La política pública de la economía circular
“El interés por conocer sobre la crisis climática y tomar medidas frente a este problema rápidamente ha crecido en nuestros países. Hoy vemos con bastante frecuencia el surgimiento de emprendimientos circulares, estímulos por modificar las formas de producción y también, las formas de consumo”.


La COP27, que ha terminado recientemente, nos ha mostrado la suma urgencia de las medidas que debemos realizar en materia medioambiental. Sin embargo, el panorama no es muy alentador porque, en palabras del secretario general de la ONU António Guterres, nos “… dirigimos a una catástrofe global”. El compromiso de emisiones y aumento de temperatura global hoy se ve casi imposible de alcanzar con las consiguientes consecuencias climáticas para nuestras generaciones. No hay duda de que estamos heredando un planeta que obligará a las futuras generaciones a tomar decisiones de adaptaciones climáticas, productivas, económicas nunca vistas e inimaginables quizá hoy día.
El interés por conocer sobre la crisis climática y tomar medidas frente a este problema rápidamente ha crecido en nuestros países. Hoy vemos con bastante frecuencia el surgimiento de emprendimientos circulares, estímulos por modificar las formas de producción y también, las formas de consumo. A pesar de todo, sigue siendo insuficiente y no hemos logrado revertir la tendencia de alza sostenida de la temperatura y la generación de residuos en el mundo.
Desde el Programa Regional Seguridad Energética y Cambio Climático en América Latina (EKLA), de la Fundación Konrad Adenauer (KAS) en conjunto con otras organizaciones de la región, se diseñó una plataforma para visualizar y tener una aproximación sobre las medidas que se han estado adoptando desde las administraciones públicas en América Latina y el Caribe, para hacer frente a la crisis climática a través de iniciativas públicas en torno al modelo de economía circular. Lo interesante, al revisar los resultados, es el crecimiento de iniciativas surgidas en torno al año 2015, momento en que la Unión Europea a través del Plan de acción para la Economía Circular, da a conocer 54 medidas que atienden a contribuir en acelerar la transición de Europa hacia una “EC” que modernice y transforme sistémicamente la economía europea desde un enfoque sostenible.
Por nuestro lado, los resultados que se visualizan en la Plataforma nos muestran que existen 387 iniciativas en América Latina y el Caribe desarrollándose en nuestros países para difundir, capacitar, transitar o implementar modelos de economía circular. La mayoría de las iniciativas tienen alcances nacionales y se concentran principalmente en 97 programas (25%), seguido por 72 normativas (19%), 62 proyectos (17%) y 51 acuerdos (14%). Sólo estas cuatro clasificaciones concentran casi el 74% del total de las iniciativas. El detalle por países es clave para comprender los niveles de avance en la región, y que se transforma en un obstáculo a la hora de definir políticas más regionales. Este obstáculo, que puede ser financiero, de asistencia técnica especializada en los propios países o, inclusive, una decisión política de no avanzar más rápidamente es lo que provoca distancias importantes en nuestra región.
Por ello, es clave y fundamental el compromiso de las instituciones públicas en América Latina y el Caribe: municipalidades, gobiernos regionales, federales, estatales y nacionales para avanzar en forma articulada a implementar estas medidas que, al igual que la Unión Europea, fortalecen la capacidad dentro de los países y entre países.
Desde los diferentes organismos regionales de integración, como la Alianza del Pacífico, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Comunidad Andina (CAN), la Comunidad del Caribe (CARICOM) sólo por mencionar algunos, se nos abren grandes oportunidades para generar y tender puentes en torno a la economía circular. No partimos desde cero en América Latina y el Caribe, pero la velocidad crucero en la que estamos de avance es insuficiente para asegurar resultados que cambien realmente el escenario complejo de crisis climática en la que nos encontramos. En resumen, la Plataforma constituye un instrumento muy potente para visibilizar los avances dentro de la región de las iniciativas públicas en torno a la economía circular y, como tal, es un punto de partida para que aunemos esfuerzos por un avance más articulado y con resultados efectivos.