Separadas solo por un kilómetro de distancia, Magdalena Echeverría y Trinidad Lira nunca cruzaron sus miradas. Solo cuando una amiga en común le contó a Magdalena que había otra mujer empeñada en fabricar el mismo producto, se produjo el ansiado encuentro. Ambas, desde su vereda, estaban a punto de lanzar al mercado un paño 100% algodón impregnado de cera de abeja para proteger los alimentos.
“Una vez llegué a buscar a mi hijo al jardín y en la caja de la colación vi una tela que no era hecha por mí. Pregunté de quién era. Sale el hijo de mi futura socia y dice: ‘mío’. ‘¿Y cómo se llama tu mamá’’, le pregunté. ‘Trinidad’, me respondió el niño. Ahí supe que era ella. Al rato me llamó. Y ahí decidimos juntarnos a conversar porque estábamos haciendo lo mismo”, relata entre risas Madgalena.
Tras sentarse a charlar, optaron por “colaborar en vez de competir”. Echeverría había visto un video de una mujer australiana en el que mostraba los beneficios de estas telas sustentables para cocina. Lira, en tanto, venía llegando de Estados Unidos, donde comprobó el buen uso que tenía el producto. “Nos pareció una opción súper sana trabajar juntas. Más allá de ambas vivir en Puerto Varas, es rico compartir con alguien. Las dos somos mamás, necesitábamos mantener una estructura combinable con nuestros niños. Sacar sola una empresa es difícil; entre dos se hace más llevadero”, cuenta Magdalena.