ReparaLab: arte, escuela y activismo por el derecho a reparar nuestros productos
Aun cuando consiste en un proyecto itinerante y sostenible de reparación gratuita de textiles y electrodomésticos, la propuesta de ReparaLab es mucho más profunda que eso: se autodefinen como un movimiento social a favor del derecho a la reparación. Dicen que en los años 50 los fabricantes hacían bienes para toda la vida y heredables, algo muy distinto a lo que ocurre en la actualidad con la llamada “obsolescencia programada” de los productos. ReparaLab apuesta por recuperar el oficio del reparador y, además, ha ayudado a formar nuevos reparadores para crear una conciencia y una demanda al respecto.
Hace unos cinco años, la sede estadounidense de la marca de ropa outdoor Patagonia lanzó una licitación a nivel mundial para reparar unos wader -trajes de pesca con mosca- que venían con unas fallas de fabricación. Salieron elegidas cinco empresas, entre las cuales figuró una chilena: ModuLab, fundada por los diseñadores industriales Pamela Castro y Felipe Ferrer, cuya misión es entregar una respuesta desde el diseño para revalorizar residuos y descartes industriales.
La propuesta de ModuLab para Patagonia tuvo un sonoro éxito. “Como Patagonia no quema nada de su ropa, les encantó. Hicimos una mochila pero reutilizando el 95 por ciento del wader, lo que era un gran logro porque en general casi se reutiliza el 50 o el 60 por ciento. Hasta nos ganamos un premio en España”, cuenta Castro, socia fundadora de ModuLab.
Tras la buena acogida a su trabajo, Patagonia invitó a ModuLab a implementar en sus tiendas chilenas un programa de reparaciones que en Estados Unidos funcionaba a la perfección: el Worn Wear. Aceptaron gustosos brindar este servicio.
“Nunca habíamos reparado, nos gustó la idea porque es una R de la que nadie se ha hecho cargo. La mayoría de las empresas se enfoca en el reciclaje, pero para nosotros ojalá nunca llegar ahí. Ojalá que se cumplan todas las R antes del reciclaje”, dice, con convicción, la emprendedora.
Con esa invitación de Patagonia, dice Castro, “Modulab abrió los ojos a la reparación”. No obstante ReparaLab nacería recién en 2019, la cultura de la reparación ya se había instalado en el corazón de ambos emprendedores. Aún como ModuLab, se capacitaron y estuvieron varios fines de semana en las tiendas de Patagonia en Santiago.
“Nosotros no sabíamos cómo iba a funcionar, pero sí teníamos muchas ganas. Empezamos a coser, yo en algún momento fui profesora de costura en el DUOC. Recibimos a una capacitadora de Estados Unidos que nos enseñó a reparar cierres. Estuvimos todos los fines de semana en las tiendas Patagonia, pero no iba mucha gente. Era gratis, pero había mucha desconfianza”, explica Pamela.
Ahí fueron aprendiendo que el chileno tiene un concepto diametralmente opuesto de reparación, por ejemplo, al de un japonés: “El chileno trata de que el parche pase lo más piola posible; el japonés, en cambio, quiere que el parche se vea ojalá lo más fosforescente, allá tienen una onda de la reparación más bien cool”, dice Pamela entre risas.
Con Worn Wear, bajo el paraguas de Patagonia, recorrieron hasta Coyhaique en una especie de casa rodante con carros de arrastre, haciendo paradas en distintas ciudades como Pichilemu, Chillán y Pucón, y así hasta la Región de Aysén. “Éramos como un taller andante y le enseñábamos a la gente a reparar por medio de un tour”, añade Pamela Castro.
Esa rutina duró aproximadamente tres años, hasta que ambos decidieron tomar su propio rumbo.
“Nunca habíamos reparado, pero nos gustó la idea porque es una R de la que nadie se ha hecho cargo. La mayoría de las empresas se enfoca en el reciclaje, pero para nosotros ojalá nunca llegar ahí. Ojalá que se cumplan todas las R antes del reciclaje”.
Un movimiento social por la reparación
Había algo que causaba una pequeña interferencia en su experiencia con Patagonia: el público al que apuntaba la campaña. Según recuerda Pamela, el nicho era muy chiquito y de perfil ABC1. “Apuntaba muy al cliente Patagonia. Nosotros ya habíamos desarrollado ciertas técnicas y pautas de reparación. Por ejemplo, si el jeans tenía una rotura, lo repararíamos de tal forma de tener mayor eficiencia. Entonces decidimos armar un proyecto propio de reparación”, dice ella.
Al emprender su propio camino, a la reparación textil añadieron la de los electrodomésticos. En sus estudios universitarios, Pamela había comprendido las implicancias de la “obsolescencia programada”, es decir, que los productos están hechos para que duren solo un tiempo para luego cambiarlos por otro, en línea con el modelo económico vigente. La idea era reparar todo lo que pudieran.
“Nos dimos cuenta de que reparar era un derecho. Hicimos un manifiesto, y nos definimos como un movimiento social en torno a la reparación. Somos un movimiento activista por la reparación, no somos un servicio técnico: queremos cambiar la industria. Creemos que la reparación enseña ingeniería, creatividad y le entrega herramientas a los niños”, se explaya Pamela Castro. Desde ModuLab nació entonces ReparaLab, como un proyecto itinerante y sostenible de reparación de productos, que apunta como marea de fondo a establecer el derecho a reparar.
“Es justo reparar nuestros productos. Cuando los compramos, ya son nuestros, y la industria no nos da la oportunidad de repararlos porque hacen tornillos no homologados, los destornilladores los tiene la misma empresa. Creemos que se debe legislar al respecto”, agrega Castro. En Europa, paralelamente, ya se discute la posibilidad de implementar en 2021 una ley que resguarda el derecho a reparar.
Dicho de otro modo, “en los años 50 las empresas apostaban a hacer productos para que duraran toda la vida. Eran más caros, la gente tenía menos acceso, pero no era un bien de consumo como lo es ahora. Era como una inversión, tener un refrigerador era como tener una casa. Era valorado y un bien heredable”.
Hoy, en cambio, “la gente reemplaza sus productos por uno nuevo si se le echa a perder. Las impresoras, por ejemplo, dicen que están adaptadas para hacer 10 mil impresiones porque el cabezal se va a romper. Están hechas para que pase eso. Pasa igual con las cafeteras, planchas y microondas”.
“En los años 50 las empresas apostaban a hacer productos para que duraran toda la vida. Eran más caros, la gente tenía menos acceso, pero no era un bien de consumo como lo es ahora. Era como una inversión, tener un refrigerador era como tener una casa. Era valorado y un bien heredable”.
Recuperar el oficio y formar nuevos reparadores
Ya como ReparaLab, Felipe y Pamela encontraron patrocinio en el Ministerio de Medio Ambiente, que valoró la iniciativa, y el siguiente paso fue buscar a alguna marca socia. La primera en acoger la propuesta fue la multitienda Paris. Si bien partieron en mayo de 2019, detrás del Palacio de La Moneda, en 2020 se fijaron 20 jornadas gratuitas de reparación de productos en desuso o dañados (zapatillas, ropa, electrodomésticos) en distintas tiendas París a lo largo del país.
Sin embargo, la llegada del coronavirus obligó a suspender la próxima jornada del 7 de abril en Curicó y todas las siguientes. Alcanzaron a realizar seis jornadas, con sobrado éxito. En la penúltima, realizada en el Portal Marina Arauco, llegaron 672 productos. De ellos, 603 fueron reparados y 64 enviados a reciclaje.
ReparaLab cuenta con un equipo de aproximadamente 10 reparadores/as, cada uno/a con su especialidad en calzado, electrodomésticos, ropa y otros. Con ello no solo buscan recuperar el oficio del reparador, sino estimular la formación de nuevos reparadores, y que éstos puedan armar negocios para crear una conciencia de la importancia de reparar y alargar la vida útil de los bienes. Una de las mujeres que trabaja con ReparaLab lleva 25 años reparando calzado. “También tratamos de llevar a reparadores de la zona de Chile donde vamos”, especifica Castro.
“Quedan muy pocos reparadores en Chile. Hace dos décadas se perdió el oficio como tal y queremos recuperarlo. Pero además otra cosa: un año antes de lanzar ReparaLab, contactamos a instituciones y colegios técnicos, y carreras afines a la reparación como diseño de vestuario, moldaje y confección. Empezamos a hacer charlas, clases de reparación, apoyándonos en los mismos profesores. AIEP e Inacap nos acogieron. Queremos que se motiven, que haya una demanda de reparadores”, postula Pamela Castro.
Si bien arrancaron con Paris, de a poco han ido sumando otras marcas como Vans y Nike. También han contactado a colaboradores como Poxipol de Uruguay, que no solo aportan con dinero, sino que proporcionan productos clave como pegamentos para que las reparaciones sean óptimas y las jornadas, venturosas. En el futuro, dice Castro, lanzarán ReparaLab para colegios, con el objetivo de reparar uniformes. “Queremos enseñarle a los niños y que les pase por el cuerpo el tema de reparar. Hoy el uniforme dura muy poco. Queremos incentivar a volver a usar las coderas y las rodilleras que usaban nuestros familiares antiguos”, ríe ella.
“Como tenemos las jornadas suspendidas por el coronavirus, hemos subido información a nuestras redes sociales sobre cómo reparar un microondas. La gente tiene tendencia a cambiarlo altiro si se echa a perder, pero resulta que muchas veces el problema es un fusible de cerámica que vale 350 pesos”.
El coronavirus como oportunidad
Ante la suspensión de las restantes jornadas 2020, a raíz de la pandemia del coronavirus, ReparaLab debió reinventarse. “Detrás de toda crisis hay una oportunidad”, dijeron para sí mismos, y por eso empezaron a publicar tutoriales para que la gente en cuarentena voluntaria u obligada pueda atreverse a reparar sus artículos o textiles con elementos que pueden encontrar en los mismos hogares.
“Por ejemplo, hemos subido información a nuestras redes sociales sobre cómo reparar un microondas. La gente tiene tendencia a cambiarlo altiro si se echa a perder, pero resulta que muchas veces el problema es un fusible de cerámica que vale 350 pesos. Tratamos de decir eso: que las reparaciones son súper simples. Lo mismo pasa con las planchas para el pelo: el fusible que se quemó cuesta 150 pesos, y se puede abrir, arreglar uno mismo y hacerlo durar tres años”, detalla la fundadora de ReparaLab.
La idea de fondo, cuenta Pamela, es que la gente recapacite en torno a la corta duración de los productos. “Nuestro objetivo es que los productos vengan con su manual de uso, con su manual de despiece y que el fabricante apueste más a los repuestos que a los productos. O sea, que los repuestos sean más desechables, que los podamos cambiar, pero no cambiar el producto entero. Por ejemplo el sacajugos tiene un tubo hexagonal: la idea es que podamos cambiar solo ese tubo y no comprar un sacajugos nuevo”, aclara. La otra idea en mente es hacer un mapeo de todos los reparadores que existen actualmente en Chile.
Además, prontamente subirán a Facebook e Instagram (facebook.com/ReparalabChile/ y @reparalabchile, respectivamente) algunas recomendaciones sobre cómo reparar en la casa tomando máximas precauciones, como andar con zapatos, no trabajar cerca del agua, entre otras. Asimismo, le están pidiendo al equipo de reparadores que envíen videos para enseñar a reparar ropa y electrodomésticos. “Hay que aprovechar que la gente ahora tiene tiempo para ordenar su casa, ver qué puede hacer con un pantalón que le quedó grande y cómo lo puede modificar en estos meses en que estaremos encerrados”, cree Pamela.
En tanto llevan registro de todos los productos que llegan a sus instalaciones para ser reparados, algunas marcas aparecen más frecuentemente que otras, por lo que el mensaje que transmiten resulta disruptivo para algunas empresas. “No es fácil que entiendan que nosotros estamos apoyando a la industria, haciendo un llamado de atención. Cuando hacemos el Excel, nos damos cuenta que un mismo producto llega varias veces y falla en lo mismo”, advierte Castro.