Emilio Santiago, antropólogo climático: “Hablar de colapso ecológico es contraproducente en lo político”
El profesional español presentó ayer en Ñuñoa su último libro: “Contra el mito del colapso ecológico”, donde explica por qué considera que una mirada extrema y fatalista de la crisis ambiental es una interpretación equivocada y cuál es el camino para lograr una transición socioecológica transformadora. Ecologista y militante de izquierda, comenta que “está demostrado que los mensajes catastrofistas, si no vienen acompañados de un horizonte de solución, tienden a generar desafección, nihilismo, resignación y una especie de desconexión adaptativa”. Sobre este tema profundiza en esta entrevista con País Circular el doctor en Antropología Social, integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, quien se encuentra en Chile haciendo una investigación sobre el proceso político post estallido social.
El antropólogo social español Emilio Santiago Muíño era un “colapsista”, es decir, de aquellos ecologistas que plantean que el mundo se dirige irremediablemente a un colapso medioambiental, y que la acción y el relato deben tener esa idea como sustento. Sin embargo, a partir de la experiencia y también de la teoría, se dio cuenta de que estaba en un error, por cuanto “el colapsismo es contraproducente en lo político y genera un conocimiento confuso sobre el mundo. Y cuando se tiene un conocimiento confuso es difícil transformar con eficacia”.
“Al final (con el colapsismo) estás ayudando a generar un clima que es favorable a las soluciones más perversas, soluciones autoritarias, conservadoras; al fin y al cabo, si el miedo se instala en los imaginarios es mucho más sencillo que se imponga una actitud de ‘sálvese quien pueda’, de exclusión”, añade Santiago, quien es doctor en Antropología Social y se desempeña como científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), agencia estatal dedicada a la investigación científica y el desarrollo tecnológico.
Esta nueva perspectiva y los elementos que lo han llevado hasta ella es la que el antropólogo plantea en su libro Contra el mito del colapso ecológico (junio de 2023), que fue presentado la tarde de ayer en Plaza Ñuñoa, en un evento organizado por Rumbo Colectivo. El libro, cuyo subtítulo es “Por qué el colapsismo es una interpretación equivocada del porvenir y cómo formular un horizonte de transición transformadora”, surge de un debate colectivo amplio dentro del ecologismo español, comenta el autor y agrega que, además “un ejercicio de responsabilidad público, de decir ‘yo he defendido una posición, creo que estaba en un error y eso lo comparto”.
Santiago es activista ecosocial, fue director técnico de Medio Ambiente del Ayuntamiento (municipio) de Móstoles -en el área metropolitana de Madrid, parecido a la comuna de Maipú, explica- y asesor parlamentario de los partidos de izquierda progresista Más Madrid y Más País en políticas climáticas y de transición ecológica.
Sobre Chile, Emilio Santiago dice que está “enamorado del país y cuenta que su vínculo se remonta a 2007-2008, cuando tenía 23 años: vivió ocho meses acá, primero cursando un semestre en la Universidad de Chile y luego disfrutando del verano. En 2019 fue testigo del estallido social, pues se encontraba en Santiago para el lanzamiento de uno de sus libros, en el marco de un festival organizado por Revolución Democrática. Y ahora, ya lleva tres semanas en Chile, realizando una investigación sobre el proceso político post estallido.
“Chile me cambió la vida”, reflexiona y explica que acá tuvo experiencias de militancia política muy fuertes. “Lo que me impactó y me transformó fueron los procesos de educación popular que conocí con los talleres de hip hop en las poblaciones -en San Bernardo, Puente Alto, Pudahuel- porque yo venía de un ámbito de militancia, vengo de un barrio de clase trabajadora (Móstoles), pero el movimiento vecinal español de los ’70 y ’80 estaba desarticulado, entonces, fue acá en Chile donde tuve una primera experiencia política popular, que no era una cuestión de guetos políticos pequeñitos, y eso me impactó muchísimo”.
Sobre su nuevo libro, su planteamiento en relación al “colapsismo” y algo sobre su investigación en Chile conversa en esta entrevista con País Circular Emilio Santiago, quien es autor, entre otros libros, de Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial (2016), Opción Cero: el reverdecimiento forzoso de la Revolución cubana (2017) y ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal (2019).
“Una izquierda transformadora en el siglo XXI tiene que hacer de la cuestión ecológica su columna vertebral para un nuevo modelo de país”.
-¿En qué consiste tu actual investigación en Chile?
Como científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España estoy investigando sobre el proceso político post estallido en Chile, con la intención de hacer un balance histórico orientado al lector de España, para acercarle una visión quizás un poco más compleja de las que actualmente están circulando por allá, y también sacar lecciones que nos sirvan para pensar el agotamiento de un ciclo político, que nace en el 2011 y llega hasta ahora, que es global. En España yo soy militante de [los partidos de izquierda progresista] Más País, Más Madrid y Sumar [actualmente en el gobierno, en coalición con el PSOE], por tanto, tengo cierta afinidad con algunos de los espacios políticos de acá, y entonces la idea es extraer algunas lecciones que nos sirvan para afrontar el ciclo político que viene.
Es una investigación cualitativa que busca entender el proceso político desde distintos ángulos y distintos discursos, y a partir de ahí realizar un diagnóstico y un balance.
-¿Alguna conclusión preliminar?
Es difícil sacar conclusiones todavía. Sería un poco osado y precipitado por mi parte. Hay elementos que me están sirviendo mucho para pensar España desde acá, un ejercicio comparativo porque, si bien hay circunstancias distintas, hay otras que son parecidas. Hay muchas condiciones de época, que tienen que ver con el arraigo de una antropología neoliberal que se manifiesta más allá de sus contenidos explícitos en muchas de las formas, de los procesos y de los problemas de los últimos cuatro o cinco años, que tienen que ver con la anti política, con la falta de cuadros políticos, con toda una serie de cuestiones que en España también nos suceden. (…) Creo que, además, ambos países enfrentamos un mismo problema de redefinición de lo que puede ser una izquierda transformadora, y está claro que una izquierda transformadora en el siglo XXI tiene que hacer de la cuestión ecológica su columna vertebral para un nuevo modelo de país. Veremos en qué se concreta, tanto en España como en Chile.
-El concepto de “colapsismo” que abordas en tu libro no es algo que se use en Chile, ¿cómo se define?
Cuando estaba preparando la charla para presentar el libro acá, me di cuenta de que es un debate que en Chile no está y no sé si llegará; sí está en España, en Europa y en otras partes el mundo occidental. El término colapsismo es una etiqueta que permite entender un fenómeno que en el ecologismo occidental es creciente, que tiene que ver con toda una corriente ideológica que le da la categoría de un hecho consumado o un destino a algo que se decidió llamar colapso. Es un fenómeno que siempre ha sido una tentación en el ecologismo -pensemos en el libro La Bomba Demográfica, de finales de los ’60-, pero que los últimos cuatro o cinco años se ha extendido fuertemente. (…) Hemos percibido que es contraproducente en lo político y que, además, genera un conocimiento confuso sobre el mundo; y cuando se tiene un conocimiento confuso es difícil transformar con eficacia.
Este es un debate que conozco de primera mano, porque yo vengo de esos espacios. Mi militancia en el ecologismo fue durante muchísimos años dentro de lo que yo ahora calificaría como “ecologismo colapsista”, pero he tenido un proceso vital de ir matizando y cambiando de posición.
-Más allá del uso del concepto de “colapsismo”, existe en muchas personas un pesimismo al respecto… Por ejemplo, si se ve el pésimo balance del Acuerdo de Paris y la falta de consenso en la COP 28…
Sí. En primer lugar, cuestionar la categoría de colapso como el horizonte en el cual pensar nuestro presente no significa restar gravedad a lo que estamos viviendo. Esto es muy importante, la situación es crítica, es muy peligrosa. Además venimos un desempeño nefasto. Entonces hay razones para el pesimismo y para la alarma, pero no creemos que pensar eso en términos de colapso sea analíticamente preciso y útil.
Otra cosa, muy importante, es que si bien el colapsismo ecologista es una ideología en formación, con un canon de autores, con una serie de propuestas cada vez más elaboradas, tiene como sedimento una especie de imaginario colapsista difuso en nuestra sociedad que es mucho más amplio, que es esa perspectiva de que parece imposible imaginar cambios sociales, transformadores, y que tiene expresiones muy distintas -tenemos colapsismos monetarios, el colapsismo étnico demográfico de la extrema derecha-, hay toda una especie como de cancelación del futuro, algo que en última instancia tiene que ver con la victoria cultural neoliberal.
Al fin y al cabo, todos estos discursos son en buena medida distintas versiones del “No hay alternativa al capitalismo”, de Margaret Thatcher. Que ante las amenazas crecientes que está generando nuestro modelo de desarrollo, en el caso del ecologismo pues vienen a concluir que el colapso es un destino, que en el mejor de los casos lo que podemos hacer es colapsar mejor, una especie de operación de control de daños, y me parece preocupante que ese sea el discurso que impere en el ecologismo. Es verdad que todavía es una cosa muy de nicho, pero de los nichos salen los cuadros que luego van a liderar políticamente los procesos, entonces lo que nosotros percibíamos es que esa predominancia de los discursos colapsistas en el ecologismo nos estaba incapacitando para asumir el rol de liderazgo político que pensamos que el ecologismo tiene que asumir las próximas décadas.
“Cuestionar la categoría de colapso como el horizonte en el cual pensar nuestro presente no significa restar gravedad a lo que estamos viviendo. Esto es muy importante, la situación es crítica, es muy peligrosa. Además venimos de un desempeño nefasto. Entonces hay razones para el pesimismo y para la alarma, pero no creemos que pensar eso en términos de colapso sea analíticamente preciso y útil”.
-¿Cuál es el límite entre reconocer la gravedad de la situación y ser colapsista?
Es muy difícil definir ese límite. Buena parte de las incomprensiones que el libro ha generado tiene que ver con que se mueve en esa línea delgada. Hace cuatro años publicamos con Héctor Tejero diputado de Más Madrid- el libro Qué hacer en caso de incendio, que tomaba la expresión de Greta Thunberg de “Nuestra casa está en llamas”, y postulábamos que en un incendio hay que mantener una especie de término medio entre la indolencia y el pánico. La indolencia es pensar que la tecnología va a solucionar todo, que no hay ningún problema, que estamos viendo una época igual que cualquier otra; esto no es cierto, la normalidad, se ha roto, estamos una época absolutamente excepcional y peligrosa. Pero el colapsismo sería la expresión de ese pánico que lleva a no hacer nada por sentir que todo está perdido e ir solo a una minimización de daños. Y todo esto es prefigurativo, tiene efectos en cómo vamos a responder políticamente a la situación.
Entonces es un límite complicado, pero es en esa tensión donde van a estar las respuestas fértiles a la crisis ecosocial, al menos las respuestas transformadoras. Porque aunque el colapsismo seguramente no lo busca -sé de la buena voluntad de muchos compañeros colapsistas-, al final está ayudando a generar un clima favorable a las soluciones más perversas, soluciones autoritarias, conservadoras; al fin y al cabo, si el miedo se instala en los imaginarios es mucho más sencillo que se imponga una actitud de ‘sálvese quien pueda’, de exclusión, en cuanto a los efectos políticos.
-¿Eso es lo más contraproducente del colapsismo?
Hay algo que está demostrado en la literatura especializada que ha estudiado comunicación climática, y es que los mensajes catastrofistas, si no vienen acompañados de un horizonte de solución, tienden a generar desafección, nihilismo, resignación y una especie de desconexión adaptativa; al menos las grandes mayorías.
Esto no es distinto a un error que lleva cometiendo el ecologismo por 50 años, emitiendo mensajes de peligro, con resultados que han sido, cuando menos, modestos. (…) La política tiene que ver con deseos, expectativas, identidades y con afectos morales, y ese es el terreno donde está la disputa política, no en el dato.
Está demostrado que en aquellos momentos en los que ha habido grandes impulsos transformadores, no ha sido por un proceso cognitivo pedagógico, ha sido porque se ha articulado un afecto, una identidad, una indignación moral, es una cosa distinta a un dato.
“La predominancia de los discursos colapsistas en el ecologismo nos estaba incapacitando para asumir el rol de liderazgo político que pensamos que el ecologismo tiene que asumir las próximas décadas”.
-¿De qué manera el colapsismo impide soluciones transformadoras?
Una buena parte del colapsismo tiene en mente que en un tiempo histórico relativamente corto vamos a ver algo así como la descomposición del Estado, porque el Estado ya no va a ser funcional (…) Esto supuestamente va a favorecer un vacío que va a poder ser ocupado por las pequeñas comunidades, la resiliencia local, la autogestión popular, etc.
Creo que esto es absolutamente un delirio, porque nuestra época está mucho más preñada de eco fascismo que de colapso.
Es decir, si fracasamos políticamente es mucho más probable un aumento de las desigualdades, del autoritarismo y una degradación de las condiciones materiales de vida, pero eso no es un colapso, eso es otra cosa.
La disyuntiva es ¿renunciamos a disputar el Estado con un proyecto político ecologista porque pensamos que ya eso se descompone? (que es la tesis fuerte del colapsismo), o entendemos que eso es el mayor error político que podemos cometer. Yo estoy en lo segundo; creo que ahora mismo lo que necesitamos son gobiernos ecologistas, transformadores, que asuman el liderazgo de unos años decisivos. Esto no quita que los movimientos sociales son imprescindibles, lo son absolutamente, pero tienen un techo. Si se impone la visión colapsista, esta opción de gobiernos ecologistas transformadores es inimaginable.
-Es difícil no ser pesimista cuando se ven pocos avances…
Es normal, es humano. En el ecologismo estamos aprendiendo a hacer política y madurando, lo que significa también aprender a gestionar derrotas, porque no siempre se gana. El ecologismo ha sido, hasta hace pocos años, un mensaje relativamente periférico, es decir, sus luchas no estaban en el centro del debate social. Ahora sí lo están y lo va a seguir estando.
Estamos aprendiendo que la transformación social nunca es inmediata, que tiene momentos cálidos, como un estallido donde parece que avanzas muy rápido, pero luego se tiene un límite, o sea, que las primaveras no duran para siempre, que también hay otoño, y hay que aprender a gestionar también esos momentos.
-A grandes rasgos, ¿qué van a encontrar los lectores en tu libro?
Para quienes les interesan estos temas les puede servir para conocer en dónde están los debates en otros lugares del mundo y que quizás se instalen aquí en un tiempo. Por otro lado, para un lector general, aporta razones para la esperanza, razones que no son solo un mero optimismo de la voluntad, sino -eso espero- un poquito de optimismo de la inteligencia, en el sentido de entender que la situación es compleja, pero ofrece algunos ángulos que abordar. Todo el final del libro es un alegato a las posibilidades concretas, de por qué aunque a nivel de CO2 estemos peor que nunca, a nivel de revertirlo estamos mejor que nunca. El libro les puede dar argumentos para la esperanza.
Un lector más ecologista y más especializado va a encontrar herramientas teóricas y enfoques que le van a permitir enfrentar uno de los grandes problemas del ecologismo, es decir, que no tiene una buena teoría política, le falta una teoría del Estado. El ecologismo no se ha preocupado de cómo se construyen las mayorías políticas transformadoras, y el libro les puede dar pistas para ese debate, un debate que por supuesto no lo resuelve el libro, es debate colectivo, pero puede dar pistas para mirar de otra manera un problema que el ecologismo lleva arrastrando por 50 años.