Lanarq: aislante de viviendas hecho a partir de lana de ovejas impulsa la economía circular y el desarrollo local en Aysén
Una idea nacida de una pareja de arquitectos para aislar su vivienda se convirtió en una emprendimiento que está ayudando no solo a impulsar la economía circular desde la zona austral, sino que además está rescatando la identidad local, el trabajo en los territorios y generando un mejor desarrollo de productores y comunidades. Empezando con talleres con jóvenes en la escuela agrícola de Coyhaique, y con proyectos para aislar térmicamente viviendas rurales -ayudando a disminuir su consumo de leña y la contaminación local- hoy apuntan a una solución integral mediante el diseño de casas prefabricadas en base al sistema de aislación lanar para las construcciones de turismo. Corfo, el Fondo de Innovación Agrícola y el concurso “Desafío Emprendedor” del Banco de Chile y Desafío Levantemos Chile, han ayudado a impulsar una iniciativa que hoy apuesta por buscar soluciones constructivas integrales para el desarrollo local, dicen sus creadores.
La idea nació de una necesidad: cuando la pareja de arquitectos María de los Ángeles Lobos y Andrés Villouta buscaban aislar su casa -levantada por ellos mismos en madera-, un material abundante que encontraron a mano fue la lana de unos viejos colchones. Empezaron a buscar información y encontraron que desde hace unas dos décadas era utilizada como aislante de viviendas en países con tradición ovejera, como Inglaterra y Nueva Zelandia, y así nació el germen de lo que luego se transformó en su emprendimiento y empresa familiar: Lanarq, oficina de diseño y arquitectura eficiente y sustentable que usa material de descarte de pequeños productores ovinos de Aysén para crear un manto aislante térmico, de ruido e ignífugo hecho con lana de ovejas.
La idea cobró fuerza en España, donde llegaron en 2014 a realizar un postgrado en eficiencia energética de viviendas. En la primera clase, les mostraron una casa en Los Pirineos completamente aislada con lana de ovejas como ejemplo de arquitectura pasiva con mínimo consumo de energía. “Hicimos click, por fin encontramos esto que andábamos buscando y vamos a aprender de ello”, recuerda María de los Ángeles Lobos. Se contactaron con una empresa catalana de reciclaje de textiles que fabricaba un aislante de viviendas en base a este material, para transformarse en sus representantes en Chile. Pero su dueño, Jordi Iglesias, les dio el empuje final para la creación de Lanarq: “Cómo me preguntan eso, si tienen la materia prima allá. Tienen que llegar y hacerlo en Chile”, les dijo.
Y eso fue exactamente lo que hicieron. De vuelta en Aysén, empezaron a recorrer el territorio y generar redes para conseguir la lana que necesitaban. Ganar un concurso del Fondo de Innovación Agraria les permitió, además, comprar máquinas y empezar a trabajar los primeros prototipos, y financiar las pruebas para validar sus características técnicas para el cumplimiento de las normas de construcción. Poco después, un segundo fondo, esta vez en el marco de los proyectos de innovación social de Corfo, los llevó a crear en primer “taller lanar” en la escuela agrícola de Coyhaique para trabajar junto con sus alumnos en perfeccionar la técnica del aislante, buscando también el apoyo estratégico y el conocimiento de la escuela y del mundo rural.
El objetivo final de ese proyecto era comprar materia prima a pequeños productores ovinos, y al mismo tiempo mejorarles sus condiciones de habitabilidad a través de dos vías: un modelo “hágalo usted mismo”, con la creación de una guía para que la gente aprendiera a lavar la lana, secarla, separarla e incorporarla dentro de los tabiques y techos de sus viviendas. “Y, por otro lado -agrega María de los Ángeles Lobos-, logramos agrupar un comité de viviendas del Valle de Ñirehuao, un valle productivo, donde postulamos a cinco familias a viviendas nuevas, y a otras diez a mejoramiento térmico de sus viviendas. Todo por supuesto aislado con lana de sus mismas producciones, para generar economía circular: compramos su lana, postulamos al Serviu, y luego la incorporamos en sus soluciones de vivienda”.
Alta calidad técnica, que ahorra energía y disminuye la contaminación
La lana de oveja tiene propiedades extraordinarias como aislante, y así lo demostraron las pruebas realizadas tanto en el Dictuc como en el Idiem para certificarla de acuerdo a las normas constructivas nacionales. Lo primero fue probar en el Dictuc las propiedades térmicas, lo que se hizo tanto con la lana a granel como con mantos de lana preparados por los mismos alumnos de la escuela agrícola, los que se superaron con éxito.
En el Idiem se hicieron las pruebas de resistencia al fuego y de aislación acústica. La primera se cumplió con el doble de los parámetros mínimos exigidos, y para el sonido se alcanzó un nivel de aislación de 52 decibeles, por sobre los 45 decibeles exigidos.
Comparada con otros aislantes de viviendas de uso tradicional, como la lana de vidrio, tiene propiedades similares, pero también mayores ventajas. Por ejemplo, tiene una resistencia al vapor mucho mayor, porque es capaz de absorber humedad -hasta un 30% de su peso- y luego liberarla, manteniendo sus cualidades intactas.
“Se auto regula con el medio ambiente -explica la co-fundadora de Lanarq-, y no solamente con la humedad, también con los olores, con los radicales libres, con las ondas microondas, con las electromagnéticas, y es capaz de generar ambientes saludables por eso mismo. Respecto del fuego, la lana se auto extingue, no es inflamable, por lo tanto es bastante segura. Además, nosotros adicionamos a la lana sales de bórax, un antiséptico natural que previene de roedores, insectos, repele cualquier organismo que quiera habitar, y además de eso le aumenta sus propiedades ignífugas”.
A esto se suman ventajas ambientales, otro de los objetivos del proyecto, al reducir la cantidad de leña que se usa para calefacción de las viviendas en una zona -Coyhaique- que está entre las que tienen peor calidad del aire del país. Sobre todo en áreas rurales, donde no hay otras fuentes de combustible a mano. Allí, la aislación térmica sumada a otros aspectos de la construcción, como buenas puertas y ventanas que ayuden a disminuir las infiltraciones de aire, pueden llegar a reducir en hasta un 80% el consumo de leña para calefacción.
Soluciones circulares que potencian la identidad local
El trabajo de Lanarq se centra también en buscar un fuerte sello regional, en soluciones locales que entreguen propuestas de economía circular y de desarrollo al territorio. Un ejemplo de ello es la obtención de su materia prima, a través de la asociatividad con la Cooperativa Baker, los únicos exportadores de lana de la región con más de 260 productores ovinos asociados, con quienes trabajan reciclando la lana de descarte, o de baja calidad para la exportación.
“Toda la lana que llega a sus galpones la clasifican y todo el descarte, que antiguamente lo vendían dentro de sus lotes y les castigaba el valor de su producción, ahora lo separan y con eso su producto mejora su valor de exportación, porque es de mejor calidad. Todo el descarte ahora entra al proceso de fabricación de nuestros aislantes, entonces estamos reciclando un material de bajo valor textil”, explica María de los Ángeles Lobos.
Hoy reciben cerca de 500 kilos mensuales de lana desde esta cooperativa, cantidad que esperan duplicar de aquí a fin de año. No obstante, el potencial de crecimiento es mucho mayor si se suman otros cientos de productores pequeños existentes en la zona, con lo que se podría llegar fácilmente a los 100 mil kilos de descarte anuales, estiman los creadores de Lanarq.
El proyecto también ha ayudado a potenciar la identidad local, principalmente de la mano del trabajo que hicieron en la escuela agrícola. Los jóvenes, por ejemplo, estaban abandonando la actividad de la esquila, y este trabajo incentivó que comenzaran a retomar esta tradición que estaba en retirada.
La búsqueda de soluciones locales a los problemas locales, dice María de los Ángeles, es lo que le ha dado sustento a la iniciativa. “Porque en su esencia están las necesidades de la gente, vimos la carencia que hay en el campo; vimos como la gente acopia en sus galpones la lana año tras año, trata de quemarla y cuesta, la entierra y trata que se pudra… Es un problema, y nosotros tratamos de rescatar eso, que la gente le tome el valor a lo que tiene y resuelva sus problemas con lo que tiene a mano”, afirma.
“Y lo otro importante -agrega- es que esta es una zona agrícola y la gente joven es la que mejor puede llevar y transmitir este mensaje. Servir de ejemplo de que las cosas se pueden hacer de otra manera. Sucedieron cosas muy interesantes en nuestro taller en la escuela agrícola. Todavía nos encontramos con alumnos que pasaron por ahí y recuerdan el proyecto, nunca más de les olvidó; nos han contado que lo aplican, que lo han enseñado. Aprendieron conceptos de eficiencia energética, fue un taller que fue todo un éxito”.
Desafío Emprendedor: impulso para su proyección
Hoy Lanarq trabaja fundamentalmente dos tipos de productos. Uno es la lana a granel para su inyección en muros, y el segundo es el manto lanar que se fabrica en una hilandería en Santiago -y que pronto empezarán a fabricar también en Aysén-, para el revestimiento de techos y muros. Estos productos se usan tanto en sus proyectos en la región, como para proyectos particulares de casas hechas con madera.
Pero Lanarq es también una oficina de arquitectura, y hoy están trabajando en el diseño integral de kits de viviendas prefabricadas, modulares, con todo el sistema constructivo en base a la aislación lanar, para viviendas turísticas en la Región de Aysén. “En este minuto estamos diseñando, construyendo, y queremos próximamente comercializar un kit de vivienda”, dice María de los Ángeles Lobos.
Para ello, dice fue clave haber alcanzado el segundo lugar en la categoría pyme en el 5º. Concurso Nacional Desafío Emprendedor del Banco de Chile y Desafío Levantemos Chile en 2020, en el que resultaron electos entre 32 finalistas —de más de 56 mil participantes de todo el país— y que les entregó un premio de $16 millones. “Nuestra proyección es generar más valor -agrega- creando soluciones constructivas, la lana como aislante pero dentro de un sistema completo, como paneles. Estuvimos trabajando en diseños prefabricados de un producto de turismo, de hábitat extremo, y el premio del Banco de Chile sirvió para poder armar ese prototipo (…) No podemos hacer las cosas solos, necesitamos estos impulsos, este apoyo, y se van sumando más actores que son relevantes en lo económico, pero también en la visibilidad que le dan a nuestro proyecto. Eso hace que se sumen nuevos actores y se formen redes para ir generando este ecosistema de emprendimiento”.
La idea, sobre todo en tiempos de pandemia donde la conectividad y la logística de materiales es compleja, es aprovechar los materiales existentes en la zona para no depender del exterior en sus necesidades. “Por eso creemos que un prefabricado industrializado es clave para la construcción en la zona, con control de calidad y usando productos regionales. Esto ha sido clave en esta pandemia, acá no tenemos materiales, simplemente no llegan, por lo tanto tenemos que aprender a ser más autosustentables con nuestros productos y materiales, y esa es la línea de trabajo que queremos impulsar. Somos como un laboratorio que vamos a ir avanzando en mejorar sistemas constructivos y ofrecer soluciones de la forma más integral posible, apostando también al desarrollo local”, agrega la co-fundadora de Lanarq.
Hoy están trabajando también en algunas soluciones de packaging. Ya lo hicieron con un diseñador local que envió 100 finos muebles de madera nativa a Estados Unidos, los que iban cubiertos con los mantos de lana de oveja para su protección, acompañados de una funda especial: una vez retirado el protector de lana, se podía meter en la funda para transformarlo en un cojín. Ahora, están en conversaciones con una de las viñas instaladas en la zona -que fabrica el vino más austral del mundo- para incorporarse en el packaging de sus botellas de exportación.
“Las perspectivas son bien amplias”, dice María de los Ángeles Lobos. “La lana es una materia prima muy abundante. Acá los primeros asentamientos fueron de colonos laneros, ingleses que se instalaron en el territorio donde hoy está la escuela agrícola. Es parte de la cultura de la región”.