De eco-viviendas a chimeneas cero emisiones: los proyectos del primer centro de investigación sustentable privado de Chile
DREI se encarga de perfeccionar inventos sustentables y luego busca a algún organismo público o privado que los quiera explotar a gran escala. Este centro de investigación afincado en Quintero, con más de 70 proyectos innovadores a su haber, ha chocado hasta ahora con la barrera del financiamiento para poder expandirlo y lograr así un impacto social. Las eco-viviendas, eso sí, prometen ser un desarrollo exitoso a nivel masivo, “pero llevo mucho tiempo esperando por recursos para una planta industrial y así construir viviendas en serie”, explica el fundador y director del centro, Mauricio Matthei.
Mauricio Matthei vive a solo 15 kilómetros de Quintero y le basta escarbar un poco la tierra, dice, para distinguir una capa de 50 centímetros de arsénico. “Si uno tira una semilla aquí, no crece nada”, dice el director de DREI, el primer centro de investigación sustentable privado de Chile, sobre los niveles de polución que él percibe en tanto habitante del sector y estudioso del tema.
Él es un verdadero “Giro Sin Tornillos”. Como el personaje de Disney, le gusta hacer todo cuanto puedan sus manos. “Estudié de todo: para hacer dibujos animados, legislación de tránsito en seguridad vial, computación, soy escritor, guionista y me gusta inventar cosas. Mi círculo de amigos se compone de puros inventores”, dice Matthei, cuyo centro de investigación, pensando en el caso particular de la crisis ambiental que afecta a la zona, desarrolló unas chimeneas industriales cero emisiones con las que “se terminaría la contaminación”.
Estas chimeneas que no liberan emisiones al medioambiente, explica el fundador de DREI, “comprenden un sistema de filtro que trabaja con cámaras. Se desvía el camino de la emanación para introducirla en un ciclo de siete cámaras que pasan por procesos diferentes. Cuando decanta, lo único que emanas es vapor. Este invento es adaptable para todas las zonas industriales”.
El problema para éste y otros 69 proyectos que figuran en la carpeta no encuentran aún apoyo ni financiamiento del Estado ni de la empresa privada. Lo que DREI realiza, en rigor, es acoger proyectos innovadores de personas naturales e intentar asociarse con un ente público o privado que quiera explotarlos a gran escala, y así generar un impacto social. “Todos los desarrollos están diseñados, están listos para operar, pero no tenemos ninguno financiado para partir. En todos los Gobiernos se me han cerrado las puertas, cuesta un mundo ganarse un CORFO”, lanza Matthei.
De esas 70 innovaciones, por ahora, solo dos tienen altas posibilidades de ser llevadas a la práctica: la de eco-viviendas sociales, creadas por el propio Matthei post terremoto de 2010, y otra sobre reciclaje químico de caucho de neumáticos.
“Todos los desarrollos están diseñados, están listos para operar, pero no tenemos ninguno financiado para partir. En todos los Gobiernos se me han cerrado las puertas, cuesta un mundo ganarse un CORFO”.
Viviendas ecológicas y reciclaje químico
Mauricio Matthei sintió en carne propia el rigor del terremoto de 2010. Por entonces vivía en Curicó, una de las ciudades más golpeadas por el sismo. Tras sortear el traumático episodio, lamentó que las casas de emergencia construidas por el Gobierno no tuvieran baño. Pensó, entonces, en remediar esa situación, y se propuso diseñar un sistema de viviendas sociales ecológicas que le demandó cuatro años de trabajo.
“Construí dos viviendas experimentales en Quintero y a un cliente le gustó. Era 100 por ciento ecológica, con un sistema que recuperaba contenedores marítimos, tenía aislación de adobe; inventé un sistema para reciclar el agua y otro para ahorrar energía eléctrica. Lo terminé en 2016 y luego busqué al Gobierno. Tuvo buena acogida. Después hubo cambio de administración y no pasó nada. Llevo mucho tiempo esperando financiar una planta industrial para construir viviendas en serie”, lamenta Matthei, quien tras esa decepcionante experiencia formó el centro de investigación con un puñado de amigos.
Si llegase a tener fondos para hacer la planta, asegura el fundador de DREI, “el costo bajaría de 25 millones a 18 millones. Y tiene hasta 90 metros cuadrados, dos baños, living, paneles solares. Pero es posible siempre y cuando se haga por medio de la planta. Tengo la capacidad para hacer 25 casas al mes al principio, y luego 40 mensualmente”. Este proyecto de viviendas sociales ecológicas, actualmente, fue presentado al MINVU, y éste solicitó un proyecto piloto para certificarlo.
Adicionalmente, cita Matthei, su vivienda sustentable tiene la ventaja de que “no se quema por dentro ante un posible incendio, se adapta a todas las condiciones climáticas y resiste terremotos sobre nueve grados”.
Como en este y en los otros proyectos, prosigue Matthei, el rol de DREI es presentarlos con personalidad jurídica. “Llegamos a un acuerdo con el inventor y nos hacemos cargo del invento de la persona. Perfeccionamos la idea y la patentamos a través del centro de investigación, pero siempre queda el nombre del inventor original. DREI no hace negocios, no vende nada, no produce, cuando mucho produce un programa piloto. Hacemos una suerte de administradores de patentes y nuestra ganancia es cuando se lo ofrecemos a una empresa: nosotros, como somos una empresa social, tenemos un tope de 30 por ciento de ganancia”, sostiene.
El otro proyecto en curso es el de reciclaje químico de caucho de neumáticos. El que prevalece en Chile y en el mundo, aunque a una escala marginal, es el reciclaje mecánico, dice Matthei. Pero uno de sus amigos “Giro Sin Tornillos”, tan versátil como él, inventó la manera de reciclar químicamente los neumáticos. “En el reciclaje mecánico, el caucho se muele y llega a un polvo; en el químico, haz cuenta que lo echo dentro de una olla y saco los alambres. El mecánico no permite la fabricación de piezas grandes porque se parte; en el químico puedes fabricar lo que quieras, porque el neumático se desvulcaniza. Se recupera el nylon y el acero”, subraya. Con el material recuperado, señala, se pueden hacer hasta lomos de toro ecológicos en las calles.
Matthei anuncia que pronto cerrará un acuerdo con dos empresas que trabajarán con reciclaje químico de caucho. En tres meses más debería empezar a operar el sistema en ambas firmas. Además, revela, en el próximo encuentro Exponor en Antofagasta habrá un ciclo de charlas para captar clientes que quieran hacer reciclaje químico de neumáticos. Para que eso suceda, en cada empresa debería haber una planta, “pero el costo de reciclar el caucho, sea mecánico o químico, es el mismo. No tenemos emisiones de gases. Es lógico porque al ser químico, si pierdo gases, pierdo plata”, complementa él.
“Si me llegasen a financiar la planta industrial, el costo (de la eco-vivienda) bajaría de 25 millones a 18 millones. Y tiene hasta 90 metros cuadrados, dos baños, living, paneles solares. Pero es posible siempre y cuando se haga por medio de la planta. Tengo la capacidad para hacer 25 casas al mes al principio, y luego 40 mensualmente
Los otros inventos de mar
En el portafolio del centro de investigación figuran otras iniciativas que aguardan su oportunidad para ser aplicados en contextos sociales. Entre ellos se cuenta, por ejemplo, un proyecto de reciclaje de poliestireno, que tiene el patrocinio de la Municipalidad de La Reina. Matthei aspira a que pronto se construya el primer punto de reciclaje de este material en el mundo. Algo muy distinto, agrega, le ocurrió con el Ministerio del Medio Ambiente: “El MMA negó el patrocinio, ni siquiera pedí auspicio. Mi tema es echarlo a andar”, dice el director de DREI.
“Este material aún no se logra reciclar de forma eficiente en ninguna parte del mundo. Sin embargo, nosotros logramos a partir del reciclaje de poliestireno desarrollar pinturas impermeables de alta calidad, resistentes a la salinidad y en una variada gama de usos”, plantea el director del centro de investigación sustentable privado.
La pintura con base en poliestireno ha sido probada eficientemente en botes, redes, mallas, cajas de pesca y lanchones. “Es una pintura que no permite la reproducción de patógenos, entonces no contamina. Si se llegara a dar vuelta en el agua, flota. Y queda como una nata, entonces se puede luego sacar con un palo”, detalla Matthei.
También relativo con el mar, DREI desarrolló un proyecto, cuyo valor es de 90 millones de pesos, que consiste -ilustra Matthei- en una especie de mantarraya que captura todas las moléculas del petróleo: “Este proyecto nació a partir de un estudio para terminar con la contaminación marítima. Lo hicimos a escala y funcionó. Es una especie de mantarraya que tiene un absorbente que filtra las moléculas de petróleo, y es con base en polímero. Las mismas corrientes la arrastran y la hacen nadar sola”. También cuenta con una máquina para limpiar la basura de la playa. Sin inversión privada ni pública, no obstante, los inventos quedan confinados a las oficinas de DREI.