y bebés. “Este proyecto va más allá de las ventas. Es mucho más satisfactorio para mí saber que el juguete entretendrá y llevará alegría a un bebé o niño”, expresa. Incluso, dice, han mandado 40 kilos de juguetes hasta Puerto Williams, en el confín de Chile. Viajaron un mes y algo más.
Deconstruyendo los estereotipos
Con tres años de vida, “Ya no lo uso: Ríe Reúsa Recicla” ya tiene una especie de comunidad consciente que los sigue. Así y todo, dice la profesora de filosofía, hay clientes que “confunden el tema del reúso y el reciclaje con el regateo. Esto implica tomar una decisión de adquirir un juguete para no contaminar. La gente que regatea, se va del portal; nosotros nos quedamos con otro perfil de gente”.
Esa preferencia por la inclusión, a juicio de la emprendedora, le ha otorgado el sello a la empresa. Cuenta que un día llegó un títere descosido, con un ojo menos, y ella decidió regalárselo a un amigo cuentista. Él, por su parte, le dio un vuelco inclusivo: “Armó un montaje con el títere que le faltaba el ojo para mostrar el mundo de la exclusión, contó una historia con ese títere tal cual llegó. Es todo muy educativo”, revela Cuevas.
Esta cualidad también queda demostrada cuando los clientes piden un conjunto de juguetes. María José relata que una vez le pidieron un pack y ella, intencionalmente, mezcló colores: puso los juguetes azules en la misma caja que los rosados. “Era para demostrar que los juguetes ni los colores tienen género. Que hay estereotipos que hay que deconstruir. Una vez fui a una tienda y mi hija escogió unas zapatillas azules. La chica que atendía le dijo que esas zapatillas son de niño, que no eran para ella. Mi hija se enojó y llamó hasta el gerente. No puede ser que los autos sean solo para niñitos y las cocinas solo para niñitas”, asegura.
“Mezclé intencionalmente juguetes rosados y azules en un mismo. Era para demostrar que los juguetes ni los colores tienen género. Que hay estereotipos que hay que deconstruir”.
Sin ir más lejos, hay juguetes que María José y Gonzalo no reciben. Nada de palas, escobas ni Barbies. “Una vez nos pasaron muñecas, las puse en la página y no se vendieron, lo cual me dio a entender que no era mi público”, comenta ella. Sí venden autos de madera, pero no dirigidos solo hacia varones. Tampoco reciben andadores ni ningún elemento que contribuya a la inmovilidad de niños y niñas.
“Apostamos por el juego libre, que niños y niñas se desplacen. Hay una privación de parte de los adultos a que los niños se echen todo a la boca, si es lógico que así lo hagan. Por eso nosotros ponemos tanto énfasis en desinfectar los juguetes que nos llegan”, subraya la creadora de “Ya no lo uso: Ríe Reúsa Recicla”, cuyos clientes también han logrado dar en el inventario con juguetes que les sirven a sus hijos con trastorno del espectro autista (TEA).
El objetivo paralelo de María José también es sensibilizar acerca del juguete como la primera manera de relacionarse con el mundo, habida cuenta de la explosión que tienen otros sistemas como los videojuegos y el mundo virtual. Aretha, su hija de 12 años, por ejemplo, no usa celular, no mensajea por Whatsapp ni tiene cuenta de Facebook.
“Ella todavía usa los juguetes. En el colegio es como la niña dinosaurio: en el metro en vez de ir con el celular en la mano, va con un libro. Ese ha sido como el impulso. Nos hemos dado cuenta que la infancia la puedes alargar mucho. Faustina, mi hija de tres años, también vibra con los juguetes. Y todos participamos de la empresa: a veces nos invitan a una feria y, como no tenemos auto, llevamos el toldo en Metro o en micro, nos da igual, porque los Uber tampoco te llevan y no tenemos plata para el flete”, relata María José, quien entrega los productos en Metros en día de semana, y los envía por Starken los lunes y miércoles dentro y fuera de Santiago.
María José detecta también que el potencial interesado también ha ido mutando, de la mano de la evolución que muestra actualmente la sociedad. Es lo que, según ella, hace a esta empresa más abierta e inclusiva. “Antes era el 100 por ciento de venta para madres, pero ahora se está integrando otro público: los papás. Cada día nos escriben más papás para comprar juguetes. Que el papá se haga presente en la crianza es porque hay espacio para eso”, cierra.