Julio Cordano en la víspera de la COP27: “Chile reforzará los principios de la transición socioecológica justa”
El coordinador de la delegación chilena en la próxima cumbre que arranca en Egipto dentro de cuatro días anuncia que nuestro país buscará instalar la dimensión social del cambio climático. La designación de Chile como uno de los integrantes de la Mesa de Pérdidas y Daños -opina el director de Medio Ambiente, Cambio Climático y Océanos de Cancillería- es un reconocimiento a la política de Estado que ha forjado el país en esta materia. Con la misma fuerza, Chile también buscará reforzar el nexo entre océanos y clima que comenzó en la COP25 con la instalación del concepto “COP Azul”.


Hoy viajará a Egipto Julio Cordano, coordinador de la delegación chilena que participará en la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), que se desarrollará entre el 6 y el 18 de noviembre en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij. El director de Medio Ambiente, Cambio Climático y Océanos del Ministerio de Relaciones Exteriores chileno encabezará un contingente de entre 10 y 12 representantes de otros ministerios, además de otros actores de la sociedad civil, el mundo privado y la academia.
Cordano, quien sumó casi diez años como Jefe de Cambio Climático de Cancillería, y que en ese cargo tuvo un rol activo en la COP25 de Madrid presidida por Chile, celebra que en esta ocasión nuestro país haya sido designado por Egipto como uno de los dos integrantes -junto a Alemania- de la Mesa de Pérdidas y Daños de la COP27, donde se abordarán aquellas medidas de apoyo para los países que sufren cambios irreversibles producto de la crisis climática.
Adicionalmente, anuncia Cordano, Chile intentará poner sobre la mesa una serie de propuestas y documentos, como un anexo de reforzamiento a las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC) y una Comunicación de Adaptación. Pero, además, nuestro país reforzará su discurso en la dimensión social del cambio climático, a través de la transición socioecológica justa promovida por el gobierno del Presidente Gabriel Boric, así como en la conexión entre océanos y clima.
En términos generales, Cordano sostiene que la COP27 no resolverá el fondo del problema global, pero que “hay que rebelarse contra el pesimismo” que abunda luego del término de cada cumbre climática, sobre las cuales se dice -casi inalterablemente- que los resultados son “insuficientes” para la urgencia con que se requiere abordar el tema. En esta entrevista con País Circular, Cordano anticipa los desafíos de Chile y del planeta rumbo a esta nueva conferencia de las partes a efectuarse en el país norafricano.
-¿Qué significa para Chile haber sido designado como parte de la Mesa de Pérdidas y Daños de la COP27?
-Bueno, habría que decir que la COP está estructurada en torno a una agenda con una serie de temas que deben abordarse, y sobre los cuales hay que tomar decisiones colectivamente. En la COP nunca ha habido una votación; las decisiones se toman por consenso y es necesario acercar posiciones para tener una conversación de tipo política y diplomática. En el caso de la Mesa de Pérdidas y Daños, lo que hace la presidencia de la COP -en este caso Egipto- es apoyarse en autoridades de alto nivel de otros países para facilitar dichas conversaciones y para identificar algunas ideas en temas clave. La presidencia egipcia le solicitó a Chile y a Alemania, un país en vías de desarrollo y otro desarrollado, participar en esa mesa para identificar esas oportunidades. Al final Egipto es el dueño de las propuestas que van a ser sometidas a consideración de los países.
-¿Pero percibe que la participación de Chile en esta mesa es un reconocimiento para el país?
-Sí, indudablemente que sí. Es una señal de que la presidencia egipcia percibe que Chile da garantías de ser un país serio, confiable, que está aportando a encontrar una solución a uno de los temas más relevantes de la COP.
-¿Y qué temas buscará instalar Chile desde esa Mesa de Pérdidas y Daños? ¿En qué consiste esa mesa finalmente?
-Primero, es importante decir que Chile tiene una posición en variados temas que van más allá de pérdidas y daños. Esta mesa es una nueva frontera de la acción climática y probablemente todos hubiésemos preferido que no existiera esa frontera, porque hablamos de qué hacer con las pérdidas y daños asociados al cambio climático frente a los cuales ya no hay posibilidades de adaptarse. Es una situación que debemos enfrentar, porque el cambio climático no se ha detenido, sino que ha seguido aumentando. De acuerdo a la ciencia, vamos a ver impactos cada vez mayores y más intensos. Estas pérdidas y daños tienen múltiples dimensiones; una de ellas es la económica, en la destrucción de infraestructura por eventos climáticos extremos, así como también en la pérdida de algunas actividades económicas. Se trata de situaciones irreversibles. Es importante discutir cómo iremos en ayuda de las comunidades más vulnerables, y asegurar uno de los principios que Chile está promoviendo y reforzando, que es el de la transición socioecológica justa. Es decir, cómo vamos en ayuda a las comunidades más afectadas y que tienen menor responsabilidad en las causas del cambio climático. Hay que mirarlas con perspectiva de derechos humanos y transición justa.

“Tenemos un problema global, profundo, que afecta nuestra vida diaria, con unos patrones de consumo y producción insostenibles y que han alterado los equilibrios del clima. En la transición socioecológica justa no podemos seguir por este camino, y tenemos que movernos hacia un sistema más sostenible, bajo en emisiones (…) pero los cambios deben ser analizados con un prisma de derechos humanos: no dejar a nadie atrás y promover la integración social”.
-¿Se anunciará un aumento de la ambición climática de Chile en este anexo de reforzamiento de las NDC que presentarán en la COP27?
-A ver, Chile quiere ser parte de la solución. Está cumpliendo con unas NDC que tienen que ajustarse al Acuerdo de París, es decir, que tienen que representar el máximo nivel de ambición posible. Y creo que Chile ha sido muy responsable y serio en decir “esto es lo máximo que puedo hacer, esta es mi demostración de buena voluntad para ser un buen ciudadano”. Ningún país por sí solo puede solucionar el tema. En el caso de las NDC, han sido un producto desarrollado por varios gobiernos, lo cual demuestra que la acción contra el cambio climático es una política de Estado de Chile, y ahora la pregunta es cómo respondemos al llamado de mayor ambición climática producto de la crisis global. Chile está trabajando en ver cómo aumentar esa ambición. Las NDC son un proceso complejo y largo, ya que requiere de una importante coordinación entre ministerios, así como procesos abiertos y transparentes con la ciudadanía. Sin perjuicio de que el gobierno ha identificado algunas áreas posibles de mayor ambición, es cierto que una nueva formulación de NDC no será posible en el corto plazo por las razones que acabo de mencionar.
-¿Cuáles serían esas áreas específicas donde el gobierno pretende aumentar la ambición climática? Se lo pregunto porque será la primera participación en una COP de este nuevo gobierno que se autoproclamó “ecologista”. La ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas, es experta en cambio climático y viene de la ciencia, por lo que hay expectativas.
-Haría una separación en varias dimensiones. Una es mencionar que hay una variedad de oportunidades hacia el futuro de aumentar la ambición climática y que toca importantes sectores de la economía. Estamos recién empezando a desarrollar reglamentos para implementar la Ley Marco de Cambio Climático. Si uno revisa esa ley, hay variados esfuerzos por sectores de la economía, y en esa fijación de metas máximas de emisión para los sectores quizás sirva de incentivo para que ellos desarrollen más rápidamente las tecnologías, e introduzcan energías bajas en emisiones y resilientes al clima. En ese sentido, Chile está mirando una cartera de reducción de emisiones. Estamos trabajando muy intensamente en temas de hidrógeno verde; hemos sido activos en asociarnos a otros países en el pacto global por el metano. Esa manifestación de interés por aumentar la ambición será comunicada por la propia ministra Rojas.
-¿Siente que recae una mayor responsabilidad en este gobierno con respecto a los otros en aumentar la ambición climática?
-No hablaría de mayor responsabilidad. La gracia de tener una política de Estado es que todos los gobiernos han asumido una responsabilidad significativa y a la altura del desafío. Si uno piensa, los grandes anuncios que se han hecho en el pasado han sido antes de este gobierno: la mesa de descarbonización de las centrales termoeléctricas a carbón y el tema de la carbono neutralidad. En ese gobierno, eso sí, se discutió y promulgó una ley que fija la carbono neutralidad por obligación legal. El adelantar el cierre de centrales es algo en estudio, por supuesto. Pero cada gobierno da un nuevo impulso y entrega nuevos énfasis. Eso es muy bueno, porque renueva un compromiso que se viene confirmando con el paso de los años. El gobierno actual ha puesto sobre la mesa una dimensión social del cambio climático, expresado en el principio de transición socioecológica justa. Es una presentación que profundiza la acción de Chile en esta materia. Nos llena de orgullo porque Chile mantiene su palabra en el tiempo, y eso genera confianza y credibilidad internacional.
-¿De qué hablamos cuando hablamos de la transición socioecológica justa que se buscará instalar en la COP27? Incluso hay un proyecto de ley en el Congreso relativo a este tema.
-Sin perjuicio de que haya otras visiones, puedo decir que desde la perspectiva de las relaciones internacionales, este tema no es extraño, sino bastante común. En la misma convención marco de la ONU a inicios de los años 90, ya se hablaba de medidas de transición justa y medidas de respuesta y efectos no intencionados, y de medidas de mitigación que puedan afectar a algunas comunidades que, en esa transición, pueden verse perjudicadas. Quizás en Chile es un tema menos desarrollado, pero despierta legítimas preguntas.
La idea es muy simple: tenemos un problema global, profundo, que afecta nuestra vida diaria, con unos patrones de consumo y producción insostenibles que han alterado los equilibrios del clima. En esa transición, no podemos seguir por este camino, y tenemos que movernos hacia un sistema más sostenible, bajo en emisiones. Ciertos cambios de comportamiento van a ocurrir y en esa transición los países con mayores recursos van a tener mayor capacidad de adaptarse, para que ese paso se haga de una manera menos costosa en cuanto a las personas que dejan de tener trabajo, por ejemplo; o de comunidades que tendrán que cambiar sus esquemas, lo que trae un costo social importante. La transición socioecológica justa asume ciertas prioridades de protección de ecosistemas y se compromete con una forma de producción sostenible, pero los cambios económicos y sociales deben ser analizados con un prisma de derechos humanos: no dejar a nadie atrás y promover la integración social.
-Se lo preguntaba porque acá, básicamente, el concepto ha sido asociado al término de las llamadas “zonas de sacrificio” y, de hecho, el gobierno ha recibido críticas porque muchos trabajadores van a quedar cesantes.
-Claro, no son solo las zonas de sacrificio. No me puedo pronunciar sobre ese proceso, pero efectivamente cada país enfrenta sus propios desafíos, y la solución irá de la mano de un diálogo abierto y transparente. Y en eso este gobierno ha sido activo.

“Tenemos una de las pocas NDC del mundo con un claro componente de océanos, vinculando la implementación de áreas marinas protegidas con beneficios climáticos de adaptación y mitigación. Toda esa visión la llevaremos a la COP27, pensando en soluciones basadas en la naturaleza”.
De la COP Azul a la política turquesa
En tanto representante del Ministerio de Relaciones Exteriores, Julio Cordano dará a conocer también la llamada “Política Exterior Turquesa” impulsada por esa cartera al mando de la ministra Antonia Urrejola. Dicha diplomacia turquesa (la mixtura del verde por el territorio físico continental y azul por los océanos) es una suerte de continuidad del énfasis que Chile ha puntualizado sobre la protección de los océanos, desde que en 2019 definió la COP25 bajo su presidencia como “COP Azul”. La Comunicación de Adaptación que se presentará ante los otros Estados parte contiene algo de la propuesta.
-Al presentar una Comunicación de Adaptación, ¿implica que Chile debe sí o sí abrazar una política de adaptación por sobre la mitigación, fruto de la vulnerabilidad a la crisis climática del país?
-Sí, aunque tampoco es algo nuevo. En el Acuerdo de París se señala que los países deberán presentar una Comunicación de Adaptación. Pero pocos países lo han hecho. El Acuerdo de París dice que la adaptación y la mitigación tienen igual importancia, y son una larga aspiración de los países en vías de desarrollo. Chile tiene todo el compromiso y voluntad de contribuir en mitigación, pero es un país muy afectado por el cambio climático, y debemos adoptar medidas eficaces y efectivas. Tenemos sequía, alteración de la lluvia, y hay que incorporar nuevas políticas de adaptación frente a los nuevos escenarios climáticos. Ahora, es claro que cada política de adaptación debe ser muy sensible a la realidad local y Chile quiere compartir su experiencia. Pero la adaptación tiene que ser una meta global y solo la cooperación internacional nos permitirá tener políticas adaptativas más eficientes. Esperemos que en la COP27 avancemos hacia una comprensión más acabada y con una meta global de adaptación.
-Ahora, si hablamos de adaptación, la costa chilena es muy susceptible a los nuevos eventos climáticos ¿Cuál será el énfasis que se dará a los océanos como sumideros de carbono y también a los bordes costeros para fomentar la resiliencia climática?
-Queremos seguir avanzando en la discusión que iniciamos hace varios años, sobre la conexión entre océanos y clima. Chile ha desarrollado una larga política, a partir de definir la COP25 como “COP Azul”, en la que el océano por primera vez tuvo un espacio oficial y un mandato de realización de actividades. Gracias a ese impulso se estableció un Diálogo anual sobre Cambio Climático y Océanos cuya primera versión se hizo en junio de 2022 en Bonn, donde me tocó presidir el segmento final como un reconocimiento a la labor de Chile. Ahora queremos reforzar más esa vinculación, que no es sino un fortalecimiento de los diálogos entre ciencia y política. El IPCC de 2018 sacó un informe sobre océanos y criósfera, y marcó una tendencia que hay en todo este proceso: alza en el nivel del mar, pérdida de biodiversidad, acidificación, etcétera. Chile incorporó un plan nacional de adaptación y específicamente uno de borde costero que está en desarrollo y coordinado por el Ministerio de Medio Ambiente. Eso demuestra el interés de Chile en avanzar. Tenemos una de las pocas NDC del mundo con un claro componente de océanos, vinculando la implementación de áreas marinas protegidas con beneficios climáticos de adaptación y mitigación. Toda esa visión la llevaremos a la COP27, pensando en soluciones basadas en la naturaleza.
-Ya que usted pertenece a Cancillería, ¿no hay una contradicción entre la vocación ecologista del gobierno actual y la ratificación del TPP11 que anunció la ministra Urrejola, independientemente de que se firmen o no las “side letters”? Si se ratifica el TPP11, ¿limita las políticas de ambición climática frente al aumento de causales para que las empresas transnacionales puedan demandar al Estado de Chile?
-Es una pregunta extraña. En un camino hacia la COP27, esa discusión no existe. No vemos ningún tipo de limitación. En el análisis de las barreras que tenemos como país para aumentar nuestra ambición climática, no se incluye ese tipo de consideraciones relativas al TPP11. Hay otras que son importantes para aumentar la ambición: regulaciones financieras, cómo aseguramos que los flujos financieros sean consistentes con una política de largo plazo en materia de cambio climático, cómo aceleramos la transición energética. Yo no me puedo pronunciar sobre eso, pero no veo muy clara la conexión.
-Finalmente, cuando terminan las COP, los análisis posteriores siempre arrojan que los avances son insuficientes. Vemos a representantes de las comunidades exponer en cada una de las cumbres, interpelando a los países por sus pocas respuestas ante la magnitud de la crisis. En ese sentido, ¿qué tiene que pasar en la COP27 para mover la aguja? ¿Los países que emiten más deberían ser más altruistas y cooperar con los países más vulnerables a la crisis climática? Se sabe que cuesta ponerse de acuerdo, porque hay muchos intereses, pero ¿por dónde debe pasar la discusión?
-Es una muy buena pregunta y te confieso que, cuando uno habla con personas que están noche y día pensando en este tema, es difícil no caer en un cierto pesimismo. Pero yo siento que hay que rebelarse contra ese pesimismo y ese es el punto. No tenemos una herramienta perfecta. Desde las primeras convenciones hasta el Acuerdo de París, todos los años constatamos que vamos en una dirección equivocada o que no estamos haciendo lo suficiente colectivamente. Eso no significa que tengamos que bajar los brazos o claudicar. Comprendo la frustración de muchos; yo siento esa misma frustración que siente la sociedad civil y las comunidades, con las cuales apostamos a tener un diálogo constante. Pero es importante decir que ninguna COP por sí sola va a resolver el fondo del problema, sino que va a dar un pequeño paso. La COP25 y la COP26 entregaron importantes aportes a la discusión y establecieron nuevos compromisos; aun así, fueron calificadas como insuficientes. La COP27 no será la gran solución ni será el fin de la historia. Pero sabemos que hay una urgencia con este problema que es el más complejo que la humanidad haya enfrentado jamás. Como es un problema de todos, tenemos que solucionarlo juntos. Y ese espacio es la COP, con todas sus imperfecciones.