Cambio climático: es tiempo de actuar
“El desarrollo de un consumo responsable requiere que los consumidores cuenten con la información necesaria sobre el impacto ambiental de los productos y/o servicios que consumen. Así, y de forma similar a la manera que la información nutricional está indicada en los alimentos, se debería informar la huella de carbono asociada a su fabricación, transporte, consumo y eliminación”.
A propósito de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -COP26- 2021, que se está realizando estos días, no hay ninguna duda de que los fenómenos climáticos extremos, y cada vez más frecuentes, como los episodios de olas de calor, sequías, huracanes, inundaciones e incendios forestales han sido inducidos por las actividades antropogénicas: la emisión a la atmósfera de los gases de efecto invernadero, generados por la combustión de combustibles fósiles. Son ellas –las actividades antropogénicas- las responsables del aumento del calentamiento global. Esta evidencia nos lleva entonces a reflexionar sobre lo siguiente, ¿qué estamos haciendo para mitigar los efectos del cambio climático?
En la lucha contra este fenómeno, los compromisos y acuerdos de los gobiernos son importantes, pero probablemente insuficientes si no se consigue elevar la conciencia de la población sobre esta crítica situación. Conocer la huella de carbono personal nos permite tomar conciencia de cómo nuestras actividades diarias inciden en el calentamiento global, y que acciones nos permitirían reducirla. Aunque pueda parecer que reducir las emisiones personales de gases de efecto invernadero no sea significativo, pequeñas acciones en cadena pueden tener un gran impacto.
Actualmente, la huella de carbono anual per cápita que genera nuestro país es de 4,7 toneladas de CO2, lo cual está muy por encima del valor máximo (2 toneladas de CO2) que evitaría el aumento de la temperatura global por sobre los 1,5°C. En este sentido, el desafío de las políticas públicas radica en conseguir que las personas conozcan los beneficios ambientales de modificar sus hábitos mediante acciones rutinarias y concretas tales como mejorar la aislación de nuestras casas, reducir el consumo de energía, reducir el uso del auto lo más que se pueda en pos del transporte público o la bicicleta, reducir el consumo de carnes y lácteos, preferir productos locales, etc. Si tomamos el ejemplo de reemplazar el uso del automóvil por el transporte público, se reducirían cerca de un 50% de las emisiones per cápita.
El desarrollo de un consumo responsable requiere que los consumidores cuenten con la información necesaria sobre el impacto ambiental de los productos y/o servicios que consumen. Así, y de forma similar a la manera que la información nutricional está indicada en los alimentos, se debería informar la huella de carbono asociada a su fabricación, transporte, consumo y eliminación. La huella de carbono varía entre productos y servicios y, por ello, un sistema de etiquetado de carbono permite a los consumidores tomar decisiones en base a las emisiones de CO2. Esta etiquetación ha sido implementada con éxito en países europeos, y ha fomentado que las empresas incorporen prácticas sostenibles en sus sistemas productivos.
Aunque pueda parecer que estamos reaccionando tarde para enfrentar los efectos del cambio climático, aún es posible hacer algo al respecto. Sin embargo, para ello es importante que comencemos por casa, repensando nuestros hábitos de consumo, para que así podamos construir un mundo sostenible.