Yo Reciclo Magallanes: retiro de residuos y educación ambiental al sur del mundo
Asentada en la austral Punta Arenas, esta empresa dirigida por Katherine Cárdenas brinda un servicio de recolección de residuos a domicilio desde unos novedosos contenedores verticales y apilables que ocupan un diminuto espacio en los hogares. Todos los residuos recuperados -incluidos aquellos que retiran desde los puntos limpios instalados en las empresas- se destinan a reciclaje o reutilización. Antes de la pandemia, dedicaban buena parte de su tiempo a sensibilizar sobre el cuidado del planeta, principalmente a los niños y niñas presentes en colegios y jardines infantiles de la capital de Magallanes.
Siendo scout desde los seis años, Katherine Cárdenas Valenzuela entendió precozmente la importancia de cuidar el planeta para las futuras generaciones. Ya de adulta, mostró interés por emprender algún proyecto con eje en las temáticas medioambientales. Estudió, trabajó, fue funcionaria pública. Hasta que en un minuto llegó a la pregunta de por qué costaba tanto que la gente se inclinara por reciclar.
“Mi idea era buscar la forma más sencilla para que la gente aporte al planeta. En una encuesta de 2018 apareció que los ciudadanos no reciclaban por varios motivos: falta de conocimiento y educación; falta de implementos y lejanía de los puntos limpios; y además los chilenos somos cómodos, llevar los residuos a un punto limpio era un trabajo extra”, explica Cárdenas, quien cofundó Yo Reciclo Magallanes en octubre de 2018 junto a su entonces socia María José Hernández (quien optó su propio camino en marzo de este año), con la finalidad de ofrecer soluciones para atacar este problema.
Ingeniera comercial titulada de la Universidad de Magallanes (UMAG) y con estudios posteriores en gestión ambiental, Katherine pensó en facilitar la tarea de quienes querían reciclar y encontraban algunos obstáculos. “Noté que la forma más sencilla de tratar el tema era educando e implementamos unos contenedores verticales y apilables que no ocupan mucho espacio. Ganamos unos metros hacia arriba y las personas segregan todo allí. Lo otro era ver la logística para que nosotros retiráramos los residuos domiciliarios de la gente”, agrega Katherine.
Dichos contenedores contienen cinco “cajas” montadas verticalmente con las etiquetas papel cartón, plástico, latas, vidrio y tetra pak y envoltorios no reciclables. Esos implementos se suman a los puntos limpios hechos con pallets reciclados de los depósitos de los mismos clientes- Estos son de mayor tamaño y están enfocados en empresas. Yo Reciclo Magallanes se mueve por toda Punta Arenas.
Tanto los contenedores apilables como los puntos limpios se entregan a los clientes en la modalidad concesión, de manera que cuando se dejan de utilizar, vuelven a la dueña de Yo Reciclo Magallanes. Es decir, no se cobra por ese servicio. Lo que sí se cobra -y es esencial para el funcionamiento del proyecto- es el retiro de los residuos en los domicilios. Para ello existen dos planes.
“El primer plan ofrece un retiro cada 15 días y otro plan, cada siete días. Esto incluye una inducción para que los clientes puedan segregar bien sus residuos antes de echarlos en los contenedores”, apunta Katherine Cárdenas, valdiviana de nacimiento, aunque llegó a vivir a Punta Arenas a los tres meses y toda su familia es oriunda de la llamada “república independiente de Magallanes”.
Tras el retiro en los hogares y empresas, todos los residuos recolectados son entregados gratuitamente a empresas o proyectos que los reutilizan o reciclan. Nada se pierde por el vertedero, dice Cárdenas. Sin ir más lejos, Yo Reciclo Magallanes también retira, por un costo adicional, los residuos orgánicos. La misma Katherine los ocupa para compostaje en su propia casa.
El destino de los residuos: reciclaje y reutilización
Tras el retiro en los hogares y empresas, todos los residuos son entregados gratuitamente a empresas o proyectos que los reutilizan o reciclan. Nada se pierde por el vertedero, dice Cárdenas. Sin ir más lejos, Yo Reciclo Magallanes también retira, por un costo adicional, los residuos orgánicos. La misma Katherine los ocupa para compostaje en su propia casa.
“Creemos en la economía circular. Trabajamos principalmente con emprendedores regionales y también con nacionales. Por ejemplo, el kit de contenedores lo hace Comberplast en Santiago. Los puntos limpios, en tanto, son fabricados por dos emprendimientos regionales: Le Pallet y Reciclaje Green”, reseña la cofundadora de Yo Reciclo Magallanes.
En lo que respecta al destino de los residuos recuperados, el proyecto de Cárdenas los lleva directamente a las empresas valorizadoras. Por ejemplo, el plástico y aluminio va a parar a Recipat, una empresa dedicada al reciclaje de residuos sólidos no peligrosos con sede en Punta Arenas. Por el lado del vidrio, éste llega a un programa de áreas verdes del municipio puntarenense.
El cartón, en tanto, es entregado a Cecilia Gómez, cuya familia recicla este material desde hace 15 años. “Pero no todo es reciclaje”, aclara Katherine. También se hace reutilización de tetra pak para fabricar “tetraladrillos”: las cajas se rellenan con envoltorios no reciclables que generan aislación térmica. Han conseguido forrar algunas bodegas con estos ecoladrillos. Asimismo, Le Pallet, la empresa a que construye los puntos limpios con pallets, recibe estos tetraladrillos y los ocupa como refuerzo accesorio para casas de perritos.
Incluso, el compromiso social del proyecto llega a las poblaciones más necesitadas y desmedradas: se regalan las tapas plásticas de las botellas al personal de laFundación Damas de Café, que luego las venden en Santiago. Con esos aportes, la fundación va en ayuda de niños y niñas que sufren cáncer.
Adicionalmente, la papelería que ocupa la empresa tiene identidad magallánica: los folletos son germinables y las tarjetas de presentación tienen semillas de calafate -un fruto muy diseminado por la Patagonia chilena- para ser sembradas por los mismos clientes.
Según el cálculo de la empresa, aproximadamente han retirado 9.000 metros cúbicos (m3) de plástico; 14.000 m3 de papel y cartón; 3.000 kilos de latas y aluminio; 6.000 kilos de vidrio; y 35.000 envases de Tetrapak.
“Mi idea era buscar la forma más sencilla para que la gente aporte al planeta. En una encuesta de 2018 apareció que los ciudadanos no reciclaban por varios motivos: falta de conocimiento y educación; falta de implementos y lejanía de los puntos limpios; y además los chilenos somos cómodos, llevar los residuos a un punto limpio era un trabajo extra”.
El impacto de la pandemia
Si bien la pandemia no ha golpeado Punta Arenas al nivel de Santiago, el contexto ha derivado en un cambio de procedimiento para el retiro de los residuos. Antes de la llegada del COVID-19, dos personas retiraban los residuos de los contenedores y los ponían en sacos. Ahora, en atención a evitar el cruce entre las personas, Yo Reciclo Magallanes le entrega cinco sacos desinfectados a cada familia, y ellas depositan allí todos los residuos segregados. “Lo dejan fuera de la casa y cuando se hace el retiro, nuestros trabajadores le tiran agua con alcohol, esperan 20 segundos y se llevan los residuos en el vehículo a las empresas valorizadoras”, complementa Katherine.
El impacto del proyecto es notorio en los clientes. Dice Cárdenas que algunas personas le han dicho que han reducido hasta en un 80 por ciento la basura generada, y no eran conscientes al respecto. Por eso, cree ella, que “la pandemia nos trajo muchas enseñanzas: nos enseñó, desestabilizó la economía, pero el planeta necesitaba respirar. Más allá del virus, estábamos metidos en una máquina que iba a full, pero no mirábamos para el lado el costo tremendo que sufre el planeta por nuestro ritmo de vida”.
El coronavirus, además, ha puesto en pausa todos los proyectos educativos asociados al emprendimiento. El foco era la elaboración de planes de reciclaje en colegios y jardines infantiles. “Fue un desafío ponernos a pensar cómo les hacíamos llegar la información a niños y niñas entre dos y cinco años de un jardín infantil. Con su socia de entonces, María José Hernández, diseñaron unas cápsulas ambientales mensuales que incluían cuentos, bailes y canciones. “Se hacían proyectos muy entretenidos que debían tener un resultado”, recuerda Cárdenas.
A esa altura Katherine y María José ya eran conocidas como “las tías del reciclaje”.
Un día, cuenta Katherine, presentaron un cuento sobre el “amigo vidrio” que quería convertirse en una ventana para ver el sol todos los días, es decir, para adquirir una nueva vida. A la próxima cápsula ambas les preguntaron a los niños y niñas qué querían ser cuando grandes. Una niña dibujó una ventana.
-¿Quieres ser una ventana cuando seas grande? -le preguntó sorprendida Katherine.
-Sí, es que yo quiero ser igual al vidrio y poder ver el amanecer todos los días -respondió la niña.