José Eduardo Sanhueza, quien ha estado en todas las COP: “En Egipto subyace la idea de que no es tiempo de nuevos acuerdos”
Desde Sharm El Sheij, donde se realiza la COP27, el experto chileno comenta algunos entretelones de los diálogos, donde este año se ha instalado con fuerza el tema de las pérdidas y daños causados por el cambio climático. Sanhueza cuenta que una de las discusiones relevantes ha sido el financiamiento para las medidas de adaptación en los países en desarrollo, pero no se prevén muchos avances. Con todo, este “veterano” de las cumbres ambientales se muestra optimista porque “siempre hay progresos, considerando que se trata de negociaciones que son tremendamente delicadas, complejas y lentas”.
Fue en 1995 cuando se realizó la primera Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas y, a partir de entonces, cada año se ha realizado una COP para debatir, negociar y -en algunos casos- comprometer acciones para frenar el calentamiento global.
Desde esa fecha han pasado 27 años y, por lo tanto, estamos en la COP27. En todas ellas ha participado el chileno José Eduardo Sanhueza, la mayoría de las veces como parte de la delegación nacional, pero también a modo de consultor externo, como es el caso en esta oportunidad en Egipto.
Doctor en Química Cuántica de la Universidad de Upsala (Suecia), Sanhueza, relata que cuando comenzó a hablar de cambio climático en Chile, hace 30 años, lo miraban como si fuera un extraterrestre. Era 1992 y se había realizado la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (Brasil), a partir de la cual surge la convención sobre marco climático. En ese entonces, cuenta, la ONG Instituto de Ecología Política lo contrató para que -junto a otros organismos latinoamericanos- empezaran a “mover este tema”, es decir, posicionarlo en los gobiernos, en Chile y la región; unos años después se vinculó a la División de Medio Ambiente de Cancillería, donde durante décadas aportó principalmente con sus conocimientos sobre el mercado de los bonos de carbono.
Es director ejecutivo de Cambio Climático y Desarrollo Consultores y ha colaborado como consultor e investigador en diversas instituciones, entre ellas la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL), con la cual trabaja actualmente en un tema cada vez más acuciante: financiamiento para la adaptación. “Hay desafíos muy importantes y estamos viendo cómo lograr mecanismos de financiamiento que no sean las donaciones de los países desarrollados, sino que permitan la movilización de capital privado del mundo industrializado para proyectos que para nosotros tienen un valor adaptativo a las nuevas circunstancias climáticas; no es algo menor”, explica. Uno de esos mecanismos podría ser bonos verdes para la adaptación, similares a los que se usan para mitigación, para en este caso con la complejidad de calcular la rentabilidad de los proyectos, de tal manera “que tenga un precio de mercado interesante para que en el sistema financiero internacional alguien quiera comprarlos”.
Precisamente, el modo de pagar las iniciativas de adaptación en el mundo en desarrollo es uno de los temas que cada vez toman más fuerza en las COP, y así se ha visto en Sharm el Sheij, el balneario egipcio donde se está desarrollando (desde el 6 al 18 de noviembre) la COP 27. Otro tema que gana terreno es el de pérdidas y daños causados por el cambio climático, comenta Sanhueza, quien observa con preocupación los esfuerzos de los países africanos en ese sentido, para aprovechar esta cumbre en su continente para lograr ayudas que, eventualmente, podrían ir en desmedro de otras regiones, como América Latina y el Caribe.
Desde la costa egipcia del Mar Rojo, Sanhueza se hizo un tiempo para conversar con País Circular sobre los entresijos de la COP27, con una perspectiva de negociador a partir de su vasta experiencia y profundo conocimiento de este mecanismo de la política internacional que -subraya el especialista- no trata de ciencia, sino que aborda temas económicos, pues ahí están las emisiones.
-El ánimo para esta COP ha sido más bien pesimista, lo que quedó reflejado en el discurso inaugural del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, con su frase “Vamos camino de un infierno climático con el pie todavía en el acelerador” ¿Cómo percibe Ud. el ambiente, a qué temas se les está dando más importancia?
Es importante tener claro que no en todas las COP se toman decisiones fundamentales. Para decirlo en una forma coloquial, estos acuerdos son como un paquete legislativo, donde se van haciendo ajustes, pero lo sustantivo no se realiza todo el tiempo, sino que solo en algunos momentos.
El mayor de todos esos cambios en los últimos tiempos fue el Acuerdo de París (COP21, 2015), donde se fijó la meta de limitar el calentamiento mundial a menos de 2, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales.
Ese Acuerdo tiene una serie de particularidades, entre ellas, que plantea que las obligaciones que los países adopten en la lucha contra el cambio climático las determinan los mismos países, no lo impone un sistema, sino que cada uno reduce cuanto puede [ahí nace la Contribución Determinada a Nivel Nacional, NDC]. Esto es así porque esta convención no se trata de un asunto científico, sino de economía.
Entonces, en virtud de la situación económica del mundo en determinado momento y la competitividad relativa de las economías dominantes -los luchadores de sumo les digo yo, Estados Unidos, China, etc.- se pusieron de acuerdo en algún momento de un esfuerzo que les resultaba comparable, e invitaron a que los demás también lo hicieran y finalmente se convirtió en la COP21.
Ha habido llamados para que los países vayan mejorando su Contribución Determinada a Nivel Nacional, y lo han estado haciendo, el mismo Chile presentó una NDC inicialmente y ahora tiene una mucho más ambiciosa.
Ese mecanismo está establecido; los países tienen que presentar cada cinco años las NDC, siempre más ambiciosas en relación a la anterior; ese proceso está funcionando.
El Acuerdo de París contenía provisiones sobre múltiples aspectos, uno de los cuales ha sido muy relevado el último tiempo y tiene que ver con la preocupación de los países en vías de desarrollo de que la adaptación tenga un papel tan preponderante como el de la mitigación, que ha estado en el centro desde que se estableció la convención. La adaptación ha estado presente, pero hay una demanda de que se le preste más atención, porque hay un problema muy complejo, que tiene que ver con su financiamiento.
Había una promesa y se sigue conversando sobre ella, que al 2020 los países industrializados iban a movilizar alrededor de 100 mil millones de dólares anuales para ayudar a los países en vías de desarrollo. Es complejo, porque ese dinero no es que lo vayan a poner en un fondo para empezar a sacar plata, sino que son un montón de instrumentos y modalidades, entre ellas las inversiones del sector privado del mundo industrializado, que se hacen a través de negocios y se contabilizan. Por ejemplo, si una empresa alemana o noruega instala un parque eólico en Chile, eso se contabiliza como aporte del mundo industrializado al mundo en desarrollo.
Algunos dicen que debieran ser donaciones, o a lo más préstamos blandos; algunos dicen que nos aproximamos a los 100 mil millones, otros que no, y ahí hay una tremenda discusión.
De todas formas, más allá del monto, ese dinero se moviliza principalmente para mitigación, pero los países en desarrollo requieren más recursos para adaptación. Este es otro elemento de inquietud y presión que el mundo en vías de desarrollo está tratando de poner sobre la mesa, adicionalmente a otro gran tema que surgió el último tiempo, que tiene que ver con el financiamiento para abordar pérdidas y daños.
-¿Qué se está conversando en relación a pérdidas y daños?
Dentro de la convención hay una instancia constituida que está trabajando sobre este tema, pero el mundo industrializado tiene una consideración de fondo que es fundamental para ellos, que es decir “nosotros podemos contribuir a crear capacidades para que los países en desarrollo no sufran tanto los impactos del cambio climático, podemos solidariamente contribuir a reparar los daños que se están produciendo, pero nosotros no somos responsables de ese hecho”. Ese es el tema de fondo, que aunque hayan sido los que más han emitido más gases de efecto invernadero (GEI) nunca van a aceptar una responsabilidad, porque eso jurídicamente abre las puertas a eventuales demandas y otras cosas.
Este tema no es nuevo (…), ha habido apoyo para la adaptación y cada vez toma más relevancia, pero en esta COP27 subyace la idea de que no es el momento para volver a escribir nuevas cosas, nuevas obligaciones y crear un concepto de pérdidas y daños que sea distinto al tema de mitigación y adaptación. Podría ser que en el futuro lo consideren, pero desde un punto de vista de los procesos de negociación, en esta COP no estamos hablando de nuevos acuerdos internacionales, sino de implementación de los acuerdos existentes.
Todo esto agravado porque el mundo industrializado está destinando la plata a la guerra y a enfrentar sus consecuencias; es decir, las inversiones de transformación tecnológica que tenían programadas para 2030 las están haciendo ahora, de forma aceleradísima para poder enfrentar el invierno sin el gas que compraban a Rusia. El dinero lo están destinando a eso, a combustible y a apoyar a Ucrania.
Con estas consideraciones, se puede decir que el fin de semana, al finalizar al COP27, habrá bonitos discursos, bonitas conclusiones, algo le van a tener que dar a los países africanos, porque ellos quieren aprovechar que se hace en este continente (…) Esas son las apreciaciones en general que tengo por mi experiencia en estos temas.
“La temática de financiamiento por pérdidas y daños se incorporó en la agenda, en el entendido de que se iniciaba la conversación, pero no va a haber acuerdo de cuantía ni modalidad de manejo, sino que el inicio de un proceso que debería terminar en 2024”.
-¿Cuándo se podría hablar de financiamiento para reparación de pérdidas y daños?
Pérdidas y daños es un tema que se ha estado tratando desde hace varias COP y se ha avanzado en una serie de acuerdos y modalidades de ayuda para crear capacidades de modo de ir preparándose para eventos que pudieran impactar negativamente. No obstante, los países del mundo en vías de desarrollo dicen que esos daños ya los están sufriendo y que para resolverlo se necesita financiamiento. Se da el hecho de que esto ha quedado más en evidencia este año por fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones, olas de calor, etc.; además esta COP está siendo en un continente que está sufriendo con fuerza esos efectos, entonces ha habido una presión para que se negociaran acuerdos de financiamiento.
Yo preveo que no va a haber acuerdo sobre ese punto, sino que se va a ser seguir conversando para ver cómo se puede lograr.
Este tema no estaba en el temario para esta COP. Pero como la agenda se aprueba en la primera sesión, hasta ese momento se pueden presentar nuevos temas, y los países africanos presentaron la temática de financiamiento por pérdidas y daños se incorporó, en el entendido de que se iniciaba la conversación, pero no va a haber acuerdo de cuantía ni modalidad de manejo, sino que el inicio de un proceso que debería terminar en 2024.
-¿Cómo se relaciona esto con la participación especial de Chile -junto a Alemania- en la Mesa de Pérdidas y Daños de la COP27?
El tema de pérdidas y daños en general, no de financiamiento, estaba en la agenda; lo nuevo es el financiamiento.
Como parte del funcionamiento de las COP, para el diálogo de las altas autoridades se establecen mesas de conversación para algunos temas más álgidos, uno de esos temas siempre es pérdidas y daños y en esa mesa se pide a ministros que faciliten la conversación para lograr el acuerdo final. Probablemente ahí se agrega algo de financiamiento.
Esta vez se invitó a la ministra del Medio Ambiente chilena, Maisa Rojas, una persona sumamente capaz, y a la enviada especial de Alemania, Jennifer Morgan, exdirectora internacional de Greenpeace, una avezada negociadora.
Algo va a salir de ahí, en financiamiento no creo que vaya a haber algún avance sustantivo, pero el mundo industrializado debe demostrar que sí está dispuesto a hablar de financiamiento solidario para enfrentar pérdidas y daños, pero no esperemos que se establezca un fondo especial con una cantidad de dinero, eso no lo veo posible.
-En cuanto a la reducción de emisiones y freno al aumento de la temperatura, las cifras que han revelado los informes científicos no son muy alentadoras ¿Cómo percibe el avance en ese tema?
Hay una situación bien particular, porque pese a todos los acuerdos y a las NDC, cuando uno suma los compromisos, no da para el objetivo del acuerdo de París y, por lo tanto, hay permanentes llamados a que eso sea más ambicioso, más agresivo y están sucediendo cosas, yo no sería tan pesimista.
Hay varios motivos que me hacen ser optimista en cuanto a la reducción de emisiones de GEI. La primera es lo que está sucediendo en Estados Unidos con la Ley para la Reducción de la Inflación, que tiene un presupuesto millonario que va a tener un impacto importantísimo en la reducción de emisiones en ese país. Por otra parte, los integrantes del G7 (grupo de países más industrializados) formaron una especie de asociación por una transición energética limpia y justa, donde han puesto mucha plata, que están focalizando en países que tienen mucho consumo de carbón; empezaron con Sudáfrica y ahora están apuntando a India e Indonesia.
Y está la guerra misma, los países industrializados tienen que enfrentar este invierno y para eso están acelerando su transformación tecnológica a una velocidad que no esperaban. Creo que eso va a impulsar la reducción de emisiones, aunque no creo que acá vaya a haber acuerdo sobre eso. Sin duda el tema está presente, se habla de que estamos lejos de la trayectoria que nos aleje de los 1,5 o 2 grados, pero no va a haber un nuevo acuerdo.
-¿Hay otras razones para no ser pesimistas?
Cuando comencé a hablar de cambio climático en Chile, hace 30 años, me miraban como si fuera un extraterrestre, no se hablaba nada, ni una palabra del cambio climático Y hoy no puedes ver la prensa sin que esté lleno de referencias a los temas de cambio climático pero, adicionalmente, lleno de propaganda de empresas que ofrecen servicios sobre el tema, porque hoy el cambio climático es un muy buen negocio para el sistema financiero internacional.
Se está avanzando en esa dirección y creo que va a seguir por ahí, que nos vamos a ir alejando de la catástrofe gracias a que cada día hay nuevas tecnologías e ideas.
-¿Por qué es buen negocio?
El sistema financiero internacional recibió un remezón importantísimo en 2008 [luego del colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos] y tuvo que recuperarse. Es ese proceso de recuperación entendió que los negocios sustentables eran la solución. Esa fue la razón por la cual en 2015, en París, se pusieron de acuerdo en había que mover cantidades enormes de dinero para estas transformaciones, y el sistema financiero dijo “sí, nos ponemos”.
La actitud del empresario suele ser de “estoy ganando plata, no nos movamos de ahí porque podemos perder”; cambiar esa actitud ha costado muchísimo, pero finalmente están descubriendo que el negocio está en la sustentabilidad.
Mira lo que pasó en Chile, muchas empresas cerraron sus plantas de carbón o adelantaron el cierre sin que los obligaran, sencillamente porque se dieron cuenta de que si seguían en eso estaban perdiendo la plata. La plata está en otra parte, y en ese sentido el negocio está acá, no en seguir los negocios tradicionales que producen el cambio climático, sino en las tecnologías alternativas que se alienan con el lucha contra el calentamiento global.
-En estos 27 años, ¿ha cambiado en algo su valoración de la COP, por qué?
Cuando comencé tenía el entusiasmo de la juventud, tenía la prisa, la ansiedad, porque sentía que no estábamos avanzando todo lo que se requería frente a este problema. Pero luego comencé a meterme en las negociaciones, a ver que son acuerdos delicadísimos. Para un país, firmar un acuerdo internacional es resignar a parte del derecho soberano a tomar decisiones de forma independiente, se lo entrega a un acuerdo multilateral porque cree, por una parte, que el tema es importante y hay que contribuir, y por otra parte, porque cree que así como va a perder libertades, va a ganar algo.
Esas conversaciones son tremendamente delicadas, complejas y lentas, y eso me llevaba a la ansiedad de que no estábamos avanzando, pero cuando empezó a pasar el tiempo, en una COP unos periodistas me preguntaron si había habido progresos, y yo respondí que sí; entonces dije “me transformé en un negociados”. Cuando entiendes las negociaciones, siempre hay progreso, se avanza en entendimiento, en acercar las distintas posiciones, no hay que ser soberbio, hay que escuchar, entender la premuras de los distintos países, de las distintas regiones, etc.
Nunca he sido muy activista, pero era impaciente, quería que las cosas sucedieran a una velocidad que creía posible y me centraba en algunos aspectos muy particulares que me llamaban la atención, pero empecé a poner esos intereses míos en un contexto más general, a entender que ese tema no era el único, que si ponía atención al conjunto de temas que estaban en la mesa de negociación sí que había habido progresos.