Food for the Future: el emprendimiento que usa harina de mosca para alimentar salmones
Food for the Future (F4F), proyecto único en Latinoamérica, aprovecha la alta capacidad proteíca de la mosca soldado negro para transformar los residuos orgánicos recolectados de ferias, casinos y cervecerías en harina de insecto que sirve no solo a la industria salmonera, sino a peces de acuarios, mascotas como erizos de tierra y hasta a animales de los criaderos. Así, evitan la sobreexplotación del recurso marino y la desforestación al reemplazar la harina de pescado y la soya por esta proteína que, aseguran, es la más sustentable del mundo.
En un escenario donde la acuicultura enfrenta continuos cuestionamientos por la sustentabilidad de sus cultivos, la empresa Food for the Future (F4F) se ha empeñado en ayudar a generar cambios en esta actividad a través de la economía circular. Desde 2013, F4F se embarcó en materializar su idea motriz: suplir las necesidades de alimentación a nivel global y reducir la cantidad de residuos orgánicos que llegan a parar a los vertederos, alimentando con ellos a un insecto que luego se transforma en comida para peces y animales.
“Vislumbramos dos problemas. Al 2050, según la FAO, habrá una necesidad de aumentar en un 70% la producción de alimentos. Y también vemos el enorme desperdicio que se genera cuando se botan los residuos orgánicos. ¿Cómo lo solucionamos? Pensamos que era bueno mirar hacia la naturaleza y, especialmente, a los insectos”, detalla Cristián Emhart, CEO y cofundador de Food for the Future.
Dieron con la especie idónea para lo que buscaban: la mosca soldado negro, que tiene gran prestigio en otros mercados internacionales. Descubrieron su increíble potencial de transformación de residuos orgánicos en proteínas. Lo que en rigor hace este emprendimiento circular es aprovechar las virtudes del insecto para convertir esos residuos en harina de mosca. Esta se utiliza como alimento para animales, sobre todo para los salmones que se cultivan en las costas sureñas de Chile, cuya industria genera un gran impacto en el entorno terrestre y en el ecosistema marino.
“El perfil nutricional de nuestra harina de insecto es de muy buena calidad, tiene todos los aminoácidos y propiedades funcionales para la salud de los peces. Nuestro producto ayuda a que los salmones y animales de criadero sean más sanos, y eso mismo se traduce al consumidor humano final”, añade el directivo de Food for the Future, cuya casa matriz está en Puerto Montt, ciudad salmonera por excelencia.
El proceso completo es desarrollado por el emprendimiento: recolectan residuos de las ferias libres, casinos y cervecerías, principalmente de la capital de Los Lagos, y luego los procesan en su planta. El paso siguiente es preparar la dieta y generar las condiciones óptimas para que las moscas se crucen en jaulas de reproducción. “Ellas ponen los huevos, los incubamos y pasan al área de engorda, donde se valoriza el residuo orgánico”, dice Emhart.
“Un kilo de huevos de moscas va a comer 25 toneladas de residuos orgánicos en una semana. Ese kilo se convierte en 5 toneladas de larva, y al usar esa larva y transformarla en harina se evita que una cantidad enorme de peces sean sacados del mar”
La última fase del proceso es lo que le otorga a este emprendimiento su circularidad. Las larvas se alimentan de los residuos y luego son convertidas en harina y aceite para alimentación, y además el subproducto es un fertilizante de excelente calidad que también se comercializa y se aprovecha en la agricultura.
Food for the Future intenta evitar que las dietas de los salmones sean con harina de pescado, cuya producción entraña una sobrexplotación del recurso marino y constituye, según Emhart, el 80% del impacto total de esa industria. “Estamos comprometidos a que el salmón chileno sea más sustentable. El impacto a los ecosistemas, como el fondo marino donde opera, requiere otro tipo de soluciones”, plantea el ejecutivo.
El reemplazo de la harina de pescado por harina de insecto, calcula Emhart, permite que nueve toneladas de peces sigan en los océanos. Todo gracias a la impresionante capacidad de consumo de la mosca soldado negro.
“Un kilo de huevos de moscas va a comer 25 toneladas de residuos orgánicos en una semana. Ese kilo se convierte en 5 toneladas de larva, y al usar esa larva y transformarla en harina se evita que una cantidad enorme de peces sean sacados del mar”. Otra porción del producto generado por F4F se destina a alimentación de mascotas, como erizos de tierra y a peces de acuario.
Del mismo modo, abastecer de harina de mosca a la ganadería evita que millones de árboles sean cortados por la industria de la soya. Este producto, junto a la harina de pescado, es la segunda mayor fuente de proteínas para la industria animal a nivel mundial, y su producción trae aparejada una desforestación masiva que tiene efectos perniciosos para el planeta.
Al respecto, Emhart entrega un indicador: “Para producir mil kilos de harina de insecto se necesita el 1% de la tierra que se requiere para producir mil kilos de soya”.
La planta principal de este emprendimiento acuícola sustentable opera en el campus de la Universidad de Los Lagos, institución que les brinda un espacio y apoyo, al igual que Corfo, que ha financiado buena parte de sus operaciones a través de proyectos y fondos.
Adicionalmente, en 2018 ganaron el Premio Nacional de Innovación Avonni, por lo que esa fundación también los respalda desde el año pasado. En la recolección de los residuos orgánicos, en tanto, suscribieron una alianza con la compañía Resiter.
Si bien Food for the Future aprovecha las propiedades de la mosca soldado negro, hay otros insectos que tienen similares características como el gusano de la harina y algunas especies de grillos. Estos, incluso, llegan a producir alimento para consumo humano directo en otras latitudes de la Tierra.
“Nosotros no podemos hacer alimento para humanos con nuestra mosca, pero en otras partes es a nivel global. Hay que pensar que muchas culturas consumían insectos en sus prácticas ancestrales. Solo que ahora se ha industrializado más. Hoy, 2 mil millones de personas comen insectos todos los días de su vida”, concluye Emhart.