Esteban León, director programa de ciudades resilientes de ONU-Habitat: “No vale la pena correr tras los desastres, hay que adelantarse”
En el Congreso Latinoamericano de Autoridades Locales realizado recientemente en Santiago de Chile, organizado por la Asociación Chilena de Municipalidades, el experto boliviano explicó los alcances del modelo que implementa su programa para crear ciudades resilientes al cambio climático. “La resiliencia no se construye de un día para otro, sino que por el resto de la vida. Nos gustaría mucho intervenir en alguna ciudad de Chile, aprovechando el contexto de la COP25”, asegura.
El boliviano Esteban León aterrizó la semana pasada a Santiago a exponer en el Congreso Latinoamericano de Autoridades Locales, organizado por la Asociación Chilena de Municipalidades, directamente desde Mozambique, donde estuvo de visita para conocer en terreno el desastre que dejó el ciclón “Idai”. Fue el primero en hablar en el panel “Medio Ambiente, Acción Climática, Riesgos de Desastres y Sustentabilidad Energética: los municipios camino a la COP25”, donde partió advirtiendo que el tiempo estimado de 10 minutos para su exposición sería insuficiente para todo lo que tiene que decir.
El director del Programa de Perfiles de Ciudades Resilientes de ONU-Habitat comprobó en terreno la magnitud de la catástrofe en el país africano. Si bien la visita de León se concentró en la capital Maputo, también se movió al sector de la ciudad de Beira, la más afectada por el desastre, para coordinar la entrega de ayuda humanitaria. “Ya hay un protocolo de ayuda internacional, pero la experiencia fue muy fuerte. Creo, eso sí, que la mejor sensibilización que he visto para reducir riesgos es estar en un desastre: el que estuvo en un desastre sabe lo que es y sabe lo que no quiere que pase en su ciudad”, dice.
En su exposición, León indaga en las razones que, según él, hacen urgente la resiliencia de las ciudades: “En los últimos 50 años la población se ha triplicado y el mundo no se ha expandido”. Por lo tanto, dice, “las amenazas naturales existen y no hay cómo detenerlas, pero sí podemos hacer que nuestros sistemas urbanos absorban y respondan a esas amenazas”. De eso precisamente se encarga el programa que lidera.
El programa realiza un diagnóstico de la ciudad con los respectivos municipios, para luego elaborar una planificación estratégica que pueda prevenir las consecuencias de los desastres naturales. “Nosotros ya no pensamos en la amenaza”, cuenta León, quien dice que su modelo analiza lo que denominan “shocks” y “estreses” dentro de cada ciudad en que intervienen.
Los shocks son las externalidades, es decir, los terremotos, las inundaciones, los huracanes, que entran en el sistema urbano y lo perturban; y los estreses son las internalidades del sistema, o sea, las condiciones internas de la ciudad que pudieran agravar el problema ante un desastre. “Por ejemplo, si la capacidad de proveer agua a sus habitantes está bajo estrés, bajo un terremoto va a estar peor”, ilustra el experto boliviano, cuyo programa tiene sede en Barcelona.
“No se requiere mucho dinero para hacer ciudades resilientes, sino maximizar los recursos. Sin hacer nada se puede crear resiliencia: no construir ese puente que puede crear problemas, no construir en lugares riesgosos, hacer cumplir los códigos de construcción, etcétera”
León revela que el Programa de Perfiles de Ciudades Resilientes de ONU-Habitat se ha implementado en la citada Barcelona (España), Maputo (Mozambique), Dakar (Senegal), Port Vila (Vanuatu) y en Asunción (Paraguay). “Lo más interesante de esto es que cuando empezamos a implementarlo, otras ciudades acudieron a nosotros y se mostraron dispuestas a pagar por tener una ciudad resiliente, como Yakutsk (Rusia), Cluj (Rumania) y Teresina (Brasil)”, cuenta el funcionario de ONU-Habitat.
Lo que muchos municipios no advierten, según su apreciación, es que “no se requiere mucho dinero para hacer ciudades resilientes, sino maximizar los recursos”. Incluso, “sin hacer nada se puede crear resiliencia: no construir ese puente que puede crear problemas, no construir en lugares riesgosos, hacer cumplir los códigos de construcción, etcétera”.
¿En qué consiste el Programa de Perfiles de Ciudades Resilientes de ONU-Habitat y cómo se aplica?
El programa recolecta datos e información de los municipios y hace un diagnóstico. Implementa unas acciones de resiliencia, es decir, recomendaciones para que la ciudad se haga más resiliente. Tiene cuatro pasos, que no son uno detrás del otro, sino que puedan avanzar al mismo tiempo: recopilar información básica de la ciudad, mapeo de los actores (organizaciones sociales, sector público y privado, ciudadanos), análisis de los sistemas urbanos (movilidad, comunicación, gas) y un mapeo de las amenazas (shocks y estreses). Con esa información, se presentan planes y estrategias. Lo importante es que es un modelo multisectorial, multiactores y multiamenazas. La única manera de construir resiliencia es que sea participativo, entendiendo este concepto como “la habilidad medible de cualquier sistema urbano y sus habitantes de mantener continuidad a pesar de los shocks y estreses, mientras se realiza una adaptación positiva y transformar hacia la sostenibiilidad”. Nuestro mandato es apoyar a los gobiernos locales para que ellos empujen ciudades sostenibles y resilientes.
Hay un plan piloto que elaborarán en conjunto con la organización Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (UCLG en inglés) en una ciudad de la región. ¿Está contemplado Chile?
Con la UCLG pensamos que teniendo esta metodología sólida, tenemos el reto de que hay muchas ciudades en el mundo. Si hacemos un análisis una por una, el proceso será muy lento. Por lo tanto, hicimos un módulo más ágil para calibrar la herramienta y hacer un plan piloto en una sola ciudad, aún estamos viendo en cuál. Estamos viendo financiamiento. En Chile aún el programa no ha entrado. Nos encantaría intervenir en alguna ciudad de Chile, aprovechando también la contingencia de la COP25. Sería interesante tener una experiencia que pueda ser replicada en otra ciudad de Chile.
“La resiliencia de la ciudad no se construye de un día para otro, sino que por el resto de la vida. Es como la salud: uno no puede decir ‘soy saludable’, y luego dedicarse a tomar alcohol, fumar e irse de fiesta porque soy saludable. Tienes que mantenerte saludable para estar saludable. Es lo mismo en una ciudad”
¿Con qué conclusión usted se iría conforme de este Congreso Latinoamericano?
Que la población en general esté consciente de los retos que tenemos, de las amenazas, que esté consciente del daño que le hemos hecho al planeta, que si no conocemos los riesgos, difícilmente vamos a poder reducirlos. Con eso me sentiría conforme. Que entendamos que el cambio climático es un problema global, pero que tenemos que atenderlo desde una perspectiva local. Ya no vale la pena correr tras los desastres: hay que adelantarse. Yo ahora vengo corriendo detrás de un desastre en Mozambique.
-¿Qué diagnóstico hace usted de las ciudades respecto de la amenaza que representa el cambio climático?
-Yo creo que somos víctimas de nuestro propio éxito. Hemos llegado a un momento en que no tenemos las amenazas de la hambruna, de enfermedades. Ahora las tasas de mortalidad son más bajas y las de longevidad, más altas. Pero la población se ha triplicado en los últimos 50 años y el espacio no se ha expandido. Hay que pensar que si no hacemos nuestras ciudades resilientes (ya que el 50% del mundo vive en ciudades), tal vez no tendremos un espacio físico que abarcar en un siglo más.
¿Cuál culpable de esta situación son los modelos de producción y consumo que nos rigen?
El problema de este modelo económico y de vida es el alto consumo. Con eso, evidentemente hay un impacto en el planeta que hace 20 o 30 años no lo veíamos, y ahora lo vemos más agudamente. Hace 20 o 30 años se trataba de que las cosas que se producían duraran para siempre. Un auto de hace 30 años era hecho de acero, duro, y solo cambiabas las piezas si lo necesitabas hacer. Ahora la tendencia es hacia lo desechable. Antes éramos orgullosos de saber que podíamos producir, desechar y volver a comprar. Cuando uno era niño, te enseñaban a reparar las cosas; ahora te dicen que eso ya no se tiene que reparar, sino que se cambia. Se tira y se compra uno nuevo. Ese modelo nos ha llevado donde estamos, y hay que volver a otro en que salvemos las cosas que tenemos. Hay que poner en la balanza el equilibrio: o queremos una economía fuerte o un planeta vivo.
Hablando de la región, ¿se puede replicar en otros países el modelo que ustedes ya implementaron en Asunción?
Efectivamente Asunción se está haciendo una implementación bastante exitosa, orientada principalmente a reducir los riesgos por inundaciones del río Paraguay. Se hizo una recopilación de datos muy exhaustiva, y la esperanza es replicar eso no solo en Paraguay, sino en Latinoamérica. El contexto es distinto en cada ciudad, no hay dos ciudades similares. Pero en todas las ciudades de este planeta necesitas agua, movilidad, comunicación. Ahí el modelo aplica similar, pero los resultados serán distintos. No pudimos comprobar la respuesta en Maputo, porque el ciclón afectó otra ciudad del centro de Mozambique: Beira. Hubiera sido interesante ver esa respuesta. Pero hay que tener en cuenta algo muy importante: la resiliencia de la ciudad no se construye de un día para otro, sino que por el resto de la vida. Es como la salud: uno no puede decir “soy saludable”, y luego dedicarse a tomar alcohol, fumar e irse de fiesta porque soy saludable. Tienes que mantenerte saludable para estar saludable. Es lo mismo en una ciudad.