No solo producimos, alimentamos
“Recientemente, participé como representante de Chile en el Congreso Internacional de Desarrollo Rural de la OECD realizado en Irlanda, donde junto a expertos de todo el mundo provenientes de gobiernos, academia y sociedad civil, reflexionamos y compartimos valiosas experiencias locales y se evidenció la gran oportunidad que tenemos de vincularla con políticas de seguridad alimentaria y de desarrollo rural, que permitan a los actores de esos territorios innovar en la mirada hacia el sector y en las propuestas que deben adaptarse a esa diversidad”.
Una de las mayores preocupaciones a las que nos vimos enfrentados este año es el alza de los precios de los alimentos que sin duda es un tema que nos mantiene en constante alerta.
En estos escenarios la cadena alimentaria cobra valor en la discusión pública, ya que pocas veces nos detenemos a pensar cómo llegan estos productos a nuestra mesa, más allá de comprarlos en una góndola de un supermercado, almacén o feria del barrio.
En tiempos donde enfrentamos diversas crisis, es fundamental entender los factores externos e internos que afectan esta cadena para poder adaptarnos, en un contexto global donde cerca de 830 millones de personas sufren hambre, un 10% de la población mundial.
Esta crisis alimentaria comenzó con la pandemia y se profundizó con la lamentable guerra entre Rusia y Ucrania, lo que además refleja la vulnerabilidad a la que nos vemos expuestos ante la incertidumbre y los conflictos internacionales, afectando los precios y por ende el bolsillo de las familias, especialmente las más vulnerables. A esos factores debemos sumar el que es quizás el más preocupante por su avance y porque no tiene vuelta atrás: el cambio climático, que se expresa en nuestro país con una sequía estructural. Esta situación requiere que salgamos de los slogans, trabajemos en coordinación con distintos actores para adaptarnos y que centremos los esfuerzos en priorizar el consumo humano, contar con agua para producir alimentos, cuidar el medio ambiente y promover las otras actividades que permiten el desarrollo local y rural, es decir, procurar el equilibrio de sus usos para el desarrollo sostenible.
Recientemente, participé como representante de Chile en el Congreso Internacional de Desarrollo Rural de la OECD realizado en Irlanda, donde junto a expertos de todo el mundo provenientes de gobiernos, academia y sociedad civil, reflexionamos y compartimos valiosas experiencias locales y se evidenció la gran oportunidad que tenemos de vincularla con políticas de seguridad alimentaria y de desarrollo rural, que permitan a los actores de esos territorios innovar en la mirada hacia el sector y en las propuestas que deben adaptarse a esa diversidad. Y no se trata solo de adaptarnos a través de soluciones de tecnificación del riego, sino considerar la eficiencia hídrica de forma global incluyendo la gestión del agua a través de la gobernanza de cuencas, innovación y desarrollo, con más investigación e inversión, especialmente, para los pequeños agricultores y agricultoras.
Todas estas medidas no serán suficientes sino se adoptan con una mirada integradora y coordinada, donde logremos internalizar desde la agricultura que no solo producimos, sino que alimentamos a una población que crece y con recursos cada vez más escasos. La invitación es a ampliar la mirada, trabajar en red, innovar, fortalecer las relaciones con otros países para sentirnos parte de este gran desafío y hacerlo desde las zonas rurales que son protagonistas y parte de la solución.