Así como la primera revolución industrial produjo un incremento exponencial en la producción mundial de bienes y servicios, incrementando el bienestar y el crecimiento de los países, su dependencia de los combustibles fósiles causó que en las últimas décadas la relación entre el desarrollo económico y el cambio climático se ha tornado endógena a causa de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). “Es decir, el cambio climático ha comenzado a generar efectos negativos sobre el desarrollo de los países, tales como el aumento del nivel del mar, olas de calor que han aumentado la ocurrencia de incendios forestales, e inundaciones más extremas y sequías más prolongadas, que han afectado a todos los sectores productivos”.
Hoy el riesgo es cierto y documentado. Los desastres naturales -la mayoría por fenómenos climáticos extremos- le cuestan a las empresas más de US$300 mil millones al año, y tienen un impacto directo en la población de al menos US$90 mil millones. En cuanto a nuestro país, el informe más reciente sobre el riesgo climático de los países ubica a Chile en el lugar 16 a nivel global. El desafío actual para los países es no solo complejo, sino también doble: mitigar para reducir las emisiones de GEI y frenar el calentamiento global, y adaptarse a los nuevos escenarios para la seguridad de las economías y los ciudadanos.
Así lo plantea un reciente documento de síntesis de política pública de Confluir, una plataforma lanzada oficialmente el pasado 11 de diciembre y creada por jóvenes profesionales que busca pensar un nuevo Chile y sus políticas públicas, generando un punto de encuentro entre la ciudadanía, la técnica y la política. Pero lo que también plantea el documento, es que el cambio climático es una ventana de oportunidad para el desarrollo económico del país. ¿La fórmula? Un salto tecnológico en sectores claves de la economía.
“Desde hace un par de décadas hemos visto que el efecto no es solo de la economía hacia el cambio climático, sino que el cambio climático hacia la economía”, dice Jorge Valverde, director ejecutivo de Confluir y uno de los autores del estudio, al presentar el documento. “El Banco Central -agrega- ha estimado que el 25% de nuestro PIB se encuentra altamente expuesto a los riesgos de cambio climático. Estas son señales de alerta que nos dicen que la cancha en la que vamos a jugar en los próximos años no es la misma en la que jugamos anteriormente. Van a haber nuevas restricciones en el mundo respecto de cómo desarrollarnos, cómo crecer”.
Y en ese escenario, que el cambio climático se transforme en una ventana de oportunidad quiere decir que aumenta la probabilidad de generar esta destrucción creativa que permita un catching up tecnológico, tanto de las empresas como de la industria. “En el largo plazo sabemos que el crecimiento está dado exclusivamente por el progreso tecnológico, y este en función de la innovación, y la innovación genera esta destrucción creativa que permite ser más eficiente, generar mejores productos y un mix productivo más complejo. Para esta ventana de oportunidad existen gatillantes, ciertas variables que hacen más probable o no generar estecatching up: el conocimiento y tecnología, la demanda, y la institucionalidad y regulación”, afirma Valverde.
Según plantean los investigadores en el documento, el establecimiento de metas de emisión por parte de los países representa una palanca para el desarrollo económico, o bien una barrera, dependiendo del nivel tecnológico del país o de su capacidad de absorber nuevas tecnologías. Y para los países que están más cerca de la frontera tecnológica, pero que no son líderes en las distintas industrias, las metas de emisión constituyen una ventana de oportunidad porque coloca incentivos sobre los sectores productivos para que transiten hacia economías bajas en carbono. Esto, finalmente, promueve la innovación y posibilita que los países puedan hacer un catching up respecto a los líderes tecnológicos.
¿Cómo hacerlo en Chile? La propuesta que se plantea es que la meta de emisiones del país sea incorporada institucionalmente como un ancla real para el desarrollo de largo plazo del país, en conjunto con una meta de nivel de desarrollo económico (PIB per cápita) que permita fijar expectativas e incentivos para la evolución de la matriz productiva y el desarrollo tecnológico de las industrias. “La tarea sería trazar distintos patrones de desarrollo económico basados en las industrias nacientes potenciales y la actualización tecnológica necesaria para cumplir ambos objetivos (emitir menos y crecer más), basados en una estrategia conjunta y coherente de desarrollo”, señala el informe.