“Una maravilla”
En la escuela Los Copihues todo el personal recibió capacitación para conocer el funcionamiento de esta tecnología y, además, se considera un programa completo donde no solo se cuenta con la tecnología, sino que se va creando toda una cultura de cuidado del agua, tanto de los adultos como de los niños.
“En los planes y programas del Mineduc existe contenido relacionado con el cuidado del planeta y el cuidado del agua, entonces profundizamos en esa área, pero no solo en la asignatura de Naturaleza, sino que de manera transversal porque es un tema muy amplio y primordial para vivir y los niños lo saben”, explica la jefa de la Unidad Técnico-Pedagógica (UTP), Carolina Mondaca.
La profesora cuenta que se formó una brigada de cuidadores de la lluvia, compuesta por cinco alumnos de quinto y sexto básico, que tienen como misión vigilar el uso eficiente del agua así como crear conciencia sobre la importancia del recurso, “y que también en las casas lleven esta misma iniciativa a las familias, para expandir más allá de la escuela”. En este sentido, Mondaca refiere que antiguamente en la zona había abundancia de agua, con vertientes y riachuelos que ya no existen; señala que el problema de escasez hídrica es muy profundo y se vio agravada a causa de plantaciones forestales.
De ese modo, la jefa de UTP considera que el sistema instalado es un gran aporte para la escuela y cuenta que el agua que resulta con esta tecnología “es bastante pura, se nota que viene sin minerales, es como un poco más dulce, se siente la diferencia”.
Por su parte, Antonia Rivera de Amulén comenta que “una vez instalada la solución el proceso sigue, seguimos visitándolos, haciéndoles talleres para compartir con todos el problema de la escasez de agua, generando desafíos en los niños para enfrentar de manera sustentable esta problemática”.
El encargado de la mantención del sistema en la Escuela Los Copihues es Cristian Farías, quien explica que con este mecanismo se aprovechan los techos de las dependencias para que el agua escurra por canaletas hacia un depósito, donde se separa el agua sucia, que también se aprovecha, por ejemplo, para regar. Luego, un filtro detiene los residuos más grandes -las hojas, por ejemplo- para después almacenar el recurso en un estanque. Al final, se filtran los sedimentos más finos y, por último, un ozonificador termina de potabilizar el agua para que los niños y niñas tengan agua de la más alta calidad en su escuela. “Desde que lo instalaron ha llovido unas cinco veces, tres de ellas en forma bastante intensa, y el sistema funcionó muy bien; siguiendo las instrucciones no hay problemas y el agua sale óptima”, explica Farías.
“Tengo que mantener las canaletas y los filtros limpios, preocuparme del cloro (en el estanque) y que todo esté listo para la próxima lluvia. El agua sale sanita, y las veces que ha llovido nos ha servido mucho, para el consumo de las personas, para cocinar, para todo. Estamos todos contentos porque tenemos más abastecimiento, no dependemos solo del camión aljibe, sino que también tenemos esta opción maravillosa cuando llueve”, añade.
Farías explica que en toda la zona rural de Licantén hay escasez hídrica y dependen de los camiones aljibe, tanto en la parte alta, donde se encuentra la escuela, como en el valle. Cuenta que el agua que les dejan es muy justa y a veces no es suficiente, por lo que en algunas oportunidades hay que gestionar con la municipalidad para que les lleven más o, en casos de emergencia, conseguirse con algún vecino.