El alma infantil de la primera red de recicladores y cosechadores de agua en Chile
La Fundación Un Alto en el Desierto desarrolla desde 2011 un programa de educación hídrico ambiental conformado por unas 30 escuelas básicas de la Región de Coquimbo, cuyos alumnos recuperan agua de los lavamanos y las duchas de sus liceos, y la reutilizan en riego de sitios eriazos o jardines dentro del área escolar. En total, el programa ha logrado reutilizar más de 3 millones de litros de agua. El proyecto comenzó en 2005 con la creación de atrapanieblas para cosechar agua en una comunidad agrícola de Peña Blanca, 65 kilómetros al sur de Ovalle, sitio que las comunidades escolares visitan asiduamente.
En el lejano 2005, Daniel Rojas ya lograba dimensionar el impacto de la sequía en la Región de Coquimbo. Lo veía diariamente como presidente de la Comunidad Agrícola Peña Blanca, 65 kilómetros al sur de Ovalle. Cayó en cuenta de que el agua era vital para salvaguardar el espacio. Lo primero que hizo, junto a la comunidad y a su socio Nicolás Schneider, fue enviar un proyecto para cercar y proteger 100 hectáreas de vegetación nativa y endémica dentro del predio. Junto a la comunidad, se adjudicaron el proyecto y conformaron la Reserva Ecológica Cerro Grande.
El paso siguiente fue cómo garantizar la disponibilidad de agua para esta área protegida. Cuando decidieron por asamblea que ni el ganado ni los animales en general podían entrar a la reserva, se instalaron sistemas de atrapaniebla para cosechar el agua de niebla y reutilizarla en el espacio de conservación. La idea fue cobrando fuerza con el tiempo hasta perfilarse como un proyecto de educación ambiental al aire libre, con activa participación de niños y niñas de escuelas de la comuna de Ovalle y la provincia de Limarí.
Tuvieron que pasar seis años para que este proyecto transmutara en la conformación de la Fundación Un Alto en el Desierto. En 2011, sin ir más lejos, decidieron configurar un programa que además incluía la posibilidad de reciclar aguas grises en los colegios. Le llamaron Programa de Educación Hídrico Ambiental y hasta 2019 llevaban nueve años consecutivos implementándolo. Solo en 2020, debido a la pandemia, el programa entró en receso, esperando volver con renovada fuerza en 2021.
En síntesis, el programa se inserta dentro del currículum escolar de las escuelas interesadas con el objetivo de desarrollar talleres y experiencias hídrico ambientales. Así, se logró conformar la primera red de cosechadores y recicladores de agua en Chile, en la que las escuelas básicas juegan el papel más gravitante. “Se integraron más comunas, no solo de Ovalle, hoy estamos prácticamente en toda la Región de Coquimbo. Tenemos escuelas desde La Higuera al norte de la región hasta Los Vilos por el sur. En 2018 integramos al Liceo Politécnico de Ovalle, que tiene distintas especialidades. Les damos la posibilidad de hacer prácticas dentro de la Fundación: dibujo técnico, soldadura, electricidad”, cuenta Rojas, presidente de la Fundación Un Alto en el Desierto y de la Comunidad Agrícola de Peña Blanca.
“Nosotros no llegamos a los colegios con un proyecto diseñado: el mismo colegio nos indica qué rumbo quiere seguir de acuerdo a sus necesidades, geografía, etcétera. El foco nuestro es el reciclaje de agua que antes se iba al alcantarillado. El reúso es dentro de las escuelas y así recuperamos áreas que estaban como sitios eriazos, recuperar vegetación”.
Pero, ¿cuál es el fundamento del programa? Un total de 30 escuelas de la región cuenta con dispositivos de reciclaje de aguas grises procedentes de los lavamanos y duchas de sus mismos establecimientos. Tras pasar por un sistema de filtros, el agua recuperada sirve para regar sitios eriazos, jardines o pequeños espacios verdes dentro de la misma área comprendida en cada liceo.
“Nosotros no llegamos a los colegios con un proyecto diseñado: el mismo colegio nos indica qué rumbo quiere seguir de acuerdo a sus necesidades, geografía, etcétera. El foco nuestro es el reciclaje de agua que antes se iba al alcantarillado. El reúso es dentro de las escuelas y así recuperamos áreas que estaban como sitios eriazos, recuperar vegetación. Ahora esa agua de los lavamanos vuelve tratadas a áreas verdes. Hay colegios que tienen el 100 por ciento de sus jardines regados con agua reciclada de los lavamanos y las duchas”, explica Daniel Rojas.
En tanto, la cosecha de agua que es parte de la red se sigue realizando en la Reserva Ecológica Cerro Grande. En ese lugar las escuelas participan de visitas guiadas, donde los niños y niñas aprenden los principios de los sistemas de atrapaniebla. Actualmente se están cosechando 25.000 litros mensuales.
En total, cita la página web de Un Alto en el Desierto, 6.500 niños y niñas se han visto beneficiados por los proyectos asociados al agua por las comunidades escolares. La red, además, ha logrado recuperar más de 3 millones de litros de agua en estos años de operación.
En las escuelas rurales cuidan más el agua
El uso de estos sistemas de filtro -en cuya construcción participa el Liceo Politécnico de Ovalle- no solo permite hacer un uso más eficiente de agua en el contexto de crisis climática, sino que también implica una reducción significativa del costo de la cuenta de agua en los colegios. “Antes se regaba con agua potable, pero ahora, como se usa agua reciclada, eso se ve reflejado en las cuentas”, acota Rojas, quien recuerda que por norma lo único que no se puede regar con agua reciclada son las hortalizas, de acuerdo a las normativas existentes.
De cualquier modo, en lo que respecta al cuidado en el uso del agua, Rojas nota más conciencia en los niños y niñas que de las escuelas rurales que pertenecen a la red. Y lo dice por una razón bien especial: “Ellos vienen escuchando el tema del agua desde que nacieron. Hay mayor conciencia porque muchos en sus casas se surten de camiones aljibe. Manejan cantidades limitadas de agua, les llega cada 15 días, tienen que cuidar el agua y se bañan de forma restringida”, dice el presidente de la fundación, para quien es relevante saber “para qué y dónde vamos a reutilizar el agua que recuperamos. Muchas veces pasa que los colegios no saben dónde reutilizarla”.
Añadido al impacto medioambiental del Programa de Educación Hídrico Ambiental, el presidente de la Fundación Un Alto en el Desierto valora el efecto social que genera en los niños y niñas que provienen de escuelas rurales muy apartadas, detrás de los cerros. Dos ejemplos, cita Rojas, son la escuela rural de Los Rulos, en la comuna de Canela, 40 kilómetros al interior de Canela Baja; y la de La Caldera, al interior de la comuna de Andacollo.
“La red es una ventana para niños y niñas de muchos sectores de la región que no tienen opciones de mostrar sus habilidades. Porque no es solo la construcción de una infraestructura de reciclaje de agua, sino un acompañamiento científico desarrollado junto a un profesor. Los niños y niñas realizan un póster científico donde plasman los resultados de su trabajo”, complementa el dirigente.
Y cierra con una última reflexión: “La posibilidad que tienen ellos de salir por primera vez a Santiago, de exponer en el ex Congreso Nacional sobre el reciclaje de agua, es importante. Quizás para nosotros son cosas que no tienen mucho sentido, pero cuando ellos van a un lugar donde los escuchan, se les abre una tremenda oportunidad. Eso es lo más valioso de este proyecto. La sequía no solo trae problemas ambientales, sino que provoca desintegración social, migraciones del campo a la ciudad. Y hay muy poca asistencia del Estado: se mira todo como rentable, y estos lugares no son rentables”.