Análisis internacional recomienda para Santiago la recolección de residuos domiciliarios por macrozonas y con un cobro eficiente del pago por el servicio
En el marco de la visita a Chile para concluir y validar en terreno el trabajo realizado durante un año, los consultores de la empresa austriaca WKU dieron a conocer los resultados del estudio “Optimización del sistema de recolección de residuos sólidos domésticos y orgánicos de la Región Metropolitana”, impulsado por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) y la Asociación de Municipalidades para la Sustentabilidad Ambiental (Amusa). Con el objetivo de introducir mejoras económicas y ambientales, los expertos de WKU proponen, entre otras cosas, reducir la cantidad de desechos que llegan a los rellenos sanitarios, ampliar el territorio que cubren los camiones recolectores y disminuir su frecuencia, así como establecer mecanismos para un financiamiento real para una transformación sostenible.


“El momento para comenzar a gestionar los residuos sólidos domiciliarios (RSD) en la Región Metropolitana de una forma más eficiente es ahora, no se debe esperar más”. Con este mensaje concluyeron su presentación los consultores de la empresa austriaca especialista en materia medioambiental WKU (Wiener Kommunal-Umweltschutzprojektgesellschaft, compañía municipal de la ciudad de Viena encargada de la recolección, reciclaje y tratamiento del 100 % de los residuos de la ciudad), luego de dar a conocer en un webinar los resultados del estudio “Optimización del sistema de recolección de residuos sólidos domésticos y orgánicos de la Región Metropolitana”.
Mostrando las estadísticas de cómo ha evolucionado la producción de RSD en la región de Santiago y haciendo la comparación con la ciudad de Viena (Austria), los especialistas explicaron que lo que está sucediendo en Chile es muy similar a lo ocurrido en la capital austriaca previo a 1990, fecha en la que comenzaron de forma intensiva a mejorar la gestión de los residuos domiciliarios. Esa gestión ha consagrado a Viena como un ejemplo mundial en la materia, con una de las tasas más altas de reciclaje y compostaje.
El mencionado estudio fue impulsado por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) y la Asociación de Municipalidades para la Sustentabilidad Ambiental (Amusa), en un esfuerzo por encontrar una alternativa que permita abordar el tema de los RSD de manera sustentable, lo que se ve potenciado con el avance en la implementación de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), la estrategia nacional de residuos orgánicos y la creciente conciencia ciudadana respecto a este problema.
Actualmente, la Región Metropolitana genera tres millones 300 mil toneladas de residuos sólidos domiciliarios al año, lo que supone un enorme desafío para los municipios, principales encargados de retirar y disponer de esa basura. El reto tiene aspectos económicos, logísticos, ambientales y sociales y, además, va en aumento a medida que crece la población: por ejemplo, hace cinco años (2017) se generaban 300 mil toneladas menos.
WKU comenzó a realizar el estudio a fines de 2020, y durante un año estuvo trabajando en el levantamiento y análisis de datos sobre el transporte, recolección y disposición final de los residuos. Las conclusiones y, en particular, las recomendaciones para hacer realidad esa optimización, fueron dados a conocer el 20 de enero en un seminario web al que asistieron, especialmente, autoridades y funcionarios municipalidades, así como representantes de asociaciones de municipios.
Los anfitriones del evento fueron Claudia Faúndez, coordinadora del departamento de desarrollo municipal de la Subdere, y Rodolfo Pérez, director de estudios y planificación estratégica de AMUSA. Además, se contó con la presencia de Mauricio Fabry, coordinador de medio ambiente, biodiversidad y acción climática en el Gobierno Regional Metropolitano, quien entregó la visión del gobierno regional para el futuro del modelo de gestión circular de RSD que se implementará en los próximos años.
La presentación de resultados estuvo a cargo de tres representantes de WKU, todos ellos con vasta experiencia en la gestión sustentable de RSD: Walter Hauer, María Jungmayr y Hermann Koller.

Metas y macrozonas
Según explicó Hauer, una de las tareas principales es reducir la producción de desechos. En Chile, del total de residuos sólidos municipales que llegan a los rellenos sanitarios, un cuarto es reciclable (papel, plástico, vidrio, etc.), más de la mitad es desecho orgánico y solo 16% es basura que no puede ser tratada, es decir, lo que se conoce como “fracción resto”, la que para Hauer “es la única parte que debe llegar a los vertederos”.
En virtud de lo anterior, Hauer informó que el estudio tomó en cuenta las metas que se establecieron en la Hoja de Ruta para la Economía Circular de Chile, la que indica los siguientes objetivos de reciclaje: para 2030, reciclar 30%, es decir, todos los reciclables y una parte de los residuos orgánicos; para 2040, subir al 65%, incluyendo prácticamente todos los desechos orgánicos.
Para alcanzar esas metas se debe contar con sistemas adecuados para la recuperación, reducción y separación de los desechos. Con esto se logra reducir el impacto de los rellenos sanitarios en el medio ambiente, otorgándoles mayor vida útil y posibilitando inversiones y mejoras sustantivas para no contaminar las napas subterráneas y controlar las emisiones de gases. Del mismo modo -agregó Hauer- en el caso de los residuos orgánicos se debe implementar un sistema eficiente para su compostaje, y en los domicilios debe haber recipientes diferenciados para los residuos. Además, dijo, una optimización de la gestión debe provocar una mejora de la situación económica y de las condiciones laborales. “Así, en 2040 solo un tercio de lo que hoy va a vertedero tendría ese destino”, afirmó.
A modo de ejemplo, el especialista austriaco comentó una visita que realizó a una estación de transferencia de la Región Metropolitana, donde pudo observar que en los camiones había madera, un material que no debiese ir a un vertedero, pues puede ser destinado a biocombustible o chips, entre otros usos.
A su vez, Jungmayr explicó que hicieron una evaluación de la forma en que se gestionan los desechos en la RM, comparando todas las comunas de la región en los siguientes parámetros: habitantes atendidos por camión, toneladas recolectadas por camión al año, y toneladas recolectadas por camión por día.
Esta medición arrojó que hay diferencias importantes de eficiencia entre comunas, y que se registra una redundancia de equipos y recursos humanos. De ese modo, dijo, existe una oportunidad para reducir la cantidad de días que pasa el camión recolector mediante la aplicación de una especie de economía de escala. “Sabemos que es más eficiente si trabajamos en un espacio más grande, así que se puede ayudar a los municipios a trabajar una zona más amplia, lo que da la opción de lograr un ahorro económico y reducir los impactos ambientales”, subrayó la especialista.
En este sentido, sugirió que una buena opción es que la recolección se realice por macrozonas urbanas que reúnan varios municipios, lo que permitiría optimizar rutas y cargas, con un ahorro de costos y una reducción de las emisiones de CO2.
Otra medida recomendada para disminuir la frecuencia de recolección es la separación y utilización de los residuos reciclables pero, como explicó Jungmayr, esto requiere de inversión, por lo cual pasa por un tema de presupuesto.

Aspectos financieros
El análisis y sugerencias del ámbito financiero estuvo a cargo de Koller, quien señaló que hasta un tercio del costo de recolección corresponde a transporte, además del trabajo administrativo.
Cuando se realiza un tratamiento de los residuos -como reciclaje o pretratamiento de la fracción resto para reducir los impactos del vertedero o relleno sanitario- hay costos de inversión (construcción de instalaciones para separación, clasificación, etc.) y operativos, pero también hay ingresos por el reciclaje y venta de materias primas secundarias. “Sin embargo, esos ingresos nunca van a ser mayores que lo que se debe pagar por el servicio (…) aunque sí ayudan a reducir el costo total. Pero no debemos olvidar que finalmente hay que pagar por el servicio”, subrayó Koller.
En cuanto a los costos del relleno sanitario, incluye el depósito en sí mismo, el cuidado posterior “hasta 50 años, debido al metano y otras sustancias peligrosas o potencialmente peligrosas que hay en los rellenos”, y finalmente la remediación del terreno.
¿Quién paga esa cuenta?, preguntó Koller, e indicó que “finalmente la va a pagar el consumidor o quien produce, lo que puede ser mediante una tarifa que se pague por domicilio o por comercio; también se pueden aplicar impuestos, exacciones o el pago con servicios (como transporte o compostaje casero)”.
En este punto, el experto explicó cómo se aplica la tarifa domiciliaria en Viena, que varía según la frecuencia de retiro y tamaño del contenedor de fracción resto. Por ejemplo, teniendo como base de cálculo un contenedor de 120 litros con un vaciado a la semana (52 al año), el monto a pagar es cercano a los 240 euros anuales (unos $240.000). Este monto incluye todo lo relativo a la gestión de los residuos sólidos de una forma apropiada a nivel de hogar: recolección de residuos peligrosos, centro de reciclado (papel y metal), contenedores diferenciados para reciclables y para residuos orgánicos, compostaje gratis y hasta un call center.
El representante de WKU entregó cuatro conclusiones sobre el financiamiento del servicio en la Región Metropolitana de Santiago. La primera es la necesidad de efectuar un cobro eficiente, para lo cual sugiere hacerlo mediante una cuenta conjunta con otros servicios, como por ejemplo con la electricidad o el agua.
La segunda conclusión es que se deben financiar una serie de inversiones: comunicación efectiva y motivación de los residentes, instalaciones de separación o clasificación y tratamiento, centros de compostaje, y tratamiento de residuos antes del vertedero para reducir su impacto ambiental.
En tercer lugar, Koller menciona que es indispensable implementar el costo externo. Y finalmente, el requerimiento de medidas de orientación económica para evitar el relleno sanitario en el caso de los residuos reciclables y orgánicos, así como dar apoyo al reciclaje. “Los rellenos deben ser caros para desincentivar su uso y, en cierto modo, premiar la buena gestión de residuos que se pueden compostar o reciclar”.
Al respecto, el especialista comenta que los rellenos sanitarios que operan para la Región Metropolitana tienen un costo de entre 12 y 16 euros por tonelada, “demasiado bajo para poder realizar cualquier tipo de medida de manejo y gestión de desechos, insuficiente para generar incentivos, o para lograr una reducción de residuos (…) Los rellenos deben tener impuestos (…) y además contar con tratamiento de lixiviados y de gases; se deben usar solo para aquella porción que no puede ser reciclada ni recuperada”.


Claves para el éxito
Al finalizar la presentación del estudio “Optimización del sistema de recolección de residuos sólidos domésticos y orgánicos de la Región Metropolitana”, Koller enumeró tres factores clave para el éxito.
Primero se refirió al marco legal, donde destacó de forma muy positiva la aplicación de la Ley REP en cuanto a envases y embalajes, y también para pilas, aparatos eléctricos y electrónicos. Asimismo, mencionó en este punto la implementación de la recolección por separado tanto de residuos orgánicos como residuos peligrosos. Incluyó, además, la prohibición de vertederos donde no haya un pretratamiento de los residuos, sumado a un impuesto a los rellenos sanitarios. Y, finalmente, contar con un sistema eficiente de monitoreo.
El segundo factor consiste en tener inversiones sostenibles y de largo plazo en los siguientes aspectos: infraestructura; relaciones públicas, sensibilización y trabajo educativo; marco legal; financiamiento con un costo real; y la buena calidad de la materia prima secundaria.
En tercer lugar, “es imprescindible la cooperación de todos los sectores y la implementación de la mejor tecnología disponible”. Asimismo, se debe impulsar un cambio de comportamiento en la población, crear conciencia explicando por qué y cómo se deben gestionar los residuos, y por qué hay que pagar ese servicio, es decir, para cuidar el medioambiente y mejorar la calidad de vida. “Un objetivo común, un solo relato”, resumió Koller.