¿Calles amigables para NNA?
Los programas y políticas, además de centrarse en la provisión de infraestructura adecuada veredas bien mantenidas o áreas verdes en puntos críticos de los vecindarios, deben fortalecer las comunidades locales para crear espacios más seguros y disminuir los miedos que afectan a NNA y a sus padres y cuidadores. Estas políticas y programas deben, además, construir puentes entre las burbujas de riqueza y el resto de la ciudad, y romper el círculo vicioso de deterioro e inseguridad en el que parecen estar atrapados algunos territorios.


Ya llegaron el verano y las vacaciones escolares, por lo que será aún más frecuente encontrarse con niños, niñas y adolescentes (NNA) en las calles; o eso esperaríamos en ciudades cuyos espacios públicos no sean un obstáculo para sus actividades y, especialmente, las caminatas que realizan. Caminar en la ciudad tiene muchos beneficios para los NNA. Mejora su salud física, reduciendo la obesidad y los riesgos cardiovasculares, y también mental, reduciendo la incidencia de, por ejemplo, depresión. Caminar también mejora la orientación geográfica y ayuda a los niños a desarrollar habilidades sociales que son clave para interactuar con otras personas.
Diferentes elementos de la ciudad permiten los viajes de NNA, como veredas bien mantenidas, áreas verdes y plazas con juegos, y, de forma similar, ver a otros NNA o adultos conversando. Sin embargo, veredas angostas, deterioradoras, sucias y carentes de vegetación tienen el efecto contrario, dificultando las caminatas de los menores e incluso suprimiéndolas. Estos elementos, no obstante, se presentan de forma desigual en la ciudad. Aquellos que ayudan a las caminatas de NNA son más comunes en zonas de altos recursos que en el resto de la ciudad; mientras que los negativos son mucho más frecuentes en las calles de los barrios más vulnerables.
Los elementos que enriquecen la experiencia de las caminatas de los NNA como árboles y juegos siguen patrones similares y tienden a ser poco atractivos y/o están muy descuidados en barrios vulnerables. Esto, en cierto grado, refleja el deterioro social que experimentan algunos territorios y, sumado a la violencia urbana, han transformado las calles en lugares que causan miedo. Para aplacar el miedo, tanto NNA como padres y cuidadores tratan de inferir riesgos de lo que ven en las calles. Así, por ejemplo, rejas completamente cerradas hacia la calle reflejan comunidades y familias que se han replegado en la seguridad de las casas, pero que han dejado las calles en manos de malhechores. En este complejo contexto, los NNA tienen poco espacio para caminar, y, cuando lo hacen, es en medio de advertencias y aprehensiones que alimentan sus ansiedades y afectan negativamente su salud mental.
Los programas y políticas, además de centrarse en la provisión de infraestructura adecuada veredas bien mantenidas o áreas verdes en puntos críticos de los vecindarios, deben fortalecer las comunidades locales para crear espacios más seguros y disminuir los miedos que afectan a NNA y a sus padres y cuidadores. Estas políticas y programas deben, además, construir puentes entre las burbujas de riqueza y el resto de la ciudad, y romper el círculo vicioso de deterioro e inseguridad en el que parecen estar atrapados algunos territorios. Todas las medidas descritas anteriormente también deberían priorizar los vecindarios no vulnerables de la ciudad y podrían, hasta cierto punto, ayudar a mitigar los impactos que la desigualdad de la de la ciudad sobre la vida de NNA. Por último, todas esas estrategias deberían ir acompañadas de medidas para concientizar la relevancia que tiene la sociedad en el desarrollo de los NNA y las futuras generaciones.