Los pequeños pasos hacia la autosustentabilidad en los hogares
Motivados por un cambio de paradigmas en lo que respecta al cuidado del medioambiente, varias personas han intentado dar un giro hacia la autosuficiencia energética y a aplicar los valores de la sustentabilidad al interior de sus hogares. El camino, sin duda, está lleno de piedras, pero algunos y algunas han logrado dar el salto con más voluntad que recursos propios. A través de pequeños gestos, tales como la instalación de paneles solares en sus techos, chilenos y chilenas transitan hacia un cambio radical en sus vidas tanto en el campo como en la ciudad.


Ser totalmente autosuficiente es imposible en las relaciones humanas y en la manera de vivir. Pero se pueden hacer cambios en esa dirección. La necesidad de tener un planeta más armónico motiva a los chilenos y chilenas a modificar sus hábitos de consumo, y hacerlos menos dependientes de lo que suceda exteriormente.
A través de paneles solares, algunas personas intentan solventar su propia energía al interior de los hogares. Sea a través de la bioconstrucción o del ahorro permanente de agua de la ducha, los pequeños avances son significativos para lograr la autosustentabilidad en las casas, ya sea viviendo en el campo o en la ciudad. Aquí País Circular seleccionó cinco ejemplos de personas que están haciendo el tránsito hacia un estilo de vida más amigable con el medioambiente, y que sirven de inspiración para que otros/as se atrevan.
Dalia Morena: floricultura al sur
Camila Salazar tiene en su terreno en el sur un verdadero “campo de flores bordado”. Ubicado en la comunidad de El Dao, comuna de Calbuco, esta granja familiar -junto a su compañero Daniel Inti Aguilera e hijos- lleva por nombre Dalia Morena, inspirado en un fragmento de la canción La pomeña, de los argentinos Manuel J. Castilla y Gustavo “Cuchi” Leguizamón. “El cambio de la urbe a la ruralidad trae cambios en el modo de vivir. El uso del agua de lluvia para riego, el riego por goteo desde vertientes para cultivar nuestras flores, cómo compostamos nuestros residuos orgánicos es parte de la sustentabilidad”, dice Camila. El espíritu de Dalia Morena es el cultivo de flores (floricultura), que intercambian con la comunidad aledaña para ser usadas en otros huertos. “No es un negocio, tiene que ver con una forma de vida. También compartimos bulbos, rizomas y tubérculos. En nuestro alrededor hay vecinas huerteras huilliches, entonces así se traspasa el saber”, aclara Salazar. Las flores que Dalia Morena cultiva son geófitas, es decir, su fuerza vital reside en la raíz: gladiolos, narcisos y, por supuesto, dalias. “La palabra sostenibilidad viene de saber sostener algo, de cuidar algo, de saber proteger, y nosotros lo hacemos, inspiramos a otros”, agrega. Daniel y Camila mantienen un estilo de vida comunitario y aprendiendo a hacer todo con sus propias manos. “Acá renuncias a que todo esté listo”, remata ella.
Vicky Flores: ir a lo más primitivo
Vicky Flores tiene una vista privilegiada al océano Pacífico desde su casa en Tunquén. En la comunidad ecológica donde vive, llamada Punta del Gallo, tienen por obligación no pavimentar las calles y procurar que no haya tendido eléctrico entre las luminarias. Hace 21 años que ella utiliza paneles fotovoltaicos para emprender algunas tareas elementales como enchufar el computador, cargar el celular, para usar la radio y otros menesteres. “La vida te cambia, realmente la energía del sol te ‘ilumina’. Dentro de la casa intento no usar ni batidoras ni jugueras, se trata un poco de recoger las enseñanzas de los ancestros, ir a lo más primitivo”, dice Vicky. A futuro, pretende que su refrigerador a gas también funcione con energía eléctrica proveniente de paneles solares. Para resguardarse, cuenta con un generador de emergencia en el caso de cualquier imponderable. Ella dice que en estos días proveerse de un panel solar es mucho más barato que antaño. “Antiguamente un panel solar costaba 150 mil pesos, ahora vale 20 mil, las baterías eso sí son más caras”, remata Flores, para quien vivir en una comunidad ecológica produce un efecto “colaborativo” entre quienes la integran.

Renato Arancibia: nunca es tarde para cambiar
Siendo santiaguino, pero viviendo más de 30 años en la isla de Chiloé, Renato Arancibia consiguió una media hectárea de terreno en la comunidad de Quilquico, en la península de Rilán, a 18 minutos de la capital chilota Castro. En ese paraíso isleño, Renato partió prácticamente de cero: no había luz ni alcantarillado. “Podía empezar a hacerlo de un modo normal, pero me atreví a usar el agua de lluvia y paneles solares”, dice él, procurando hacer un cambio profundo a su estilo de vida. Con 63 años de edad, Arancibia dice que nunca es tarde para empezar. Gracias a la ayuda del esposo de una sobrina, que es ingeniero electrónico, pudo instalar paneles fotovoltaicos en su hogar con el que realiza sus tareas básicas, sin depender del sistema central eléctrico. Por otra parte, recupera la abundante lluvia que cae en Chiloé a través de unas canaletas que llevan el recurso a un estanque con motor de 7.000 litros, con lo que tiene para usar en las duchas, en la cocina y hasta para beber. “Es importante ser autosuficiente, no estar atado a una cuenta mensual y ponerse mucho más consciente del derroche de energía. En el futuro pretendo instalar algún tipo de energía eólica”, cierra Arancibia.

Harold Fuentes: hogar rumbo a la sustentabilidad
Harold Fuentes sufrió una estafa en su trabajo como sonidista y, dice, literalmente “me caí a tierra”. En otras palabras, entendió su lugar en el mundo y comenzó a apreciar la conexión con la naturaleza. Partió con un taller de huertos urbanos. Le siguió la formación en bioconstrucción y llegó a comprender que la sustentabilidad se acercaba a un estilo de vida. Tanto así, que estudió energías renovables y eficiencia energética para profundizar sus conocimientos. Empezó a ayudar a diseñar hogares ecológicos en un proyecto que se llamó “Hogar rumbo a la sustentabilidad”, además de formar una empresa de energía solar domiciliaria llamada HRS Sustentable. Hoy, en su hogar de La Florida, cuenta con un huerto, cocina solar, juguetes ecoeducativos y otros. “La gente cree que la permacultura solo es posible saliendo de la ciudad y yéndose a vivir al campo, pero también se puede hacer viviendo en la ciudad”, dice Harold, quien cuenta actualmente entre sus proyectos con la Ecoescuela Transisol y Ecoeducadores Transisol, donde educa para una visión más amorosa de la vida y del planeta.
Lucas Bravo: duchas más cortas con solo un click
Cinco minutos. Es el tiempo que programó el joven Lucas Bravo, de 16 años, en su propio celular para ducharse en la casa de su madre y padre. “Siento que todavía es mucho, que podemos reducir aún más los tiempos”, dice el adolescente, quien utiliza una tecnología digital que controla la duración y la presión de la ducha. Lucas tiene la aplicación en su móvil porque la desarrolló su padre Pedro Bravo, quien a través de su empresa JustWe creó una solución tecnológica, basada en Internet de las Cosas (IoT) para ahorrar agua dentro de los hogares. “Es importante tener un control sobre lo que derrochamos, no es un sistema invasivo, solo se corta cuando ya pasan los cinco minutos que establecimos. Es considerable el ahorro de agua y gas que tenemos en la casa. Queremos tener un estilo de vida más ecológico, pero aún nos falta mucho por hacer”, dice Lucas, para quien un tiempo razonable de ducha, para todos y todas, sería de tres minutos.
