Coronavirus y cambio climático: dos caras de una misma moneda
“Con el fin de prevenir desastres económicos, sociales –como un posible desplome bursátil, recesión, muertes y desempleo que generará esta crisis- y ambientales, necesitamos un modelo económico que considere el entorno en que se desarrolla”
La globalización y el desarrollo industrial ha traído consigo un mayor grado de integración e interdependencia entre países y mercados. Esto se vincula directamente con múltiples mejoras en la calidad vida de las personas, pero también abre nuevas brechas y vulnerabilidades, porque el alcance de nuestras decisiones repercuten a escala global. Por esto, si bien el nacimiento de algunos virus como el COVID-19 en gran medida es de origen natural, su dispersión casi inmediata alrededor del mundo se relaciona con causas humanas. En paralelo el cambio climático tiene un origen parecido, justamente porque las causas asociadas a su desarrollo y prevención en parte importante dependen de nosotros.
Así y en ambos casos, la no consideración de variables climáticas en la toma de decisiones, ha sido aquello que ha impedido prevenir problemas como los que nos aquejan actualmente.
Visto de esta manera, lo bueno de esta pandemia es que nos presenta la oportunidad de evidenciar la relevancia de considerar los factores climáticos y ambientales en la toma de decisiones y proyecciones de la economía. Pero, en todo esto ¿qué nos puede decir el mundo empresarial?
A partir de lo ocurrido con esta pandemia global, se ha visto una importante reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en los países donde el coronavirus ha tenido mayor impacto. Tal disminución se debe en parte importante a una ralentización del comercio internacional y nacional, y por ende de las principales actividades productivas.
Incluso ya se habla de una posible recesión global, con todo lo que esto trae consigo. Por una parte, este hecho permite desnaturalizar la idea de que una reducción en las emisiones globales es una meta inalcanzable. Por otra, nos indica que la obtención de beneficios ambientales no siempre reportará ganancias a nivel social y económico, revelándonos –esta vez de manera más evidente- la intrincada relación entre los sistemas humanos (economías) y los sistemas naturales (ecosistemas).
En este escenario, múltiples líderes de opinión y expertos han indicado que, de no desarrollarse un sistema global de salud preparado para tratar pandemias de esta naturaleza, como humanidad nos exponemos a múltiples riesgos. Claro ejemplo de esto fue una charla TED realizada por el multimillonario Bill Gates en 2015, donde justamente remarcaba el peligro asociado a la propagación de un virus como el COVID-19.
La opinión del fundador de Microsoft no dependía de manejar cifras extraoficiales a las que alguien como él podría tener acceso, se remitió únicamente a comentar información de conocimiento público que por múltiples motivos no era tan relevante.
En paralelo, el cambio climático sufre dolencias similares. Desde 1988 el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha otorgado información categórica a los tomadores de decisiones del sistema internacional sobre el imperativo de reducir la emisión de GEI.
De no hacerse esto efectivo, se arriesgan consecuencias, como un contexto de baja gobernabilidad, un alto nivel de flujos migratorios, una considerable reducción de biodiversidad y un aumento exponencial de desastres naturales y del nivel del mar. Estas consecuencias, de hecho, ya son visibles y exponencialmente motivarán externalidades negativas de mayor complejidad y magnitud
Una de las aristas de lo anterior, tiene relación con el mundo empresarial. El sector privado como causante de la mayor parte de los GEI emitidos y responsable de la gran mayoría del sector productivo sin duda tiene mucho por decir y hacer.
Con el fin de prevenir desastres económicos, sociales –como un posible desplome bursátil, recesión, muertes y desempleo que generará esta crisis- y ambientales, necesitamos un modelo económico que considere el entorno en que se desarrolla. Esto requiere de un esfuerzo sustantivo en redistribución y desarrollo de nuevas tecnologías mediante una conjunción positiva entre el sector público y privado. Lo bueno es que ya hay capacidades suficientes para realizar esto. El desarrollo científico que ha permitido desarrollar nuevas vacunas, las tecnologías de obtención de energía de fuentes no contaminantes, instrumentos de biotecnologías, etc. van en esta dirección. Además, la naturaleza ya cuenta con herramientas para reactivarse de manera independiente. Ejemplo de esto es la limpieza con que cuentan hoy los canales de Venecia y la repentina y sorprendente aparición de delfines y cardúmenes de peces. Faltaría entonces, generar un marco institucional que propicie mejoras ambientales, sociales y económicas. Tarea difícil de conseguir, pero no imposible.
Óscar Martínez
Director Ejecutivo-Chile Red Acción Climática