Empresas y universidades chilenas se suben al tren de la bioeconomía
El concepto busca adaptar los procesos económicos a la simbiosis de los ecosistemas biológicos. Este paradigma busca plantear un nuevo modelo de desarrollo basado en recursos renovables -biomasa- como materia prima y, según algunos expertos, se diferencia de la economía circular en que la primera no considera los materiales derivados del petróleo. En Chile, la Universidad de Concepción ha avanzado en generación de tecnología para trabajar directamente con las empresas en diferentes productos. Las compañías asociadas a CORMA, por ejemplo, están dando pasos sustantivos en el rubro maderero.
“Vivimos en la era del petróleo”, dice de entrada Alex Berg, director ejecutivo de la Unidad de Desarrollo Tecnológico (UDT) de la Universidad de Concepción. De acuerdo al experto de este espacio universitario, cuya misión principal es promover la ciencia, tecnología e innovación para la bioeconomía, “los nombres de las épocas se definían de acuerdo a los materiales que se usaban, como la edad de piedra o la edad del bronce”.
Pero, señala el académico, “desde la Segunda Guerra Mundial, el petróleo está presente en todas partes”, y eso acarrea un problema gravísimo para el medioambiente. “Uno se lo adjudica a los combustibles, pero el petróleo no es solo eso. Los materiales de construcción, las resinas adhesivas, nuestra ropa, todo eso se originó de petróleo o de materias primas fósiles”, complementa Berg.
Por lo tanto, agrega el especialista, la bioeconomía surge como un cambio de paradigma: “La única forma sustentable de producir materiales es hacerlo a través de biomasa, y ésta puede venir desde la industria forestal y de la agricultura”. En el fondo, este concepto plantea una nueva manera de entender el desarrollo, con tres pilares esenciales: que los productos necesarios para vivir provengan de fuentes renovables, que sean ecológicamente sustentables y con incorporación de la ciudadanía en las decisiones. Alemania, Malasia y Finlandia son tres países a la vanguardia en esta temática.
La UDT es uno de los entes científicos chilenos que está trabajando en bioeconomía, pero es el único cuyos procesos tecnológicos están enfocados hacia el escalamiento a las empresas, asegura Berg. “No tenemos ningún proyecto en que no participen empresas”, insiste, categórico.
“La bioeconomía representa un cambio de paradigma. La única forma sustentable de producir materiales es hacerlo a través de biomasa, y ésta puede venir desde la industria forestal y de la agricultura”.
Según Berg, uno de los principios de la bioeconomía es usar los subproductos de otros materiales. Cita el caso de la paja del trigo, el cual es el principal cultivo de superficie plantada en Chile, con 250 mil hectáreas por año. “Pero la paja del trigo por lo general se quema”, dice. Por ejemplo, uno de los proyectos de la UDT es la creación de un papel aislante térmico sustentable a partir de la corteza del eucalipto. “La corteza de eucalipto, a diferencia de la de pino, es de difícil manejo, almacenamiento y disposición. Por ello, su combustión en calderas industriales es poco atractiva, generándose grandes volúmenes de corteza en las plantas de descortezado, con los consiguientes problemas de incendio por auto-ignición”, explican en el sitio web de la UDT www.udt.cl.
En particular, estos paneles están en proceso de validación para fabricarlos a escala industrial, realizar pruebas en condiciones reales de uso y evaluar la factibilidad de lanzarlos al mercado. Ahí radica la diferencia con otros centros de estudios en bioeconomía, dice Berg: “Nosotros queremos avanzar en la cadena tecnológica, no podemos terminar con un prototipo de cinco litros, por decir algo. Tenemos que acercarnos hacia la aplicación industrial”.
La UDT tiene entre 40 y 50 empresas asociadas donde han empezado a probar los productos generados a partir de biomasa. Entre los más destacados por el sitio web figuran los productos biodegradables y bioactivos a base de algas de la bahía de Coliumo, microfibrilas y nanofibrilas de celulosa y productos aromáticos a partir de la corteza del pino.
Bioeconomía y economía circular: ¿Diferentes?
Un punto muy relevante obedece al reemplazo de los plásticos. Ahí radica la diferencia, según Berg, con la economía circular. “Yo diría que son términos complementarios. La economía circular refiere a no producir desechos, que algún subproducto debe tener una posibilidad de volver a utilizarse o de participar en otro proceso. La diferencia es que la economía circular integra a los productos derivados del petróleo en el ciclo, y la bioeconomía plantea reemplazarlos por productos derivados de biomasa. Es un enfoque algo distinto, pero absolutamente complementario”, dice el director ejecutivo del centro de estudios universitario. Desde otras visiones, la bioeconomía comprende un estadio aún superior a la economía circular.
La UDT trabaja muy fuertemente con empresas ligadas al plástico, ya que “ellas están viendo que tienen que innovar tecnológicamente porque si no, se van a quedar atrás”. Cita que se han propuesto reemplazar el 30 por ciento de ciertos plásticos en madera. Han creado un pellet que puede reemplazar el plástico con un polvo de madera. “Un residuo que tiene un valor neutro y hasta negativo lo convertimos en un bioplástico de un valor alto”, dice Berg, para quien la degradabilidad del material “tiene que ir de la mano con el tiempo de uso del producto”.
En la Unidad han desarrollado sustitutos del plástico a partir de ácido poliláctico, que es generado por microorganismos, y el almidón de las papas. Con ese bioplástico se crearon envases de arándanos, que ya fueron exportados por contenedores. “El único problema es que es el doble más caro que el plástico normal, pero estamos trabajando en innovaciones para bajar el costo”, expresa Berg.
“Desde el año pasado CORMA impulsa en sus empresas la bioeconomía. Hoy sabemos que continuar con una economía con recursos no renovables no es sostenible en el tiempo. Y la madera tiene un potencial enorme, desde la construcción en madera hasta la producción de biocombustibles (etanol), las nanofibras de celulosa y los bioplásticos”.
La madera en la bioeconomía
La bioeconomía será por segundo año consecutivo el tema central de la XIV Semana de la Madera organizada por la Corporación Chilena de la Madera (CORMA), un evento que se celebrará en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) entre el 4 y 8 de septiembre. En la instancia, arquitectos, diseñadores, universidades e investigadores de Chile y el mundo darán a conocer los últimos avances en el uso de la madera, material clave en los principios que rigen la bioeconomía. La invitada estelar del encuentro será la directora del Departamento de Tecnología Innovadora y Bioeconomía del Ministerio de Sostenibilidad y Turismo de Austria, Isabella Plimon.
Para CORMA la importancia de la madera, junto con ser un material noble, es su contribución en la mitigación al cambio climático, al cumplir un importante rol de captura de carbono en su materialidad. De ahí que la entidad gremial ponga énfasis, por ejemplo, en el trabajo de la construcción en altura. En otras palabras, ver cómo participa la madera en edificios de cuatro a seis pisos toda vez que el rubro de la construcción es uno de los que genera más emisiones a nivel global.
“Desde el año pasado CORMA impulsa en sus empresas la bioeconomía. Hoy sabemos que continuar con una economía con recursos no renovables no es sostenible en el tiempo. Y la madera tiene un potencial enorme, desde la construcción en madera hasta la producción de biocombustibles (etanol), las nanofibras de celulosa y los bioplásticos”, comenta Francisco Lozano, presidente de Madera 21, entidad de CORMA que organiza la actividad.
Según Lozano, “no hay producto derivado del petróleo que no se pueda fabricar derivado de la madera”. Algunas de las empresas asociadas a CORMA ya han trabajado en esta temática como política. Es el caso de Arauco, que se ha dedicado a la producción de pulpa de celulosa para uso textil, y de esta manera reemplazar al poliéster que genera mucho impacto ambiental.
Tal como opina Alex Berg de la UdeC, Lozano cree que la economía circular y la bioeconomía son complementarias, pero la última está “basada en recursos renovables”.
Desde la Unidad de Desarrollo Tecnológico del plantel universitario sureño coinciden en que la madera cumple un rol principal en la transición hacia la bioeconomía, sobre todo en la construcción.
“La huella ecológica de la construcción es negativa, porque usamos materiales que requieren mucha energía como la producción de acero, ladrillo y cemento. En cambio, la huella ecológica de la madera es mucho menor, estéticamente es hermosa, es un buen aislante térmico y resiste bien los terremotos. Pero también tiene limitaciones: se pudre por reacciones biológicas y se puede quemar. Nosotros en la UDT estamos trabajando para mejorar las características de la madera y superar esas deficiencias: que no se degrade por termitas o no se queme”, acota Alex Berg.
Para el experto de la UdeC, “una casa de 50 o 70 años secuestra carbono y eso lo tienes en la construcción. En un contexto en que el país quiere alcanzar la carbono neutralidad, es importante construir con más madera”.
-Alex, ¿cómo convive la bioeconomía con el impacto generado por la industria forestal?
-Bueno, hay que seguir avanzando para que la industria forestal sea lo más sustentable que se pueda. Hay que tratar de que no sean monocultivos muy extensos, permitir que la gente viva en el campo, eso requiere un esfuerzo como sociedad. La única forma de ser carbono neutral es plantando más árboles. La COP25 será un gran paradigma.
-¿Con árboles nativos o plantaciones exóticas?
-Yo creo que la buena mezcla es factible. Los seres humanos tienen requerimientos por materiales. La industria forestal es el futuro, nuestros bosques tienen que crecer de forma sustentable. Ahora bien, hay que recrearse en los bosques, permitir la diversidad de flora y fauna, pero también pueden los árboles pueden proveernos de las materias primas que necesitamos. De otra manera, tendríamos que volver a la era de las cavernas.