El testimonio de tres defensoras del medio ambiente: Katta Alonso, Valentina Escuti, y Camila Calderón-Quirgas
En una nueva conmemoración por el Día Internacional de la Mujer, País Circular destaca el testimonio de tres mujeres cuya trayectoria está marcada por la defensa del territorio, la protección del medio ambiente y la lucha contra las industrias contaminantes. Aquí las historias de vida de Katta Alonso, histórica activista en la zona de Quintero-Puchuncaví; Valentina Escuti, artista visual creadora de campañas artísticas contra las centrales termoeléctricas a carbón; y Camila Calderón-Quirgas, científica que se preocupa de la conservación de las ballenas que llegan a Caleta Chome, cerca de Concepción.


En esta nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, País Circular quiere relevar las historias de vida de Katta Alonso, activista y fundadora del Movimiento Ambiental Mujeres en Zona de Sacrificio en Resistencia Quintero-Puchuncavi; Valentina Escuti, artista visual y directora de campañas artísticas contra las termoeléctricas a carbón; y Camila Calderón-Quirgas, quien desde la ciencia aporta a la conservación de las ballenas en Caleta Chome, a 30 kilómetros de Concepción. Cada una de ellas, desde veredas como el activismo, el arte y la ciencia, han contribuido a la protección ambiental a lo largo del territorio nacional.

Katta Alonso: una mujer en zona de sacrificio
Katta Alonso (70), trabajadora social y fundadora del Movimiento Ambiental Mujeres en Zona de Sacrificio en Resistencia (MUZOSARE) Quintero-Puchuncavi”, parte contando que visitaba el sector de Ventanas “desde que estaba en el vientre de mi mamá”. Lo dice porque su bisabuela y abuela materna iban a veranear a Ventanas y arrendaban casas de los pescadores.
“En esos años íbamos en vacaciones de invierno, para Semana Santa. Nos conocíamos todos. Era una comunidad muy linda. En las fiestas de verano se juntaba plata para agrandar la escuela. Luego mi papá compró un terreno, donde actualmente vivo en una cabaña. Yo seguí yendo siempre. A mi mamá le encantaba”, recuerda Alonso, sobre su lazo afectivo con el sector costero de Ventanas.
Nacida en 1954, Katta Alonso disfrutó sus días en ese balneario cuando aún era posible acercarse a la playa, meter los pies en el agua y hasta nadar. “Era una caleta de pescadores virgen, maravillosa. Sacábamos machas con los pies, sacábamos jaibas con rastrillo. Había cardúmenes de sardinas, sacábamos baldes completos y hacíamos lances con los pescadores: tirábamos unas redes desde la orilla de la playa y venían mariscos y peces de todo tipo”, rememora la actual líder comunitaria y ambiental.
Hace 20 años, sin embargo, cuando cambió su vida en Santiago por la residencia permanente en Ventanas, empezó una paulatina reconversión al activismo en virtud a lo que fue observando y estudiando. En esos años cerró su taller de muebles en la capital y se radicó en Ventanas. En ese instante se sabía que la pesca estaba escasa y había serias sospechas del daño ambiental y a la salud que estaba provocando un parque industrial que no paró de crecer con los años, aun cuando las primeras industrias nacieron en 1964.
Katta, por entonces, integró un equipo para averiguar qué sucedía en la bahía y comenzó a recorrer los colegios de la zona. “Ahí descubrí que los niños no aprendían. Y pedimos estadísticas a la municipalidad de Puchuncaví para saber qué ocurría con los niños y niñas que estaban en el programa PIE por problemas de aprendizaje y derivados. Y descubrimos que uno de cuatro niños en esa comuna nace con problemas de aprendizaje y derivados”, comenta la activista ambiental. También advirtieron que en una escuela especial del pueblito de La Chocota, en Puchuncaví, notaron que los niños/as presentaban graves problemas neurológicos, malformaciones congénitas y otros trastornos. Ahí ese grupo en el que participaba Katta comenzó a planificar estudios para demostrar lo que pensaban: que la culpa era de la contaminación que emanaba del parque industrial.
El paso siguiente fue trabajar con la ong Oceana, que consiguió la visita de científicos norteamericanos, quienes demostraron que la contaminación de muchos moluscos de la había superaban con creces las normas. Les mostraron los datos al gobierno de turno, al Congreso, al margen de que muchas personas que habitaban el territorio estaban muriendo de cáncer. Esos fueron los primeros grandes intentos por denunciar lo que estaba ocurriendo en la bahía de Quintero-Puchuncaví. Más o menos en el año 1978, eso sí, las mujeres de los hombres que participaban en los tradicionales bailes chinos hicieron las primeras denuncias sobre el perjuicio ambiental en la bahía.
“No hay voluntad política para terminar con las zonas de sacrificio, porque la norma favorece al sector empresarial. Y el Ministerio de Medio Ambiente no tiene atribuciones, porque depende de Minería, de Economía”, cuenta Katta. Sí reconoce que el gobierno actual “es el primero que da la cara y que está en terreno, partiendo por un plan de prevención”. Pero lo que Katta y su organización pretenden es algo distinto al plan oficialista: “Queremos que se cumpla la primera medida de la Corte Suprema: parar el parque industrial, ver qué emite cada empresa, hacer la sinergia de los contaminantes y ver quién se puede quedar y quién se tiene que ir”, agrega la representante de MUZOSARE.
“Aquí se han violentado todos los derechos humanos”, dice, enérgica, Katta Alonso.
Al principio nadie se daba cuenta del daño, señala la dirigenta, porque había apenas una o dos industrias. Sin embargo, la instalación del parque industrial ha modificado el entorno natural de forma irreversible: “Teníamos dunas que fueron destruidas por el parque industrial. Construyeron encima de las dunas. Cuando chicas nos íbamos a tirar a las dunas en la tarde. Teníamos un humedal maravilloso que hoy está lleno de escoria. Y hasta contábamos con un camino costero entre Quintero y Ventanas”.
A medida que Katta Alonso fue descubriendo el verdadero infierno vivido por los habitantes de la llamada zona de sacrificio, se fue armando de valor para quedarse y seguir en la lucha. Encontró contactos en organizaciones internacionales. Han expuesto los casos de daño irreparable a la salud en la ONU, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos y otros organismos. “La ONU mandó un relator y éste refrendó todo lo que nosotras estábamos denunciando”, dice Katta.
Con cerca de ocho años con personalidad jurídica, MUZOSARE continúa luchando para eliminar las zonas de sacrificio. Compuesta exclusivamente por mujeres, Katta Alonso señala que “somos las mujeres quienes más sufrimos los impactos de las intoxicaciones, las que tenemos arraigo en el territorio, las que damos la vida. Muchos hombres han abandonado el territorio para trabajar, porque apenas el 6,6 por ciento de la población de Quintero y Puchuncaví trabaja en las empresas; el resto viene todo de afuera. Los hombres luego se olvidan que tienen familia; de ahí la cantidad de mujeres que hay en la zona. Somos guerreras y luchadoras”.
Alonso, tal como sucede con muchas luchadoras ambientales, ha sido amenazada por desconocidos. Ella dice que esta situación no la intimidan, sino le dan más fuerza para seguir luchando por su comunidad. Y es esa constancia de la lucha lo que la motiva para continuar viviendo ahí, en Ventanas, en una casa con vista al mar, pero que recibe de frente todos los contaminantes que provienen del parque industrial. Pero hay un bien superior, comenta ella.
“He pensado mucho en marcharme de aquí. Tengo una bronquitis crónica, por lo que en el invierno sufro mucho y lo paso pésimo. Desde mi hogar sé todo lo que pasa en la bahía, sé cuándo son los varamientos de carbón. La contaminación me afecta mucho, pero en comparación a lo que sufren los niños intoxicados, vomitando, desmayándose, con sangre de nariz, que no sienten las piernas ni brazos, no podemos dejar de luchar. No podemos dejarles un mundo así a las nuevas generaciones”, es su última reflexión.

Valentina Escuti: una “artivista” contra el carbón
Estudió Artes Visuales con mención en Escultura, pero nunca pensó en valerse del arte como una herramienta comunicacional alternativa en materia ambiental. Ese nexo se cocinó a fuego lento y partió cuando Valentina Escuti visitaba la zona de Punta de Choros en la que se emplazarían tres termoeléctricas que amenazaban con atentar contra la riquísima biodiversidad de esa zona. Comenzó en un grupo llamado Chao Pescao en que ella era la única mujer. La idea era hacer una investigación completa del sector, cuya pesquisa culminó en el documental Chao Pescao.
Cuando Valentina llegó a trabajar a la zona, ya había un trabajo previo del Movimiento de Defensa del Medio Ambiente (MODEMA). “Es muy diferente cuando uno llega a un territorio en que no hay nada activo. Aquí había un movimiento activo e informado, que sabía perfectamente lo que era una termoeléctrica. Ellos nos instruyeron porque no sabíamos nada de proyectos de energía”, reconoce Escuti.
Por allá por el año 2009, el grupo constituido en Chao Pescao, cuya mayoría de miembros eran publicistas de profesión, “ocuparon a favor la publicidad y el conocimiento de redes para hacer campañas en contra de la instalación de las termoeléctricas”. Junto a la comunidad organizada, lograron que se bajaran los proyectos termoeléctricos y que se empezara a hablar acerca de la conservación de esa zona costera pletórica en biodiversidad.
Paralelamente, aunque un poco más lejos de Punta de Choros, el grupo inició una campaña en contra del proyecto termoeléctrico Castilla. “Nos constituimos a puras redes del amor, nos conseguíamos cámaras, todo muy orgánico”, recuerda Escuti. Así llegaron a la producción de Atacama Vivo, un festival que articuló redes entre artistas plásticos y músicos, “donde mostrábamos cómo Castilla afectaría los ecosistemas”.
Por ahí comenzó a percibir que la información técnica que era manejada por las autoridades no lograba cruzar el umbral para que llegara de forma clara a las personas comunes y corrientes. “Nuestra principal acción era ocupar la información técnica, política y legal, hacer cruces y llevarla de forma más accesible al común de las personas”, cuenta Valentina.
El gran salto y que definitivamente catapultó el rescate del arte como medio de comunicación fue la adjudicación de un fondo europeo que permitió crear la plataforma Chao Carbón, compuesta por varias organizaciones, entre ellas Chao Pescao, cuya finalidad era impulsar el cierre de todas las centrales termoeléctricas a carbón en todo el país.
“Todo esto pasaba mientras se cocinaba Dominga”, recuerda Escuti. En esa plataforma, que funcionaba a la sazón como una alianza nacional, tenía dos grandes aristas de trabajo: en primera instancia, destacar la importancia de los ecosistemas de Punta de Choros; y, en segundo orden, impulsar campañas apelando al arte como herramienta comunicacional.
De esta segunda vertiente de trabajo se preocupó Valentina Escuti. Se le llamó Arte Chao Carbón. A ella le tocó, en primer lugar, dirigir una campaña en que invitó a 28 artistas visuales a hacer una obra por cada caso de termoeléctricas a carbón en el país. Eran 28 artistas porque en ese minuto operaban 28 termoeléctricas a carbón en el país.
“Arte Chao Carbón tuvo una presentación itinerante en Puchuncaví, en Pichilemu, en el Congreso Nacional, en la ONU en Nueva York y hasta en una COP. Hicimos, además, una cajita hermosa de madera, con 28 postales sobre las obras y con eso hacíamos campaña Una vez le mostramos esta cajita a la ex ministra de Medio Ambiente, María Ignacia Benítez, y ella sonreía al verlas. Y luego le lanzábamos el mensaje: ‘Ya, pues, ¿cuándo cierra las termoeléctricas?’”.
Valentina siente que, de algún modo, la campaña surtió efecto, porque varias termoeléctricas a carbón han sido cerradas. “Nosotros siempre quisimos usar el arte como un medio de comunicación masivo no tradicional, que trae un lenguaje diferente. Cuando una no entiende lo técnico, el arte abre un canal de comunicación. Ese es mi rol aparte de la comunicación con las comunidades”, revela Escuti, quien vive hace 9 años en Pichilemu.
“Me ha pasado con los años que me han invitado a encuentros con activistas internacionales. Hemos estado en África, en Argentina. Lo que he podido ver es que el arte es fundamental. Es medicina que cura y une. Hay información y conceptos que nadie entiende: justicia climática, perspectiva de género. Entonces, bajar esa información que está en el mundo de los pensamientos a que se encuerpe, se enraíce, es muy importante”, agrega la artista visual.
Por ejemplo, cita Escuti, el concepto “transición justa con perspectiva de género” es entender que “las mujeres son las que más sufren con el daño ambiental, que son las que cuidan, las que paren, que tienen abortos, las que cultivan sus huertos. Cuando uno lo entiende así, entiende por qué aparece la perspectiva de género como un factor clave”.
Sobre la desigualdad que pesa sobre las mujeres en tanto defensoras del medio ambiente, comenta Valentina Escuti, son ellas quienes “participan de los movimientos por la tierra, las que llevan la lucha, las que son líderes en sus territorios”. En este 8M, además, Escuti deja un mensaje muy trascendental: “En la lógica masculina se suele sobreidentificar un grupo con un líder. En cambio, las mujeres actuamos en bloque: nos importa más que se hagan las cosas, no nos importan los nombres. Ahora eso lo vemos más en los hombres. Percibo una integración de nuestras energías. Ya no necesitamos que aparezca un nombre y un título: eso es del pasado, ahora somos comunidad”, diagnostica.
Arte Chao Carbón no fue la única campaña de Chao Carbón liderada por Valentina Escuti. También Valentina -cuyo padre es primo del recordado arquero de Colo Colo y de la selección chilena del Mundial del 62, Misael Escuti- comandó la campaña “Por amor al aire” que surgió en el marco de la pandemia. A través de ella, cinco artistas nacionales realizaron obras para ser impresas en mascarillas/pañoletas, con el objetivo de sensibilizar sobre la grave situación que viven los habitantes de las cinco zonas de sacrificio del país producto del accionar de las empresas termoeléctricas.
Finalmente, Valentina es parte de la red latinoamericana y caribeña organizada por Unesco “Mujeres de la Tierra”. Fue una de las seis coordinadoras del colectivo Mujeres en Resistencia, armado en pandemia; y hoy junto a otras mujeres tiene un nuevo proyecto en el que trabajará en asesorías con perspectiva de género desde el arte, y eventos o acciones que canalicen conservación, protección y reparación, bajo el gran paraguas de la perspectiva de género.

Camila Calderón-Quirgas: una científica apasionada por la conservación de las ballenas
En Caleta Chome, a unos 30 kilómetros de Concepción, existió una de las balleneras más grandes del país hasta 1983 en que se concretó su clausura. Allí se daba muerte a enormes ballenas cuando aún se permitía la caza indiscriminada de estos mamíferos. La veterinaria y candidata a magíster en Oceanografía, Camila Calderón-Quirgas, no nacía aún cuando se cerró la ballenera. Sin embargo, recuerda que durante su infancia comenzó a frecuentar Caleta Chome y de a poco fue alimentando su necesidad de saber más acerca de las ballenas.
Al mismo tiempo ella ya manifestaba un interés sobre el océano desde muy pequeña. En su natal Talcahuano, su padre tenía un museo marino que cerró antes de que Camila naciera. “Yo decidí estudiar ballenas porque mis padrinos eran dueños de esa ballenera de Caleta Chome. Todas esas experiencias fueron decisivas para dedicarme a la conservación”, señala Calderón-Quirgas.
Camila es cofundadora de un colectivo de mujeres que -cuenta- comenzó como un festival “para dar la bienvenida a las ballenas que volvían a la caleta posterior al cierre de la planta ballenera”. El festival se llamó Soplo a la Vista y nació en 2019. “Hubo mucho tiempo en que no se hizo nada por las ballenas. El festival, por este motivo, tuvo mucho impacto, además de que era inédito”, dice Camila. Tras el éxito del evento, Soplo a la Vista derivó en un colectivo de mujeres homónimo, cuyo propósito es trabajar desde distintas aristas por la conservación de las ballenas.
Soplo a la Vista, en tanto colectivo de mujeres, fue fundado por la citada Camila Calderón-Quirgas como científica; Andrea Cisternas, científica como Camila; Fernanda Silva, guía de turismo aventura; y Daniela Calderón, fotógrafa y diseñadora.
“Seguimos haciendo cosas actualmente, como ciclos de cine. Nos dimos cuenta de que era súper importante estudiar a las ballenas. Empezamos a postular a proyectos internacionales y nos ganamos uno para estudiar a las ballenas Sei; y en 2021 nos adjudicamos un fondo de National Geographic con lo cual me convertí en exploradora NatGeo.. En abril de 2021 fundamos la ong Centro de Estudios de Mastozoología Marina para armar un centro de investigación. Ese centro no existe físicamente, pero estamos funcionando con fondos internacionales no sólo trabajando el tema de las ballenas Sei, sino con chungungos, lobos marinos y delfines chilenos”, complementa Camila.
A través de ese centro de investigación, Camila Calderón-Quirgas ha logrado estudiar a las ballenas desde distintas metodologías como monitoreos visuales desde altura, para estudiar la acústica, e incluso averiguar sobre las fecas de las ballenas para conocer su comportamiento en los ecosistemas. Su labor le valió en 2023 un reconocimiento internacional: fue elegida como Darwin Leader de Darwin200, una expedición británica que está replicando la expedición de Charles Darwin en el velero Oosterschelde, y busca nombrar a 200 jóvenes líderes ecologistas por todo el mundo.
En paralelo, su compañera en el colectivo Soplo a la Vista, Fernanda Silva, cuenta con un emprendimiento familiar llamado Turismo Chome Aventura, por medio del cual se conduce en bote a los turistas a conocer el maravilloso entorno de Caleta Chome.
Sobre la experiencia de trabajar entre sólo mujeres, Camila cuenta que “son bonitas las experiencias de trabajos mixtos, pero es significativo tener espacio entre puras mujeres, porque es una forma de estar seguras, tranquilas y manifestar nuestro potencial que por tanto tiempo ha sido limitado en diferentes áreas de la sociedad”. Según ella, “esto demuestra que podemos sacar adelante y liderar procesos con autonomía absoluta y en colaboración entre nosotras y en colaboración entre colectivos de otras mujeres que se dediquen a otras cosas”.
Finalmente, respecto de la brecha de desigualdad que afecta a las mujeres, la investigadora señala que ésta “se ha ido acortando, pero a veces me doy cuenta que hay situación en que no se está acortando. Faltan muchos años para alcanzar una equidad real entre hombres y mujeres. Pero pienso que hay cosas más positivas: cada vez se trabaja más en equipos mixtos, cada vez hay más mujeres en cargos que comprenden tomas de decisión importantes. Eso es un mensaje muy positivo para las generaciones que vienen. Demuestra que el mundo va mejorando, no empeorando. Espero que el futuro sea aun más equitativo para nosotras en todas las áreas”, cierra.