Para que no nos mareemos con la COP25, aunque sea azul
“No nos confundamos, y seamos cuidadosos al elaborar sobre el tema. El que hayamos sido elegidos para ser el huésped de la COP tiene razones esencialmente procedimentales, pero no es una distinción por algún tipo de liderazgo en la acción climática. No lo somos en la actualidad ni podemos mal interpretar los hechos y pretender serlo. Pero se han expresado opiniones que argumentan tal liderazgo con base a esta situación particular, momentánea, que vivimos”
Tenemos grandes tareas a cumplir para responder adecuadamente a la aceptación de nuestra oferta para hospedar la próxima reunión anual de los países signatarios de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la así llamada Conferencia de sus Partes. Las COP, por sus siglas en inglés, y en particular la número 25 desde que este convenio internacional entró en vigor en 1995.
Se han expresado muchas y variadas opiniones sobre ellas que desearía complementar. Comencemos con los retos logísticos, tema que acaparó la atención periodística inicial sobre este encuentro y que incluso incluyó acusaciones de improvisación por parte del gobierno.
Brasil había anunciado en noviembre de 2017, con ocasión de la COP23, su deseo de ser sede de la COP25. Había formalizado a principios de octubre de 2018 esta intención, pero sorpresivamente retiró esa postulación el 27 de noviembre, días antes que se iniciara la COP24, donde esta propuesta debía ser ratificada. Dado que de acuerdo con “las reglas del juego” la COP25 debía tener lugar en la región latinoamericana, todos los países que respondieron a la invitación de la secretaría de la Convención para ofertarse y sortear esta imprevista situación tuvieron que improvisar sobre la marcha, y ese fue un hecho de la causa asumido por el sistema. Lo único destacable, entonces, es que entre todos estos “improvisadores” el apoyo mayoritario lo recibió Chile.
Pero ahora que el Buró de la Convención -organismo que encabeza el presidente de la COP y encargado de los temas procedimentales y de su organización- resolvió la fecha de su encuentro de este año, no hay más espacio para improvisaciones. Solo nos queda ponernos a trabajar arduamente sobre los temas de infraestructura y servicios, incluídos los de seguridad, que deberemos tener listos para fines de noviembre.
Ellos surgen de una concurrencia potencial a esta cumbre climática que podría superar las 20.000 personas, que incluye la presencia de ministros y jefes de Estado, que requiere salas de reuniones adecuadas en tamaño y número para las sesiones de trabajo y los plenarios, muy necesarias para que se lleven a cabo las deliberaciones y negociaciones de este encuentro.
A esto se suman oficinas para las delegaciones que lo soliciten, servicios de comunicación digital, internet y wifi en altos números y de calidad para los delegados, y una alta cobertura de prensa internacional. Y, lo más desafiante, acomodaciones para la instalación de la “feria climática” que acompaña a estos encuentros.
La dimensión de una COP
Las COP son reuniones anuales de dos semanas de duración, y en las segunda de ellas -conocida como el segmento ministerial de la cumbre- las autoridades gubernamentales de alto nivel de los países parte participan en la adopción de los acuerdos de este proceso de negociaciones.
“La diferencia entre las 4 mil personas del segmento ministerial con cifras de participación del orden de las 25.000 o incluso de 40.000 personas que se han mencionado, son una potencial masiva asistencia a una suerte de “feria del clima” que ha alcanzado gran tamaño e importancia, y que tiene lugar con oportunidad de las COP”
En la semana previa, y también durante otras dos semanas de trabajo que se desarrollan en junio en Bonn -sede de la secretaría de la Convención- se reúnen los llamados cuerpos subsidiarios de esta: el de Asesoramiento Científico y Tecnológico, y el de Implementación. Allí, los los negociadores de los países preparan las propuestas para las decisiones respectivas del segmento ministerial.
Los representantes de los países para estas actividades de los cuerpos subsidiarios y el segmento ministerial pueden estimarse en no más de 2.000 delegados. A este numero hay que sumar la prensa que, dependiendo de la trascendencia de las decisiones a adoptar, pueden superar los 1.000. Y no es el caso. Por último, están los delegados de ong’s internacionales, del sector privado y las sin fines de lucro acreditadas ante la Convención, y que dan seguimiento sistemático a estas deliberaciones, que en total pueden sumar otros 1.000 representantes.
Esta es aproximadamente la dimensión de una COP. Del lugar mismo donde ocurren las conversaciones, muchas veces ásperas, para dar paso a los acuerdos políticos sobre la materia; donde se discute por horas si en algún texto se usa un punto o un punto y coma; donde se abren puertas, cuando el tiempo apremia, para las “cocinas”. En definitiva, del lugar donde se negocia.
Lo que explica la diferencia entre esta dimensión, que de acuerdo con lo anterior estimo en poco más de 4.000 personas, con cifras de participación del orden de las 25.000 o incluso de 40.000 personas que se han mencionado, son una potencial masiva asistencia a una suerte de “feria del clima” que ha alcanzado gran tamaño e importancia, y que tiene lugar con oportunidad de las COP.
Esta actividad tuvo su inicio con la instalación, en las primeras reuniones de la COP, de “stands” donde organismos internacionales, principalmente asociados al sistema de Naciones Unidas, y organizaciones no gubernamentales, exhibían y distribuían sus publicaciones sobre el tema, en lo que se denominan “eventos paralelos” que sumaban exposiciones de sus mensajes y propuestas a los delegados asistentes a estas conferencias interesados en escucharlos.
Con los años, el desarrollo de las ciencias del clima, las constataciones de la alteración climática en curso y de sus impactos -y de aquellos previsibles según las modelaciones del futuro- en todas las dimensiones de la vida planetaria, no sólo ha atraído la atención de un numero incremental de investigadores en el tema, sino igualmente la proliferación de un también incremental número de organizaciones que estudian, fundamentan y experimentan originales y diversas propuestas para abordar las medidas de respuesta requerida para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero, o para incrementar la resiliencia de las economías ante los nuevos escenarios climático en que deberán desempeñarse. Todo ellos desean compartir sus ideas y hallazgos y, en consecuencia, la dimensión de este espacio de exhibiciones comenzó a crecer vertiginosamente, como asimismo su valor funcional a los objetivos de la Convención.
“Nuestra ministra del Medio Ambiente asumirá formalmente la presidencia de la COP en la sesión inaugural de este encuentro. Pero no nos confundamos. Se trata de conducir el proceso, no de establecer las materias bajo negociación”
Para finalizar esta rápida enumeración de actores de esta gran feria del clima, es necesario mencionar también tanto a los promotores de las tecnologías para el mundo al que debemos transitar, y de los instrumentos económicos y servicios para movilizar recursos para acelerar ese tránsito, como a los países que han comenzado a utilizar este espacio en un número en aumento para la instalación de pabellones nacionales, donde exponen sus políticas sobre el tema: algunos las colaboraciones internacionales en la materia que están llevando a cabo -y las que planean ofertar-, y otros ilustran sobre las dificultades y necesidades que enfrentan para realizar o escalar sus contribuciones a la causa climática.
En definitiva, debemos tener también listas las instalaciones para que pueda realizarse esta, y permítanme la licencia, suerte de “Climapalooza”, que llamo así solo para ilustrar sobre su envergadura e importancia. Tendrá lugar en otro gran parque, el Bicentenario de Cerrillos, junto a los espacios que se utilizarán para albergar la COP misma y que, como en otras ocasiones previas de este reunión, esperamos sea visitadas por miles de interesados del mundo y del país.
Conducir el proceso de negociación
Un segundo gran desafío que nos presenta hospedar la COP25 es dar apropiada conducción al proceso de negociación misma. Eso es lo que se espera de la presidencia de la COP, y nuestra ministra del Medio Ambiente asumirá formalmente esa función en la sesión inaugural de este encuentro. Pero no nos confundamos. Se trata de conducir el proceso, no de establecer las materias bajo negociación y, aún más, deberá ejercer su función desde una posición que la obliga a permanecer imparcial en las negociaciones y no poder ejercer sus derechos como Parte.
Los temas de la agenda en el marco de la Convención, en el de su Protocolo adoptado en Kioto el año 1997 y en vigor desde 2005; y ahora en el del Acuerdo de París, acordado en 2015 y en vigor desde 2016, son siempre numerosos y de compleja solución.
Hay un procedimiento riguroso para la determinación de esas agendas. La Secretaría, en consulta con la Presidencia, prepara una agenda provisional para cada COP con base a distintos insumos, entre ellos, ítems que en una sesión previa se haya decidido incorporar en la agenda provisional para su próxima sesión; ítems de la agenda de una sesión anterior que aún no se hayan finalizado; e ítems propuestos por las Partes y recibidos por las Secretaría antes de que se circule la agenda provisional.
La Secretaría debe hace llegar esta agenda provisional a las Partes de la Convención con, al menos, seis semanas de angicipación al inicio de la COP. Si hay Partes que deseen agregar ítems a esta agenda, lo pueden solicitar a la Secretaría, quien en consulta con la Presidencia puede incluir tales ítems en un suplemento a esta agenda provisional. Esta agenda, y su suplemento si es el caso, es sometida a consideración de las Partes en la sesión inaugural de la COP y en el proceso de su adopción las Partes pueden decidir agregar, eliminar, diferir, o corregir ítems.
“También podemos “sacarle punta” a nuestra sostenida y exitosa abogacía por una “paridad” en el tratamiento de las necesidades que surgen de los desafíos de Adaptación respecto a las necesarias acciones de Mitigación. Nuevamente el reto ahora es pasar de las palabras a la acción”
Todo esto constituye un proceso delicado y complejo, que significa la realización de muchas consultas previas al inicio de la COP o durante sus momentos iniciales, oportunidades en que se ponen a prueba las habilidades de la Presidencia dado que, en tanto las reglas de procedimiento para el funcionamiento y la adopción de las decisiones de la Convención y sus instrumentos legales conexos, sus cuerpos subsidiarios, su Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París, no contemplan algún sistema de votación para dirimir diferencias de opinión entre las Partes, todas sus decisiones deben ser logradas por consenso. Y en tanto éste no se logre para su agenda, la COP no puede iniciarse.
Pero aún así, en el marco de esta agenda así consensuada y con reducidos espacios para incidir en ella, la Presidencia de la COP nos pone en una situación de privilegio. Porque siempre en el ejercicio de estas altas funciones hay espacio para navegar en la agenda de la COP, y priorizar la atención de la audiencia sobre algunos temas que pudieran ser de particular interés para el anfitrión.
Solo para mencionar algunos, a modo de ejemplos, esto es lo que estamos haciendo con la denominación una COP Azul para el encuentro de diciembre. Chile fue parte activa y destacada en el proceso que abrió un espacio para una mención explícita de los ecosistemas oceánicos en el Acuerdo de París. Hay numerosas e importantes razones para haber participado en ese esfuerzo que deben ser avanzadas. Ahora la mención debe convertirse en acciones. Las Contribuciones Nacionalmente Determinadas con que los países se comprometen al logro de los objetivos del Acuerdo de París ofrecen oportunidades para abordar las interacciones ente océano y clima, en tanto esas consideraciones debieran ser parte integral de los Planes Nacionales de Adaptación de las naciones. Este puede ser uno de los caminos a explorar para que nuestras acciones sobre el tema logren un mayor reconocimiento en el marco de la lucha contra el cambio climático y que, en consecuencia, se movilicen mayores apoyos internacionales para sus mantenciones y expansiones.
También podemos “sacarle punta” a nuestra sostenida y exitosa abogacía por una “paridad” en el tratamiento de las necesidades que surgen de los desafíos de Adaptación respecto a las necesarias acciones de Mitigación. En este caso no solo hay mención. El Artículo 7 del Acuerdo de París esta dedicado en particular al tema. Nuevamente el reto ahora es pasar de las palabras a la acción.
Un camino a explorar de nuestro particular interés, y consistente con uno de los objetivos del Acuerdo de Paris que establece “aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y fomentar la resiliencia climática y el desarrollo de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de manera que no amenace la producción de alimentos”, podría ser avanzando en propuestas para las modalidades de implementación de estos propósitos, de las cuales nos podamos beneficiar para enfrentar en mejor pie la alteración del sistema climático en que deberemos vivir por el resto del siglo, y que amenaza seriamente la sobrevivencia de nuestro lema “Chile Potencia Alimentaria”.
No nos confundamos
Del mismo modo, otro tema de nuestro alto interés dice relación con el notable incremento de la participación de las energías renovables no convencionales en nuestra matriz de generación energética. Pero no nos confundamos, y seamos cuidadosos al elaborar sobre el tema. El que hayamos sido elegidos para ser el huésped de la COP tiene razones esencialmente procedimentales, pero no es una distinción por algún tipo de liderazgo en la acción climática. No lo somos en la actualidad ni podemos mal interpretar los hechos y pretender serlo. Pero se han expresado opiniones que argumentan tal liderazgo con base a esta situación particular, momentánea, que vivimos.
“Mejor mostremos, como un buen y destacable ejemplo, el hecho de que una necesaria política nacional y su racionalidad, sin que prime una razón climática para su adopción y ejecución, puede ser funcional y alinearse con los objetivos del Acuerdo de París. Y ese es el caso de la revolucionaria expansión de la generación energética renovable no convencional en nuestra nación”
Sé que nos es difícil cambiar esta tendencia nacional de tratar de aparecer siempre como el alumno modelo del curso: “aseado, peinadito, con las tareas listas y con una manzana en la mano para la/el profe”. No obstante, debemos perseverar en corregirla, ser cuidadosos en el lenguaje para no continuar contribuyendo a que nos sigan calificando de soberbios.
Mejor mostremos, como un buen y destacable ejemplo, el hecho de que una necesaria política nacional y su racionalidad, sin que prime una razón climática para su adopción y ejecución, puede ser funcional y alinearse con los objetivos del Acuerdo de París. Y ese es el caso de la revolucionaria expansión de la generación energética renovable no convencional en nuestra nación. Aquí sí podemos satisfacer nuestra vanidad y pregonar liderazgo. Y lo que desearíamos ahora es que la Convención y el Acuerdo de París nos devuelva la mano y nos ayude a expandir y acelerar la implementación de esta política. Y hay mucho espacio para que ello ocurra que podemos descubrir si leemos con atención el texto de este Acuerdo. Una tarea que nadie hará por nosotros.
Una generalización de la anterior. El tema de mayor importancia de países como el nuestro es su desarrollo socio-económico. Ahí están sus urgencias y prioridades. El asunto es que éste hoy se debe pensar e implementar en “los tiempos del cambio climático”. Una buena política de desarrollo buscará alinear sus intereses y prioridades propias con los objetivos internacionales para enfrentar las razones y consecuencias de esta alteración antropogénica del sistema climático global, y utilizar las sinergias económicas que resultan de ello. Más aún, si fuéramos más aplicados extenderíamos este comportamiento incorporando los otros 16 objetivos que el sistema internacional ha identificado para asegurar un desarrollo económico sustentable.
Y a este respecto, también deberemos hacer esfuerzos en los próximos meses para comenzar a delinear una estrategia de desarrollo nacional que muestre con claridad su vinculación con el requerimiento imperativo de que todas las naciones incrementen su ambición climática, y nos permita hacer algunos anuncios cuantitativos al respecto. Una necesidad imperiosa, en tanto el Secretario General de Naciones Unidas ha extendido una invitación a una Cumbre Climática bajo la consigna “Aumentar la Ambición”, que tendrá lugar en septiembre con ocasión del próximo período regular de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, y en la cual él ha insistido que no desea escuchar discursos sino compromisos. Este es el año de la ambición climática en Naciones Unidas. Pero también en el mundo en general. Los jóvenes primero, y hoy los ciudadanos de todas las edades, como nos informamos con mayor frecuencia cada día, las exigen para hoy.
Realizar esta tarea requiere alta coordinación de las reparticiones de gobierno, con una actuación preponderante de los ministerios que usualmente planean las estrategias del desarrollo del país, encabezada por el ministerio de Hacienda, pero, y de extraordinaria importancia, que sume también la participación, con sus visiones y propuestas, de los ejecutores de ellas: los actores del sector privado, entre otros miembros de la sociedad civil, y de los gobiernos municipales, que al final del día, son los que con su actuar harán la diferencia con el comportamiento habitual. Una diferencia de la que deben estar convencidos del valor de hacer suyas.
“Es también la oportunidad para incrementar la relevancia de los que a nivel nacional laboran en las ciencias del clima. Para conocer sus aportes a la dimensión global de ella, pero también, y más importante para nosotros, para saber qué nos están diciendo sobre lo que nos depara el futuro”
Espacio para los ciudadanos
Por último, funcional a la anterior, la otra gran tarea que tenemos por delante -y que ya está ocurriendo- es utilizar la oportunidad para que los “ciudadanos de a pie” de nuestro país y sus organizaciones, los actores económicos privados y sus asociaciones, el sector financiero nacional, los municipios, etc., esto es, los actores “no estatales” en la nomenclatura de la Convención, puedan aumentar sus conocimientos sobre esta Convención y puedan participar activa y propositivamente en el diseño e implementación de esta estrategia de desarrollo nacional compatible con los desafíos climáticos que debe enfrentar el país.
Es la oportunidad para que todos entendamos las razones de la complejidad de sus negociaciones, sus dimensiones geopolíticas, el real alcance de las obligaciones que hemos comprometido en el marco de este proceso, pero también las oportunidades de capacitaciones, transferencia tecnológica y financieras que ofrece. Para que aprendamos qué podemos esperar de proceso y qué no, y cómo podemos utilizar sus servicios para la implementación de nuestras propias estrategias climáticas.
En fin, como ejemplo, para que aprendamos que la plataforma NAZCA nada tiene que ver aquí con esas extrañas línea en los suelos peruanos, aunque allí nació, pero sí con un espacio para registrar los compromisos para la acción climática de empresas, ciudades, regiones, gobiernos subnacionales e inversores; para que no confundamos los bonos verdes con los bonos de carbono; para que estemos bien informados que en un muy próximo futuro el así llamado Mercado del Carbono agregará nuevas unidades a su quehacer. Que en nuevas modalidades nos pueden ofrecer, si somo lo suficientemente activos, oportunidades de movilizar financiamiento climático de grandes cuantías para nuestros proyectos e iniciativas.
Y, particularmente importante, para que aprendamos y entendamos la racionalidad de la decisión del Consejo de Estabilidad Financiera del Banco de Pagos Internacionales de promover una mejor información sobre riesgos financieros relacionados con el clima que anunciaron en 2015 en París. Pronunciamiento que marca, significativa y crecientemente desde esa fecha, los procesos de toma de decisiones de los grandes actores del sistema financiero internacional, los que mueven los 500 trillones, y que buscan hoy nuevos nichos para sus inversiones que se encuentren alineados estrechamente con la transición energética en curso. Aprendizaje requerido no solo con propósitos académicos, sino para que las autoridades de gobierno y los actores privados que lo requieran creen ambientes habilitantes o los promuevan, que ofrezcan “las certezas jurídicas” para que esta nueva racionalidad en el mundo de las inversiones también las atraiga al país.
Y es también la oportunidad para incrementar la relevancia de los que a nivel nacional laboran en las ciencias del clima. Para conocer sus aportes a la dimensión global de ella, pero también, y más importante para nosotros, para saber qué nos están diciendo sobre lo que nos depara el futuro y qué requieren para que puedan incrementar la precisión de sus predicciones, y podamos así construir políticas que nos posibiliten aumentar nuestra resiliencia a estos nuevos panoramas climáticos.
En suma, para que todo estos actores comiencen a serlo también en el diseño e implementación de nuestra política de desarrollo en los tiempos del cambio climático, y para que a fines de año participen activa y masivamente en esta fiesta del clima que acompañará a la COP25, exponiendo sus trabajos y propuestas por la causa, explicando sus necesidades para ser capaces de incrementarlas o, sencillamente, deseando solo aprender de otros que estarán exponiendo en sus “stands” o en las decenas de “eventos paralelos” que allí tendrán lugar.
*José Eduardo Sanhueza Flores es consultor Internacional en Negociaciones sobre Cambio Climático, e investigador asociado al Centro iUAI Earth de l Universidad Adolfo Ibáñez