Más allá de los factores ESG: Activación del capital para activar la esperanza
“La adhesión de los inversores a la causa climática constituye otro motivo de esperanza. Las coaliciones de titulares de activos, como Climate Action 100+, y las alianzas de gestores de activos, como la iniciativa Net Zero Asset Managers, representan unos activos por un valor de casi 70 billones de dólares4. Por otra parte, más de 600 inversores (nosotros incluidos), los cuales representan unos activos por valor de más de 40 billones de dólares, firmaron la Declaración Mundial de los Inversores en la COP 27, en la que abogan por unas políticas que posibiliten una transición justa a una economía con bajas emisiones de carbono”.
La atmósfera al final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27) que se celebró el mes pasado en Egipto fue bastante aleccionadora. La invasión rusa de Ucrania obligó a los países a recurrir al carbón término y a otros combustibles fósiles para responder a sus necesidades energéticas, lo que probablemente posponga la transición a una economía con unas emisiones netas de valor cero. Sin embargo, en la COP 27, también se subrayó la necesidad de potenciar las políticas públicas, las reglamentaciones y las innovaciones tecnológicas para lograr un futuro seguro en lo que al clima se refiere.
A estas alturas, ha quedado rotundamente claro que, para respaldar los proyectos relacionados con el clima en todo el mundo a la escala correspondiente, se necesitará una gran cantidad de capital. Según las estimaciones de la Agencia Internacional de Energía, solo la transición a la energía limpia tendrá un coste de billones de dólares al año1, incluso sin tener en cuenta las pérdidas y los daños, sobre todo en los países en desarrollo. El decisivo acuerdo alcanzado en la COP 27 de crear un fondo para ayudar a los países con menores ingresos a lidiar con los peores efectos del cambio climático pone de manifiesto que los dirigentes mundiales son conscientes de este hecho.
Sin embargo, no bastará únicamente con el capital procedente de las donaciones y los bancos multilaterales de desarrollo, sino que el sector privado también debe contribuir. Hasta el momento, no ha habido ninguna trayectoria clara para liberar el vasto potencial de los mercados mundiales de capital, pero hay buenas razones para tener esperanza.
En primer lugar, los gobiernos han progresado de manera considerable a la hora de velar por unos datos de mayor calidad. En el mes de marzo, la Comisión de Valores y Bolsa de EE. UU. propuso obligar a algunas empresas a divulgar información acerca de los riesgos que afrontan a raíz del cambio climático, después de que la directiva integral de la Unión Europea2 del año pasado mejorase su marco consolidado. Unos meses después, la Comisión Reguladora de Valores de China propuso unas medidas similares. Los datos de alta calidad sobre los riesgos climáticos de los tres bloques económicos más grandes del mundo permitirán a los inversores evaluar las compensaciones entre riesgo y rentabilidad de las tecnologías sostenibles.
Sin embargo, aunque esta clase de herramientas analíticas tienen una función clave que desempeñar, los inversores también necesitan incentivos. Es ahí donde entran en juego los impuestos y la fijación del precio del carbono. Pese a que se trata de una medida europea, es probable que el mecanismo de ajuste en frontera por carbono aprobado recientemente por la UE tenga efectos en todo el mundo, ya que los países exportadores de bienes y servicios a Europa pronto se darán cuenta de que les interesa, desde el punto de vista comercial, reducir su huella de carbono. Aunque la nueva Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU. no impone ningún impuesto sobre las emisiones de carbono como tal, acerca al país a la fijación del precio de dichas emisiones al ofrecer incentivos para la energía limpia y los gastos relacionados con el clima, como la captura, la utilización y el almacenamiento de carbono.
Estos avances positivos (resultantes de la cooperación entre los responsables políticos, los titulares de activos y los inversores) acelerarán el crecimiento de los mercados locales y mundiales del carbono. Si bien en estos momentos esos mercados cubren menos del 25% de las emisiones mundiales3, la Iniciativa del Mercado Africano del Carbono, presentada durante la COP 27, constituye otro avance, al igual que los mercados nacionales del carbono introducidos en países como China y Singapur.
La adhesión de los inversores a la causa climática constituye otro motivo de esperanza. Las coaliciones de titulares de activos, como Climate Action 100+, y las alianzas de gestores de activos, como la iniciativa Net Zero Asset Managers, representan unos activos por un valor de casi 70 billones de dólares4. Por otra parte, más de 600 inversores (nosotros incluidos), los cuales representan unos activos por valor de más de 40 billones de dólares, firmaron la Declaración Mundial de los Inversores en la COP 27, en la que abogan por unas políticas que posibiliten una transición justa a una economía con bajas emisiones de carbono.
Este mayor activismo por parte de los inversores refleja un objetivo que todos compartimos, independientemente de la nacionalidad o la afiliación política: la rentabilidad financiera. Aprovechar el potencial de crecimiento de las soluciones climáticas resulta económicamente beneficioso para todas las partes interesadas, por eso las últimas iniciativas destinadas a politizar los objetivos ambientales, sociales y de gobernanza han resultado tan contraproducentes. La inversión sostenible no consiste en promover los valores de alguien, sino en crear valor.
Una vez que los inversores dispongan de información útil y de los incentivos adecuados, los mercados de capital podrán hacer lo que mejor saben hacer: asignar capital a la escala correspondiente. Sin embargo, primero los responsables políticos deben centrarse en las oportunidades comerciales, muy reales, que brindan las soluciones climáticas, y no en programas específicos basados en terminología anacrónica. La reciente decisión del Departamento de Trabajo de EE. UU. de anular las restricciones que prohibían a los fiduciarios de planes de jubilación tener en cuenta los criterios ESG constituye un paso en la dirección adecuada.
La poderosa combinación de finanzas sostenibles e innovación rápida en las tecnologías climáticas podría agilizar la transición hacia unas emisiones netas de valor cero. Al financiar la energía nuclear, eólica, solar y geotérmica, así como las tecnologías de almacenamiento de energía limpia, por ejemplo, la hidroelectricidad bombeada y el almacenamiento de calor, podríamos aumentar la sostenibilidad de la producción de electricidad, que, en la actualidad, es responsable de más de un cuarto de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero5. Asimismo, al acelerar el desarrollo de la tecnología del hidrógeno verde, podríamos solventar el problema de la intermitencia de las energías renovables y evitar la necesidad de modernizar las redes eléctricas.
Aunque la guerra de Ucrania ha obstaculizado la transición a una economía con bajas emisiones de carbono, también ha subrayado la necesidad de garantizar la seguridad energética y alimentaria. Cerrar un oleoducto o un gasoducto, después de todo, resulta mucho más sencillo que impedir que salga el sol o que sople el viento. Sin embargo, para construir sistemas sostenibles y resilientes, los países y las empresas deben invertir en infraestructura energéticamente eficiente y en agricultura sostenible. No cabe duda de que algunas de estas soluciones climáticas todavía no son económicas, pero, con el tiempo, el apoyo de los gobiernos y el creciente interés de los mercados de capital, las tecnologías verdes tendrán capacidad de ampliación y resultarán más asequibles.
Los obstáculos que tenemos por delante pueden parecer desalentadores, pero están surgiendo razones para tener esperanza. La inversión climática mundial superará los 915.000 millones de dólares este año6, un aumento del 13% con respecto al año anterior y una cifra que se acerca al billón de dólares. Al continuar activando los mercados de capital, podemos asignar recursos donde más se necesiten, lograr una economía con unas emisiones netas de valor cero y mitigar los peores efectos del cambio climático.
Firmado por: Yu (Ben) Meng, Ph.D., vicepresidente ejecutivo de Franklin Templeton, y Anne Simpson, responsable mundial de sostenibilidad de Franklin Templeton
Notas:
- Fuente: Agencia Internacional de Energía, «Net Zero by 2050», última actualización: mayo de 2021.
- Fuente: Comisión Europea, Directiva relativa a la presentación de información sobre sostenibilidad por parte de las empresas
- Fuente: Banco Mundial. 2022. State and Trends of Carbon Pricing 2022 (mayo), Banco Mundial, Washington D. C. Doi: 10.1596/978-1-4648-1895-0. Licencia: Creative Commons Attribution CC BY 3.0 IGO.
- Fuentes: Climate Action 100+, iniciativa Net Zero Asset Managers.
- Fuente: AIE (2021), Greenhouse Gas Emissions from Energy Data Explorer, AIE, París.
- Fuente: Instituto de Finanzas Internacionales, «Green Weekly Insight: Better prospects for climate finance flows», 15 de diciembre de 2022.