De la mascarilla a la cooperativa: la historia de las costureras iquiqueñas que florecen en pandemia
La recién conformada Red Textil de Mujeres del Borde Costero está integrada por 10 mujeres que habitan en tres caletas al sur de Iquique: Caramucho, Chanavaya y Chanavayita. De principio a fin, el proyecto ha contado con el apoyo de la compañía minera Collahuasi, desde la adquisición de las mascarillas para las faenas productivas hasta la entrega de telas en desuso para la confección de fundas y otros materiales, pasando por asistencia técnica y jurídica hasta la formalización de la cooperativa.
En la caleta Caramucho, situada a 54 kilómetros al sur de Iquique y flanqueada por desérticos acantilados, vive Yanka Piérola (44), para quien la pandemia ha sido favorable, dentro de todo el lastre provocado en Chile y en el mundo. Esta sensación la experimenta desde que, en abril de 2020, en pleno auge del coronavirus, fue incluida por la compañía minera Collahuasi a participar junto a mujeres de otras caletas en la confección de mascarillas reutilizables para sus respectivas comunidades.
“Yo nunca había hecho mascarillas, pero esto nos dio la posibilidad de generar dinero para nuestras familias. Collahuasi comenzó con esta iniciativa y nos enseñaron a hacerlas para luego distribuirlas en la comunidad”, cuenta Yanka, quien imparte talleres de cultura tradicional nortina y de pueblos originarios costeros como los changos -básicamente por amor al arte- tanto en Caramucho como en la ciudad de Iquique, además de ayudar a su padre de 73 años, un viejo lobo de mar, en la extracción de erizos.
Las otras vecinas convocadas pertenecían no solo a Caramucho, sino a las caletas de Chanavaya, Chanavayita y Cáñamo. Es un grupo de mujeres curtidas por el rigor del trabajo, que se dedican principalmente a la extracción de huiro (algas), “y se levantan a las 6 de la mañana a trabajar con la marea baja, luego deben tender el huiro, terminan a las 8 de la noche y se dañan mucho las piernas y la columna”, agrega Piérola. De ahí que esta oportunidad laboral, en los albores de la pandemia, fuera adoptada con peregrino entusiasmo por las mujeres involucradas. Tras un extenuante trabajo de tres meses, las vecinas del bordemar iquiqueño confeccionaron más de 6 mil mascarillas con materia prima proporcionada por Collahuasi, y las distribuyeron dentro de sus mismos territorios.
“Tenemos una relación permanente con organizaciones sociales y juntas de vecinos de esas caletas en dos líneas: productivo y social. Con la pandemia nos apareció el interés de desarrollar una mascarilla reutilizable. Sabíamos de la capacidad de las mujeres de la zona. Les propusimos si se animaban a hacer un prospecto de mascarilla y nosotros les proveíamos los materiales. Se sumaron inmediatamente. Todas son jefas de hogar, trajimos una consultora que las capacitó y fabricaron mascarillas de un estándar básico para soltar la mano. Las donaron, primero a adultos mayores por ser población de riesgo, y nosotros las subsidiamos”, explica Gaetano Manniello, gerente de relacionamiento del entorno de Collahuasi.
“Nuestro objetivo es contar con un trabajo estable y poder comercializar nuestros productos. Vamos a seguir trabajando con material reutilizable, entendemos que trabajar con tela reciclada ayuda al ecosistema”.
Hasta la formalización del oficio
Tan fructífera resultó la experiencia pionera, que Collahuasi se embarcó en un nuevo proyecto que benefició a las mujeres. El hito sucesivo, en efecto, fue fabricar mascarillas KN95, es decir, con estándar más elevado, para el personal del terminal marítimo de la minera. Tras otro arduo trabajo, las vecinas iquiqueñas lograron confeccionar 1.200 mascarillas que fueron vendidas a Collahuasi a precio de mercado. “Nosotros nos preocupamos de que las mascarillas que se usan en faena minera tuvieran cierto estándar de materialidad y diseño. Pasaron por nuestra área de higiene para que pasaran todos los controles de calidad y fueran, de alguna manera, certificadas”, agrega Gaetano Manniello.
Hasta ahí las trabajadoras ocupaban materia prima nueva para fabricar las mascarillas reutilizables. Sin embargo, Collahuasi advirtió una nueva oportunidad de continuar su alianza: en los campamentos había sábanas en desuso que fueron entregadas a las nacientes costureras para confeccionar fundas. Desde ahí, el abanico de productos se fue engrosando: chalecos de geólogos, cubrenucas, bolsos de mujer y bolsas de tela reutilizable.
“Intentamos hablar con la Zofri para adquirir residuos que fueran materias primas, pero habría sido muy largo y costoso. Quedamos con la espina de trabajar de esta manera y entonces en esta tercera etapa vimos que nuestros campamentos tenían stocks de sábanas en desuso y necesitaban fundas”, dice Manniello. Yanka Piérola complementa: “Tomamos esas sábanas, las desinfectamos e hicimos nuevas fundas”.
“Tenemos una relación permanente con organizaciones sociales y juntas de vecinos de esas caletas en dos líneas: productivo y social. Con la pandemia nos apareció el interés de desarrollar una mascarilla reutilizable. Sabíamos de la capacidad de las mujeres de la zona”.
Sin perjuicio de ello, el apoyo más consistente de Collahuasi a las costureras fue a partir de noviembre de 2020, cuando iniciaron un programa de capacitaciones, con la colaboración de la consultora regional Co-Imagina, para formalizar el oficio, fomentar la gestión de modelos de negocio y asesorarlas jurídica y tributariamente. Tras cuatro meses, el trabajo conjunto dio sus frutos: en marzo de este año, 10 hilanderas de Caramucho, Chanavaya y Chanavanita -en esta ocasión no participaron mujeres de Cáñamo- constituyeron formalmente una cooperativa llamada Red Textil de Mujeres del Borde Costero.
“Nuestro objetivo es contar con un trabajo estable y poder comercializar nuestros productos. Vamos a seguir trabajando con material reutilizable, entendemos que trabajar con tela reciclada ayuda al ecosistema. Es de esperar que la gente se empiece a dar cuenta que las cosas tienen otra utilidad, que tiene que aprender a reciclar”, apunta Yanka Piérola, elegida por sus compañeras como la flamante presidenta de la cooperativa, cuyas integrantes tienen edades que fluctúan entre los 27 y 69 años.
El respaldo de Collahuasi seguirá hasta fin de año hasta que ellas puedan emprender camino propio en este oficio que les brindará un trabajo más estable y otra entrada económica. Para una caleta de 650 habitantes como Caramucho, en que el 80 por ciento vive de las extenuantes jornadas mar adentro, la posibilidad de constituirse como cooperativa es un salvavidas económico para las mujeres.
-¿Siguen trabajando en la extracción de huiro?
-Las más jóvenes no. Prefieren tomar las clases y perfeccionarse más en corte y confección, y elaborar una prenda.