Qué hay tras el debate sobre la “pérdida” del agua caída en la zona centro-sur
En momentos en que las imágenes de ríos desbordados inundan los medios de comunicación, puede resultar confuso hablar de la megasequía que afecta a Chile desde hace 15 años. No obstante, ambos fenómenos son parte de la crisis hídrica, y la falta de acciones que respondan tanto a la nueva realidad climática como a las deficiencias en la planificación territorial, generan comentarios más o menos afortunados en relación a la necesidad de una mejor gestión hídrica. Para decantar la discusión conversamos con tres especialistas: Ulrike Broschek, Gianfranco Marcone y Fernando Santibáñez.
Hace una semana, antes del temporal en el centro-sur, el déficit de agua lluvia en Santiago era de un 80%, mientras que en otras ciudades de la zona el déficit estaba entre 30 y 60%, como síntoma de una megasequía que golpea al país hace 15 años. En ese contexto las precipitaciones eran muy esperadas y, sin embargo, por diversas razones, su efecto contra la crisis hídrica no es tan positivo como podría ser.
En algunas redes sociales y medios de comunicación se habló de “pérdida” del agua caída, frente a lo cual proliferaron esquemas del ciclo hídrico para recordar el flujo natural que el agua posee a través de la lluvia, nieve, evaporación, ríos, napas subterráneas, nubes, el mar, etc. No obstante, la armonía de ese ciclo se ha visto interrumpida por siglos de intervenciones humanas, lo que lleva a plantearse la necesidad de ayudar a la naturaleza a recuperar su cauce y, de paso, mitigar la crisis de escasez y riesgo hídrico.
Así se desprende de las consideraciones planteadas a País Circular por tres especialistas en estas materias: Fernando Santibáñez, ingeniero agrónomo, doctor en Bioclimatología, académico de la USS; Ulrike Broschek, líder de Escenarios Hídricos 2030 y subgerenta de Sustentabilidad de Fundación Chile; y Gianfranco Marcone, meteorólogo y magister en Cambio Climático, fundador de Chileweather.
“El agua no se pierde en el mar. El agua de los ríos tiene que llegar al mar porque ahí alimenta los ecosistemas costeros, las zonas pesqueras, los humedales y estuarios que hemos ido degradando. Ahora bien, cuando tenemos estas lluvias y el agua cae sobre ciudades que hemos ido cementando, donde hemos sellado el suelo, es muy importante buscar formas de retardar el paso del agua. La falta de permeabilidad de los suelos, la falta de cubierta vegetacional provoca que el agua pase más rápido y va generando mucho daño. Hemos perdido resiliencia para captar estas aguas y recargar nuestras reservas de agua, que son las napas subterráneas”, explica Broschek.
Entonces, agrega la especialista, se deben realizar acciones que permitan que parte del agua lluvia se vaya almacenando en los acuíferos, “trabajando con sentido urgencia y con una mirada distinta a la que hemos tenido hasta ahora, una mirada no tradicional que reconecte con la naturaleza”. Frente al debate sobre la construcción de nuevos embalses, Broschek señala que los estudios que han realizado indican que no hay suficiente agua para justificar la construcción de obras tan definitivas: “Desde Escenarios Hídricos 2030 promovemos soluciones mucho más costo-eficientes y de menor intervención, con menores externalidades ambientales y sociales; recomendamos el desarrollo de ciudades esponja, de suelos permeables, de Soluciones basadas Naturaleza, para captar aguas lluvias e infiltrarlas a las napas de manera segura y retardar su paso hacia el mar en cumplimiento del ciclo hidrológico”.
En tanto, el profesor Santibáñez comenta que “el ser humano ha intervenido el ciclo del agua y ya no es tan natural. Primero, hemos modificado la atmósfera al punto de que se están produciendo este tipo de eventos de una forma distinta: que en pleno invierno recién caiga nieve sobre los 3.000 metros, eso ya no es natural. Segundo, no es una condición natural que las cuencas estén totalmente deforestadas o llenas de construcciones”. Entonces, dice, cuando el agua cae tan súbitamente se forman caudales anómalamente intensos que arrastran mucho sedimento, que tampoco es natural que llegue al mar.
“Como este fenómeno globalmente no es tan natural, termina siendo dañino para el medio ambiente: por una parte por la cantidad de erosión que se produce, y por otra parte al litoral no le hace bien toda esta cantidad de sedimento que llega abruptamente. (…) Si contuviéramos de alguna manera parte de este escurrimiento le estaríamos haciendo un favor a la naturaleza. (…) Creo que podríamos regular mejor las cuencas, por un lado previniendo estos daños a la población y por otro lado ayudándole a la naturaleza a no seguirse degradando con estos eventos, que son tan extremos porque el ser humano ya intervino el ciclo hidrológico”.
“Recordemos que los que los desastres naturales no existen”, señala por su parte Marcone, quien subraya que la vulnerabilidad es provocada por los seres humanos. “Muchos lugares que se inundaron son lechos de ríos que no salían hace mucho tiempo por la sequía, pero ¿por qué tiene que haber casas ahí?, ¿por qué tiene que haber casas colgando en la cordillera, si sabemos que son quebradas que algún momento se van a activar? El ser humano contribuye mucho a que estos fenómenos, si bien son extremos, sean más desastrosos aún”.
El meteorólogo explica que en el caso del último temporal confluyeron diversos factores que configuraron un fenómeno extremo, por lo que era difícil de evitar los desbordes de ríos e inundaciones. No obstante, cree que sí se puede ser menos reactivo y más preventivos, para lo que se requiere educación ambiental cultura meteorológica. Señala, por ejemplo, que a causa de la sequía “perdimos la memoria y bajamos la guardia, no nos preocupamos de mantener todo limpio para el invierno, hay mucho material seco -o quemado- en los cerros y todo eso bajó, lo arrastró el agua y ayudó a generar los desbordes. Además de la impresentable cantidad de basura que se arrastró; en realidad es una vergüenza”.
“Muchos lugares que se inundaron son lechos de ríos que no salían hace mucho tiempo por la sequía, pero ¿por qué tiene que haber casas ahí?”
Cambio Climático y Fenómeno del Niño
Marcone explica que en esta ocasión se juntaron los siguientes factores: un tren de sistemas frontales -varios sistemas, uno tras otro-; una isoterma cero muy alta, de incluso 3.200 metros, es decir, que a esa altura recién la precipitación dejó de ser agua para ser nieve; un río atmosférico que “inyecta humedad” al sistema frontal; y el Fenómeno del Niño. Además, dice, está el cambio climático, que provoca lluvias de corta duración pero muy copiosas y la tendencia a la isoterma cero más alta.
“Creo que este tipo de fenómenos creo que llegaron para quedarse. (…) Lluvias en corta duración y de isoterma cero han ocurrido en Tocopilla, en Atacama, en la zona central -este no es el primero- y en lugares tal al sur como en Villa Santa Lucía en la Región de Los Lagos, es decir, es algo que llegó para quedarse y tiene mucho que ver con el calentamiento que tiene la Tierra y que tiene, por supuesto, también nuestro país”, señala el meteorólogo.
Coincide en este punto la subgerenta de sustentabilidad de Fundación Chile quien, además, subraya que estos efectos del cambio climático -lluvias menos frecuentes pero muy intensas- están proyectados científicamente desde hace años y se están viviendo a nivel mundial. “En Chile esto se suma a una muy mala gestión hídrica, acompañada de una nula planificación frente a este tipo de eventos, porque como país no hemos integrado los efectos del cambio climático en una política y planificación de adaptación y resiliencia dentro de nuestros territorios”, sostiene Broschek.
Santibáñez resume lo ocurrido los últimos días señalando que se trata del Fenómeno del Niño, potenciado por el cambio climático, en un contexto de vulnerabilidad generado por las intervenciones humanas. “Con el cambio climático, es decir, con una atmósfera más caliente, los fenómenos del Niño van a ser cada vez más dañinos porque va a llover cada vez con más temperatura en las cordilleras, y tenemos que prepararnos”.
Entre las intervenciones humanas, el académico menciona la construcción de viviendas en zonas inundables y comenta que “debiéramos repensar este esta situación. No digo que haya que sacar Licantén o Coltauco de donde están, pero debiéramos mapear las zonas inundables, aprovechar este evento para ese y cambiar completamente los estándares constructivos”.
Sobre este punto, Broschek menciona diversas situaciones del desarrollo urbano que afectan negativamente al ciclo hídrico, particularmente la infiltración de los acuíferos. “En el caso del Mapocho, se ha canalizado una gran parte del río en la zona urbana, lo que disminuye la capacidad de infiltración del lecho del río natural. Esto se hizo también en gran parte por la autopista que pasa por debajo del río Mapocho, entonces tenemos en esa parte un río canalizado, cementado, donde se ha perdido su función ecosistémica natural que es amortiguar este tipo de eventos infiltrando una cantidad de agua lluvia”.
En relación a la zona post urbana del Mapocho -Talagante, Isla de Maipo-, que también se desbordó, la líder de Escenarios Hídricos 2030 menciona que “es la parte más natural y menos intervenida del río, pero está siendo muy vulnerable y frágil porque está teniendo intervenciones de tomas para viviendas en zonas de ribera”.
“La falta de permeabilidad de los suelos, la falta de cubierta vegetacional, provocan que el agua pase más rápido y va generando mucho daño. (…) Hemos perdido resiliencia para captar estas aguas y recargar nuestras reservas de agua, que son las napas subterráneas”.
Aumentar la resiliencia
Para aumentar la resiliencia ante este tipo de eventos, el trabajo realizado los últimos años por Escenarios Hídricos 2030 indica que se debe trabajar en diversos frentes, que incluyen soluciones a corto, mediano y largo plazo, al tiempo que se genera una gobernanza hídrica a nivel nacional y territorial, comenta Broschek.
En el corto plazo, señala, hay que pensar en “implementar, con sentido de urgencia, soluciones que sean sostenibles (…) necesitamos reconectarnos con la naturaleza, desarrollar Soluciones basadas Naturaleza (SbN) -por ejemplo, recuperación de bosques, reforestación con vegetación nativa en laderas de cerros- para ser más resilientes. A nivel mundial se ha visto que el cemento no ha ayudado y muchos países están tendiendo a reemplazar infraestructura gris y obras que han cumplido su vida útil por infraestructura verde más resiliente que, finalmente, es más sostenible”.
El profesor Santibáñez coincide con este planteamiento, en relación a la necesidad de realizar con prontitud acciones “menos agresivas y que de alguna manera tratan de restituir la condición inicial de la cuenca”. Entre otras opciones, menciona la realización de “desviaciones laterales en los ríos a lo largo de toda la cuenca, que permitan derivar el cauce hacia pequeños y medianos embalses o lagunas artificiales. Así, cuando ocurren estos eventos, durante las 24 horas que normalmente duran estos eventos, una buena parte del caudal se deriva hacia estos sistemas de almacenamiento”. Señala que pueden ser utilizados tanto para guardar el agua en superficie para su uso en agricultura o agua potable rural, como para infiltrar las napas.
Marcone, en tanto, menciona el buen desempeño que en el último temporal tuvieron las piscinas decantadoras construidas en la Quebrada de Macul luego de la tragedia provocada por el aluvión ocurrido en 1993, “cuando tuvimos uno de los primeros fenómenos con isoterma cero alta”. Santibáñez comenta que algo semejante es lo que se puede realizar para “todos los ríos de Chile por lo menos hasta el Itata, y no solamente en la cordillera como se hizo Santiago”. Con este tipo de intervenciones, agrega el académico de la USS, se busca restituir de cierto modo las condiciones naturales “para tratar de corregir los efectos negativos que hemos provocado nosotros mismos”.
“Creo que podríamos regular mejor las cuencas, por un lado previniendo estos daños a la población y por otro lado ayudándole a la naturaleza a no seguirse degradando con estos eventos, que son tan extremos porque el ser humano ya intervino el ciclo hidrológico”.