¿Reiniciar o resetear la economía? Tres especialistas entregan su mirada respecto a una reactivación sostenible post pandemia
Ante la propuesta transversal para impulsar una reactivación sostenible que suma ya más de dos mil firmas de personas e instituciones, País Circular invitó a Maisa Rojas, directora del Centro (CR)2 de la Universidad de Chile y quien encabezó el Comité Científico de la COP25; a Susana Jiménez, vicepresidenta de la Sofofa y ex ministra de Energía; y a Eduardo Bitrán, presidente del Club de Innovación, ex vicepresidente ejecutivo de Corfo y académico de la UAI, a un webinar para conversar sobre los escenarios para avanzar efectivamente en una reactivación sostenible.
La última semana de mayo, un grupo transversal de personalidades lanzó un llamado público para una reactivación sostenible en respuesta a la crisis generada por la pandemia de coronavirus, que en pocas semanas suma más de 2 mil personas e instituciones adhiriendo a este llamado a la acción. La propuesta responde a una tendencia que ha ido ganando terreno en el mundo, a la luz de los paquetes de ayuda económica que se están desarrollando para ir en ayuda de las economías y de las empresas, ya que se ve en ello una oportunidad -quizás la única- de cambiar el rumbo hacia una economía menos dependiente de los combustibles fósiles y poner freno a las emisiones que nos tienen ad portas de una crisis mayor: el cambio climático.
Ante este escenario, y la propuesta lanzada, País Circular invitó a Maisa Rojas, directora del Centro (CR)2 de la Universidad de Chile y quien encabezó el Comité Científico de la COP25; a Susana Jiménez, vicepresidenta de la Sofofa y ex ministra de Energía; y a Eduardo Bitrán, presidente del Club de Innovación, ex vicepresidente ejecutivo de Corfo y académico de la UAI, a un webinar para conversar sobre los escenarios para avanzar efectivamente en una reactivación sostenible.
¿Por qué se está hablando hoy de este tema? Porque lo que nos ha mostrado esta pandemia, dice Maisa Rojas, es que la crisis sanitaria tiene similitudes con la crisis climática, y los aprendizajes de la primera nos ayudarán a entender cómo podemos enfrentar ambas.
“Ambas crisis también nos han mostrado que no somos muy buenos como humanidad para evaluar el riesgo, y para actuar acorde a ello. A pesar de que teníamos información muy clara antes de que incluso llegara el primer caso a Chile, lamentablemente las decisiones que se fueron tomando -a la luz de la situación actual- probablemente no fueron suficientes, y esto no es un problema solo de Chile sino del mundo. Y el tema del cambio climático muchas veces se define como un problema de riesgo, porque lo que hace es exacerbar los riesgos existentes”, afirma.
Otra similitud entre la pandemia y el cambio climático, agrega, es que afecta a las personas y los grupos más vulnerables de una manera desproporcionada. Y al mismo tiempo, que las sociedades que son muy desiguales tienen mayores problemas para enfrentar la crisis y probablemente la acrecientan, que es lo que estamos viendo en Chile. También, ambas crisis nos muestran la importancia de contar con información científica, y que esta sea útil para la toma de decisiones.
Y en ese escenario, al hablar de la reactivación post crisis, se presentan oportunidades quizás únicas, ya que cuando salgamos de ella se va a movilizar una gran cantidad de recursos económicos que van a tener el potencial de ponernos en la ruta hacia la descarbonización, y por lo tanto de poder cumplir -o no- el objetivo del Acuerdo de París.
“Chile va a tener una crisis -ya la está teniendo- de empleo muy significativa, y una crisis social que venimos arrastrando desde el año pasado, por lo tanto la idea es pensar en medidas que puedan conciliar la urgente creación de empleo con medidas que puedan apuntalar la disminución de desigualdades, y que estén a su vez alineadas con la acción climática. Lo que debe estar en el centro es evitar las medidas que nos signifiquen un lock-in, inversiones que nos amarren a tener emisiones por muchos años más”
“En los próximos meses, en la manera que se diseñen esas medidas, nos jugamos el Acuerdo de París. Así de crítica es la situación, así es que no es solamente el momento de hablar de este tema, es probablemente la gran oportunidad que tenemos para hacerlo, y quizás una de las últimas. El espíritu de este llamado, que ha tenido una recepción tan transversal y positiva, es que el diseño de estas medidas sea de una triple ganancia: ambiental, social y económica”, afirma Maisa Rojas.
Y agrega que “Chile va a tener una crisis -ya la está teniendo- de empleo muy significativa, y una crisis social que venimos arrastrando desde el año pasado, por lo tanto la idea es pensar en medidas que puedan conciliar la urgente creación de empleo con medidas que puedan apuntalar la disminución de desigualdades, y que estén a su vez alineadas con la acción climática. Lo que debe estar en el centro es evitar las medidas que nos signifiquen un lock-in, inversiones que nos amarren a tener emisiones por muchos años más”.
Aprovechar las ventajas extraordinarias de Chile
Para Eduardo Bitrán, si bien el tema urgente hoy -en medio de la pandemia- es el uso de mecanismos fiscales de corto plazo en apoyo a los más vulnerables para reducir el impacto de este shock, “apenas pase la pandemia, el tema central de una economía en que las expectativas van a estar afectadas, en que el comercio está afectado, va a ser la reactivación económica. Y tenemos que evitar repetir la historia de la crisis subprime, donde la reactivación económica generó un lock-in de una serie de inversiones que aumentaron rápidamente las emisiones locales y de Gases de Efecto Invernadero (GEI)”.
La buena noticia, afirma, es que el país sí puede enfrentar una recuperación sostenible que realmente tenga ese triple impacto. “Chile tiene muy buenas razones para priorizar la acción climática, que tienen que ver con su propio bienestar como país. En primer lugar, en Chile es muy rentable hacer inversiones que por un lado reducen las emisiones de GEI pero al mismo tiempo tienen una enorme sinergia en términos de contaminación local, sistema de salud, y especialmente condiciones de vida de los más vulnerables”.
La actual NDC de Chile, agrega, estima que el impacto económico de carbono neutralidad en el país son US$ 37 billones, considerando como costo la inversión y la innovación en cambiar tecnología, y cómo beneficio el tomar tecnologías que van a ser más eficientes en la operación y en la mantención. “Por lo tanto -dice-, cuando uno calcula el valor presente son rentables económicamente, y eso sin considerar los efectos sinérgicos de reducción de contaminación local, que sabemos que tiene un enorme impacto en los costos de salud, en la morbilidad, y por lo tanto en la productividad de la economía. El Banco Mundial, al analizar el caso de Chile, situaba el impacto de esta decisión, en términos de un mayor crecimiento de la economía de 4 puntos”.
Esto porque, según Bitrán, Chile tiene ventajas extraordinarias como el menor potencial solar del mundo y al mismo tiempo el principal distrito minero del mundo, en un escenario donde los principales drivers de la descarbonización mundial son la electromovilidad, las energías renovables y la construcción sustentable. Todas industrias que requieren metales. Y a esto se suma el potencial del país en el mercado del hidrógeno verde, lo que nos entrega una oportunidad extraordinaria de diferenciación en los mercados.
“En la nueva NDC de Chile, el 21% de toda la rebaja de emisiones proviene del hidrógeno verde. Entonces, tenemos una situación en que vamos a poder generar una dinámica de inversión, de crecimiento, de mayor rentabilidad, pero también de menores zonas de sacrificio. De eliminarlas”, afirma. Y esto sumará empleo: se estima que la economía del hidrógeno podría generar entre 10 y 30 millones de empleos a nivel mundial para el 2050.
“Por qué vamos a traducir en US$40 el barril en precio a consumidor, es absurdo. Entonces, impuestos variables específicos a los combustibles, y gradualmente eliminar la franquicia tributaria a los camiones. Un tren genera cinco veces menos emisiones, muchos menos accidentes. Es ganancia obvia, y la estamos distorsionando por franquicias y por grupos de presión -los camioneros- que han tenido de rehenes a tres o cuatro gobiernos. Y también subir el impuesto al carbono a partir de 2022, una vez pasada la situación más crítica y hasta 2030, de US$5 a US$15″
Para Bitrán, esta crisis es una gran oportunidad por factores como el cambio en los patrones de consumo, un aumento del teletrabajo, del comercio electrónico, que va a reducir la demanda de combustible de manera probablemente permanente.
“Eso va a crear una caída de precios -ya lo está generando- enorme”, señala. Y agrega: “Por qué vamos a traducir en US$40 el barril en precio a consumidor, es absurdo. Entonces, impuestos variables específicos a los combustibles, y gradualmente eliminar la franquicia tributaria a los camiones. Un tren genera cinco veces menos emisiones, muchos menos accidentes. Es ganancia obvia, y la estamos distorsionando por franquicias y por grupos de presión -los camioneros- que han tenido de rehenes a tres o cuatro gobiernos. Y también subir el impuesto al carbono a partir de 2022, una vez pasada la situación más crítica y hasta 2030, de US$5 a US$15, y cambiar la base de ese impuesto. Estas son medidas concretas en términos de foco en el gasto y de recaudación, que el conjunto hace viable fiscalmente, y genera los incentivos privados para hacer inversiones que son rentables si consideramos adecuadamente las externalidades”.
Recuperación centrada en la creación de empleo
Susana Jiménez, por su parte, puso un matiz a la discusión. Aún cuando comparte el que hay que promover políticas bajo un enfoque de desarrollo sostenible –“y creo que el mundo de las empresas adhiere absolutamente también al espíritu de la declaración de reactivación sostenible”- plantea que es necesario diferenciar entre reactivación y desarrollo sostenible.
“Si bien uno apoya este enfoque, también es cierto que la recuperación tiene que estar centrada hoy día en lo que creemos que es el principal desafío de este momento: la reactivación del empleo. Por lo tanto, la propuesta es tener visión de futuro, pero atendiendo la urgencia porque las condiciones son particularmente críticas. Esto no son meros números, son personas, y lo que ha hecho la pandemia es develar una situación que nos aleja bastante de nuestras pretensiones de lograr ser un país avanzado”.
Hoy, agrega, casi dos millones de personas viven con hacinamiento y en condiciones de pobreza, y esta podría aumentar en cuatro puntos porcentuales de la población, según cifras de la Cepal. A esto se suma una caída de la actividad en abril de casi 15%, una proyección para este año de una caída de la actividad económica de 5%, y un desempleo que ya se empina a los dos dígitos. Si a ello se suman quienes están con suspensión de trabajo, suman casi 1,5 millones de personas.
“Por lo tanto -afirma-, acá no hay una diferencia de visión, es una diferencia de énfasis dada la coyuntura actual: necesitamos reactivar la economía, necesitamos volver a crecer. Nuestra historia nos ha demostrado en las últimas tres décadas que dos tercios de la reducción de la pobreza se debieron al crecimiento económico. Esta mirada de urgencia no impide una mirada a largo plazo, y por eso yo hago una distinción entre lo que es reactivación y lo que es el desarrollo sostenible”.
Si bien el sector privado está bastante alineado con el desarrollo sostenible, explica Susana Jiménez, y hay muchas actividades que se han vuelto rentables, o que son deseadas por el mundo privado, ya sea porque se lo exigen sus clientes, la comunidad, o la legislación, “pero sin dudas el camino va hacia allá”. Lo que hay que evitar, afirma, es el dirigismo con una sola mirada.
“Cuando se ha dicho que a lo mejor las ayudas del Estado tienen que estar condicionadas, ¿eso significa que no vamos a apoyar a empresas que son intensivas en la contratación de mano de obra porque su huella de carbono no es tan buena? Alemania, que está impulsando fuertemente una recuperación sostenible, está apoyando a su industria aeronáutica. Cuánto va a haber de voluntarismo o de dirigismo para elegir tecnologías (…) Yo lo que me temo es que cuando uno hace la bajada al detalle de estos objetivos comunes podemos encontrarnos con mayores diferencias”
“Hay muchas cosas en las que todos estamos de acuerdo pero que requieren de un doble click. Por ejemplo, el tema de la carbono neutralidad al 2050, que creo que es una gran meta, pero es importante que junto con la meta también sepamos hacer las cosas bien. Se habla mucho de que el beneficio neto es positivo y así es, así lo demuestran los cálculos, pero ojo falta acá un análisis distributivo de costos y beneficios. Acá hay sectores que ganan y hay sectores que pierden, pero como país ganamos. Por lo tanto, discutamos cuáles van a ser los incentivos adecuados que se requieren para alcanzar esa meta. Por ejemplo, la meta supone un porcentaje importante de captura de carbono a través de la forestación, bueno, cuáles van a ser los instrumentos, cuál va a ser el apoyo desde el Estado para que eso finalmente ocurra”.
Para alcanzar esta meta, explica, se requieren instrumentos económicos -más que comando y control- para lograr que esas medidas sean priorizadas. A esto se suma que hay beneficios que se van a ver en el largo plazo pero con costos en el corto plazo, por lo es necesario introducir gradualidad, y definir si es una regla para todos o si hay que diferenciar.
¿Cuáles son las condiciones habilitantes para un desarrollo sostenible? Primero, dice Susana Jiménez, perfeccionar los instrumentos y la regulación vigente. “Por ejemplo, la modernización del SEIA. Ahí tienen que estar puestas muchas fichas para poder sacar adelante proyectos que sean económicamente rentables pero que también cumplan con los estándares ambientales que les exigimos. Pero lo que queremos es generar inversiones sustentables, no frenar inversiones. Hoy el SEIA es más burocrático que verde, entonces no estamos logrando los objetivos que se están buscando”.
A esto se suma el profundizar desarrollos privados en curso, como el que han registrado las energías renovables en el país. “Ahí hay una fuerza de mercado que nos favorece porque tenemos las condiciones como país para desarrollarlo”, afirma. Y por último, dice, hay que evitar el voluntarismo.
“Cuando se ha dicho que a lo mejor las ayudas del Estado tienen que estar condicionadas, ¿eso significa que no vamos a apoyar a empresas que son intensivas en la contratación de mano de obra porque su huella de carbono no es tan buena? Alemania, que está impulsando fuertemente una recuperación sostenible, está apoyando a su industria aeronáutica. Cuánto va a haber de voluntarismo o de dirigismo para elegir tecnologías (…) Yo lo que me temo es que cuando uno hace la bajada al detalle de estos objetivos comunes podemos encontrarnos con mayores diferencias”, plantea.
Ciencia, innovación e incentivos económicos
En el último tiempo, con más fuerza desde que Chile asumió la presidencia de la COP25 y luego acrecentado por la pandemia, el mundo científico ha ido cobrado una presencia y relevancia importante en la agenda y en la elaboración de políticas públicas. Sin embargo, dice Maisa Rojas, es claro que si bien las decisiones deben considerar la ciencia, no es la única variable. Y además es necesario considerar de qué ciencia hablamos.
“Con la pandemia pensábamos que los que iban a tener que discutir acá son los epidemiólogos, los expertos en salud pública, pero a poco andar también nos dimos cuenta que necesitábamos a los expertos en datos, que necesitábamos a los economistas, que necesitábamos a la gente de salud mental. Es muy amplio el espectro de conocimientos que se debe incluir para poder tomar decisiones correctas cuando los problemas son tan complejos como lo es esta pandemia, y cómo lo es el cambio climático”, dice.
“Tenemos la claridad de que el cambio climático es el gran telón de fondo de siglo XXI y vamos a tener que encontrar maneras de resolverlas del siglo XXI, las del siglo XX probablemente ya no nos van a funcionar (…) Me da mucho optimismo lo transversal que hemos logrado en que este llamado (a la reactivación sostenible) haya sido acogido, y sería fantástico que los grandes gremios también se sumaran porque de esta manera le damos mayor impulso a que la conversación sea así. No es el momento de seguir pensando que tenemos que resolver un primero problema primero y dejar para más adelante los otros”
Hoy, agrega, en el acercamiento entre la ciencia y la decisión política hay trabajo ya avanzado y un camino recorrido por cas una década por los ministerios de Energía y Medio Ambiente, y en los últimos años también con el Ministerio de Hacienda. Y también en la discusión por el cambio climático también ha habido acercamientos con el mun do parlamentario.
“Hubo un trabajo que se logró consolidar en algunos casos, iniciar en otros casos, de una creación de confianza. Que estas distintas miradas, y con una apertura suficiente, pudimos entender los lenguajes y ritmos distintos también de la academia y la política, pero en realidad el punto central es la generación de confianza de que podemos -y debemos- todos aportar. Y en ese sentido siento que esos son espacios que se abrieron y que espero que se vayan a cerrar, que sigamos construyendo esto porque es la única manera de lograr los consensos amplios que requieren estas transformaciones profundas”.
Para Eduardo Bitrán, para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible también serán importantes los incentivos económicos. En primer lugar tributarios, para corregir las externalidades negativas. En segundo término, dice, la mayoría de las decisiones de inversión en este ámbito son rentables cuando no hay restricciones de liquidez, “pero la mayoría de los agentes económicos tienen restricciones de liquidez y por lo tanto toman decisiones miopes que son ineficientes desde el punto de vista económico y ambiental. Por lo tanto, es obligación del Estado generar mecanismos financieros para resolver esas restricciones de liquidez”.
En tercer lugar, plantea, se requiere gasto público del Estado. Y por último, tener estrategias de innovación para generar alianzas entre el sector privado y la academia bajo el concepto de innovación con propósito. “Con el Programa Horizonte 2020 en Europa el propósito fundamental es ambiental y cambio climático; no fue el mercado el que bajó los precios de las energías renovables, fue el enorme esfuerzo de inversión que se hizo en tecnología que posteriormente permitió que bajaran los precios. No estoy diciendo que inventemos la rueda, tenemos que colgarnos de todos esos desarrollos. Tenemos que hacer innovación para adaptar la tecnología, pero no hagamos caricaturas respecto del planificador central versus el mercado, acá hay que usar mucho mercado con los incentivos adecuados”.
“Llegué al convencimiento, y hoy en este tema somos muchos los que tenemos esta visión y son muchos países los que están yendo en esa dirección, es que en base a los estudios científicos esta es la década en que no puede efectivamente abordar esa crisis climática que se viene, y si la perdemos, a diferencia de una pandemia que es transitoria, la crisis que viene es irreversible”
Para Susana Jiménez, un aspecto clave serán los incentivos económicos. “Creo que en el tema de las emisiones globales el acercamiento debería ser a través de mercados transables, creo que es una solución de mercado que es eficiente, que hace que se tomen medidas más costo efectivas, se logra el mismo objetivo de reducción de emisiones pero donde es menos costoso (…) Por ejemplo, en el hidrógeno. Yo creo que el Estado tiene un rol de regular, de generar pilotos, de coordinar investigación en esa materia, pero ¿es el llamado a poner una planta? Yo creo que no”.
“Creo que hay que darle espacio a los desarrollos tecnológicos -agrega-, a la iniciativa privada, creo que hay que poner incentivos con instrumentos económicos adecuados; insisto, el objetivo es el mismo, la diferencia probablemente es en el detalle de cómo hacemos el camino a lograr esas metas”.
¿Dónde poner el foco, entre el Estado y el mercado? Para Maisa Rojas, “claramente estamos de acuerdo en que vamos a necesitar ambos, las diferencias probablemente están en el énfasis”.
Soluciones sistémicas a una crisis sistémica
Sin embargo, agrega otro elemento a la discusión: si es necesario que un país como Chile, que representa un 0,26% de las emisiones globales, se preocupe tanto de la mitigación. Para ello, dice, hay tres argumentos que le quitan peso a esa visión. Uno es que si se suman todos los países como Chile, representan el 25% de las emisiones globales, así que lo que hagan es relevante. El segundo es la diferencia entre la acción individual y colectiva, que es exactamente el mismo problema que vemos con la pandemia. “Y por último, es que enfrentar la carbono neutralidad y pensar en mitigación ofrece una serie de transformaciones económicas, sociales, institucionales, que es de lo que estamos detrás también. No es solamente el objetivo de la reducción de CO2, toda la transformación que está detrás de eso también es un objetivo en si mismo”.
“Tengo un matiz con el tema puntual de la urgencia que tenemos hoy. No es un pequeño problema, no es una cosa transitoria. Acá hay un daño permanente, hoy el nivel de ocupados de Chile alcanza el nivel de 2010, retrocedimos 10 años en creación de empleo, y eso hay que tenerlo a la vista cuando hacemos propuestas concretas de cómo salimos de esto. Pero insisto, eso no es contradictorio con una visión de desarrollo sostenible donde se conjugan lo económico, lo social y lo ambiental, porque hoy sencillamente no se pueden separar”
Hoy, dice, es importante entender la importancia de solucionar todos nuestros problemas de manera sinérgica. No vamos a solucionar la crisis de salud, ni la climática, ni la económica por separado. O una tras otra, sino probablemente todas juntas. Este conjunto de crisis son síntomas de una crisis más profunda, plantea y ha llegado el momento de entenderlas así.
“Tenemos la claridad de que el cambio climático es el gran telón de fondo de siglo XXI y vamos a tener que encontrar maneras de resolverlas del siglo XXI, las del siglo XX probablemente ya no nos van a funcionar. Y parte de esa manera de enfrentarlos es pensar todos los problemas en común, con un pensamiento más sistémico. Lo que a mi me da mucho optimismo que así sea es lo transversal que hemos logrado en que este llamado haya sido acogido, y sería fantástico que los grandes gremios también se sumaran porque de esta manera le damos mayor impulso a que la conversación sea así. No es el momento de seguir pensando que tenemos que resolver un primero problema primero y dejar para más adelante los otros”.
“Yo soy economista -dice Bitrán- y hasta hace algunos años no le daba demasiada importancia a la acción climática por este tema del 0,26% y tenía otros focos, más en innovación o productividad. Pero llegué al convencimiento, y hoy en este tema somos muchos los que tenemos esta visión y son muchos países los que están yendo en esa dirección, es que en base a los estudios científicos esta es la década en que no puede efectivamente abordar esa crisis climática que se viene, y si la perdemos, a diferencia de una pandemia que es transitoria, la crisis que viene es irreversible”.
Para Susana Jiménez, hoy es indiscutible que el mundo tiene que apuntar a un desarrollo sostenible, y Chile tiene una oportunidad porque tiene condiciones muy especiales para sumarse a ese proceso, y lo ha estado haciendo.
“Yo partí diciendo que tengo un matiz con el tema puntual de la urgencia que tenemos hoy. No es un pequeño problema, no es una cosa transitoria. Acá hay un daño permanente, hoy el nivel de ocupados de Chile alcanza el nivel de 2010, retrocedimos 10 años en creación de empleo, y eso hay que tenerlo a la vista cuando hacemos propuestas concretas de cómo salimos de esto. Pero insisto, eso no es contradictorio con una visión de desarrollo sostenible donde se conjugan lo económico, lo social y lo ambiental, porque hoy sencillamente no se pueden separar”, afirma.